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La geopolítica de Eurovisión: del conflicto entre Rusia y Ucrania al de Armenia y Azerbaiyán

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El certamen de Eurovisión no es solo una ocasión para brillar musicalmente, sino también, para sacar a relucir los intereses geopolíticos de los socios europeos y extraeuropeos como Israel o Australia. Las alianzas, tensiones y rivalidades europeas han provocado, en varias ocasiones, controversias alrededor del certamen. Por esta razón, son muchos los consideran al festival de Eurovisión como un espejo de la geopolítica de Europa.

El festival de Eurovisión es el mayor evento músical internacional del mundo. Lo que empezó como un certamen de la canción, se ha transformado en una importante exhibición artística que presenta las principales vanguardias del mundo del espectáculo. 

Entre melodías, bailes, y focos, Eurovisión se ha convertido en todo un símbolo de la cultura e identidad europea. Aun así, a pesar de los esfuerzos de la organización por mantenerse fuera de polémicas, la cultura y la música no son los únicos alicientes del festival. 

Aunque Eurovisión ha intentado alejarse de la realidad política europea para no deteriorar el concurso, esta misión no resulta fácil cuando son Estados quienes compiten. Las alianzas, tensiones y rivalidades europeas han provocado, en varias ocasiones, controversias alrededor del certamen. Por esta razón, son muchos los consideran al festival de Eurovisión como un espejo de la geopolítica de Europa.

Breve historia de Eurovisión

El certamen europeo se creó en el contexto de una Europa que necesitaba reconstruir un sentimiento de unión y fraternidad tras la Segunda Guerra Mundial. La Unión Europea de Radiodifusión (UER), una alianza de medios de comunicación estatales y privados que prestan servicio dentro del Área de Radiodifusión Europea o del Consejo de Europa, tomó la iniciativa.

El 24 de mayo de 1956 se celebró en  Lugano, Suiza, la primera edición del concurso con tan solo siete participantes. Estos fueron Países Bajos, Suiza, Bélgica, Alemania, Francia, Luxemburgo e Italia. Tras el rotundo éxito del festival, más países quisieron participar, hasta convertirse en lo que hoy conocemos como el Festival de Eurovisión.

Por más que Eurovisión sea un festival europeo, sus participantes no se limitan a un único continente. En 1973, Israel se convirtió en miembro de la UER y adquirió el derecho de participar en el certamen. De esta manera, Israel fue el primer país no europeo en participar. Además, también se proclamó como la primera sede no europea en albergar el festival tras su primera victoria en 1978. 

De igual manera, Marruecos se presentó en 1980. Sin embargo, esa fue la única vez en la que el país africano participó en Eurovisión. Tras la disolución de la Unión Soviética, países como Armenia, Georgia o Azerbaiyán han participado en la competición. Todos ellos a pesar de no ser parte geográficamente de Europa. Aun así, el participante que más llama la atención es Australia. El país participa en el concurso desde 2015 pese a no ser miembro de la UER, sino un invitado asociado.

Una consecuencia del crecimiento y desarrollo del festival es tener que filtrar a los participantes. Son tantos los países que quieren formar parte que, en caso de que todos lo hicieran, la duración del certamen se multiplicaría. Por esa razón, los candidatos de cada país se enfrentan a distintas semifinales para poder clasificarse y participar en la final.

Sin embargo, no todos los países tienen que pasar por este proceso para llegar a la final. Desde que en 1996, Alemania no logró clasificarse y, por lo tanto, no colaboró con la financiación del festival, los países que más dinero aportan a la UER tienen el derecho de presentarse a la final sin ninguna preselección. A estos países se les conoce como los big five y son: Francia, Reino Unido, España, Alemania e Italia.

