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¿Qué es el Tratado de No Proliferación Nuclear?

Análisis

Salvador Iborra
Salvador Iborra
Alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute. Graduado en Derecho por la Universidad de Cádiz. Interesado en los tableros de juego geopolíticos, así como en la Historia para comprender el presente en marcha y el futuro que aproxima.

El conflicto entre Israel e Irán ha vuelto a poner en el centro del debate global el papel del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Este acuerdo internacional, vigente desde 1970, tiene como principal objetivo evitar la expansión de las armas nucleares, fomentar el desarme y promover el uso pacífico de la energía atómica.

El Tratado de No Proliferación Nuclear es un tratado internacional dirigido a la restricción de la posesión de armas nucleares, al impedimento de la proliferación de las armas de destrucción masiva y a fomentar el uso pacífico de la energía atómica. Con 191 Estados parte, el TNP es el instrumento multilateral con mayor adhesión en materia de control armamentístico y seguridad internacional.

Ya desde 1961, la Asamblea General de las Naciones Unidas advertía en su Resolución 1653 que el empleo de armas nucleares «causaría sufrimiento y destrucción indiscriminados» y sería contrario a las normas del derecho internacional y de la humanidad. Este principio sentó las bases para décadas de esfuerzos diplomáticos en torno a la no proliferación y el desarme nuclear.

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) es la institución internacional que vela por el cumplimiento del acuerdo en los países firmantes, a través de la monitorización de los programas nucleares y la inspección de las instalaciones. Esta tiene su origen en la propuesta del presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower en 1953 denominada «Átomos para la Paz», en la que proponía una estructura internacional que promoviera el uso pacífico de la energía nuclear, al tiempo que evitara su empleo con fines bélicos.

Tres pilares: no proliferación, desarme y uso pacífico de la energía nuclear

El Tratado de No Proliferación Nuclear, abierto a firma en 1968 y en vigor desde 1970, se asienta sobre tres pilares interdependientes que configuran su estructura normativa y operativa:

No proliferación

Según los Artículos I y II del TNP, los Estados poseedores de armas nucleares se comprometen a no transferir tecnología ni armamento nuclear a terceros países. Por su parte, los Estados no poseedores renuncian a adquirir armas nucleares y a recibir asistencia en su fabricación. Este pilar es esencial para prevenir el aumento de actores con capacidad nuclear.

Desarme nuclear

El Artículo VI del TNP establece el compromiso de todos los firmantes para negociar de buena fe medidas que conduzcan al desarme nuclear completo. No obstante, su redacción ambigua ha generado múltiples interpretaciones. Mientras las potencias nucleares alegan estar cumpliendo con negociaciones graduales, países del Movimiento de Países No Alineadosconsideran que existe una obligación vinculante incumplida por parte de los Estados con armamento nuclear.

Uso pacífico de la energía atómica

El Artículo IV del TNP garantiza el derecho soberano de los Estados a desarrollar tecnología nuclear con fines pacíficos, siempre bajo supervisión del OIEA. Este pilar promueve la transferencia de conocimientos y materiales nucleares para la generación de energía, investigación científica y desarrollo económico, siempre y cuando se respete el marco de no proliferación.

Mapa que describe el estatus de los distintos Estados del mundo con respecto al TNP: Estados nucleares y no nucleares firmantes, así como potencias nucleares y no nucleares no firmantes. Fuente: OshoNews

El «club cerrado» del TNP: una arquitectura nuclear desigual

Uno de los aspectos más controvertidos del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) es su estructura jerárquica, que diferencia entre los Estados poseedores de armas nucleares y aquellos que renuncian voluntariamente a desarrollarlas. Esta distinción, formalizada en el tratado con base en la fecha del 1 de enero de 1967 —previa a la entrada en vigor del TNP—, otorga estatus legal de potencia nuclear únicamente a cinco países: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido.

