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Mr. Robot: hacktivismo, ciberdelincuencia y la mente de un hacker antisistema

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Mr. Robot.

Mr. Robot explora el hacktivismo, la ciberdelincuencia y la mente de un hacker marcado por el trauma. Con realismo técnico y profundidad psicológica, la serie va más allá del cliché del hacker. Es un retrato oscuro y verosímil del poder digital y sus riesgos.

La serie de televisión Mr. Robot (disponible en AMAZON PRIME) se destaca por combinar el thriller tecnológico con la crítica social y el drama psicológico. Gira en torno a Elliot Alderson, un ingeniero de seguridad informática y hacker antisistema.

Mr. Robot explora tres ejes temáticos entrelazados: la ciberseguridad, la criminología y la psicología. La ciberseguridad se aborda a través de ataques informáticos representados con bastante realismo técnico. La criminología aparece mediante la figura del hacktivista que opera al margen de la ley. Y la psicología se manifiesta al sumergirse en la mente fragmentada de Elliot, quien padece trastorno de identidad disociativo (TID). En este artículo vamos a analizar estos tres aspectos que aparecen en esta brillante serie de televisión.

¿Es realmente la ciberseguridad como lo muestra Mr. Robot?

Una de las virtudes más alabadas de Mr. Robot es su fidelidad al realismo técnico en materia de ciberseguridad. Elliot hackea «de verdad», utilizando la consola de comandos, ejecuta herramientas reales y explota vulnerabilidades sin recurrir a la exageración que siempre se nos muestra en Hollywood. 

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El creador Sam Esmail contó con expertos para asegurar rigor en la representación de los ataques y evitar los típicos errores de otras ficciones.

Gracias a ello, la serie «se ha mantenido fiel al trabajo técnico de un hacker». Así, supera la pobre representación de estos que suele verse en pantalla. La jerga y las técnicas de hacking (desde ingeniería social hasta ataques DDoS o rootkits) se introducen de forma natural. No se abusa de explicaciones didácticas, lo que refuerza la inmersión del espectador en este mundo.

El esmero técnico tiene recompensa. Mr. Robot se ganó el reconocimiento de la comunidad hacker real por “mantener los pies en la tierra” en su representación del hacking. A la vez, los ciberataques retratados resultan impactantes para el público precisamente porque parece algo que pueda ocurrir de verdad.

El golpe maestro de la primera temporada (el hackeo masivo que borra los datos financieros de la megacorporación E-Corp) desencadena un caos económico global. Este hecho, dentro de la ficción, ilustra el enorme poder destructivo que puede tener un ataque informático. El escenario extremo refleja una inquietud real de la vida moderna.

La dependencia de sistemas digitales es tal que un sabotaje tecnológico podría causar daños sociales y financieros incalculables. Esto preocupa también a autoridades y empresas en España. Solo hay que recordar lo que pasó durante el apagón de abril de 2025 en el país.

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Mr. Robot nos hace conscientes de estas vulnerabilidades de forma verosímil y sin sensacionalismo. Muestra que el verdadero hacking no es magia omnipotente, sino paciencia, conocimiento y aprovechamiento de errores humanos y fallos de seguridad.

Hacktivismo, o lo que es lo mismo: ciberdelincuencia ideológica

Elliot Alderson no es un criminal común, sino un hacktivista, es decir, un pirata informático motivado por una causa ideológica. Por las noches actúa como un vigilante digital (un «hacker justiciero») que expone a individuos y empresas corruptas.

Posteriormente es reclutado por el misterioso Mr. Robot para unirse a fsociety, un grupo clandestino de hackers antisistema decidido a iniciar una revolución político-económica contra el orden vigente. Esta premisa conecta con fenómenos reales de desobediencia civil digital, el hacktivismo es, en esencia, activismo político realizado a través de la ciberdelincuencia.

Eso sí, por muy buenas que sean sus intenciones, las acciones de fsociety constituyen delitos graves. En España, el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) define al hacktivista justamente como «el ciberdelincuente que haciendo uso de sus conocimientos informáticos y herramientas digitales los usa para promover su ideología política». Es decir, la ley no distingue al hacker ideológico de cualquier otro delincuente informático.

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Según la legislación española, las distintas tácticas del hacktivismo pueden implicar varios tipos de delitos. Entre ellos están la revelación de secretos (por difundir datos ajenos obtenidos ilícitamente), el acceso ilegal a sistemas y los daños informáticos. También se incluyen el sabotaje, el borrado de información y los fraudes electrónicos, entre otros.

