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Del Reich a la red: el legado oscuro de los once principios de Goebbels

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Los 11 principios de la propaganda nazi, formulados por Joseph Goebbels, siguen siendo una referencia clave para entender cómo se manipula la opinión pública. Este análisis examina cómo esas estrategias siguen presentes en discursos contemporáneos. Comprenderlos es esencial para reconocer patrones de control ideológico y simplificación política.

Uno de los temas más tabúes en las democracias occidentales, claramente, es el nazismo; un movimiento claramente inhumano y genocida, fruto execrable del más rancio idealismo alemán, de más de cien años de maduración en la mente y los corazones de los alemanes.

Hoy, el nazismo y sus ideas, habita en el inconsciente colectivo de la sociedad occidental de la misma manera que la sombra de un halcón habita en la mente de los roedores; es el fantasma que algunos idealistas nostálgicos, pueden llegar a añorar, aunque no sé cómo, pero este fantasma es, en realidad, el arma arrojadiza de tantos y tantos discursos populistas que, a sabiendas o no, usan y perfeccionan las técnicas de sus maestros alemanes de mitad del XX.

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Y si hubo un maestro, ése fue Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi, quien convirtió la manipulación en método y la mentira en doctrina; su doctrina, que tantos devotos discípulos tiene, fue condensada por él en sus once principios que no quedaron reducidos a cenizas, como sí lo fue el régimen que aupó, o todas las personas que mandó tanto a los hornos como a los diversos modos de damnatio memoriae tanto física como espiritual.

Como con el «Anillo Único» de Tolkien, el pecado sobrevive al pecador, por lo que sus once principios quedaron latentes a la espera de su próximo portador, o en este caso, portadores que los sacaron a la luz de nuevo:

  1. Principio de simplificación y del enemigo único

Reducir la complejidad de la realidad a una sola causa o adversario, concentrando el odio o la atención en un enemigo concreto.

  1. Principio del método de contagio

Transferir la misma etiqueta negativa a diferentes grupos o individuos, de manera que todo lo opuesto al mensaje principal quede asociado al enemigo.

  1. Principio de la transposición

Atribuir al adversario los propios errores, defectos o intenciones, desviando así la atención y creando confusión.

  1. Principio de la exageración y desfiguración

Ampliar o distorsionar hechos hasta volverlos amenazantes o ridículos, buscando provocar miedo o desprecio.

  1. Principio de la vulgarización

Adaptar los mensajes a la mentalidad más simple posible, para que sean comprendidos y aceptados por la mayoría sin esfuerzo.

  1. Principio de orquestación

Repetir incansablemente un número limitado de ideas desde múltiples frentes, hasta que se perciban como verdades indiscutibles.

  1. Principio de renovación

Emitir constantemente nuevos mensajes y argumentos, de modo que el público no tenga tiempo de reflexionar ni de recordar los anteriores.

  1. Principio de la verosimilitud

Construir mensajes basados en datos parciales o manipulados que suenen plausibles, mezclando hechos ciertos con interpretaciones interesadas.

  1. Principio de la silenciación

Ocultar o restar visibilidad a toda información que contradiga el mensaje central, evitando dar espacio a la disidencia.

  1. Principio de la transfusión

Integrar el mensaje propagandístico dentro de mitos, prejuicios y valores ya existentes en la sociedad para facilitar su aceptación.

  1. Principio de la unanimidad

Hacer creer que la opinión mayoritaria coincide con la propagada, creando una ilusión de consenso que refuerce la conformidad social.

Todos y cada uno de estos principios de la maldad social podemos verlos en nuestro día a día, acechando y convirtiéndonos en una evolución de la sociedad alemana que sufrió y terminó siendo cómplice de tan horribles hechos.

Análisis de los 11 principios de la propaganda nazi de Goebbels

Empecemos con el primero de ellos, el que reza: simplificación y enemigo único. ¿No nos suenan de algo consignas como «Occidente contra Rusia» o «Rusia contra el nazismo»? Frases que claramente ignoran cientos de años de relaciones históricas entre Europa y Rusia, o el hecho de que Rusia es un país europeo más: desde los escandinavos Rusia, pasando por Bizancio y el zarismo, hasta llegar a la guerra en Ucrania.

El segundo de ellos, el método del contagio, ¿Cuántas caras particulares podemos poner al escuchar llamar a alguien «terrorista», «fascista», «comunista» simplemente porque no compartimos ideas, uniéndolos a todos bajo un mismo concepto?

El tercero, como todos, está a la orden del día. No sé cuántas veces habremos visto a dirigentes culpar a sus opositores de sus propios fallos y carencias. Achacar el resto lo que hacen de manera impune, es una perfecta aplicación del principio de transposición.

Siguiendo con nuestro recorrido, hiperbolizar y ridiculizar sucesos de manera sistemática es seguir claramente el curto principio, exageración y desfiguración

El quinto de los principios es muy interesante, pues consiste en reducir cualquier mensaje a un nivel tan básico y coloquial que pueda ser comprendido y compartido por cualquiera, sin esfuerzo. Hoy en día, esa técnica se ve con mucha claridad en los memes.

El sexto, el de orquestación, dice que la propaganda debe repetirse constantemente, con los mismos argumentos, imágenes y frases, hasta que la gente los interiorice como verdad. No importa si el mensaje es pobre, mientras se repita sin descanso. Desde hace un par de años, las granjas de trolls son su equivalente más evidente, publicando hasta viralizar sus contenidos.

Con el séptimo principio, bajamos a cosas muy familiares. No sé a alguien le sonará de algo que cada poco tiempo salga a la luz un «escándalo nuevo» para tapar el anterior y así cambiar el foco de atención.

El octavo es aquel que genera una mentira con una «pátina de verdad», como una cifra mal citada, una frase sacada de contexto, un documento auténtico pero interpretado de otra forma. La verosimilitud nos enseña que no hace falta demostrar una mentira, basta con darle el traje de verdad.

El noveno es muy típico, y es que nadie habla de lo que no quiere. Cuántas conversaciones desviadas, cuantas respuestas vacías. La silenciación es, como dice mi querida tía, «ni si ni no, ni mucho ni poco, ni bueno ni malo», es la iniquidad.

Con el décimo casi llegamos al final, y es que todo aquello que individualiza, matiza, escinde, aquí se hace único. La unanimidad, un poder absoluto que refuerza nuestro sesgo que nos dice que lo que pensamos, lo piensa todo el mundo, nos empodera, pero engaña.

Finalmente, el principio de orquestación es, en esencia, el martilleo constante: la mentira o el mensaje repetido desde diferentes bocas, formatos y espacios hasta que parece un hecho natural.

Este decálogo más uno del mal, como decíamos antes, no pereció con su portador, al contrario. Se ha hecho fuerte, se ha extrapolado, enseñado, aprendido, ensalzado, usado sin conciencia y hasta la saciedad. En definitiva, perfeccionado.

Terminando con el omnisciente refranero español que reza «¿Quién es más tonto: el tonto o el que sigue al tonto?» déjeme el lector adaptarlo para hacer reflexionar y profundizar sobre lo que creamos y consumimos:

¿Quién es más nazi: el nazi o el que sigue al nazi?

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