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Groenlandia: agua, recursos y poder en el nuevo orden mundial

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Groenlandia.

Groenlandia emerge como un territorio clave en la geopolítica del siglo XXI. Su deshielo acelerado revela valiosos recursos naturales y abre nuevas rutas marítimas. En este artículo, la alumna del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Rosalía Fernández analiza cómo el agua dulce, las tierras raras y la ubicación estratégica redefinen su papel en el nuevo orden mundial.

Groenlandia, la isla más grande del planeta, ha dejado de ser una periferia helada para convertirse en un epicentro estratégico global. Su deshielo acelerado, impulsado por el cambio climático, ha expuesto vastas reservas de agua dulce y minerales críticos. Además, ha abierto nuevas rutas marítimas en el Ártico, reconfigurando las dinámicas de poder internacional.

El deshielo como catalizador geopolítico

El cambio climático está alterando rápidamente el paisaje de Groenlandia. En julio de 2021, se perdieron más de 8.500 millones de toneladas de hielo en un solo día.

Este proceso no solo contribuye al aumento del nivel del mar, sino que convierte a Groenlandia en un actor clave. No solo por su posición geográfica estratégica entre América del Norte, Europa y el Polo Norte, sino también por su potencial como «banco azul» de agua dulce. Esto cobra relevancia en un mundo cada vez más escaso de este recurso vital.

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El deshielo también está abriendo nuevas rutas marítimas en el Ártico, reduciendo drásticamente el tiempo de travesía entre Asia y Europa. China, con su iniciativa de la Ruta de la Seda Polar, y Rusia, con su militarización de la región, son actores clave que buscan dominar estas rutas emergentes, lo que convierte al Ártico en un escenario de competencia global.

Minerales críticos y transición energética

Bajo su superficie reposan tierras raras, uranio, níquel y otros minerales clave para las industrias tecnológica, energética y de defensa.

Groenlandia concentra cerca del 38 % de las reservas no explotadas de tierras raras fuera de China. Esto la convierte en una pieza clave de la transición energética global. Estos recursos, esenciales para la producción de tecnología avanzada y energías renovables, posicionan a Groenlandia como un territorio altamente codiciado por las grandes potencias.

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La creciente demanda de estos minerales ha aumentado el interés de países como Estados Unidos y China. Esto añade otra capa de complejidad a la competencia geopolítica en la región. Además, la OTAN observa con atención las dinámicas de poder en el Ártico, dada la importancia estratégica de los recursos naturales y las rutas de navegación.

Competencia estratégica: EE. UU., China y Rusia

Groenlandia ha sido un actor central en la geopolítica del Ártico, especialmente desde la Guerra Fría. Estados Unidos, con su base aérea de Thule, mantiene una presencia histórica y ha reforzado su interés económico y diplomático desde 2019. La posición estratégica de la isla, cercana al Círculo Polar Ártico, es clave para la defensa del hemisferio occidental, especialmente ante las crecientes tensiones con China y Rusia.

China, por su parte, ha intentado posicionarse como una potencia «casi ártica», promoviendo la Ruta de la Seda Polar y realizando inversiones en infraestructura ártica. Sin embargo, sus esfuerzos han sido bloqueados en varias ocasiones, lo que ha llevado a Pekín a buscar otras formas de influencia en la región.

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Por su parte, Rusia ha militarizado su costa ártica y controla la mayor flota de rompehielos nucleares del mundo. Esto le otorga una ventaja considerable en el control de las rutas marítimas emergentes y en el acceso a los recursos bajo el hielo. Moscú ve en Groenlandia y el Ártico en general un espacio estratégico para proyectar su poder.

Gobernanza e independencia en debate

Desde 2009, Groenlandia goza de autogobierno, pero las áreas de economía, defensa y política exterior siguen estando bajo la tutela de Dinamarca. Sin embargo, el creciente interés de potencias extranjeras en la región ha reactivado el debate sobre la independencia de la isla. Muchos inuit, el pueblo indígena de Groenlandia, temen que la absorción de Groenlandia por otras potencias, especialmente Estados Unidos, podría poner en peligro su autonomía cultural y política.

A pesar de los avances en autogobierno, la identidad inuit sigue siendo un tema de discusión y preocupación, ya que muchos rechazan cualquier intento de invasión cultural o política. La relación de Groenlandia con Dinamarca, aunque históricamente de cooperación, también ha estado marcada por tensiones internas, especialmente entre los inuit y las autoridades danesas.

En este contexto, la cuestión de la independencia de Groenlandia podría concretarse hacia 2035, lo que abriría la puerta a nuevos equilibrios políticos en la región. Sin embargo, este camino no estaría exento de desafíos, especialmente en términos de seguridad, gestión de recursos y la presión de actores externos.

Escenarios futuros hacia 2035

Los escenarios prospectivos para Groenlandia en los próximos años podrían tomar varias direcciones:

  • Asociación especial con EE. UU.: Groenlandia podría obtener una autonomía ampliada en términos de política interna, pero con un fuerte apoyo estratégico y financiero de Estados Unidos. Esto podría incluir bases militares y acuerdos sobre la explotación de recursos naturales. La relación con EE. UU. podría proporcionar estabilidad económica y seguridad, pero también podría generar tensiones internas, especialmente entre los inuit que rechazan cualquier forma de dependencia externa.
  • Independencia vulnerable: Aunque Groenlandia podría alcanzar una independencia formal, esta sería vulnerable a presiones externas y conflictos por el control de los recursos. El manejo de sus vastos recursos naturales, como el agua dulce y los minerales, sería clave para su sostenibilidad económica. Sin embargo, sin una infraestructura de defensa propia, Groenlandia podría quedar expuesta a las influencias de grandes potencias como Estados Unidos, Rusia y China.
  • Reintegración con Dinamarca bajo tutela OTAN: Otra posibilidad es la reintegración con Dinamarca, lo que implicaría un refuerzo de la soberanía danesa y la integración plena en la OTAN. Este escenario podría proporcionar estabilidad en términos de seguridad, pero probablemente aumentaría las tensiones internas entre los inuit y las autoridades danesas. Además, Groenlandia seguiría siendo un punto estratégico para las potencias occidentales en la competencia por los recursos del Ártico.

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Groenlandia, un actor clave en la geopolítica del Ártico, está en una encrucijada histórica. Su futuro está marcado por el deshielo, los recursos naturales y la competencia de grandes potencias. La autonomía inuit y la soberanía de Groenlandia estarán en el centro de los debates sobre su futuro, con actores internacionales que intentarán influir en el destino de la isla.

Al mismo tiempo, Groenlandia anticipa las nuevas lógicas del poder global en el siglo XXI, donde los recursos naturales, la posición estratégica y la competencia internacional redefinen la política global.

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