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“Pros” y “contras” de la estrategia de Inteligencia de Estados Unidos

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Estos últimos meses Estados Unidos ha estado haciendo públicos sus informes de Inteligencia prácticamente a diario y con información muy concreta sobre lo que iba a ocurrir en Ucrania. ¿Qué estrategia hubo detrás? ¿Cuáles han sido los riesgos y los éxitos? ¿Cambiará el enfoque de la comunicación pública de Inteligencia?

Todo empezó a principios de noviembre del año pasado cuando Biden envió al director de la CIA, Bill Burns a Moscú. El mensaje que Burns iba a transmitir era el de la preocupación estadounidense por movimientos “inusuales” de tropas que estaban viendo cerca de la frontera con Ucrania. En diciembre, The Washington Post informaba de que la inteligencia estadounidense había descubierto que el Kremlin estaba planificando una ofensiva “multifrontal” para principios del año siguiente con la participación de hasta 175.000 soldados.

Las advertencias continuaron en enero y a principios de febrero llegando incluso a “enfadar” al propio presidente ucraniano Zelenski, que ante los informes de inteligencia estadounidenses, recordaba cómo el país vivía bajo esa situación de tensión desde el año 2014. Hasta el día que llegó el anunciado ataque de Rusia a Ucrania.

Hubo quienes creyeron en los mensajes de Estados Unidos y alertaban sobre la invasión rusa; y quienes no lo hicieron, recordando los fallos de inteligencia que llevaron a la guerra de Irak. En ese momento podría señalarse como los más prudentes a quienes añadían que solo Putin sabía lo que iba a ocurrir. Pero realmente la Inteligencia estadounidense (y británica) sí lo sabían, y así lo terminaron demostrando. Esto pudo verse para muchos como un éxito para la Inteligencia estadounidense después del estrepitoso fracaso en Afganistán.

En este punto es importante destacar cómo los sesgos influyen en nuestras percepciones más de lo que podemos imaginar. Como señalaba en un hilo de Twitter The Political Room, las guerras son eventos anómalos en Europa, de ahí que al revisar la historia y establecer patrones no es conveniente fijarse en el conjunto, por lo general pacífico.

Es en estos casos cuando para elaborar una opinión no sesgada sobre la probabilidad de una guerra (un evento improbable), conviene desligarse de todo sesgo y tratar de comprender los indicadores de la voluntad del decisor político que sí nos sirven para medir la probabilidad de guerra.

Sin embargo, este ejercicio prácticamente sin precedentes de compartir Inteligencia de forma pública no consiguió impedir el ataque ni fue suficiente para disuadir a Putin. Entonces, ¿cuáles fueron sus éxitos? ¿superaron a los riesgos, que explicaremos más adelante?

Cómo Rusia se aprovecha de la inacción de la UE

Para Manuel Robledo, Oficial de Inteligencia de las Fuerzas Armadas de España y profesor del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute, el motivo que llevó a Estados Unidos a divulgar su Inteligencia de tal forma fue el intento de concienciación internacional frente a la amenaza rusa.

En este sentido plantea cómo quizá desde Estados Unidos se pretendía que desde la Unión Europea se llevara la iniciativa de lo que ocurría en su mismo continente, con el objetivo de no tener que ser los estadounidenses los que entraran directamente en el conflicto. Aún arriesgándose a que su propia inteligencia fuera utilizada por Rusia en su contra.

Para el experto, Estados Unidos dejó hace tiempo de querer ser la “policía del mundo” y su cara “bélica” o “intervencionista” estaba cambiando. “Un ejemplo de ello es la retirada de Afganistán”, concreta.

Desde Estados Unidos llevan años criticando la inacción europea. Robledo compara esta situación actual en Ucrania con el inicio de la pandemia de la covid-19. En ese momento, Europa miraba “escéptica” lo que iba pasando en el resto del mundo “sin actuar hasta que llegó a sus propios países y ya no había nada que hacer”.

“La UE sigue con la misma perplejidad e inacción ante todo lo que ocurre y Rusia se aprovechó de ello. Putin terminará entrando en Kiev y la comunidad europea seguirá con la boca abierta mirando cómo ocurre todo sin ser capaz de reaccionar salvo con las palabras de condena y sanciones”, incide.

El experto también llama a pensar en lo que ocurrió en el inicio de la Segunda Guerra Mundial y cómo la comunidad internacional tampoco supo reaccionar a las primeras invasiones. Así, en el Acuerdo de Múnich de 1938 se permitió a Hitler apoderarse de los territorios checoslovacos de los Sudetes, habitados por alrededor de tres millones de alemanas étnicos, a cambio de frenar (algo que no ocurrió) sus ansias expansivas.

Esta anexión, acordada por las cuatro potencias occidentales, sin consultar siquiera a los checoslovacos, fue el preludio de la violenta expansión de la Alemania nazi y se refleja muy bien en la película “Múnich: en vísperas de una guerra”, estrenada por Netflix este mismo enero en España y que te recomendamos desde LISA News.

“Habría que, al menos, plantearse que tal vez Ucrania no sea la gran guerra, sino una batalla dentro de una guerra que no estamos siendo capaces de identificar”, concluye.

