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¿Es posible una OTAN ‘islámica’? Reequilibrios militares en torno a la guerra en Gaza

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Master Profesional de Ciberseguridad, Ciberinteligencia y Ciberdefensa

La guerra en Gaza ha acelerado una serie de realineamientos militares en el mundo árabe e islámico. Mientras algunos países exploran alianzas defensivas inéditas, otros refuerzan vínculos con potencias globales. En este contexto, resurge la pregunta sobre la viabilidad de una «OTAN islámica». El alumni del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute, Roberto Mansilla Blanco, analiza si es posible una estructura común frente a amenazas compartidas.

En un contexto determinado por el acuerdo de cese al fuego e intercambio de prisioneros y rehenes entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamas, alcanzado este 13 de octubre en Egipto bajo la propuesta del presidente estadounidense Donald Trump, surgen cambios relevantes.

El drama humanitario en Gaza, la agresiva política militarista israelí a nivel regional y el desafío nuclear iraní han condicionado inesperados movimientos dentro del mundo árabe y musulmán orientados a articular esquemas de cooperación en materia defensiva.

Además de Gaza, este 2025, Israel ha atacado cinco países de la región: Siria, Líbano, Irán, Qatar y Yemen. La agresividad israelí está determinando una inédita reconfiguración geopolítica de Oriente Próximo con mecanismos de consultas y cooperación dentro del mundo árabe y musulmán, con la expectativa de eventualmente procrear un «paraguas defensivo común» disuasivo hacia Israel e Irán pero también hacia EEUU. Estos contextos han abierto la expectativa de articular una especie de «OTAN islámica» con cierta reminiscencia de iniciativas de la «unidad árabe». Un escenario tradicionalmente condicionado por las rivalidades geopolíticas estatales, los intereses exteriores y la desunión política. 

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A la potencialidad militar israelí se le suma el nivel de dependencia defensiva y financiera con EEUU por parte de algunos países árabes. Washington mantiene bases militares (Al Udeid, en Qatar) mientras los emiratos petroleros del Golfo Pérsico suelen ser compradores de grandes volúmenes de material de defensa a la industria militar estadounidense. 

El presente análisis abordará dos escenarios:

  • Identificar los nuevos acuerdos defensivos regionales, las capacidades para generar un espacio defensivo común y los actores emergentes;
  • Analizar el papel de Israel e Irán ante este nuevo contexto.

Nuevos esquemas de seguridad y alianzas emergentes en el mundo musulmán

La actitud beligerante israelí, principalmente tras el ataque realizado el pasado 9 de septiembre en territorio qatarí contra dirigentes de Hamás, supuso un detonante clave. Este hecho evidenció las vulnerabilidades defensivas de los países árabes en Oriente Próximo, desasistidos en cuanto a la existencia de un marco defensivo común.

Este contexto ha persuadido a los países árabes y musulmanes a rastrear estrategias políticas y defensivas comunes, menos dependientes de los intereses de EE.UU. e Israel. En el plano mediático ya se habla claramente de la creación de una «OTAN».

De acuerdo al Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), el gasto militar en Oriente Próximo alcanzó en 2024 una cifra estimada de US$ 243 mil millones, suponiendo un incremento del 15% con respecto a 2023 y del 19% con respecto a 2015. Tras Europa, esta región se convirtió en la de mayor gasto militar a nivel mundial. Estamos por tanto ante una notable escalada de gasto militar en la región.

En el contexto de la guerra de Gaza y el conflicto en el sur del Líbano contra el movimiento islamista Hizbulá, Israel aumentó un 65% este gasto militar en 2024, valorado en US$ 46,5 mil millones, suponiendo un 8% de su PIB, el mayor aumento en más de 50 años. 

El auge armamentista de Israel ejerce influencia a nivel regional. Uno de sus vecinos más afectados es el Líbano. Beirut aumentó un 58% su gasto militar.

No obstante, según el SIPRI, no se produjeron aumentos relevantes en el resto de la región en respuesta a la guerra en Gaza. Tampoco ante las restricciones económicas o las sanciones internacionales, como ha sido el caso iraní. En este sentido, y a pesar de estar inmerso en esferas de influencia y conflictos proxys a nivel regional (especialmente en Yemen, Líbano e Irak), el gasto militar de Irán cayó un 10 % en 2024.

