En un mundo donde la diplomacia suele pensarse entre tratados y cancillerías, los animales también se han convertido en inesperados protagonistas de conflictos internacionales. Desde gansos que cruzan fronteras y despiertan tensiones, hasta elefantes cuyas rutas migratorias generan disputas regionales, la fauna revela la fragilidad de los acuerdos multilaterales frente a los intereses nacionales. Este artículo explora cómo la diplomacia verde busca transformar la biodiversidad en un puente de cooperación antes de que se convierta en fuente de nuevas crisis.
Un ganso en el punto de mira
En el verano de 2025, un ánsares chico sueco (de una población estimada en apenas 100 individuos en toda Escandinavia, según el Swedish Ornithological Society) cruzó hacia Noruega. Para Suecia, era el resultado de décadas de inversión en conservación. Para Noruega, un riesgo genético para su propia población de unos 200 ejemplares. La orden fue tajante: disparar al intruso. El incidente generó tensiones diplomáticas, recordando un episodio similar ocurrido en 2015, cuando un caso idéntico provocó un cruce de declaraciones entre ambos gobiernos.
Crisis fronterizas por fauna salvaje
La historia está repleta de ejemplos en los que animales han desencadenado disputas internacionales. En 2016, India y Nepal intercambiaron acusaciones por la caza furtiva de rinocerontes que cruzaban libremente la frontera entre sus parques nacionales, según datos de WWF. En 2018, la decisión de Botswana de levantar la prohibición de caza de elefantes alteró las rutas migratorias de manadas que superan los 130.000 ejemplares, provocando protestas en Zimbabue y Namibia. En Europa, el lobo gris, protegido en Francia y con control letal autorizado en Italia, ha sido motivo de fricciones recurrentes documentadas por la Comisión Europea.
Conflictos de distinta naturaleza
No todas las tensiones derivan de la conservación. El castor canadiense, introducido en Tierra del Fuego en los años 40, ha colonizado ambos lados de la frontera entre Argentina y Chile, superando los 100.000 individuos y causando pérdidas millonarias en bosques nativos, según el Ministerio de Medio Ambiente de Chile. En Europa, los gansos del Nilo, considerados especie invasora por la Unión Europea, han generado disputas entre gobiernos locales sobre quién debe asumir los costes de su control.

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La política interna como factor decisivo
Estos casos muestran que, aunque existan marcos internacionales como la Convención de Bonn sobre Especies Migratorias o el Convenio de Berna, la política interna y la presión de sectores locales (ganaderos, agricultores, cazadores) suelen prevalecer. Las decisiones sobre conservación o control dependen en gran medida de los intereses nacionales y de la percepción pública, más que de los compromisos adquiridos en foros multilaterales. Este desajuste entre acuerdos y realidad es uno de los retos que busca abordar la llamada diplomacia verde, un enfoque que promueve el uso de la política exterior para prevenir conflictos ambientales y facilitar la cooperación, aunque su aplicación práctica se enfrenta a importantes limitaciones.
Hacia mecanismos de prevención de conflictos
Para evitar que un animal desencadene una crisis diplomática, los expertos recomiendan fortalecer protocolos de actuación rápida y canales bilaterales de comunicación, ya sea para la conservación de especies en peligro, como de control de especies invasoras. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), una gestión coordinada y basada en datos científicos reduce el riesgo de que incidentes como el del ganso sueco o el de los elefantes africanos escalen a disputas políticas que erosionen las relaciones entre países.
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Conclusión
Incluir la flora y la fauna en las políticas exteriores y en los acuerdos multilaterales no es solo una cuestión ambiental, sino de estabilidad y seguridad internacional. La biodiversidad, especialmente cuando se trata de especies migratorias o transfronterizas, puede convertirse en un factor de tensión diplomática si no existe una gestión coordinada.
Tal y como señala la Convención de Bonn, la cooperación internacional en materia de conservación previene conflictos y favorece soluciones sostenibles que equilibran la protección ambiental con las necesidades económicas y sociales de cada país. Integrar estos aspectos en la agenda política global es clave para anticipar y resolver disputas antes de que escalen, protegiendo tanto los ecosistemas como las relaciones entre naciones.
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