Por ejemplo, destruir o cifrar datos corporativos, como hace fsociety con E-Corp, encaja en el delito de daños informáticos. Este está penado con hasta 3 años de prisión. La pena puede agravarse hasta 5 años si el delito se comete en el marco de un grupo criminal, según el artículo 264 del Código Penal. Del mismo modo, las intrusiones en redes y ordenadores ajenos (el hacking puro y duro) se castigan con penas de cárcel, independientemente de la motivación política.

La serie ilustra bien el dilema criminológico del hacktivismo: Elliot y fsociety se perciben a sí mismos como luchadores por la justicia social, pero para las autoridades son ciberdelincuentes.

Tras el ataque a E-Corp, el propio Elliot se convierte en fugitivo buscado por el FBI. En la vida real ocurriría lo mismo: un hacker antisistema enfrentaría largas condenas si es capturado. De hecho, la actividad hacktivista organizada es bastante inusual; en España, informes del CCN-CERT señalan que en años recientes prácticamente no se han registrado colectivos hacktivistas de relevancia.

Aun así, la motivación ideológica no exime de la responsabilidad legal. En última instancia, Mr. Robot nos presenta al hacktivista como una figura ambivalente: héroe antisistema para unos, criminal peligroso para otros.

La mente fragmentada de Elliot en Mr. Robot

El tercer pilar de Mr. Robot es el viaje a la tumultuosa psique de su protagonista. Elliot no solo lidia con enemigos externos, sino también con sus propios demonios internos. 

Desde el inicio queda claro que sufre varios trastornos como ansiedad social, depresión, adicción a la morfina, paranoia e incluso alucinaciones. Pero el elemento central es su trastorno de identidad disociativo (TID), antes conocido como trastorno de personalidad múltiple.

Elliot convive (sin saberlo al principio) con al menos otra identidad dentro de sí mismo: el llamado «Mr. Robot». Esta identidad se manifiesta como la figura de su padre fallecido, aunque Elliot no lo reconoce al principio. Mr. Robot toma el control en ciertos momentos, lo que provoca lagunas de memoria en la consciencia principal de Elliot.

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La narrativa aprovecha esta dualidad para presentarnos un narrador no fiable. A veces, lo que vemos es producto de la percepción distorsionada de Elliot, más que de la realidad objetiva.

La representación del TID en Mr. Robot refleja varios de los síntomas típicos, como la existencia de dos personalidades distintas que alternan el control, y la presencia de amnesias profundas.

Cuando «Mr. Robot» emerge, Elliot experimenta blackouts y olvidos de hechos cruciales. Estas fisuras en su memoria no solo desconciertan al personaje, sino que mantienen al espectador en vilo tratando de discernir qué acontecimientos han ocurrido realmente y cuáles han sido imaginados o suprimidos. La constante duda sobre la realidad, que Elliot vive al mismo tiempo que los espectadores permite empatizar con su confusión mental.

Por otra parte, la serie sugiere que la fractura psicológica de Elliot (originada por los abusos sexuales que sufrió de pequeño) está íntimamente ligada a su cruzada antisistema. Su alter ego, Mr. Robot, tiene la forma, la cara y la voz de su padre, el mismo que abusó de él.

Esta identidad canaliza las emociones más agresivas y los deseos de rebelión que Elliot no se atreve a expresar conscientemente. Vuelca en esa figura «todo su deseo de cambio y su ansiedad por destruir el sistema imperante». Ese sistema también representa la imposibilidad de un niño de escapar de sus abusos.

Dicho de otro modo, la personalidad alterna actúa como válvula de escape de un trauma personal y a la vez encarna su ira contra la injusticia social. Esta dualidad le añade profundidad al personaje: su lucha externa contra el sistema está entrelazada con la lucha interna contra sus propias sombras.

A diferencia de otras ficciones, Mr. Robot aborda la enfermedad mental de su protagonista con seriedad y respeto. Elliot no es un «loco» estereotípico, al contrario, se le retrata de forma humana, vulnerable y compleja.

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Sus sesiones con la psicóloga Krista Gordon, sus monólogos introspectivos y la cruda honestidad con que muestra su deterioro psicológico invitan a reflexionar sobre el estigma de los trastornos mentales.

Mr. Robot: Una serie muy completa

La serie logra humanizar la condición de Elliot, haciendo que el público comprenda su dolor y sus motivaciones. En última instancia, su viaje psicológico (el esfuerzo por integrar sus identidades fragmentadas) resulta tan crucial como el propio complot hacker. 

Su lado activista antisistema y sus habilidades como hacker, recrean una realidad que existe y a la que no todo el mundo tiene acceso, y al mostrarla de esta forma, hace que se entiendan mejor los peligros que existen en el mundo del ciberespacio.

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Y finalmente, Mr. Robot es una serie exquisitamente planteada y elaborada, en la que no faltan ni sobran capas en las que el espectador puede sumergirse profundamente, disfrutar e incluso entender de una forma natural quién es Elliot.

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