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Los recientes movimientos en el mundo árabe y musulmán dan a entender la creciente preocupación en materia de seguridad, lo cual ha motivado a la activación de mecanismos de defensa.

Destacamos así:

  • El reciente pacto entre Pakistán y Arabia Saudita; 
  • La constitución del Acuerdo Conjunto de Defensa en el marco del Consejo de Cooperación del Golfo
  • El acercamiento entre Turquía y Egipto, vía ejercicios navales frente a Gaza y peso geopolítico en cumbre de paz de Gaza;

También se atenderán otros mecanismos de cooperación desde el Magreb hasta el Golfo Pérsico.

El pacto de defensa mutua entre Pakistán y Arabia Saudita

El pasado 17 de septiembre, el príncipe saudita Mohamed bin Salman y el ministro paquistaní de Exteriores, Shehbaz Sharif, sellaron en Riad un inédito acuerdo integral defensivo. Este acuerdo tiene importancia estratégica. Pakistán es la única potencia nuclear en el mundo musulmán, mientras que Arabia Saudita es uno de los principales vendedores de armamentos y un actor geopolítico cada vez más emergente.

Volviendo a los cálculos del SIPRI, y aunque de forma moderada con respecto a años anteriores, Arabia Saudita fue en 2024 uno de los países con mayor gasto militar en la región (1,5%; US$ 80,3 mil millones) y el séptimo a nivel mundial. Por su parte, Pakistán registró un declive de su gasto militar (5,1%), calculado en US$ 10.000 millones, con respecto a 2023.

El acuerdo entre ambos países determina que, a cambio de la ayuda económica saudí a Islamabad, Riad obtiene la protección del paraguas nuclear paquistaní.

En el caso saudita, el pacto con Pakistán representa un mensaje disuasivo dirigido hacia tres actores. Dos de ellos (Irán e Israel) son interpretados por Riad como posibles amenazas directas a su seguridad. Esta preocupación es más palpable en el caso del programa nuclear iraní y la rivalidad geopolítica regional.

En el caso de Israel, Riad estaba manteniendo un esquema de acercamiento auspiciado por la iniciativa de Trump de los Acuerdos de Abraham (2020). No obstante, la preocupación saudita por su seguridad se acrecentó tras el reciente ataque israelí a Qatar.

El otro actor es EE.UU., con quien Arabia Saudita viene de concretar importantes acuerdos financieros y de intercambio de tecnología militar tras la reciente visita de Trump a Riad en mayo pasado. Cabe recordar que, a pesar de las reticencias de Washington, Riad busca poner en marcha un programa nuclear propio, incluyendo el enriquecimiento de uranio. 

En el caso de Pakistán, las frecuentes tensiones militares y fronterizas con otra potencia nuclear (India, actor emergente global) marcan un contexto estratégico complejo. El pacto con Arabia Saudita amplía el abanico de sus alianzas y proveedores militares exteriores. Entre estos también se incluye China, interesada en el equilibrio militar y geopolítico regional.

Se estima que Pakistán dispone de un arsenal nuclear con unas 170 cabezas y una potencialidad aérea relevante gracias a los aviones de fabricación francesa Mirage III y V y de los chinos JF-17, así como diferentes tipos de misiles balísticos, destacando el Shaheen-III, con un alcance estimado en 2.500km y crucero como el Babur.

Por otro lado está el consecuente impacto geopolítico. Este pacto con Pakistán involucraría igualmente a Arabia Saudita en la ampliación de sus radios de influencia, en este caso en Asia Central y el sureste asiático, lo cual no sólo extendería su cada vez más ascendente peso geopolítico sino que eventualmente provocaría la inmersión de Riad en las tensiones conflictivas regionales

Un ejemplo de ello se ha visto a mediados de octubre con los combates fronterizos entre Afganistán y Pakistán. Este inesperado conflicto involucra los intereses de India, Pakistán y Arabia Saudí toda vez implica la posibilidad de expansionismo regional del régimen Talibán, con la mira puesta hacia regiones musulmanas en India y China (Xinjiang) así como dentro de Pakistán vía movimientos integristas. 

El estallido de estas tensiones podría provocar una escalada de pulsos geopolíticos y de conflictos de carácter político y religioso a nivel regional, acrecentando los temores de inestabilidad. En medio de los combates fronterizos, India ha manifestado una posición más condescendiente con Afganistán que tensiona la rivalidad histórica con un Pakistán que ha roto la baraja del equilibrio militar tras su pacto con Arabia Saudita. 