Política y geopolítica en Eurovisión

Por mucho que Eurovisión busque desvincularse de cualquier mensaje político, desde sus inicios, el festival ha estado marcada por una intención diplomática y propagandística. Las primeras actas del Comité de Información y Relaciones Culturales de la Alianza Atlántica, revelan su importante papel como máquina de propaganda para el bloque occidental en plena Guerra Fría. Tal era su relevancia, que en 1961 el bloque soviético duplicó el formato creando así su propio certamen: el Festival Internacional de la Canción de Sopot, posteriormente conocido como Festival de Intervisión.

El poder propagandístico de Eurovisión es, sin duda, la principal motivación de los Estados para participar. Al final, el festival ofrece unas circunstancias excepcionales para mandar un mensaje que será emitido simultáneamente a millones de espectadores.

Aunque las letras con mensajes políticos están prohibidas, los Estados participantes encuentran distintas formas de aprovechar sus minutos de gloria y hacer una declaración de intenciones, ya sea a través de las actuaciones o los votos. Algunos de los casos más explícitos son:

Tensiones entre Rusia y Ucrania

Tanto Rusia como Ucrania son dos Estados que entraron en el festival tras la disolución de la URSS, en 1994 y 2004 respectivamente. Ucrania, por su parte, obtuvo su primera victoria en Eurovisión el mismo año en el que comenzó a participar, convirtiéndose en la sede del certamen en 2005. Paralelamente, el país estaba viviendo la Revolución Naranja, un movimiento en contra de unas elecciones fraudulentas que acercó a Ucrania a Occidente y Europa.

Tanto la canción ganadora de 2004, como la canción anfitriona de 2005 se convirtieron en importantes símbolos de la Revolución Naranja. Ucrania continuó politizando sus canciones de Eurovisión con representantes como Verka Serduchka, cuya canción Dancing Lasha Tumbai lanzaba un mensaje subliminal fonético que parecía decir Russia goodbye, en inglés.

La tensión entre ambos Estados aumentó a partir de 2015. En ese momento, Ucrania tuvo que retirarse del festival debido a la crisis financiera y política que estaba sufriendo tras el Euromaidán, la guerra del Donbass y la anexión rusa de la península de Crimea. Sin embargo, Ucrania volvió a Eurovisión al año siguiente y obtuvo de nuevo la victoria con una canción sobre las deportaciones masivas de tártaros crimeos durante el estalinismo. Como anfitrión en 2017, negó la entrada de la candidata rusa al país, provocando la renuncia de esta a participar en el concurso.

Mientras que las relaciones entre Rusia y Ucrania no hacían más que empeorar, los artistas que representaban a cada uno de los países comenzaron a verse perjudicados. Un caso muy sonado fue el de Maruv. En su caso, para poder representar a Ucrania, le exigieron cancelar sus conciertos en Rusia y no hablar con ningún medio sin expresa autorización. Ante la negativa de Maruv a aceptar las condiciones y el rechazo del resto de artistas a sustituirla, Ucrania se retiró del certamen.

El punto más álgido de tensiones entre ambos Estados llegó en 2022 cuando Rusia fue expulsada tanto de la UER como del festival de Eurovisión por la invasión de Ucrania. Para más inri, fue precisamente Ucrania quien ganó el concurso ese año. Sin embargo, no pudo cumplir con su papel de anfitrión al año siguiente debido a que el conflicto armado con Rusia sigue en activo. Este suceso dejó entrever con claridad que en el festival no sólo importa la música.

Armenia-Azerbaiyán

Ambos países son otros eternos rivales dentro del certamen. Desde que se separaron de la Unión Soviética, Armenia y Azerbaiyán han tenido constantes disputas territoriales, en especial por el territorio de Nagorno-Karabaj. Por esa razón, y a pesar de que Azerbaiyán no participaba, Armenia debutó en Eurovisión en 2006 con un candidato nacido en Nagorno-Karabaj.

