Las estafas digitales se han convertido en una de las principales amenazas para los usuarios más vulnerables. A través de mensajes, llamadas o perfiles falsos, los delincuentes buscan robar datos y dinero. Conocer cómo actúan es clave para protegerse y evitar caer en sus engaños.
Todas las personas, independientemente de su edad, estatus social o situación económica, pueden ser víctimas de un engaño que afecte su patrimonio. Sin embargo, las personas mayores son especialmente vulnerables. Basta recordar los clásicos timos del tocomocho o la estampita. Con el auge de las nuevas tecnologías, las estafas se han multiplicado: los delincuentes han encontrado en el entorno digital un terreno fértil para suplantar a comerciantes legítimos y engañar a compradores desprevenidos.
En el caso de los mayores, la vulnerabilidad se duplica: por un lado, la edad avanzada puede conllevar una merma en reflejos y capacidades psicofísicas; por otro, muchas veces no han recibido formación digital adecuada, lo que les deja indefensos ante los riesgos online. Esta combinación los convierte en un blanco fácil para los estafadores digitales.
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Hasta hace pocos años, las campañas de prevención se centraban en delitos analógicos: retiradas de dinero en cajeros, falsos revisores del gas o desconocidos que ofrecían negocios dudosos en la calle. Hoy, el escenario ha cambiado. Los delincuentes se han sofisticado y ahora se infiltran en la vida cotidiana de los mayores a través de dispositivos que ellos mismos han empezado a usar: tablets, teléfonos móviles u ordenadores. En este artículo, vamos a repasar algunos de estos peligros.
Formas comunes de estafa digital a personas mayores
Las estafas digitales dirigidas a personas mayores se han multiplicado con la expansión del uso de dispositivos móviles. Mensajes falsos, llamadas sospechosas y suplantaciones de identidad son algunas de las técnicas más utilizadas. Conocerlas es el primer paso para prevenir el fraude.
El SMS haciéndose pasar por algún familiar
Una de las estafas más comunes hoy en día comienza con un mensaje sospechoso, tipo: «Mamá, he perdido mi teléfono». En estos casos, los delincuentes se hacen pasar por un hijo o hija del destinatario con la intención de obtener dinero. Este tipo de fraude, conocido como smishing, es una forma de ingeniería social en la que los estafadores envían mensajes de texto masivos a números aleatorios, fingiendo haber cambiado de número tras perder o romper su móvil.
El mensaje suele incluir un enlace que lleva a una conversación de WhatsApp. Si la víctima lo abre y empieza a intercambiar mensajes, los delincuentes usarán todo tipo de argumentos para ganarse su confianza y pedir dinero, normalmente alegando una urgencia como una multa o una deuda.
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Otra modalidad muy extendida es la estafa de la llamada perdida. En este caso, la víctima recibe una llamada de un número extranjero con un prefijo desconocido. Al devolver la llamada, se activa una tarificación especial (mucho más cara que una llamada normal), ya que se trata de líneas internacionales asociadas con fraudes. Por eso, nunca se debe devolver una llamada si el número proviene de países fuera de la Unión Europea, especialmente aquellos con altos índices de criminalidad.
La llamada telefónica de un falso proveedor de servicios
Es posible recibir una llamada telefónica supuestamente de un proveedor de internet, telefonía o banca digital, en la que se urge al usuario a realizar un pago pendiente por servicios contratados. En realidad, se trata de delincuentes que, tras acceder a bases de datos de clientes, se hacen pasar por empleados de estas empresas para ganarse la confianza de sus víctimas.
Sabiendo que son usuarios reales, el engaño resulta más creíble. Aprovechando esa falsa legitimidad, solicitan datos bancarios con el pretexto de regularizar un pago, pero en realidad buscan apropiarse del dinero mediante un servicio inexistente.
El correo electrónico informando de la llegada de un envío postal
Este tipo de engaño es una variante común del phishing. Consiste en notificar a la víctima que un supuesto envío ha quedado retenido en aduanas, en correos o en una empresa de paquetería.
Para liberarlo, se le pide que abone una cantidad de dinero a través de un enlace que dirige, en apariencia, a una plataforma de pago segura. Sin embargo, al ingresar sus datos, la víctima termina entregándolos a los estafadores, quienes completan así el fraude.
La creación de perfiles falsos en redes sociales
El colectivo de personas mayores es cada vez más numeroso en España y, a menudo, se enfrenta a problemas como la soledad o la gerontofobia. Para combatir la falta de compañía, muchas recurren a las redes sociales, creando perfiles para conectar con otras personas en situaciones similares y compartir momentos de ocio.
Sin embargo, esta vía también conlleva riesgos: algunos usuarios se aprovechan de la vulnerabilidad emocional de los mayores para estafarles, utilizando cualquier excusa para obtener dinero. Las víctimas, movidas por la buena fe, acaban haciendo transferencias económicas que nunca recuperan. Poco después, los supuestos ‘amigos’ digitales desaparecen sin dejar rastro.
