La Generación Z en Marruecos alza la voz frente al desempleo, la desigualdad y la represión. Su descontento resuena en redes y calles, con una fuerza inédita. En este artículo, la alumna del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Rosalía Fernández presenta un análisis prospectivo. Examina las causas, actores, escenarios y riesgos de un movimiento que podría redefinir el futuro del reino
Una juventud conectada y precarizada irrumpe en las calles para cuestionar un modelo de modernización que invierte en grandes eventos internacionales mientras deja desatendidos los servicios básicos.
Lo que comenzó como un drama hospitalario en Agadir se convirtió rápidamente en un terremoto político y social. La muerte de ocho mujeres embarazadas por falta de anestésicos encendió la chispa de un descontento acumulado durante años.
Las calles de Rabat, Casablanca, Marrakech o Tánger se llenaron no solo de indignación, sino de un clamor estructural: Marruecos invierte miles de millones en megaproyectos como el Mundial 2030, mientras sus hospitales y escuelas carecen de recursos básicos. El lema viralizado —«No queremos Mundial, queremos hospitales»— resume la paradoja de un país que proyecta modernidad internacional mientras descuida lo esencial.
La Generación Z como actor disruptivo en Marruecos
Esta protesta no es episódica; es la irrupción de una generación que ya no acepta la pasividad. La Generación Z marroquí representa casi la mitad de la población, está formada, pero sin empleo, y vive atrapada entre la precariedad y la exposición constante a estándares de vida globales.
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Lo que da fuerza a este movimiento es su dominancia digital. TikTok, Telegrama o X se han transformado en plazas públicas virtuales, donde la indignación se convierte en narrativa colectiva y los vídeos virales reemplazan los discursos oficiales. No hay líderes visibles que puedan ser cooptados; hay redes descentralizadas que multiplican la presión y amplifican la voz de la juventud.
Pero no se trata solo de hospitales o empleo: se trata de dignidad, justicia social y un contrato generacional renovado que rompa con la lógica de promesas incumplidas.
Continuidades y rupturas con el pasado
El eco del Hirak del Rif (2016–2017) resuena, pero esta vez la protesta trasciende regiones y sectores. Lo que emerge es un movimiento nacional, generacional y transversal, que desafía un modelo percibido como desconectado de las necesidades reales.
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Además, Marruecos ya no puede ocultar estas tensiones: la visibilidad internacional por el Mundial 2030 y su rol estratégico frente a Europa hace que cada manifestación tenga repercusiones inmediatas en la percepción global. Si el Hirak fue un desafío regional, lo de ahora es un choque directo con la narrativa oficial de modernización, donde la discrepancia entre proyección exterior y realidad interior se vuelve insostenible.
Escenarios prospectivos
El futuro de estas movilizaciones sigue abierto, con varios caminos posibles:
- Cooptación parcial y represión selectiva (escenario más probable): Rabat combina arrestos con concesiones puntuales para desgastar el movimiento sin alterar el equilibrio de poder.
- Reformas controladas: si la presión interna e internacional se intensifica, el régimen podría invertir de verdad en sanidad, educación y empleo, ofreciendo una salida institucional al conflicto.
- Escalada de inestabilidad: la represión masiva y la falta de horizontes podrían radicalizar la protesta, atrayendo a sindicatos, clases medias urbanas e incluso actores islamistas.
- Impacto regional y geopolítico: un Marruecos debilitado perdería capacidad de influencia en el Magreb y el Sahel, y su papel en la gestión migratoria hacia Europa se vería comprometido.
5 claves para entender la revuelta de la Generación Z en Marruecos
- Un detonante simbólico: la tragedia de Agadir catalizó años de frustración acumulada en sanidad y servicios públicos.
- Una juventud precarizada: con un desempleo juvenil del 35,8%,que incluye un 19% de desempleados que son graduados universitarios. La Generación Z vive en un presente sin futuro concreto.
- El poder de lo digital: las redes sociales se han convertido en plazas públicas y motores de organización y visibilidad.
- La paradoja del modelo marroquí: el país brilla hacia afuera, pero descuida las necesidades esenciales de su ciudadanía.
- Un desafío estratégico: la protesta no solo cuestiona la paz social interna, sino también la posición internacional de Marruecos.
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Riesgos estratégicos y lecciones
El movimiento revela fracturas estructurales:
- Fractura generacional: la desconexión entre un Estado centrado en la proyección internacional y una juventud excluida erosiona la legitimidad política.
- Erosión reputacional: la imagen de estabilidad y modernización se debilita ante la evidencia de desigualdad y protesta.
- Riesgo de contagio regional: en un Magreb tensionado por desempleo, crisis climática y migraciones, el ejemplo marroquí podría reavivar memorias de las primaveras árabes.
Lo que emerge en Marruecos no es una protesta episódica, sino un choque estructural entre un modelo de modernización vertical y una juventud crítica y conectada.
El régimen enfrenta una elección estratégica: convertir esta crisis en oportunidad, reforzando el capital humano y renovando el contrato social, u optar por la contención represiva, arriesgándose a un desgaste prolongado.
La Generación Z marroquí ha dejado claro que ya no aceptará esperar pasivamente. El desafío para Marruecos no es solo apagar las protestas, sino escuchar el mensaje que su juventud está enviando sobre el futuro del país.
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