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¿Hacia un nuevo orden mundial tras la invasión de Ucrania?

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Es cada vez más probable que la guerra de Putin contra Ucrania abra un escenario mundial nuevo en el que se va a producir una relativa desglobalización que dará paso a cuatro polos: de un lado, Estados Unidos con la Unión Europea en posición subalterna, y de otro, China y Rusia, esta a su vez subordinada al gigante asiático. 

En Occidente estamos asistiendo a un serio desgaste de la democracia liberal y en Oriente el auge del autoritarismo “eficientista” ha liquidado las expectativas posteriores a la caída del Muro de Berlín y del “fin de la historia”. Lo cierto es que, en realidad, Putin ha deteriorado sus expectativas pues, si no hubiera invadido Ucrania, hubiera podido conseguir avances para limitar el despliegue de misiles convencionales en Europa.  Además, a efectos prácticos, Crimea y el Donbás resultaban irrecuperables para Ucrania- lo que hacía inviable su ingreso en la OTAN- y, por último, Zelenski- aunque con retraso- estaba dispuesto a poner en marcha los Acuerdos de Minsk. 

En esta guerra Putin ha cometido diversos errores, el primero ha sido el de intentar una invasión total, abriendo muchos frentes, pues si se hubiera limitado al Donbás seguramente se hubiera salido con la suya con pocos problemas. El segundo ha sido el de quedar muy aislado a nivel internacional, ya que sólo cuenta con el apoyo parcial (de “neutralidad sesgada”) de China, más el de la India en algún caso, pero Rusia no puede ignorar que esos Estados siempre actuarán en función de sus propios intereses.

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El tercer error ha sido el de creer que era posible una guerra relámpago de muy pocos días que derrotaría fácilmente al ejército ucraniano y que le permitiría instalar a un gobierno títere en Kiev. Pese a su clara superioridad militar, Rusia ha tropezado con una inusitada resistencia ucraniana que la ha empujado a atacar zonas residenciales, haciendo especialmente destructiva y sangrienta la invasión por el cerco de las ciudades. 

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A partir de aquí, se constatan diversos fracasos: 

  • El llamamiento de Putin a que los militares ucranianos dieran un golpe de Estado contra Zelenski cayó en saco roto.
  • La exigencia de una rendición previa incondicional para iniciar negociaciones no se produjo y estas -aunque con muchas dificultades (los corredores humanitarios son muy inestables y no están garantizados)- se han iniciado.
  • Se ha enajenado a casi todos los ucranianos por generaciones, siendo el rechazo a Putin aplastante entre ellos, incluyendo a la mayoría de los rusófonos. 
  • Ha revitalizado a la OTAN dándole una razón de ser y, peor todavía para los intereses de Putin, la Alianza Atlántica reforzará mucho más a partir de ahora su presencia en los países miembros de la Europa del este.
  • Ha contribuido paradójicamente a acelerar la integración europea, un escenario del todo indeseable para Putin.
  • Ha reforzado como nunca a Zelenski, un Presidente reputado antes inconsistente que ahora se ha convertido en un símbolo nacional, siendo imbatible como comunicador. En la neolengua de Putin, la guerra es una “operación especial” y utilizar públicamente el primer término en Rusia puede conllevar duras penas, y sus supuestos objetivos serían “desmilitarizar” y “desnazificar” Ucrania. 

Como se ha señalado, el hecho de que este país no controlara partes de su territorio hacía imposible en la práctica su ingreso en la OTAN y, por ello, una invasión “preventiva” carece de la menor justificación. De esta manera, el segundo argumento de Putin es sencillamente absurdo:

  • La invasión militar no puede más que recordar los métodos nazis.
  • En comparación con el régimen ruso, el de Ucrania es mucho más libre y pluralista, pese a sus innegables carencias democráticas.
  • Los ultras ucranianos (Swoboda y Praxy Sektor) representaron el 1.5% de los votos en las elecciones de 2014 y 2019 y tienen un solo diputado en la Rada (el Parlamento de 450 miembros).
  • Putin ha sido líder de referencia precisamente para la extrema derecha europea- a la que ha apoyado incluso financieramente-, es decir, Orbán, Le Pen, Salvini, Meloni o Abascal, por ejemplo.