Propuestas de inversión fraudulentas
Un bajo nivel sociocultural y económico suele ser un factor de riesgo para convertirse en víctima de estafas digitales. A través de las tecnologías de la información y la comunicación, muchas personas reciben continuamente ofertas para adquirir productos financieros de escasa o nula rentabilidad. En muchos casos, esto lleva a que las víctimas arriesguen (o directamente pierdan) parte de su patrimonio.
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A la falta de educación digital se suma una limitada formación financiera, lo que favorece decisiones erróneas que terminan perjudicando su economía. Detectar el fraude no siempre es fácil: los ciberdelincuentes utilizan técnicas de persuasión muy elaboradas, haciéndose pasar por teleoperadores, gestores financieros o asesores comerciales, para ganarse la confianza de las víctimas y obtener sus datos bancarios.
Estafas relacionadas con la asistencia sanitaria o asistencial
La oferta de servicios asistenciales también se ha convertido en un terreno fértil para las estafas digitales. A medida que las personas envejecen, las aseguradoras encarecen las pólizas de salud, lo que lleva a muchos a buscar alternativas más asequibles por internet.
En este contexto, proliferan las estafas que anuncian seguros de salud, decesos, hogar u otros similares, prometiendo amplias coberturas a precios irrisorios. El bajo coste actúa como gancho para atraer a personas especialmente vulnerables, como desempleados o pensionistas, que terminan contratando servicios inexistentes o fraudulentos.
No solo las personas mayores son blanco fácil de las estafas digitales. También lo son quienes padecen discapacidades psíquicas o alteraciones en la percepción de la realidad. Estas personas tienen más dificultades para identificar el engaño o comprender la ilicitud de los actos que se cometen contra ellas, en parte porque suelen confiar en los demás y no sospechan de malas intenciones.
Otro colectivo vulnerable es el de ciudadanos extranjeros que residen en España y aún no dominan el idioma. La falta de familiaridad con la lengua y con la burocracia local los expone a fraudes específicos. Los ciberdelincuentes pueden hacerse pasar por organismos oficiales y solicitar pagos por trámites inexistentes, como la obtención de un permiso de residencia o trabajo. También pueden ser víctimas de falsas ofertas laborales publicadas en internet por empresas ficticias que buscan aprovecharse de su situación.
Cómo actuar ante una estafa digital
Frente a estos riesgos cabe preguntarse cómo actuar para evitar acabar siendo víctima de alguna de las estafas antes enumeradas:
- Si se recibe algún mensaje de alerta porque un familiar cercano ha perdido el teléfono lo primero es desconfiar: no contestar directamente o bien realizar preguntas personales para desenmascarar al suplantador de identidad. Los mensajes se difunden masivamente y obviamente los estafadores desconocen los datos personales de las personas a las que dicen suplantar.
- Si la llamada o el correo electrónico aparenta proceder de la entidad bancaria de la víctima, conviene recordar que los bancos nunca solicitan datos personales ni claves de acceso por teléfono ni por correo electrónico. Ante esta situación, lo recomendable es ponerse en contacto directamente con la entidad para verificar la autenticidad del mensaje. En caso de que se haya facilitado información sensible o se detecte un acceso indebido a la cuenta, es fundamental actuar de inmediato: restablecer la seguridad, reclamar la reversión de las operaciones y denunciar los hechos ante las autoridades competentes.
- Los ciberdelincuentes suelen utilizar el nombre de grandes empresas de reconocido prestigio, incluso utilizando sus logos, para captar la atención de posibles víctimas. Es fundamental recordar que, si no se espera ningún envío ni se ha realizado una compra a través de la compañía que figura como remitente, no tiene sentido recibir una notificación sobre un supuesto paquete. Y lo más importante: nunca se debe hacer clic en los enlaces incluidos en esos mensajes de texto o correos electrónicos, ya que pueden contener malware capaz de tomar el control del dispositivo.
- Desconfiar de las plataformas de citas online o similares. Si un usuario en un portal de citas muestra de forma repentina un interés inusual y comienza a hacer preguntas personales con fines económicos, es señal de alerta. En estos casos, lo recomendable es sospechar, bloquear de inmediato al contacto y reportarlo a la plataforma para evitar que siga engañando a otras personas.
- Como dice el refranero español, «nadie regala duros a cuatro pesetas». Ello es extrapolable a los anuncios de inversión financiera que prometen altísimos rendimientos en un corto espacio de tiempo. Si se recibe una llamada telefónica de un número desconocido y el interlocutor intenta engatusar a la víctima para que invierta en un determinado producto financiero, hay que cortar la comunicación cuánto antes y nunca facilitar datos bancarios.
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