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La herencia soviética que ha perpetuado las dictaduras de los “istanes”

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Entre las repúblicas exsoviéticas conocidas como “istanes” encontramos a Turkmenistán, una dictadura que ha superado incluso a Corea del Norte. Estas se sitúan en una posición geográficamente estratégica y, además, son ricas en recursos naturales como el uranio o el gas. Te damos las claves para entender una de las regiones más desconocidas del mundo.

Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán son posiblemente los países más desconocidos del mundo, a pesar de haber sido, históricamente, clave para el paso de la Ruta de la Seda y protagonistas de la teoría del “Heartland” del político y geógrafo Halford J. Mackinder.

En esta hipótesis, el geógrafo inglés determina que la facilidad que da el movimiento por las estepas euroasiáticas ha sido la clave para que las grandes invasiones del continente europeo procedieran de esta región. Es por ello que establece que “quien domine Asia Central dominará Eurasia, y quien domine Eurasia dominará el mundo”. Así, Mckinder, considera la región centroasiática como el “pivote” de su teoría.

A diferencia de Afganistán, que hizo de Estado “tapón” entre el Imperio ruso y el británico, y también fue considerado como “la tumba de los imperios”, estas repúblicas sí que cayeron en la esfera de la URSS, pero no como las conocemos hoy.

El origen de los “istanes”

Estos países componían históricamente el compuesto del “Turkestán”, comprendiendo desde el mar Caspio hasta el desierto del Gobi junto aparte de Afganistán y China. Esta región estaba compuesta por pueblos túrquicos, con un origen común y un idioma procedente de la misma raíz lingüística, además de seguir el islam como religión predominante.

Sin embargo, al ver la dificultad de controlar una región tan amplia, en 1924 fue dividida convirtiéndose en las cinco diferentes repúblicas socialistas soviéticas. Todas se enfrentaron a la colectivización de la tierra, pasando a ser controladas por el Estado, así como sus animales domésticos y de granja, incluyendo a los caballos, situación que causó el descontento general, ya que este animal es pata fundamental de su tradición.

Las repúblicas sufrieron entonces un período de hambruna y represión por parte de la Unión Soviética. Durante este período fueron víctimas de un intento de “acabar” con las patas fundamentales de su cultura, destacando el caso del ámbito animal y su importancia debido a que la región se conoce como la primera en domesticación de caballos. Esta disciplina formaba parte de la vida diaria de los kirguises, kazajos y turkmenos que consideraban a los caballos, incluso, parte de su familia.

Además, también se enfrentaron a una intensificación de las políticas anti-islámicas a través de la prohibición de fiestas religiosas, cierre de mezquitas y abandono de su sistema de escritura: el alifato por el alfabeto y después por el cirílico; sin embargo, no se pudo controlar la religión en la vida privada y, aún a día de hoy, la gran mayoría de la población profesa el islam.

Fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando surgió el miedo entre la comunidad internacional ante la posibilidad de acierto de la teoría del “Heartland”. Si, como afirmaba Mackinder, el área “pivote” a la que no podrían acceder los buques británicos estaba en manos de Rusia (en el contexto de la alianza germano-soviética), mientras que Alemania intentaba controlar Europa Occidental, podría dar al geógrafo el imperio terrestre que mencionaba en su teoría.

Sin embargo, tras la ruptura de alianzas entre Berlín y Moscú, apareció un temor aún mayor: que Alemania fuera ese gran imperio al terminar de dominar de manera efectiva ambos territorios y el resto de continentes.

“Los líderes nazis de Alemania han dejado claro que pretenden no solo dominar toda forma de vida y pensamiento dentro de su propio país, sino también esclavizar a toda Europa y entonces hacer uso de sus recursos para dominar el resto del mundo”, avisó el presidente Franklin D. Roosevelt en 1940. Sin embargo, la fuerza militar de Alemania murió en Rusia, teniéndose que retirar de nuevo hacia su capital. Tampoco consiguieron los rusos dominar la región debido a la precariedad en la que se encontraba la URSS en sus últimos años.

Con la disolución de la Unión Soviética, estas divisiones del Turkestán se mantuvieron y de ellas nacieron las repúblicas que hoy en día conocemos. De hecho, se mantienen de una manera muy similar a la de 1991, siendo una de las regiones que menos ha avanzado en términos democráticos al surgir autocracias que se han cerrado al mundo sin permitir una evolución en su sociedad.

