Las organizaciones criminales del siglo XXI ya no dependen solo de la violencia. Hoy operan como empresas globales, con redes financieras y tecnología avanzada. En este artículo, Lucas Paulvinoch, alumno del Máster Profesional de Analista Criminal y Criminología Aplicada de LISA Institute, explica cómo el Tren de Aragua ejemplifica esta transformación.
En junio, las autoridades chilenas anunciaron la conclusión exitosa de la operación Tren del Mar. Esta fue encabezada por la Fiscalía y la Policía de Investigaciones, y reveló una compleja red de lavado de activos a través de criptomonedas operada por el Tren de Aragua.
Este caso muestra con claridad el modo en que las organizaciones criminales han sofisticado su accionar mediante procesos de aprendizaje progresivo.
A diferencia de las ramas dedicadas a delitos de sangre, este brazo operativo del Tren de Aragua tenía una lógica casi empresarial. Administraba ganancias ilícitas, las transformaba en criptoactivos y las remitía a múltiples destinos internacionales, como España, Estados Unidos y México.
La organización contaba con personal con funciones técnicas específicas que operaba con conocimientos avanzados sobre transacciones electrónicas, anonimato digital y evasión de controles. Este tipo de sofisticación representa un punto de inflexión respecto a las bandas tradicionales.
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Esta complejidad en el accionar se complementa con instancias de control territorial por medio de la violencia visible. También incorpora habilidades tecnológicas, capacidades logísticas y conocimiento financiero, lo que permite una proyección global.
Estos factores han permitido un cambio en la arquitectura del crimen. Se ha reducido la dependencia de estructuras rígidas y se ha optado por nodos flexibles con alto grado de especialización.
La curva de aprendizaje criminal se refleja en la capacidad para incorporar conocimientos y adaptar metodologías de otras bandas más avanzadas. También muestra habilidad para ajustarse a nuevos marcos regulatorios e integrar innovaciones que aumentan su resiliencia operativa y su capacidad de acumulación.
El Tren de Aragua: expansión y diversificación del portafolio delictivo
Originado en las cárceles venezolanas, el Tren de Aragua pasó de ser una mafia carcelaria a una organización criminal transnacional. Su desarrollo exhibe una curva de aprendizaje que combina control territorial, disciplina carcelaria, expansión regional y diversificación de actividades. Entre ellas destacan la trata de personas, extorsión, microtráfico, minería ilegal, robo de vehículos y apuestas en línea, entre otras.
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Este proceso demuestra un aprendizaje por imitación y adaptación. Asimila prácticas de otros actores del crimen organizado y reconfigura sus métodos según las condiciones del entorno.
El Tren de Aragua integró mecanismos de blanqueo de capitales, adoptó estructuras descentralizadas y operó con lógica empresarial. Su capacidad de infiltrarse en sectores legales mediante negocios fachada ilustra la transición desde modelos violentos hacia formas híbridas que combinan economía ilegal con plataformas legales.
Cártel de Sinaloa: aprendizaje institucionalizado y control del conocimiento
El Cártel de Sinaloa representa una de las organizaciones criminales más complejas de las últimas décadas. Su trayectoria se consolidó mediante una combinación de innovación logística (narcotúneles, drones, submarinos), infiltración institucional, manejo de rutas internacionales y control interno del conocimiento.
Esta organización ha desarrollado un esquema de transmisión de saberes delictivos que replica estructuras formativas. Incluye desde el entrenamiento de operadores hasta la gestión de finanzas, relaciones internacionales y armas.
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Su evolución muestra cómo las organizaciones pueden institucionalizar el conocimiento criminal y convertirse en verdaderas multinacionales del delito. Este proceso no se limitó a aspectos técnicos. También avanzó en términos estratégicos, con aprendizajes en negociación con actores estatales, alianzas con otras bandas, tercerización de servicios, contrainteligencia y gestión de conflictos locales.