Este núcleo internacional ha sido objeto de críticas por parte de potencias no nucleares, especialmente del Movimiento de Países No Alineados. Desde su perspectiva, el TNP no solo fracasa en impedir la proliferación nuclear, sino que también legitima un reparto desigual del poder estratégico mundial, perpetuando un orden internacional donde unos pocos concentran la disuasión atómica y otros deben someterse a un sistema de supervisión riguroso.

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Mientras que a los cinco Estados nucleares se les impone un compromiso de avanzar hacia un desarme nuclear progresivo (artículo VI), este es interpretado a menudo como una mera declaración de intenciones sin un efecto vinculante al carecer de plazos concretos o mecanismos para ello. Por el contrario, los Estados no poseedores cumplen estrictas obligaciones relacionadas con el desarrollo y transferencia de tecnología nuclear bajo la salvaguardia de la OIEA.

Esta asimetría estructural del TNP ha generado crecientes tensiones en las Conferencias de Revisión del Tratado, en las que muchos Estados demandan avances reales hacia el desarme por parte de las potencias nucleares. Esta situación alimenta la percepción de que el tratado sirve más como herramienta de control geopolítico que como mecanismo auténtico de desarme global.

¿Qué Estados no forman parte?

A pesar de contar con 191 Estados parte, el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) no es universal. Existen países que nunca lo han firmado o que se han retirado formalmente del tratado, cuestionando su legitimidad, eficacia y capacidad de adaptación al contexto estratégico global:

India: rechazo a un tratado que considera discriminatorio

India no forma parte del TNP y ha argumentado que el tratado institucionaliza una desigualdad injustificable entre Estados «poseedores» y «no poseedores» de armas nucleares. Su primer ensayo nuclear tuvo lugar en 1974 (operación SmilingBuddha) y fue seguido por nuevas pruebas en 1998. Desde entonces, se estima que India dispone de material fisible suficiente para más de 150 ojivas nucleares.

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Durante años, Nueva Delhi sostuvo una doctrina de «no primer uso», es decir, no emplear armas nucleares a menos que fuera atacada primero con ellas. Sin embargo, declaraciones del ex asesor de seguridad nacional ShivshankarMenon en 2010 revelaron un matiz estratégico: la promesa de no usar armas nucleares ya no se aplicaría a Estados sin armas nucleares, en una clara referencia a Pakistán.

India ha justificado su rechazo al TNP por considerarlo un tratado defectuoso, al no establecer mecanismos verificables y equitativos. En 2008, la OIEA aprobó un acuerdo de salvaguardias nucleares con India, permitiendo el monitoreo progresivo de sus instalaciones civiles. Este paso fue clave para normalizar su relación con el sistema internacional, aunque sin implicar su adhesión al tratado.

Pakistán: seguridad regional frente a un tratado que considera desequilibrado

Pakistán realizó sus primeras pruebas nucleares en mayo de 1998, como respuesta directa a los ensayos indios. En la actualidad, diversas estimaciones sitúan su arsenal en 170 cabezas nucleares, aunque no existe confirmación oficial.

Islamabad ha rechazado consistentemente firmar el TNP, calificándolo como un tratado discriminatorio que no refleja las necesidades de seguridad de todos los Estados. En 2015, el secretario de Relaciones Exteriores Aizaz Ahmad Chaudhry respondió claramente ante la posibilidad de adhesión: «Pakistán tiene derecho a defenderse, por lo tanto, no firmará el TNP».

La doctrina nuclear pakistaní está fuertemente influenciada por su rivalidad estratégica con India, y su rechazo al TNP se enmarca en una percepción de falta de equilibrio y garantías de seguridad.

Israel: ambigüedad nuclear

Israel mantiene una política de ambigüedad nuclear: nunca ha confirmado ni desmentido oficialmente la posesión de armas nucleares, pero se estima que podría disponer de entre 100 y 200 ojivas elaboradas a partir de plutonio reprocesado en su planta de Dimona.

