Este artículo Artiom Vnebraci Popa analiza el primer año tras la caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria. Examina cómo se consolidó el poder de HTS, las tensiones internas y externas del nuevo gobierno, y las implicaciones regionales e internacionales de esta reconfiguración.
El 8 de diciembre de 2024, el colapso total del régimen de al-Assad tuvo lugar durante la ofensiva militar promovida por Hay’at Tahrir al-Sham (HTS) y la Sala de Operaciones del Sur. Fue el fin de más de 50 años de mandato dinástico caracterizado por narcocapitalismo, clientelismo, corrupción y represión (muerte y tortura incluida) de la disidencia.
Pero lo realmente interesante de tal «transición» fue la velocidad de esta. Durante años el conflicto mantenía una definición congelada y, en cuestión de semanas, el aparato estatal fue desmoronado y superado. Desde el inicio del asalto (que no de los preparativos), las fuerzas rebeldes llegaron desde Alepo hasta Damasco en once días. Las instituciones y fuerzas públicas colapsaron, colaboraron o simplemente no intervinieron. Esto reveló la seria problemática de un Estado con autoridad parcial y muchos vacíos de poder.
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La controvertida llegada del HTS al gobierno y su parcial reconocimiento internacional representan no solo un cambio de liderazgo. También marcan una fractura comparable a la Revolución iraní, la invasión de Irak o las diferentes primaveras árabes.
¿Por qué cayó el gobierno de Al-Assad?
La vertiginosidad del colapso del régimen de la dinastía Al-Assad se debía en gran parte a características multidimensionales. Por un lado, la degradación de las instituciones públicas, el desempleo, la poca prospectiva de futuro y la inseguridad regional formularon una amplia base de descontento. Esto, combinado con políticas extractivistas por parte de las élites sirias, combinado con sanciones internacionales, redujo el PIB del país a menos de la mitad de su valor inicial en 2010. Ocho de cada diez sirios vivían en situación de precariedad.
Por otro, la mala preparación tanto técnica como operativa por parte de las fuerzas oficialistas sirias fue una de las vulnerabilidades logísticas más fundamentales. Rusia e Irán habían mandado cantidades notables de material militar al gobierno de al-Assad, pero décadas de corrupción sistémica posibilitaron la descomposición institucional y la reventa de tales materiales, que nunca acababan de llegar a las fuerzas de seguridad. Esta cleptocracia estructural por parte de las élites oficiales sirias fue la causa de la indisposición técnico-operativa de los militares.
A su vez, el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023 cambió activamente la política exterior israelí. El Estado judío buscó debilitar el Eje de la Resistencia liderado por Teherán vía operaciones militares y financiación quirúrgica. Desde ataques aéreos a Yemen, la guerra de guerrillas contra Hezbollah en el Líbano, la ocupación de Gaza y el intercambio de misiles con Irán fueron (y son) una modalidad estratégica que busca debilitar varios actores coordinados simultáneamente (generando caos y posible rechazo futuro a la cosmovisión iraní). Así, la degradación de tales aliados regionales del régimen sirio oficialista privó al mismo de su garante de seguridad más continuista.
De forma simultánea, la Federación Rusa se encontraba cada vez más enfrascada en la guerra de Ucrania. Esto desviaba sus recursos adjudicados a política exterior. Los propios analistas iraníes avisaron a Assad sobre la posibilidad de una rebelión de HTS. Sin embargo, esta advertencia llegó bastante tarde para revertir dinámicas comunitarias y operacionales que tardaron años en fraguar.
Transición, estrategia y sectarismo tras la caída de al-Assad en Siria
La consecutiva victoria de HTS y el establecimiento del gobierno de transición bajo el personalismo de Ahmed al-Sharaa (antes conocido como Abu Mohammed al-Golani) se han caracterizado por tensiones de base. Estas tensiones surgen entre proyecciones inclusivas narradas en el discurso y las realidades tercas del aparato político-militar de los nuevos líderes del país.
El Mando de HTS estableció de forma rápida el control sobre Damasco y otras áreas estratégicas, iniciando un realineamiento político. La nueva Declaración Constitucional del 13 de marzo otorgó a al-Sharaa grandes poderes ejecutivos para los siguientes cinco años.
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Esto ha comenzado a generar preocupaciones sobre si la fase de transición es realmente una reforma democrática genuina. O si, por el contrario, es una forma gradual de institucionalización de la dominación política de HTS. HTS y el Gobierno de Salvación controlan directamente ministerios estratégicos, empresas públicas, política exterior, poder judicial y territorios con recursos clave. También dominan la apertura al Mediterráneo Oriental. Esto contradice las promesas de pluralismo y descentralización.
La designación oficial de al-Sharaa como presidente en enero de 2025, aunque formulada en un marco de inclusión y respeto hacia las minorías étnico-religiosas de Siria, fue recibida con escepticismo. Varias comunidades que históricamente se alinearon con el régimen de al-Assad manifestaron cierto rechazo ante esta designación.