Las divisiones fronterizas entre estos países, sin tener en cuenta ningún criterio geográfico o étnico, ha provocado conflictos sociales y una dependencia mutua debido a la falta de diversificación económica y productiva. Otro factor que afecta al desarrollo de la cooperación y las industrias en la región es el perfil de los presidentes, que se han mostrado inflexibles ante las peticiones populares y ha dificultado la solución de las diferencias entre los estados vecinos. Esto ha comprometido el control y desarrollo de las actividades productivas y comerciales.

¿Por qué no se integran los “istanes”?

A diferencia del resto de repúblicas soviéticas, las centroasiáticas accedieron a la independencia “por defecto”. Incluso a pesar de que las bases de sus culturas estaban siendo reprimidas, estas apoyaron incondicionalmente mantener la Unión Soviética en el referéndum de 1991. Como no había una élite independentista nacionalista que luchara por la “descolonización”, las élites soviéticas que surgieron de los partidos comunistas fueron los que tomaron el control y responsabilidad de la política de estos nuevos países.

La “herencia soviética” ha sido considerada la culpable del leve progreso en las sociedades del Turkestán, un paternalismo y autoritarismo común a todas ellas en cierta medida que no ha permitido que se experimente ningún tipo de democracia. En lugar de empezar a democratizar sus sistemas, las repúblicas han vivido todo lo contrario: los líderes desarrollaron un discurso nacionalista junto a un programa de construcción del Estado e identidad nacional que no permitían el ejercicio de la política.

El legado de la antigua unión se palpaba por una centralización de la administración de los recursos, incluso más fuerte. Los servicios especiales eran comparables a la antigua KGB junto a otros tipos de control social, y regiones autónomas, cada vez lo son menos debido a las elecciones personales de los presidentes. Estos son algunos de los rasgos comunes que se heredaron y que han perpetuado las autocracias.

Respecto a la política, aunque no en todas se da el mismo grado de represión actualmente, ninguna llega a alcanzar un sistema en el que se pueda apreciar una democracia real. Encontramos a Kirguistán con el mayor grado de participación, con 16 partidos participando en sus elecciones frente a tres partidos registrados en Turkmenistán y donde se ha ilimitado el número de mandatos del presidente.

Expertos como Mohammad-Reza Djalili y Thierry Kellner, colaboradores del Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona, no son muy optimistas ante la situación, donde creen que “la perspectiva de una auténtica alternancia política por medio de las urnas en estas repúblicas aún queda muy lejos de la realidad”.

Siendo esta región tan relevante en términos geopolíticos y rica en recursos, ¿por qué no han intentado tomar el control externo de sus fronteras tras la independencia? La respuesta es sencilla. Sus regímenes son tan peculiares que están cerrados al mundo exterior. Incluso dos de las repúblicas se han declarado como neutrales para salvaguardar sus intereses nacionales, soberanía e integridad.

Turkmenistán, la dictadura más extravagante del mundo

Los “istanes” no quieren inmiscuirse en el gran juego de la comunidad internacional con el propósito de limitar las posibilidades de perder control del territorio. El mayor ejemplo de ello lo encontramos en Turkmenistán, que declaró su “neutralidad interminable” en la política exterior de su país mientras afianzaba su liderazgo.

Turkmenistán tiene una forma de gobierno única centrada en el culto a la personalidad del presidente y sin ninguna ambición de expansión o influir más allá del control que tiene dentro de sus fronteras. El país nunca ha desplegado tropas más allá de sus límites geográficos y no ha entrado en ninguna organización de seguridad, evitando que algún “agente externo” pueda inmiscuirse en sus asuntos internos.

Además, esta “neutralidad” que trata de reducir las amenazas externas ha provocado que el país sea más atractivo para la inversión en extraer el gas que posee el país, el cual ya está conectado a través de un gaseoducto con China. Es por ello que, al ver que algunos tipos de cooperación les pueden ser beneficiosos, el actual presidente del país ha creado un plan para repartirse los socios: Rusia como el estratégico, China el comercial y EEUU, junto a la UE, para la seguridad por temas de terrorismo en la región.

Este estatus del país ha permitido desarrollar la dictadura más extravagante del mundo, que ha consistido en blindar el régimen para poder desarrollar las políticas que más le convienen a su líder. Así, Turkmenistán compite con Corea del Norte en términos de libertad.

En resumen, los “istanes” son claves a nivel geoestratégico; sin embargo, tras la independencia de la URSS dejaron de verse como una ambición para la comunidad internacional. Podría decirse que gracias a estos regímenes, que no permiten que grandes potencias luchen por el control de la zona, no estamos bajo una dominación mundial de un único imperio, como auguraba Mackinder; sin embargo, sus ciudadanos son los que están sufriendo las consecuencias de una dictadura en la que nadie cuestiona lo ocurre dentro de sus fronteras.

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