Desde el punto de vista israelí, su negativa a adherirse al TNP se justifica por lo que el profesor Gerald M. Steinberg denomina «la excepcionalidad israelí»: un país pequeño, rodeado de amenazas regionales constantes y sin garantías de seguridad plenas. En este contexto, su supuesta capacidad nuclear actuaría como un elemento disuasorio frente a ataques existenciales.

En 2009, la Conferencia General del OIEA aprobó una resolución instando a Israel a abrir sus instalaciones al organismo y a adherirse al TNP. La delegación israelí rechazó de plano la propuesta, subrayando que no colaboraría con una resolución que consideraba motivada políticamente.

Corea del Norte: retirada formal y amenaza a la credibilidad del TNP

Corea del Norte se unió al TNP en 1985, pero su adhesión fue meramente táctica: buscaba asistencia tecnológica soviética. En los años noventa, la OIEA descubrió actividades clandestinas en su planta de Yongbyon, lo que desencadenó una crisis internacional. En 1994, se firmó el Marco Acordado, por el que Pyongyang congelaba su programa militar a cambio de ayuda energética y dos reactores de agua ligera.

Sin embargo, en 2003, tras crecientes tensiones con la administración Bush y sospechas sobre un programa paralelo de enriquecimiento, Corea del Norte se retiró formalmente del TNP, siendo hasta hoy el único Estado en hacerlo. Desde entonces, ha realizado varias pruebas nucleares (2006, 2013, 2016, 2017) y afirma poseer misiles balísticos intercontinentales y capacidades termonucleares.

Pese a los múltiples intentos diplomáticos (como las conversaciones a seis bandas o las cumbres entre Donald Trump y Kim Jong-un), Corea del Norte no ha regresado al TNP ni ha permitido el retorno de inspectores del OIEA, representando un desafío directo a la eficacia y universalidad del régimen de no proliferación.

Logros del TNP: ¿qué avances tangibles se han producido?

A pesar de sus limitaciones estructurales y las tensiones geopolíticas recurrentes, el TNP ha logrado avances históricos en varias áreas clave que explican su relevancia actual:

  • Contención efectiva de la proliferación. Uno de los mayores logros del TNP ha sido la limitación de la proliferación nuclear horizontal, es decir, la expansión del número de Estados con armamento nuclear. Antes del tratado, muchos expertos temían un escenario en el que más de 20 o 30 países adquirieran armas atómicas. Sin embargo, a fecha de junio de 2025, solo nueve Estados poseen armas nucleares —de forma oficial o de facto—, mientras que 191 países forman parte del TNP.
  • Sistema internacional de inspección y verificación nuclear. El tratado otorgó un papel central al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) como garante de que los programas nucleares civiles de los Estados no se desvíen hacia usos militares. Este mandato ha dado lugar a un sistema internacional de salvaguardias nucleares, actualmente vigente en más de 130 países. El OIEA realiza inspecciones rutinarias y cuenta con tecnologías avanzadas para verificar que los materiales nucleares no se utilicen con fines armamentísticos.
  • Reducción de arsenales y desarme parcial. Aunque el desarme nuclear completo aún no se ha alcanzado, el TNP ha sentado las bases para acuerdos de gran impacto, especialmente entre las superpotencias nucleares. Entre los principales avances destacan:
    • START I y START II (1991 y 1993): firmados por Estados Unidos y la URSS/Rusia, marcaron un descenso drástico en el número de cabezas nucleares desplegadas.
    • Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), el número de cabezas nucleares en el mundo ha disminuido de más de 70.000 en los años 80 a unas 12.500 en 2024.
  • Promoción del uso pacífico de la energía nuclear. El TNP también ha sido crucial para fomentar la cooperación internacional en tecnología nuclear con fines pacíficos, especialmente en el ámbito de la energía, la investigación científica y la medicina. A través de programas como AtomsforPeace y con el respaldo técnico del OIEA, más de 30 países operan reactores nucleares civiles.

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