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¿Por qué Turquía se opone a la expansión de la OTAN?

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Un análisis de Jorge Antonio Chávez Mazuelos, alumno certificado del Curso de Analista Internacional de LISA Institute, que profundiza en las razones y dinámicas conflictivas por las que Turquía se opuso a la expansión de la OTAN, cómo la posición turca es clave para el futuro de la Alianza Atlántica y por qué finalmente ha decidido levantar el veto a Finlandia y Suecia.

La invasión rusa de Ucrania le insufló nueva vida a una OTAN que había sido debilitada por los desencuentros entre los socios europeos y unos Estados Unidos cuya política exterior estuvo marcada por una lógica transaccional, un menor compromiso de cara a sus aliados y a una dinámica de mayor confrontación de cara a China.

Si bien la Administración Biden ha renovado su compromiso con el sistema de alianzas creado desde la posguerra, el Indopacífico es y será cada vez más el principal tablero estratégico de Washington, en desmedro de Europa, el Medio Oriental y Asia Central. Al mismo tiempo, la amenaza rusa ha puesto el foco de atención en Europa y ha renovado el propósito de la Alianza Atlántica.

La invasión rusa a Ucrania ha servido de acicate para que una serie de países europeos den un giro importante en materia de política exterior. Por ejemplo, Alemania ha decidido romper con su política histórica de no proveer armas en medio de conflictos armados y se ha comprometido a fortalecer su gasto en defensa de forma significativa.

Por otra parte, yendo a contramano de una posición sostenida por décadas, Finlandia y Suecia decidieron dejar su condición de países neutrales, solicitando formalmente su adhesión a la OTAN. Sin embargo, cuando parecía haber consenso para aceptar rápidamente la solicitud de ambos países, el veto turco se presentó como un baldazo de agua fría en un contexto en que la alianza ha tratado de presentarse como un bloque monolítico ante Moscú.

La oposición turca resulta un escollo crucial en el proceso en tanto la unanimidad es un requisito indispensable para admitir a nuevos miembros dentro la organización. Si bien históricamente Turquía ha impulsado una política de puertas abiertas en el seno de la Alianza Atlántica, el presidente Erdogan ha señalado que mientras él esté en el poder, no podría dar el voto de Turquía para admitir a «países que apoyan el terror dentro de la OTAN». 

Turquía critica tanto a Suecia como a Finlandia de albergar a miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización considerada terrorista tanto por la Unión Europea como por Estados Unidos. Asimismo, fustigó a dichos países por haber dado refugio a seguidores del clérigo Fethullah Gülen, un ex socio político de Erdogan considerado por Ankara como el instigador del intento de golpe de estado que tuvo lugar en julio de 2016.

Por otra parte, Ankara deplora que Estocolmo y Helsinki le hayan impuesto un embargo de armas tras las incursiones militares que Turquía llevó a cabo en contra de las milicias kurdas del YPG en el norte de Siria, el cual es considerado por el gobierno turco como una brazo armado internacional del PKK.

La historia de desencuentros entre Turquía y la OTAN

Al margen de las diferencias con Finlandia y Suecia, Turquía ha tenido episodios de tensión con una serie de socios dentro de la OTAN destacando los desencuentros con Alemania y los Países Bajos por la decisión de dichos países de impedir que altos funcionarios del gobierno de Ankara participen en actos electorales destinados a conseguir votos de la diáspora turca en sus países.

También se podría mencionar las críticas de Francia por el apoyo turco a Azerbaiyán durante el último conflicto armado entre dicho país y Armenia o a las crecientes tensiones con Grecia tanto en torno a Chipre como a la militarización de las islas del Mar Egeo. Asimismo, en el 2017, la adquisición de un sistema de misiles S-400, de fabricación rusa, encendió las alarmas, en tanto dicha adquisición compromete tanto el principio de interoperabilidad de la Alianza como la vulnerabilidad de sus redes y sistemas de defensa frente a una intrusión rusa.

Como consecuencia de dicha decisión, Estados Unidos suspendió la participación de Turquía en el programa de producción de aviones de combate F-35, lo cual constituyó un duro golpe para Ankara. Por otro lado, Turquía ha criticado que Estados Unidos se haya negado a extraditar al clérigo Fethullah Gülen y que países europeos hayan criticado el récord turco en materia de derechos humanos y democracia, planteando dichas objeciones como escollos para avanzar en un proceso de adhesión a la Unión Europea que lleva más de 30 años de estancamiento.

¿Acercamiento entre Turquía y Rusia?

Asimismo, el acercamiento entre Turquía y Rusia ha generado resquemores dentro de la OTAN. Es preciso señalar que al margen de la voluntad de profundizar la inserción de Turquía en occidente, la adhesión de Turquía en la OTAN se fundamentó en preocupaciones de seguridad de cara a una Unión Soviética que en su momento exigió controlar los estrechos turcos y que ejerció influencia en la política interna del país a través del apoyo a fuerzas políticas de izquierda.

