En Tianjin 2025, la Organización de Cooperación de Shanghái busca consolidarse como un actor central en la geopolítica mundial. En este artículo, Roberto Pozas Lázaro, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute analiza su evolución. El bloque apuesta por cooperación económica, tecnológica y militar, pero queda la incógnita de si podrá ser una alternativa real al orden occidental.
La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) es una organización internacional orientada a la cooperación en múltiples ámbitos. Desde su creación ha puesto especial énfasis en la seguridad y la defensa. Esto ha llevado a compararla en ocasiones con la OTAN, aunque existen notables diferencias en objetivos y estructura.
Sin embargo, junto a esta dimensión, también resultan fundamentales sus proyectos en materia económica, industrial y diplomática. Fue fundada en la ciudad homónima hace más de dos décadas. En la actualidad está compuesta por ocho Estados miembros: China, Rusia, India, Pakistán, Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán, Tayikistán y Bielorrusia.
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Además, cuenta con Estados asociados o en proceso de adhesión, como Egipto, Turquía, Irán, Armenia, Azerbaiyán, Malasia, Camboya o Sri Lanka, entre otros. Todo ello la consolida como la principal organización internacional con verdadera capacidad para actuar como contrapeso frente a las alianzas occidentales.
Tianjin 2025
La última cumbre se celebró entre el 31 de agosto y el 1 de septiembre en Tianjin, China. Esta ciudad simbolizó en el pasado la subordinación frente a Europa tras los «Tratados Desiguales». El encuentro representa un paso más en la estrategia de Pekín y Moscú hacia un orden internacional multipolar. Ese modelo se basa en el desarrollo tecnológico, económico y en la cooperación política.
Según el académico francés Philippe Le Corre, especialista en estudios sobre China, la OCS se ha convertido en la única organización con la magnitud suficiente para albergar tales ambiciones. Incluso ha superado con creces a los BRICS.
Entre los principales temas tratados destacan, la lucha contra el terrorismo o el fortalecimiento de la cooperación interestatal. En su discurso inaugural, Xi Jinping llamó a abandonar la narrativa de Guerra Fría y a avanzar hacia el multilateralismo basado en la soberanía de los Estados. Además, rechazó las políticas comerciales de Washington, calificándolas de coercitivas y unilaterales.
De esta cumbre surgió el denominado Pacto de Tianjin, que contempla entre otras medidas, la consolidación del multipolarismo como principio rector de la sociedad internacional, la creación de un Banco Internacional para el Desarrollo y el establecimiento de una plataforma de cooperación energética. La nueva institución financiera, promovida por China, estará destinada a financiar proyectos entre los Estados miembros de la Organización.
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No obstante, en un inicio Moscú mostró sus reticencias. Rusia ya contaba con una institución similar: el Banco de Desarrollo Euroasiático. Finalmente, el Kremlin terminó aceptando la iniciativa china.
Además, Pekín impulsó otras medidas. Una de ellas fue la creación de una plataforma de cooperación en energías renovables. También ofreció a los Estados miembros la posibilidad de adherirse a su sistema satelital BeiDou en sustitución del GPS estadounidense. Por último, Xi Jinping anunció créditos por valor de 1400 millones de dólares. El objetivo era asistir a sus socios en la implementación de los programas acordados.
Implicaciones geopolíticas
Las implicaciones del acuerdo son de gran alcance, considerando que la OCS representa cerca de la mitad de la población mundial y más de una cuarta parte del PIB global. Para China, la cumbre fue una demostración de que es un socio fiable y capaz de rivalizar con Estados Unidos, presentándose como un “poder global responsable”. Además de imponer sus propuestas clave, Pekín logró acercar posiciones con India, debilitando la influencia de Washington sobre Nueva Delhi.
También reforzó su papel en Asia Central. El aumento de los lazos económicos y comerciales con los países de la región se complementa ahora con proyectos institucionales. Entre ellos destacan el Banco para el Desarrollo, la cooperación energética y la infraestructura asociada a estos planes.
El gigantesco desfile militar celebrado tras la cumbre, con armamento de última generación, reforzó la imagen de China como potencia global. Además, mostró su capacidad de proyección planetaria.
Todo esto entra en la lógica de Pekín de consolidarse como superpotencia global. Al mismo tiempo busca erosionar el sistema de Bretton Woods y la hegemonía del dólar. El objetivo es favorecer un mayor protagonismo del yuan.
Rusia, por su parte, salió reforzada en el plano diplomático. Encontró en la OCS y en la «asociación estratégica» RIC (Rusia, India y China) un espacio de oxígeno. Esto ocurre en medio de la presión económica y política que sufre por parte de Occidente.
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No obstante, Moscú debe equilibrar su creciente dependencia de Pekín. Para ello necesita fortalecer sus vínculos con Nueva Delhi. Este país actúa como contrapeso frente a la vasta influencia china.
India, tradicionalmente más alineada con Occidente, también desempeñó un papel clave en la cumbre, consiguiendo la condena de los atentados en Cachemira.
Su estrategia de autonomía estratégica balanceada le permite participar en proyectos con Rusia y China sin comprometerse en alianzas militares plenas. Al mismo tiempo coopera con socios occidentales como Australia, Japón o Reino Unido.
Las políticas de Washington han animado a Nueva Delhi a buscar un mayor margen de maniobra. En este contexto, la OCS se presenta como un marco idóneo para sus ambiciones de proyección internacional.
Limitaciones internas
Pese a los avances alcanzados, la OCS enfrenta limitaciones estructurales que impiden que verdaderamente se consolide como un bloque alternativo al occidental.
Entre las limitaciones destacan las desavenencias y reclamaciones territoriales históricas entre India y Pakistán. También sobresale la rivalidad y la desconfianza mutua entre India y China.
Aunque estas tensiones se mitigaron durante la cumbre, siguen latentes. Prueba de ello fue la reciente visita de Narendra Modi a Japón antes del encuentro.
Además las diferencias en cuanto a objetivos estratégicos entre las principales potencias, Rusia, India y China, complican más una organización unificada.
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Otra de las grandes limitaciones estructurales es la carencia de un entramado institucional robusto. A diferencia de la OTAN o la UE, la OCS no dispone de un mando militar integrado. Tampoco cuenta con un órgano común de toma de decisiones. Esa ausencia limita gravemente su capacidad de acción de forma coordinada y eficaz.
Todas estas limitaciones, entre otras, impiden que la OCS avance más allá de una plataforma de cooperación y proyección internacional a una organización más consolidada y unida.
Conclusión
La cumbre de Tianjin ha reforzado a la OCS como referente del Sur Global y como núcleo de un orden internacional basado en el multipolarismo que desafía directamente al bloque occidental.
China se erige como el «líder» de este bloque, Rusia encuentra en ella un respiro político y económico en medio de su aislamiento, e India reafirma su estrategia de autonomía de autonomía estratégica.
No obstante, las limitaciones internas y estructurales plantean que la Organización de Cooperación de Shanghái aún no pueda considerarse como una verdadera alternativa a occidente. Pese a esto, la cumbre de Tianjin no solo redefine el contexto y las dinámicas regionales de Asia, sino que plantea el mayor cuestionamiento al orden internacional hasta la fecha.
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