El Acuerdo Conjunto de Defensa del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC)

En diciembre de 2023, los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC por sus siglas en inglés), siendo estos Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar, acordaron crear un foro común bajo la denominación de Acuerdo Conjunto de Defensa.

A excepción del caso de Yemen (donde Arabia Saudita lideró una coalición del GCC en apoyo al Gobierno del Consejo de Liderazgo Presidencial, encabezado por Rashad al Amini, que mantiene un conflicto armado interno con la comunidad hutí apoyada por Irán), este foro aún no ha actuado directamente ante los conflictos regionales. Esto es especialmente evidente en el caso de Gaza. Por tanto, al menos por ahora, resulta poco perceptible cuál será su operatividad militar y logística. Tampoco queda clara su capacidad de influencia ante las tensiones regionales.

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Con todo, su potencialidad militar se explica por la presencia de países como Arabia Saudí, Kuwair y Qatar, incluidos entre los mayores vendedores e importadores de armamentos a nivel mundial. Entre 2020 y 2024, los países miembros del GCC concentraron el 20% de las importaciones globales de armas, incrementando abrumadoramente este volumen (4,1%) con respecto al período 2015-2019 

Con todo, el pasado 15 de septiembre, Qatar convocó en Doha una cumbre de 50 países árabes e islámicos. El objetivo fue concretar una posición conjunta contra la agresión israelí al emirato, realizada días atrás. La cumbre se concentró en activar las respectivas condenas formales, toda vez se hicieron palpables las divergencias internas

En este apartado debe atenderse el hecho de que algunos países presentes (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto y Jordania) mantienen relaciones diplomáticas con Israel. También poseen vínculos en materia tecnológica y de inversiones económicas.

Por su parte, otros países como Marruecos y Arabia Saudita son aliados estratégicos de EE. UU. y han evitado contrariar los intereses de Washington.

Turquía y Egipto: ¿una alianza táctica o estratégica?

Otra ecuación de cooperación militar se ha abierto entre Turquía y Egipto, dos países con expectativas de liderazgo dentro del mundo musulmán. Ankara y El Cairo parecieran así superar fricciones del pasado reciente como el malestar turco por la remoción del poder en Egipto del islamista Mohammed Morsi (2013) por parte del actual golpe impulsado por el general y actual presidente Abdel Fatah al-Sissi. El Partido Justicia y Desarrollo (AKP por sus siglas en turco) del actual presidente Recep Tayyip Erdogan tiene estrechas conexiones con la Hermandad Musulmana egipcia.

Mientras Israel preparaba la invasión de Ciudad de Gaza a mediados de septiembre, Turquía y Egipto realizaron ejercicios navales conjuntos en la cuenca mediterránea en torno a Gaza. Estos ejercicios estaban claramente diseñados con fines disuasivos contra Israel. Este país era objeto de presiones internacionales, en particular por parte de Washington, para frenar la invasión y dar inicio a las negociaciones de tregua con el movimiento islamista palestino Hamás.

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Esta nueva relación entre Ankara y El Cairo no se limita estrictamente a Gaza sino que también tiene incidencia en el Mediterráneo Oriental, Libia y Sudán, razón que obliga a analizar si esta conexión turco-egipcia es de carácter táctico o más bien estratégico. 

Han sido prolíficos los contactos en materia de inteligencia entre los servicios turcos y egipcios, especialmente a la hora de monitorear la situación en Libia y Sudán. En el caso libio, esta cooperación turco-egipcia ha permitido ejercer influencia en la situación política del país magrebí. Gracias a ello, se ha avanzado en la concreción de un cronograma electoral tanto presidencial como legislativo. De consolidarse esta alianza, la profundización de la cooperación entre ambos países podría transformar, a mediano y largo plazo, el equilibrio regional en el Mediterráneo Oriental.

Egipto y Turquía renovaron el acuerdo para la producción del dron «Torkha» (VTOL-UAV), desarrollado por la empresa turca Havelsan, que firmó este acuerdo con la Organización Árabe para la Industrialización (AOI), entidad económica afiliada al Ministerio de Producción Militar egipcio y pilar de las industrias de defensa y civiles. Este acuerdo busca localizar la tecnología de los drones en la fábrica de Qader Advanced Industries.