En este sentido, Robledo también destaca el papel de China en este conflicto. “Aún no ha hecho más que compensar el bloqueo y las sanciones internacionales, pero es probable que utilice esta situación con intereses hacia Taiwán”, aseguró el experto.

Precisamente desde Pekín en la misma declaración que apoyaban la solución diplomática del conflicto ucraniano evitando condenar a Ucrania pero sin dudar criticar a los estadounidenses, aseguraba que “Ucrania no era Taiwán” como te contamos en este artículo publicado en LISA News.

Éxitos y riesgos de compartir públicamente la Inteligencia nacional

Como hemos mencionado, a pesar de este ejercicio inusual de compartir inteligencia prácticamente diaria por parte de Estados Unidos, no consiguió impedir el ataque, ni fue suficiente para disuadir a Putin, ni movilizó a la Unión Europea más allá de la palabra.

Sin embargo, según afirman los periodistas Julian E. Barnes y David E. Sanger en un artículo para The New York Times, sí que fue un éxito en cuanto al refuerzo de la alianza de la OTAN frente a Moscú. También para contrarrestar la desinformación rusa.

Tal y como contaba Iker Seisdedos en El País a principios de febrero, los servicios de inteligencia estadounidenses llegaron a informar de que las autoridades rusas tenían planeado difundir un vídeo falso que recogiera las consecuencias de un ataque del ejército ucraniano sobre suelo ruso o contra población de habla rusa en el Este de Ucrania. Esto hubiera servido como pretexto para una intervención de tropas rusas.

Según se ha alertado últimamente a raíz de la invasión, la desinformación rusa es una de las grandes amenazas, junto a los ciberataques, por lo que no hay que olvidar que en los períodos de conflicto es precisamente cuando más alertados debemos estar ante la propaganda y las noticias falsas.

Como menciona Seisdedos en su artículo, la inteligencia estadounidense tampoco ofreció pruebas de estas maniobras ni cómo se llegó a esta conclusión pero sí aseguró confiar que la comunicación de los planes disuadiera a Putin de continuar con su estrategia.

Según declaraciones realizadas por funcionarios de inteligencia estadounidenses a The New York Times, a medida que el gobierno de Biden iba publicando la información sobre los planes rusos, éstos tenían que ocultar cómo habían recopilado el material basándose, lógicamente en motivos de seguridad nacional.

Estas consistían en redes construidas en Rusia que podían utilizar tácticas como HUMINT en el país, satélites gubernamentales y/o comerciales que rastrean el movimiento de las tropas rusas a través de IMINT, intercepción de comunicaciones e, incluso, OSINT a través de redes sociales.

La Administración Biden ha expresado que no quiere asumir la tarea de denunciar públicamente los movimientos de tropas rusas, pero lo más probable es que continúen haciéndolo ahora que ha comenzado la invasión. Para el senador Mark Warner, presidente del Comité de Inteligencia del Senado, aunque las agencias de inteligencia han estado “fuera de su zona de confort” considera que su papel ha tenido un efecto positivo.

“Ha hecho desbaratar un poco el plan de Putin y ha ayudado a unir a la OTAN”, dijo para añadir que la Administración debería seguir revelando lo que sabe mientras la guerra continúa. “Creo que debemos continuar con información real para contrarrestar la desinformación rusa”, asegura.

A pesar de estas declaraciones es necesario tener en cuenta que este tipo de comunicación de inteligencia entraña sus inevitables riesgos, más allá de los beneficios ya mencionados. En este sentido, Carrie Cordero, analista legal y de seguridad nacional de la CNN, destacó en un artículo de opinión los riesgos a los que la Administración Biden se expuso al poner a disposición pública esta “significativa” cantidad de Inteligencia prácticamente en tiempo real.

En primer lugar, menciona un riesgo prospectivo: que el análisis de inteligencia resultara incorrecto. Estados Unidos podría haberse visto envuelto en acusaciones de “mentirosos”, “provocadores de hostilidades” y se hubieran necesitados “años” para reconstruir la confianza.

En segundo lugar, Cordero destaca la posibilidad de que Rusia hubiera utilizado diferentes tácticas para deshacerse de los servicios de inteligencia, tanto para ocultar sus propias acciones como para dañar la credibilidad de los servicios de inteligencia occidentales.

En tercer lugar señala al riesgo que, según la experta, es el más mencionado por la comunidad de inteligencia. Éste sería el de que al desclasificar la información, el gobierno puede llevar a revelar fuentes y métodos sensibles que son clave para el trabajo de las agencias de inteligencia. En este sentido, sí se ha visto que, en general, el material desclasificado y publicado parece ser “sustantivo y no técnico”.

Cordero también coincide con la opinión de que, si bien las revelaciones no afectaron al comportamiento ruso, sí es probable que haya impactado en los socios internacionales con los que Estados Unidos no suele compartir información confidencial de esta forma.

Si estamos ante un cambio de paradigma o una nueva manera de entender la comunicación pública de las labores de los servicios de inteligencia o, incluso, de cómo se comparte información entre los países, solo el tiempo lo dirá.

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