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¿Qué es la Autoridad Nacional Palestina y cuál es su futuro?

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ANP LISA NEWS

En medio de una profunda crisis política y social, la dimisión del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) marca un punto crítico en la historia reciente de Palestina. Motivada por la escalada de tensiones en la Franja de Gaza, la guerra con Hamás y la creciente insatisfacción interna, esta renuncia refleja la profunda debilidad y falta de legitimidad que enfrenta la ANP. En este análisis, el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Miquel Ribas, ofrece una visión profunda sobre la situación actual y las implicaciones geopolíticas de esta crisis sin precedentes.

El pasado lunes 26 de febrero de 2024 tuvo lugar la dimisión del gobierno de la Autoridad Nacional de Palestina (ANP). El primer ministro saliente, Mohammad Shtayyeh, ha anunciado su renuncia al presidente, Mahmud Abás, motivada por la situación de la Franja de Gaza, la guerra que mantiene el Estado de Israel con el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), la escalada de tensión en Cisjordania entre colonos israelíes con la población palestina y la incapacidad del gobierno palestino para poner solución a estos problemas.

Sin embargo, el conflicto solamente ha puesto de manifiesto la debilidad y el desprestigio de la ANP, la cual ya estaba sufriendo una crisis de legitimidad en el seno de la población palestina a causa de problemas de corrupción, complicidad y sumisión a Israel. Este hecho queda connotado en la ausencia de elecciones democráticas en Cisjordania desde la escisión de Hamás y Fatah en 2007. Sin embargo, la guerra entre Hamás e Israel pone a la ANP en una tesitura comprometida derivada de la falta de apoyo y la necesidad de una reforma o refundación interna que hasta ahora Abás y los principales cuadros de Fatah y la ANP se han negado a dar.

Los orígenes: del Movimiento Al Fatah a la ANP

Los orígenes de la ANP se remontan a 1959. En este año, Yassir Arafat fundó el Movimiento de Liberación Nacional Palestino (Fatah o Al-Fatah). Se trata de una organización política de matriz laica y secular, fundada por miembros de la diáspora de refugiados surgida tras la Nabka (la desgracia), que perseguía la oposición a la ocupación de Israel de los Territorios palestinos. En 1964, junto con la agrupación de otras organizaciones, fundaron la Organización para la Liberación Palestina (OLP) la cual seguía las líneas doctrinales de Fatah, pero que incorporaba, al mismo tiempo, el concepto palestino. Esto con el objetivo de crear un sentimiento de vinculación de los árabes expulsados de Palestina, rompiendo con el término refugiado o fellahin (campesinos) de la Gran Siria que se les había dado hasta el momento.

Las actividades de Fatah a menudo se vieron envueltas con el terrorismo, ya que para Arafat la violencia estaba justificada como medio de dar visibilidad a la causa palestina, especialmente tras la Guerra del Yom Kippur, la cual consolidó al Estado de Israel como potencia hegemónica de Oriente Medio y marcó el inicio del fin de la ideología panarabista. 

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Sin embargo, a partir de la década de los ochenta, la OLP empezó a renunciar a la lucha armada abogando por la diplomacia. Obtuvo algunos triunfos reseñables como la resolución de la Liga Árabe que definía a la OLP como “el único representante del pueblo palestino”.

Los acuerdos de Oslo implicaron un reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP, la cual devino en la ANP que adquiría la condición de organización autónoma administrativa. Sin embargo, la diplomacia no solventó los problemas de los refugiados palestinos, quienes sufrían desde la Nabka de 1948 unas condiciones de vida precarias sin esperanza de mejora. En este contexto de desamparo, tuvo lugar la Primera Intifada que propició, en 1987, el nacimiento de Hamás, el cual, contrariamente a la ANP, se oponía a la diplomacia a través de la yihad y a reconocer la existencia del Estado de Israel. 