En cuanto a la crisis de Gaza, el reciente acuerdo impulsado por Trump y suscrito en el balneario egipcio de Sharm el Sheij marca un nuevo marco de actuación. Turquía, Egipto y Qatar actuarán como garantes de una misión de supervisión para la entrada de ayuda humanitaria a la Franja.

Además de su alianza estratégica con Arabia Saudita, Washington parece convencido de la necesidad de atraer a Turquía, Egipto y Qatar como aliados regionales que sirvan igualmente de contrapeso condicionante para Israel. 

En este sentido, Egipto, probablemente el país más afectado por la crisis de Gaza debido a su proximidad geográfica, tuvo un papel preponderante en la reciente Cumbre Árabe Islámica celebrada en Qatar muy probablemente con el foco en recuperar su otrora peso geopolítico en el mundo árabe. 

En esta cumbre, El Cairo avanzó en la concreción de una fuerza conjunta disuasiva contra Israel. No obstante, esta reunión evidenció las discrepancias y rivalidades existentes dentro del mundo árabe a la hora de mantener posiciones geopolíticas comunes. Con anterioridad, en 2015, Egipto propuso la creación de una Fuerza Árabe Conjunta, con prácticamente nula aceptación entre sus vecinos árabes; una decisión probablemente determinada por presiones exteriores, principalmente desde EE.UU.

Debe destacarse que Turquía y Egipto juegan importantes equilibrios geopolíticos a nivel global. Ankara es miembro de la OTAN y un eterno aspirante, ya menos relevante, de admisión en la Unión Europea. Por su parte, El Cairo ha debido manejar difíciles equilibrios geopolíticos con Occidente, Israel y el mundo árabe e islámico que se vieron confrontados durante la primavera árabe entre 2011 y 2014. 

Desde su llegada al poder en 2003, Erdogan ha priorizado la relación con el espacio túrquico existente desde los Balcanes hasta Asia Central recuperando la noción geopolítica de «turquedad».

Toda vez ha formalizado relaciones estratégicas con China y Rusia, más tácticas con Irán, Qatar y países africanos y asiáticos, mientras es un aspirante de ingreso a los BRICS y miembro observador de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), un giro autónomo que ha inquietado a Occidente. 

Por su parte, el Egipto de al-Sissi ha transitado por un camino similar al turco manifestando equilibrios con Occidente toda vez avanzaba en la cooperación con China, Rusia y países africanos y asiáticos. En 2024, El Cairo ingresó a los BRICS. Desde marzo de 2025, por instigación de EEUU, Egipto ha recibido el estatus de Aliados Principales No Pertenecientes a la OTAN (MNNA)

Magreb, Golfo Pérsico y sudeste asiático

Conviene destacar otros instrumentos de integración y cooperación en distintos escenarios, desde el Magreb hasta el Golfo Pérsico. Todos ellos están pendientes de los nuevos equilibrios militares que se observan en Oriente Próximo.

Magreb:

Más distante geográficamente del corazón de Oriente Próximo, el Magreb se ha visto condicionado por la difícil transición en Libia; la proliferación de redes yihadistas, terroristas y de criminalidad, algunas de ellas provenientes del Sahel; la crisis motivada por la inmigración ilegal; y la rivalidad geopolítica y militar entre Marruecos y Argelia, con la crisis saharaui de trasfondo. 

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Desde 1989 existe la Unión del Magreb Árabe, de naturaleza comercial con escasos avances políticos. Desde 2008 no se convoca ninguna cumbre de este foro. No existe instrumento de cooperación militar en la región. De acuerdo al SIPRI, el gasto militar en el Magreb en 2024 aumentó un 8,8% con respecto a 2023. Sólo Argelia y Marruecos representan el 90% de esos gastos militares.

Por otro lado está la Liga Árabe, creada en 1945 en El Cairo. Es el organismo de integración regional más antiguo en este espacio geopolítico. En la década de 1950 intentó infructuosamente crear un Consejo Militar. Sus cumbres reflejan la diversidad de posiciones, divisiones e intereses existentes en el mundo árabe.