Sin embargo, en la actualidad, Turquía comparte con Rusia una densidad de intereses económicos, comerciales y energéticos. Asimismo, Erdogan y Putin comparten ideas en materia de nacionalismo, su desconfianza de Occidente y su posición crítica frente a la democracia liberal. A pesar de ello, geopolíticamente Rusia y Turquía se encuentran en las antípodas en conflictos como el de Siria y Libia y tienen grandes divergencias de cara a la invasión rusa de Ucrania; por lo que la desconfianza histórica entre ambos países no parece haberse diluido en lo fundamental.

En razón de las divergencias antes expuestas, han surgido voces que sostienen que debido a sus posturas políticas y a su retroceso en materia democrática, Turquía no debería seguir perteneciendo a la OTAN. Sin embargo, el Tratado de Washington no prevé un mecanismo para expulsar a un país miembro, sino solo la posibilidad que un estado aliado se retire. Asimismo, aún si fuera posible expulsar a Turquía, sería un error estratégico que los países miembros no estarían dispuestos a cometer.

Turquía es el país con el segundo ejército más grande de la OTAN y debido a su ubicación geográfica, vínculos históricos y capacidades, tiene una proyección importante de cara a Oriente Medio, el Mar Negro, el Mediterraneo, los Balcanes, el Caúcaso y Asia Central. Adicionalmente, su control sobre los estrechos del Bósforo y los Dardanelos resulta fundamental para conectar la región del Mar Negro con el Mediterráneo para asegurar el flanco este del mediterráneo europeo y controlar el paso de buques militares, granos y fertilizantes.

El bloque turco explicado en clave de política interna

Adicionalmente, para explicar la negativa turca en relación a la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN, no se puede dejar de lado variables de política interna. Desde su llegada al poder, Erdogan ha echado mano del nacionalismo, del islamismo y de un sentido de victimización de Occidente para apuntalar su legitimidad.

Sin embargo, si bien el crecimiento y la inclusión social fueron elementos que fortalecieron la popularidad de Erdogan en sus primeros lustros en el poder; la crisis económica y la inflación galopante ponen en entredicho su continuidad en el cargo más allá del año 2023.

Según sondeos recientes, los opositores alcaldes de las dos principales ciudades del país vencerán a Erdogan en la segunda vuelta de las elecciones del año 2023. Mansur Yavas, Alcalde de Ankara vencería con un contundente 53.9% sobre un 36.5% del actual presidente, mientras que Ekrem Imamoglu,el alcalde de Estambul, obtendría un 49.7% de los votos frente a una 40.8% de Erdogan. Por ello, asumir una postura dura frente a Occidente le podría servir a Erdogan para movilizar a su base electoral y obtener réditos políticos.

El ser parte de la OTAN no solo le brinda a Turquía una garantía de seguridad sobre la base de la defensa colectiva estipulada en el artículo 5 de la carta fundacional de la Alianza, sino que su estrategia de oposición selectiva dentro de la Alianza Atlántica le permite maximizar su poder en los diversos tableros estratégicos en donde juega.

Por ende, si Turquía asumía una posición de fuerza ante sus socios occidentales y logra concesiones que recojan sus preocupaciones de seguridad, sería útil para apuntalar su estatus de potencia regional. Y es lo que ha ocurrido. Si bien es cierto que sí se planteaba como la más posible que el país accediera a levantar el veto respecto a la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN no parecía que fuera ocurrir antes de la Cumbre de Madrid.

A pesar de la negativa inicial de Turquía, el 28 de junio pasado, en el marco de la Cumbre de la OTAN, Finlandia, Suecia y Turquía suscribieron un memorándum trilateral que acabó con el veto turco. A través de dicho acuerdo político, Helsinki y Estocolmo manifestaron su solidaridad con Turquía en el campo de la lucha antiterrorista y en la protección de su seguridad nacional.

Asimismo, se comprometieron a no prestar apoyo al YPG, ni la organización Gulenista denominada FETO y a prevenir las actividades del PKK y de otras organizaciones consideradas terroristas.

Adicionalmente decidieron dejar sin efecto el embargo de armas, revisar los casos pendientes de extradición relacionados a sospechosos de terrorismo y negociar marcos legales que viabilicen la cooperación bilateral en estas materias, teniendo en cuenta lo estipulado en la Convención Europea de Extradición. En virtud de ello, el Gobierno Turco ha logrado que sus demandas fundamentales sean tomadas en cuenta.

Sin embargo, está por verse de qué manera se va a operativizar el contenido de un acuerdo político que es una declaración de intenciones, aunque jurídicamente no establece obligaciones que resulten exigibles para las partes.

Es preciso tomar en cuenta que a pesar que la OTAN ha invitado formalmente a Suecia y Finlandia a unirse a la Alianza Atlántica, la adhesión de dichos países se concretará cuando hayan concluído los procedimientos de ratificación en los  parlamentos de los 30 estados miembros de la organización.

Dicho proceso podría tomar varios meses, y en ese interregno Turquía podría exigir manifestaciones concretas de buena voluntad de Suecia y Finlandia antes de proceder con la ratificación parlamentaria. Por ello, es muy probable que tengan lugar situaciones conflictivas cuando las exigencias de Ankara en materia de cooperación en seguridad choquen con el garantismo europeo y los imperativos de política interna de Helsinki y Estocolmo.

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