Maras salvadoreñas: socialización violenta y control del entorno
Las maras (MS-13, Barrio 18) desarrollaron su conocimiento criminal a partir de la socialización en contextos carcelarios y de exclusión. Su matriz pandillera supone una curva de aprendizaje de base territorial y cultural: controlan barrios, imponen normas, ejercen autoridad comunitaria y generan un lenguaje propio.
Aunque su repertorio delictivo fue inicialmente limitado (extorsión, homicidios, control de calles), con el tiempo incorporaron narcotráfico, trata, lavado y migración irregular. Este aprendizaje se dio por contacto con otros actores criminales, por necesidad adaptativa ante la represión estatal y por observación de modelos exitosos.
La diáspora centroamericana también permitió la circulación del conocimiento delictivo entre EE.UU. y América Central. Las maras aprendieron a gestionar recursos, negociar con otros grupos, y operar desde la prisión con mecanismos sofisticados de comunicación. A diferencia de bandas más tecnificadas, su fuerza reside en la capacidad de reproducción cultural del delito en contextos de marginación.
Primer Comando de la Capital y Comando Vermelho: formación carcelaria y expansión regional
El PCC y el Comando Vermelho de Brasil muestran cómo una organización nacida en prisión puede profesionalizarse y proyectarse más allá de los muros penitenciarios. Su recorrido incluye la sistematización del control interno, la definición de códigos éticos, la expansión territorial mediante alianzas y franquicias, y la diversificación del negocio criminal.
El PCC, en particular, gestiona redes logísticas internacionales que conectan Bolivia, Paraguay y Argentina con Brasil. Estos grupos han incorporado estructuras jerárquicas flexibles, planificación estratégica, y relaciones políticas que les permiten negociar con actores institucionales.
Su uso de la prisión como espacio formativo los convierte en «universidades del delito», donde se transmite conocimiento, se seleccionan líderes, y se experimentan nuevos métodos. Su aprendizaje resultó ser replicable en el contexto regional porque ofrece un modelo de negocio delictivo fácilmente transferible a nuevos contextos.
‘Ndrangheta y Hezbollah: conocimiento extracontinental y convergencia criminal
La ‘Ndrangheta italiana y Hezbolá libanés representan actores extracontinentales que han aprendido a operar en América Latina adaptando sus estrategias a entornos distantes.
La ‘Ndrangheta, históricamente centrada en el tráfico de drogas y el lavado de activos, opera en alianza con actores locales y utilizando empresas fachada. Su aprendizaje se orienta a la discreción, el control financiero y la cooptación política, a diferencia de grupos más visibles o violentos.
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Hezbolá, por su parte, ha desplegado una lógica de «organización latente» con células en la Triple Frontera y vínculos con redes de contrabando, financiamiento ilícito y falsificación. Su conocimiento combina inteligencia, manejo logístico y camuflaje dentro de comunidades migrantes.
Difusión del conocimiento delictivo: innovación espontánea y autoorganización
La acumulación de conocimiento por parte de organizaciones criminales de gran escala genera un efecto multiplicador: grupos menores, células locales o redes barriales imitan sus prácticas, adaptan sus estructuras y replican sus métodos. Este fenómeno configura un mercado del conocimiento criminal donde circulan técnicas, rutinas y modelos organizativos.
La información se disemina a través de redes sociales, intercambios carcelarios, relaciones clientelares y experiencias compartidas. Las bandas sin gran infraestructura pueden adoptar estrategias de lavado, tercerización, fragmentación operativa, control simbólico del territorio o acceder a rutas logísticas.
La dispersión del conocimiento actúa como una fuente potencial para la innovación delictiva. Las bandas locales aprenden espontáneamente a aprovechar oportunidades ilegales, sin necesidad de una coordinación vertical estricta, replicando la lógica de los mercados informales o los ecosistemas digitales descentralizados.
La globalización, la tecnología, las cárceles y las redes sociales han transformado al crimen en un sistema abierto de innovación permanente. Comprender estos procesos es clave para diseñar estrategias preventivas, anticipar tendencias y cortar los flujos de conocimiento que permiten su replicación.
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