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¿Por qué Israel participa en Eurovisión y Rusia no?

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El festival de la música más famoso del mundo vive uno de sus momentos más controvertidos: mientras Israel mantiene su plaza en Eurovisión pese a la guerra de Gaza, Rusia fue expulsada tras la invasión de Ucrania. ¿Por qué la Unión Europea de Radiodifusión (UER) aplica un doble rasero? Analizamos las razones políticas, económicas y mediáticas que explican esta diferencia.

La Unión Europea de Radiodifusión (UER) es la organización que rige el Festival de Eurovisión. Para participar, los países deben contar con una televisión pública miembro de la UER que cumpla una serie de normas y valores. Entre ellos y el más importante: la independencia editorial y el respeto a los principios de los medios de servicio público.

En el caso de Israel, la televisión pública KAN sigue cumpliendo con los requisitos exigidos por la UER. El organismo ha reiterado en varias ocasiones que «todos los miembros de la UER son elegibles para competir en el Festival de la Canción de Eurovisión» y que, pese a las «preocupaciones y opiniones profundamente arraigadas» sobre el conflicto en Oriente Medio, la participación de KAN es legítima bajo las reglas actuales.

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Por el contrario, las cadenas rusas Rossiya 1 y Piervy Kanal fueron suspendidas y expulsadas de la UER en 2022. El motivo oficial radicó en la pérdida de independencia editorial y su papel en la difusión de desinformación y propaganda estatal durante la invasión de Ucrania. Esto supone una violación de los valores fundamentales de la UER y de los medios de servicio público. Por eso, esta diferencia legal y de cumplimiento normativo es la base formal que esgrime la organización para justificar la exclusión de Rusia y la permanencia de Israel.

La UER insiste en que Eurovisión es un concurso para emisoras, no para gobiernos, y que todos sus miembros son elegibles para competir, siempre que respeten las normas y la independencia editorial. En el caso ruso, la suspensión fue resultado directo de la crisis en Ucrania y de la presión internacional, mientras que la televisión israelí sigue siendo considerada independiente, a pesar de las tensiones políticas internas y los intentos del gobierno israelí de privatizar o cerrar el ente público, lo que paradójicamente refuerza su autonomía ante la UER.

Independencia de las televisiones y la relación con el poder político

La relación entre la UER y la televisión pública israelí es sustancialmente distinta a la que existía con las cadenas rusas. Mientras que los canales estatales rusos actuaban como portavoces directos del Kremlin y estaban sometidos a una fuerte injerencia gubernamental, la KAN israelí ha demostrado en varias ocasiones su independencia, incluso enfrentándose al propio gobierno de Benjamin Netanyahu.

De hecho, el gobierno israelí ha amenazado en ocasiones con cerrar o privatizar la KAN, lo que ha servido a la UER para argumentar que la emisora cumple con los estándares de independencia exigidos. Esta distancia entre el poder político y la televisión pública es uno de los factores que ha permitido a Israel mantenerse en el certamen, a pesar de las presiones y protestas internacionales.

Occidente, aliados y vetos selectivos: la geopolítica en Eurovisión

Eurovisión se define oficialmente como un evento apolítico, pero la realidad demuestra que las decisiones de la UER están influidas por el contexto internacional y las alianzas geopolíticas. Israel es desde hace décadas un aliado estratégico de Occidente, especialmente de la Unión Europea y Estados Unidos, lo que ha contribuido a que organizaciones internacionales sean más reacias a imponerle sanciones o exclusiones.

La expulsión de Rusia en 2022 fue una respuesta rápida y contundente a la invasión de Ucrania, un conflicto que generó un consenso casi unánime en Europa. En cambio, la guerra de Gaza y las acciones militares de Israel han provocado condenas y protestas, pero no han alcanzado el mismo nivel de consenso para una exclusión, en parte por la posición geopolítica de Israel y su peso en el entorno euroatlántico.

No obstante, esta doble vara de medir se ha denunciado por numerosos artistas, medios y hasta por algunas televisiones públicas, como la RTVE española, que llegaron a solicitar a la UER abrir un debate sobre la participación de Israel.

El peso económico: Moroccanoil, el patrocinador israelí de Eurovisión

Uno de los factores menos visibles, pero más determinantes en la permanencia de Israel en Eurovisión, es el económico. Desde 2020, el principal patrocinador del festival es Moroccanoil, una empresa israelí de cosméticos que, pese a su nombre, tiene su sede y producción en Israel. Su logotipo es omnipresente en todos los materiales promocionales y su contribución financiera es determinante para la viabilidad del certamen.