Por el contrario, la llegada al poder de Netanyahu y Ariel Sharon, representantes del conservadurismo o la derecha sociológica israelí, prosiguieron con la ocupación. Además, Arafat mostró una actitud cobarde y arrogante siendo reacio a aceptar propuestas de resolución al conflicto aumentando la desconfianza mutua que dificultó el proceso de paz a pesar de las propuestas de los primeros ministros Ehud Barak, en la Cumbre de Paz del año 2000 celebrada en Camp David y Ehud Olmert, en la Conferencia de Annapolis en 2007.

Muerte de Arafat y mandato de Abás: el fracaso diplomático

Yassir Arafat se ha consolidado, históricamente, como el líder indiscutible de la OLP y de Fatah, a pesar de errores significativos que ha cometido actuando más como un autócrata que un estadista. En 2004 murió y se abrió el proceso para elegir a su sucesor.

Este evento abrió la lucha por la sucesión del poder en el seno de la ANP motivada, del mismo modo, por el ascenso de Hamás y de la Yihad Islámica. Para contrarrestar el crecimiento de los islamistas, Fatah consideró necesario acordar una figura que encabezara la ANP, la OLP y el propio Fatah sin ninguna disputa sobre ellos a nivel regional e internacional. Rawhi Fattouh asumió la presidencia de la Autoridad Palestina, seguido de la elección de Mahmud Abás como Presidente de la Autoridad Palestina con el 63% de los votos, superando a Mustafa Barghouti, su competidor más destacado, que obtuvo el 19,18% de los votos.

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De este modo, Abás llegó a la Presidencia de la ANP. Sus inicios fueron convulsos en tanto en cuanto las tensiones entre Hamás y Fatah se incrementaban en torno a la disputa por el liderazgo de la causa palestina y sus diferentes enfoques sobre las acciones a emprender. La ruptura se dio en  2007 tras las elecciones de 2006, cuando los islamistas se hicieron con el control de la Franja de Gaza mientras Fatah consolidó su control en Cisjordania, aunque por primera vez se vio temeroso de perder su dominio con el varapalo electoral en Gaza. 

La orientación política dada por Abás a lo largo de su mandato se ha basado en el impulso de la diplomacia y la negociación con Israel en temas como la seguridad y la cooperación internacional. Uno de sus mayores éxitos se ha obtenido en el reconocimiento del Estado palestino que le da visibilidad participando como Estado observador en diversos foros y organizaciones internacionales, tales como la Asamblea General de la ONU, la Unión Africana, la Liga Árabe o el Movimiento de Países no alineados. Además, dispone de todo un conjunto de estructuras de Estado en el exterior, como embajadas u oficinas de representación diplomática en aquellos Estados que mantienen relaciones con la ANP, pero que no le reconocen oficialmente. Esta participación le dota de un carácter de sujeto político independiente y soberano. Sin embargo, más allá que de jure haya un número importante de Estados que les reconozcan, de facto el reconocimiento vale de poco en tanto en cuanto ningún Estado ha emprendido acciones reales y significativas para apoyar a los palestinos frente a la brutalidad israelí. 

Al mismo tiempo, Abás se ha enfrentado a la falta de legitimidad en torno a su figura, puesto que su elección como presidente tuvo lugar en 2005 y, teóricamente, expiraba en 2009. Sin embargo, no se convocaron elecciones y estas aún no se han dado derivadas del progresivo desprestigio que la ANP y Fatah tienen en Cisjordania y el temor a perder el poder en beneficio de Hamás. Además, internamente, la ANP en su toma de decisiones se ha visto reducida a un selecto grupo de miembros del Comité Central y del Consejo Revolucionario de Fatah. No obstante, a lo largo de estos años, Abás se ha seguido siendo el único candidato a nivel del Comité Central de Fatah, al menos a nivel de la dirección.

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Su política exterior tampoco ha ofrecido resultados halagüeños, mostrando cierto grado de apartamiento. Tras los incidentes de Al Aqsa, que tuvieron lugar en 2016, donde unos colonos judíos accedieron a la explanada de las mezquitas y que fue respondida por los palestinos como una provocación. El evento intensificó los contactos diplomáticos entre Obama, su secretario de Estado, John Kerry, el rey de Jordania, Abdalá II, y el primer ministro israelí, Netanyahu sin Abás. La exclusión del presidente de la ANP ya empezó a mostrar síntomas de aislamiento que se incrementaron con la mejora de las relaciones entre Hamás y algunos países como Egipto o Qatar, y los posteriores Acuerdos de Abraham entre Israel y algunos Estados árabes.