En el fondo, la agresión imperialista de Putin contra Ucrania responde a su ideología ultranacionalista reaccionaria que mitifica la “Gran Rusia” y niega la existencia de aquel país: la guerra ha demostrado más que nunca la existencia de la nación ucraniana que rechaza masivamente a ocupantes que no son vistos como “libertadores”. 

Posibles escenarios a futuro

Aunque es prematuro aventurar escenarios de futuro (este artículo se publica el 28 de marzo de 2022), cabe trazar algunos de los posibles: 

Ucrania consigue que Rusia se repliegue. Altamente improbable. No obstante, una resistencia muy prolongada, sin grandes avances territoriales rusos, y una situación económica cada vez más deteriorada podría hacer inevitable un alto el fuego.

Ocupación total. Muy difícil porque Putin necesitaría un despliegue militar imposible. Los expertos consideran que hace falta un soldado ocupante por cada veinte habitantes y en un país con 44 millones de habitantes harían falta más de dos millones de soldados rusos, algo costosísimo y sometido a atentados y sabotajes constantes y con una hostilidad casi total de los ucranianos.

Partición del país para crear Novo Rossiya (Nueva Rusia), es decir, privar a Ucrania de salida al mar. De momento (este artículo se publica el 28 de marzo de 2022), Odesa está fuera del control ruso y Mariúpol, pese al implacable cerco, aún resiste. Una posibilidad más reducida de este escenario sería simplemente enlazar Crimea con el Donbás, renunciando a conquistar la costa occidental, con lo que Rusia se haría con el control total del Mar de Azov, pero podría dejar a Ucrania con salida al Mar Negro.

Extensión de la agresión a Moldavia desde el Transdniester controlado por separatistas prorrusos. Es improbable por las grandes dificultades que Putin está encontrando en Ucrania. Ahora bien, no es descartable que busque desestabilizar un escenario potencialmente explosivo, Bosnia-Herzegovina, alentando a los separatistas serbios.

En cualquier caso, los principales problemas políticos vendrán tras el cese el fuego- aunque variarán en función de las circunstancias militares alcanzadaspues lo más probable es que al final el resultado sea híbrido. Pese a la inquietud de los oligarcas, a las audaces, aunque inevitablemente minoritarias protestas populares y, tal vez, a cierto desánimo de los altos mandos militares no es fácil que el régimen de Putin quiebre porque está diseñado para resistir eventuales golpes de Estado y aún más movilizaciones sociales. 

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En definitiva, es imperativo buscar una salida y conseguir un armisticio cuanto antes puesto que los sufrimientos de la población civil son insoportables y, además, puede ser peligroso acorralar a Putin porque, aunque no es un demente, puede estar tentado de utilizar armas químicas y biológicas e incluso arsenal nuclear táctico de menor alcance. 

En este sentido, urge dar con mediadores útiles y aquí China – aunque es aliada de Rusia- puede tener un papel porque no le conviene que la guerra se alargue, mucho menos que acabe involucrando directamente a la OTAN y no desea que las sanciones económicas la afecten. China necesita estabilidad y negocios y tiene muchos intereses en Ucrania ahora perjudicados y con la UE. 

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Al final, si Putin consigue la neutralidad de Ucrania, más la cesión de Crimea y el Donbás, probablemente con el corredor de Mariúpol, podrá vender como un éxito al menos parcial el desenlace de la guerra, pero todo esto está sujeto a los imprevisibles acontecimientos futuros.

Este artículo se ha publicado previamente en la página oficial de la Asociación para las Naciones Unidas en España y ha sido escrito por Cesáreo Rodríguez – Aguilera (Catedrático Emérito de Ciencia Política en la Universidad de Barcelona).

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