En 2009, la polémica escaló cuando en las famosas postales (videos de presentación de los candidatos) que muestran monumentos de cada país participante, en la postal armenia apareció Takik Papik, un monumento situado en Nagorno-Karabaj. Tras las protestas de Azerbaiyán, las imágenes del monumento fueron eliminadas. Sin embargo, Armenia no se quedaría de brazos cruzados. Cuando llegó el momento de los votos, detrás del presentador armenio se encontraba una gran pancarta con la foto del monumento en cuestión.

Las tensiones entre ambos países se dan año tras año, en especial en el momento de las votaciones. Desde que entraron al concurso, ninguno de los dos ha votado en favor del otro. Es más, tras lo ocurrido en 2009, el Ministerio de Seguridad Nacional de Azerbaiyán interrogó exhaustivamente a las 43 personas que votaron por Armenia ese año acusados de ser «anti patrióticos» y una «amenaza potencial a la seguridad del país».

Eurovisión como instrumento de poder blando

Se entiende como poder blando a la capacidad de un Estado de persuadir a otros países sin el uso de la fuerza, utilizando una manera más sutil y amable de hacer política. Los medios por los que se suele ejercer el poder blando son la cultura o los valores políticos.

Eurovisión no es solo uno de los máximos exponentes de la cultura europea, sino que también es una unión de países que comparten, en mayor o menor medida, los mismos valores e ideales políticos. Desde su creación, Eurovisión ha abanderado la misión de unir a los Estados europeos democráticos y mejorar las relaciones entre ellos. Es por eso que nada de lo que pasa en el festival ocurre en vano. 

Un ejemplo de la utilización de Eurovisión como poder blando es la dudosa victoria de España en 1968. Jose María Iñigo, el corresponsal de Eurovisión más importante de España, admitió en varias entrevistas que los votos que otorgaron la victoria a España fueron comprados. En esa época, era necesario que el resto de países del bloque occidental percibieran a España como un aliado de OTAN y no como un régimen fascista. España se convirtió en el anfitrión del certamen el siguiente año obteniendo así, y de manera pública, el apoyo del resto de países.

Aunque España utilizó el poder de Eurovisión en su favor, son varios los Estados que se han visto perjudicados por él. En lo que respecta a valores, Eurovisión es un exponente de valores democráticos occidentales y del respeto de los derechos humanos. Por esa razón, todos aquellos países que no han sabido adaptarse a esos valores han sufrido distintas consecuencias. Este es el caso de Rusia quien, a parte de estar expulsado por el conflicto de Ucrania, ha experimentado distintos sabotajes por parte del público tras aprobar sus leyes en contra del colectivo LGTB.

Turquía también es uno de los países que se ha retirado del concurso por «incompatibilidad de valores». Desde que en 2014 ganó Conchita Wurst, una artista no-binaria, el país ha manifestado su reticencia de participar y emitir el festival.

Israel en Eurovisión

Por otro lado, son muchos los países que en vez de hacer notoria la contradicción de valores, utilizan Eurovisión como un escaparate en el que muestran cómo quieren ser percibidos. En este aspecto, Israel es el país que mejor ha utilizado esta estrategia. El país ha obtenido la victoria en varias ocasiones instrumentalizando los derechos LGTB y de las mujeres. En 1998, con la primera candidata transexual de la historia de Eurovisión, Dana Internacional. Más tarde, en 2018, con una canción feminista sobre el acoso y abuso a las mujeres interpretada por Netta Barzilai. Así, Israel consigue abanderarse de las causas que le interesan a sus aliados occidentales y desvincularse de sus vecinos árabes.

Por lo general, la participación de Israel en el festival normalmente está llena de polémica debido a la cuestión palestina. Son muchos los «eurofans» que denuncian la impunidad con la que participa Israel en el festival, a pesar de las constante violaciones de derechos humanos que ejerce contra el pueblo palestino. La escalada del conflicto en Gaza en octubre de 2023 ha sacado a relucir aún más esta situación, planteando el debate de por qué a Rusia se le ha expulsado del certamen, pero a Israel no.

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