Al mismo tiempo, el enfoque diplomático y de diálogo con Israel impulsado por Abás no ha dado ningún resultado, ya que Israel, con base en los Acuerdos de Oslo, se ha permitido subyugar a los palestinos y a sus líderes actuales, donde se le ha permitido que su agenda colonial de asentamientos siga adelante con impunidad y sensación de control creando, en los Territorios Palestinos ocupados, diversos bantustanes.

Todo ello explica la deslegitimación de la ANP y del liderazgo de Abás. Los palestinos han visto que el autogobierno sin soberanía les ha hecho ser cada vez más dependientes de Israel ante la decisión de sus representantes (carentes de legitimidad) de cooperar y aceptar la total dependencia de Israel.

La Tormenta Al Aqsa y la Guerra entre Hamás e Israel: la debilidad de la ANP

Una de las razones por las cuales Hamás decidió lanzar la operación Al Aqsa no fue para destruir al Estado de Israel (el cual es imposible derrotar con los medios de que Hamás dispone), sino para deslegitimar a la ANP. Desde su ruptura, en 2007, ambos han pugnado por la representación del pueblo o la causa palestina desde diferentes ópticas. Hamás ha recuperado el modus operandi de la OLP durante sus primeros años a través de las acciones violentas, mientras la ANP ha orientado sus esfuerzos al diálogo, la cooperación y la diplomacia (con resultados no muy satisfactorios). 

En este punto es interesante tener en cuenta algunos datos sobre el apoyo de las acciones violentas por parte de la población palestina, puesto que, ya antes de la Guerra, el 54% de los palestinos considera la lucha armada como el medio más eficaz para poner fin a la ocupación israelí y construir un Estado independiente. Un apoyo que asciende al 71% en torno al uso de acciones violentas o relacionadas con el terrorismo.

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El principal motivo que explica la creciente popularidad de la lucha armada y el uso de la violencia como medio para poner fin a las acciones expansionistas israelíes se deriva principalmente de la crisis que atraviesa la ANP. Esta se debe al estancamiento del proceso de negociación entre israelíes y palestinos y la imposibilidad de la ANP para constituir un Estado palestino, ya que se trata de un organismo donde las estructuras patriarcales descuidan la promoción de su joven guardia y en la cual abunda el clientelismo, la gerontocracia y la corrupción de sus cuadros.

Además, según un estudio llevado a cabo por “El Centro Palestino de Investigación de Encuestas y Políticas” (Palestinian Centre for Policy and Survey research en inglés) denota unos resultados interesantes que indican que en la guerra en curso entre Hamás e Israel en la Franja de Gaza ha tenido un impacto significativo en una serie de cuestiones internas palestinas. Los resultados más significativos obtenidos muestran que el apoyo de Hamás se ha triplicado en la zona de Cisjordania, gobernada por la ANP, al tiempo que el apoyo hacia Abás y la ANP ha caído sustancialmente, hasta el punto en que el 90% de los encuestados demandan la dimisión de Abás (con un apoyo mucho más elevado en territorio cisjordano que no en la Franja de Gaza).

Fuente: Palestinian Center for Policy and Survey Research

Fuente: Palestinian Center for Policy and Survey Research

Estos dos gráficos muestran la crisis de legitimidad del presidente Abás así como de la ANP y de Fatah con el dato sorprendente que quienes más les deslegitiman son los propios ciudadanos palestinos que habitan en la región de Cisjordania y que se encuentran bajo su gobierno mientras que en la Franja de Gaza aun teniendo una visión negativa su índice de aprobación es más elevado (excepto Fatah que está casi equilibrado).

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Todo ello refleja la crisis estructural en la que se encuentra la ANP y el presidente Abás al tiempo que no se divisa un futuro claro, puesto que esta encuesta denota el hartazgo de los palestinos en torno al gobierno de la ANP, creando un dilema tanto en Fatah como en los dirigentes de la ANP los cuales si convocan unas elecciones para buscar legitimación, muy probablemente, se van a arriesgar a perder su poder ante el ascenso de Hamás.