Oriente Próximo:

Estas divisiones son más pronunciadas en el Mashrek, el corazón de Oriente Próximo, determinados por el conflicto palestino-israelí y las dinámicas geopolíticas. Destacan la incierta transición siria tras la caída del régimen de Bashar al Asad; las tensiones entre Israel y el movimiento islamista Hizbulá en el sur del Líbano; la presencia de refugiados palestinos en esos países así como Jordania; y la confrontación de intereses y esferas de influencia regionales de potencias como Irán y Arabia Saudita. Este caudal conflictivo condiciona la posibilidad de crear marcos defensivos comunes.

Golfo Pérsico:

Es en el Golfo Pérsico donde comienzan a observarse movimientos más decididos a fomentar esquemas de defensa común. Además de Arabia Saudita destaca aquí el peso de Emiratos Árabes Unidos (EAU), un potente actor militar con presencia en misiones en Libia, Afganistán y Yemen.

EAU pretende coordinar las cadenas de mando militares regionales a través de un sistema de defensa aérea antimisiles y de radares y una Doctrina Militar Común. 

Por otro lado, los países del Golfo Pérsico, grandes productores de petróleo y gas natural, mantienen su interés estratégico en el control de las grandes rutas de comercio mundial a través de los Estrechos de Ormuz y de Bab el Mandeb.

A pesar de la reciente tregua en Gaza, está por ver si los emiratos del Golfo Pérsico podrían reconsiderar lo estipulado en los denominados «Acuerdos de Abraham» de normalización de relaciones con Israel. 

Sudeste asiático:

Más alejado geográficamente, Indonesia, el país musulmán de mayor población con más de 200 millones de habitantes, ha entrado igualmente en esta ecuación militar en Oriente Próximo con una iniciativa concreta: ofreció el despliegue de 20.000 tropas de paz en Gaza.

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La reciente celebración en Ankara de la Asociación Turquía-Indonesia refleja también la nueva dimensión que está adquiriendo Yakarta en la política regional.

Además del plano defensivo está también la política. En un momento de protestas sociales en países tan diversos como Nepal, Marruecos, Perú y Madagascar impulsados por la rebelión ciudadana de la denominada «Generación Z», los gobiernos árabes intentan movilizar a su favor la solidaridad hacia la causa palestina con la intención de neutralizar que se reproduzcan en estos países los efectos de un malestar ciudadano

Con ello, los gobiernos árabes buscarían evitar la reproducción de otra primavera árabe que reclame la hasta ahora impasible actitud de estos gobiernos a la hora de solucionar el drama humanitario de Gaza y contestar conjuntamente y con contundencia la agresión israelí y el apoyo estadounidense.

Israel e Irán ante el nuevo contexto regional

Con dos breves enfrentamientos directos vía bombardeos aéreos en 2024 y 2025, Israel e Irán observan con atención la configuración de nuevos esquemas de seguridad regionales. Estos esquemas determinan, inevitablemente, herramientas de disuasión para ambos países y sus respectivas esferas de influencia.

Israel:

La invasión de Gaza y el consecuente drama humanitario le han proporcionado a Israel una fuerte reacción internacional en su contra, manifestado en un notable nivel de aislamiento y de boicot. Este contexto ha permitido igualmente el creciente reconocimiento internacional al Estado de Palestina, confirmado en la reciente Asamblea General de la ONU, donde 157 de los 193 países miembros reconocieron la legitimidad del Estado palestino. Para contrarrestar este aislamiento, Israel ha buscado nuevas alianzas en otros escenarios como el continente africano.

El «plan de paz» de Trump en Gaza no solo ha funcionado como un salvavidas político para el gobierno de Benjamín Netanyahu. También ha evidenciado su dependencia de la ayuda estadounidense.

Al mismo tiempo, ha ralentizado las expectativas de consolidación inmediata del proyecto geopolítico supremacista del «Eretz Israel» o «Gran Israel». Este proyecto incluye la incorporación de porciones territoriales regionales en Siria, Jordania, Líbano, Turquía e Irak.

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Como consecuencia, los países árabes han percibido esta pretensión supremacista israelí como un peligro existencial. Este factor también ha motivado la activación de las ya mencionadas iniciativas de defensa común.

Observando su nivel de dependencia de la ayuda estadounidense, Israel profundizará aún más esta alianza estratégica con EEUU pero ahora atendiendo con mayor celeridad las iniciativas de Washington en la región, cuyos intereses también se focalizan en ampliar estas alianzas, probablemente, hacia Arabia Saudita e incluso la nueva Siria post-Asad.