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La salida de Israel del concurso podría suponer la pérdida de este patrocinador principal, lo que tendría un impacto directo en la financiación y la imagen del festival. Aunque la UER niega oficialmente que exista relación entre el patrocinio y la decisión de mantener a Israel, la coincidencia es significativa y supone un elemento de presión económica que refuerza la posición israelí en el certamen.

Audiencia, visibilidad y sostenibilidad del festival

Israel no solo aporta financiación, sino también una de las audiencias más fieles y activas de Eurovisión. El país cuenta con una base de fans entusiasta, altos niveles de seguimiento televisivo y una participación activa en el televoto. Esto, al final, contribuye a la visibilidad y sostenibilidad del festival, lo que añade otro motivo de peso para su no exclusión.

De igual manera, en las últimas ediciones, los representantes israelíes han recibido un apoyo masivo en el televoto internacional, situándose entre los favoritos del público. Esta capacidad de movilización y la importancia de la audiencia israelí para el éxito comercial del evento son factores que la UER tiene en cuenta a la hora de tomar decisiones estratégicas.

Eurovisión como herramienta de poder blando: la imagen de Israel en el mundo

Más allá de la música, Israel utiliza Eurovisión como una potente herramienta de «soft power» o poder blando. El certamen le permite proyectar una imagen de país moderno, diverso, inclusivo y tolerante, en contraste con la percepción internacional marcada por el conflicto con Palestina y las acusaciones de violaciones de derechos humanos.

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A lo largo de los años, Israel ha presentado candidaturas con mensajes de empoderamiento femenino, diversidad sexual y tolerancia, como la victoria de Dana International en 1998 (la primera mujer trans en ganar Eurovisión) o la de Netta en 2018, cuyo tema sobre el empoderamiento y la diversidad corporal consiguió gran notoriedad. Por ello, esta estrategia de «pinkwashing» y proyección de valores progresistas busca contrarrestar las críticas internacionales y mejorar la imagen del país ante la corriente de opinión pública negativa en muchas partes de Europa y el mundo.

Protestas, boicots y la postura de la UER

La participación de Israel en Eurovisión ha generado protestas, boicots y una fuerte división entre artistas, fans y televisiones públicas. Desde el comienzo de la guerra en Gaza en 2023, se han producido manifestaciones, abucheos en directo, cartas abiertas firmadas por decenas de exconcursantes y peticiones formales de exclusión por parte de organizaciones civiles y políticas.

Sin embargo, la UER ha mantenido su postura: mientras la televisión pública israelí cumpla las normas y no se demuestre una injerencia directa del gobierno en su independencia, Israel seguirá siendo elegible para participar. La organización insiste en que el festival no es un escenario para resolver conflictos políticos y que las comparaciones entre guerras son «complejas y difíciles».

En contraste, la exclusión de Rusia se justificó por la falta de independencia de sus cadenas públicas y su papel en la propaganda de guerra, lo que supuso una violación directa de los valores de la UER.

Eurovisión, cultura y política en tiempos de crisis

El certamen nació con el objetivo de unir a Europa a través de la música, promoviendo la cooperación, la paz y el entendimiento entre naciones. Sin embargo, el festival se ha convertido en un termómetro de las tensiones, alianzas y rivalidades internacionales, donde la política, la economía y la diplomacia cultural se entrelazan de forma inevitable.

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La diferencia de trato entre Israel y Rusia refleja los límites y contradicciones de un evento que, aunque se proclama apolítico, está profundamente condicionado por el contexto internacional, las relaciones de poder y los intereses económicos. No obstante, la UER, al igual que otras organizaciones internacionales, se enfrenta al reto de mantener la coherencia y la credibilidad de un festival que aspira a ser un espacio de encuentro, pero que no puede escapar de las realidades políticas de su tiempo.

Pese a las tensiones, Eurovisión sigue siendo un fenómeno cultural capaz de movilizar a millones de personas y de tender puentes entre países. Pese a ello, su futuro dependerá de su capacidad para adaptarse a los cambios sociales y políticos, y de encontrar un equilibrio entre la música, la diversidad y el respeto a los valores que dice defender.

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