¿Y el futuro?: renovarse o morir

A pesar de la visión negativa que la población tiene hacia sus representantes, de la dimisión del gobierno de la ANP al verse desbordado por la situación de la Guerra, y la imposibilidad de tomar decisiones de persuasión de Israel a causa de su fuerte debilidad, no se espera que se den elecciones en Cisjordania.

Se trata de un proceso que carece, actualmente, de mecanismos constitucionales y que la ANP y Fatah están divididos entre facciones distintas con intereses diferentes. Las tensiones entre ellas no se han dado al compartir el liderazgo de la figura de Abás. Por el contrario, en el contexto actual (como reflejan los resultados de la encuesta del Centro Palestino), el candidato de Hamás, Ismail Haniyyah ganaría las elecciones frente a Abás y a Fatah. 

Fuente: Palestinian Center for Policy and Survey Research

En este punto los resultados auguran que el único candidato capaz de ganar a ambos (tanto a Abás como a Haniyyah) sería el político palestino Marwan Barghouti, preso actualmente en Israel y que es considerado como el candidato con el perfil político capaz de unir a ambas facciones y reunificar al Movimiento Palestino.

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Sin embargo, el problema es que está preso en Israel, donde la mayoría de la opinión pública israelí y la mayoría de la Knesset (Parlamento de Israel) la cual, por amplia mayoría, rechazan el reconocimiento de un Estado palestino. Por tanto, es poco probable que Israel autorice su liberación si esto implica reforzar a la causa palestina, a pesar de que Washington aboga por revitalizar la ANP y, seguramente, tengan en mente a Marwan Barghouti como potencial sustituto de Abás para intentar enderezar la situación de los palestinos ante la incapacidad que han demostrado para disuadir a Israel y a Netanyahu de reducir la brutalidad de los ataques contra los civiles palestinos en Gaza.

Fuente: Palestinian Center for Policy and Survey Research

La reunión intrapalestina auspiciada por Rusia del 29 de febrero al 2 de marzo deviene interesante, pues Moscú ha invitado a todas las facciones que integran el movimiento palestino (tanto ANP, Fatah como Hamás). Es probable que se traten dos temas principales. Por un lado, la formación de un gobierno de tecnócratas que reemplace al actual. Por otro lado, la integración de Hamás y la Yihad Islámica en la OLP.

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A pesar de que Moscú puede intentar reorganizar la estructura de la ANP para adaptarla al nuevo contexto político, es bastante difícil que pueda dar frutos, pues atraviesa crisis económicas y parece inactivo para hacer frente a los incidentes de seguridad que tienen lugar en Cisjordania. Del mismo modo, muestra un declive en sus relaciones con Israel. El problema es que a Abás no se le pasa por la cabeza la idea de dimitir o convocar a elecciones, sino que amenaza con disolver la ANP con la esperanza de persuadir a Israel a reanudar las negociaciones de paz. Igualmente, es poco probable que emerja un candidato de consenso entre todas las facciones y cuadros de Fatah y las otras organizaciones integradas en la ANP. Una situación que abre un gran interrogante sobre el futuro a raíz de la ya avanzada edad de Abás y la fragilidad de su salud.

En este punto es interesante ver el choque que puede plantear la hostilidad entre Abás y Marwan Barghouti, el cual el último parece recabar mayores niveles de apoyo entre los cuadros de Fatah y los círculos palestinos frente al presidente actual que, más allá de su mengua de popularidad y apoyo no muestra interés en dimitir y el hecho que en el caso de Barghouti, de momento, no hay perspectivas de una inminente liberación.

En cualquier caso, la guerra entre Israel y Hamás ha puesto de manifiesto que ha llegado el momento de la ANP de transformarse y cambiar su senda política, que ha sido denostada por sus ciudadanos ante la falta de resultados y la frustración en sus expectativas de mejora. Ha llegado el momento de renovarse o morir

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