Irán:

Por su parte, Irán (ausente al igual que Arabia Saudita de la cumbre en Egipto) observa expectante los acontecimientos regionales. Presta especial atención a la nueva ecuación de equilibrios militares entre sus vecinos árabes y al regreso de EE. UU. como actor exógeno y decisivo en la región.

Como ya se ha mencionado, la República Islámica de Irán no sólo es el principal rival geopolítico de Israel sino también de Arabia Saudita, ambos aliados estratégicos de EE.UU. No se debe olvidar que entre 2016 y 2023, Teherán y Riad mantuvieron rotas sus relaciones diplomáticas, estando en su momento muy cerca de una confrontación militar directa. Así mismo, Irán y Arabia Saudita mantienen esferas de influencia y guerras proxy en Yemen, el Estrecho de Ormuz, Siria, Irak, Bahréin, Palestina y Líbano.

La «guerra de los doce días» de junio pasado entre Irán e Israel determinó un nivel de paridad de fuerzas entre ambos países, toda vez el conflicto fortaleció el nacionalismo iraní, desactivando a priori cualquier expectativa israelí, occidental en incluso de los países árabes sobre un posible cambio de régimen en Teherán. 

No obstante, el denominado «Eje de la Resistencia» liderado por Irán y conformado por Hamás, Hizbulá y la comunidad hutí en Yemen se ha visto golpeado por la ofensiva israelí en Gaza de la misma forma como, hace casi exactamente un año, ocurrió con la caída del régimen sirio de Bashar al Asad, su principal aliado regional. 

El propio Netanyahu llegó a reconocer que Israel ha comenzado a armar y apoyar a nuevas milicias islamistas en Gaza para contrarrestar el peso de Hamás. Con todo, el plan de paz de Trump y la táctica retirada militar israelí le ha permitido al movimiento islamista recuperar, al menos momentáneamente, cierto nivel de control político y militar en las calles de Gaza. No obstante, el panorama tras la retirada israelí se encamina a observar luchas entre clanes y facciones armadas por el control de la Franja, anunciando un clima de inestabilidad.

En un momento de estancamiento en las negociaciones entre Occidente e Irán por el programa nuclear, y ante el nuevo equilibrio militar regional, Teherán podría tomar decisiones estratégicas. Entre ellas, reforzar y ampliar sus alianzas militares con Rusia y China, así como tantear su retiro del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Aunque oficialmente, sigue manteniendo su posición de cumplir con esos compromisos.

De materializarse una hipotética retirada iraní del TNP se haría patente la profundización de una carrera armamentística y de proliferación nuclear en una región que ya cuenta con otra potencia nuclear (Israel) hasta ahora oficialmente no reconocida como tal; y un aspirante clave (Arabia Saudita) a ser potencia nuclear. 

¿Hacia una «neo-guerra fría» en Oriente Próximo?

En este nuevo escenario disruptivo podría materializarse la eventual conformación de bloques geopolíticos que definan el panorama de Oriente Próximo.

  • Por un lado, un bloque liderado por EE.UU., con Israel como principal aliado al que podrían sumarse los intereses occidentales por atraer a Siria a su esfera de influencia. De este modo, la «paz de Trump» en Gaza verificaría el retorno de Washington como principal actor decisivo en Oriente Próximo;
  • Otro sería el de un Irán más a la defensiva pero con el apoyo de potencias nucleares (Rusia y China); actores no estatales (Hamás, Hizbulá, hutíes) con capacidad de influencia política y militar; y organismos multilaterales (BRICS, OCS). La posición rusa resultará vital para Teherán como interlocutor en los complejos equilibrios con Occidente, tomando en cuenta recientes movimientos como la visita a Moscú (16 de octubre) del presidente sirio Ahmed al-Shara’a así como las expectativas de una próxima reunión entre Putin y Trump en Budapest sobre una posible tregua en Ucrania; un esquema similar al alcanzado en Gaza que Washington aspira reproducir.
  • Un tercer bloque de países «no alineados» (entre los que se destacan Arabia Saudita, Turquía, Egipto y Emiratos Árabes Unidos) mantiene agendas específicas y complejos equilibrios exteriores. Estos podrían, circunstancialmente, converger en torno a intereses estratégicos mutuos.


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