Se reportaron múltiples incidentes y asesinatos de personas pertenecientes a grupos minoritarios en Siria, como los alauitas, los drusos y los cristianos. Desde el nuevo oficialismo se afirmó que tales bajas fueron provocadas por «fuerzas residuales» de los tradicionalistas pro-Assad. Sin embargo, algunos grupos responsables de estas atrocidades fueron reconocidos como miembros de las nuevas Fuerzas Armadas interinas.
De esta forma, el desafío futuro radica en la capacidad evolutiva de HTS desde una organización yihadista con vínculos a Al-Qaeda en un actor internacional capaz de absorber un Estado multiétnico y multiconfesional.
¿Y qué pasa con los kurdos?
La cuestión kurda constituye uno de los desafíos más complicados de la transición siria. El 10 de marzo de 2025, Mazloum Abdi (nuevo comandante de las Fuerzas Democráticas Sirias kurdas) firmó un acuerdo para formular las bases de un plan de integración del ejército rebelde kurdo en el nuevo ejército sirio. Este principio de acuerdo fue bienvenido por la ONU, EE. UU. y la UE.
Sin embargo, las barreras y límites para implementar tal plan son múltiples. El nuevo gobierno de Damasco y las FDS se diferencian en cuanto a cómo se debe gobernar: de forma centralizada o descentralizada. También, el grado de integración militar es un punto conflictivo. Las FDS no se niegan a la interiorización en el nuevo gobierno, pero desean permanecer semiautónomas (algo que Damasco no puede permitir en su narrativa unificadora).
Hasta diciembre de 2025, ha habido muchos incumplimientos operativos por parte de Damasco en relación con las promesas hechas a las FDS. A su vez, el control de las FDS sobre áreas con mayorías árabes se ha convertido en un caldo de cultivo para el nuevo gobierno sirio. Sin embargo, los regimientos kurdos no piensan ceder tan fácilmente algo que han «cuidado» durante años.
Por su parte, Turquía se opone a un federalismo al estilo iraquí en Siria. Además, exige que las FDS se integren al nuevo gobierno y que se expulse del país a los combatientes asociados al PKK.
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Esto pone en tesitura a Damasco, ya que muchos de estos y estas combatientes fueron los que ayudaron a tumbar el régimen de Al-Assad. Expulsarlos sería enviar un mensaje contradictorio. Si la excusa para derrocar a la dinastía Assad fue que no cuidaban a sus propios ciudadanos, ¿qué mensaje transmite HTS si expulsa, por petición de actores extranjeros, a sus propios «revolucionarios»?
De momento, la integración y el acuerdo se encuentran congelados. Las FDS tienen preocupaciones sobre el trato que reciben grupos étnicos minoritarios, como los alauitas y los drusos, por parte del ejército sirio.
En septiembre de 2025, el presidente sirio ha afirmado que Turquía podría tomar acción militar contra las FDS si no se logra la integración con rapidez. Esto se traduce en una forma de presión sobre los kurdos sirios para que acepten con rapidez términos desfavorables.
Implicaciones regionales e internacionales tras la caída de al-Assad y la reconfiguración del poder territorial sirio
Esta nueva transformación del poderío territorial en Siria ha propiciado una reconfiguración geopolítica interesante. Turquía proyecta a Siria como pieza necesaria en su visión neo-otomana. Estados Unidos reduce ciertos compromisos militares sin dejar de lado la lucha contra el ISIS.
Israel busca la consolidación de un Estado tapón o zona de amortiguamiento que no contenga amplia influencia iraní. Los Estados del Golfo intentan reinsertar a Siria en una gobernanza regional más estable. Y Rusia junto con Irán intentan reconvertir y limitar la magnitud de sus pérdidas.
Tal reconfiguración se caracteriza por unatransición no solo interina y nacional, sino también basada en un sistema regional multipolar. En este escenario, actores intermedios como Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos e Israel ejercen una autonomía emergente frente a potencias que tradicionalmente dominaban la región.
La limitada capacidad de Teherán y Moscú para contener la caída del régimen baazista expuso debilidades en su estrategia y en su influencia. Esto debilitó la narrativa de un bloque cohesionado y capaz de antagonizar el orden occidental. Como respuesta, Irán y Rusia formularon un nuevo pacto reactivo que busca reforzar la cooperación en defensa, tras perder el Levante como posible espacio de dominio.
Rusia se encuentra en reorientación de su influencia hacia África, como forma compensatoria de la pérdida de influencia en Oriente Próximo. A pesar de ello, y el rechazo del nuevo gobierno de Damasco hacia la política de acogida de Al-Assad y su familia en Moscú, las dos bases operativas de las fuerzas rusas seguirán operando por el cierre de un nuevo contrato energético necesario para Siria.
A su vez, Estados Unidos comienza a enfrentar un dilema estratégico. Se tambalea entre reducir cierta presencia militar, pero tampoco quiere ceder terreno al ISIS ni a competidores regionales.
De momento, el gobierno sirio se aproxima a Washington mediante la cooperación antiterrorista y la formación en guerra de guerrillas para las fuerzas militares estadounidenses. La reunión entre Trump y al-Sharaa simbolizó esta fase. También promovió el levantamiento de sanciones bajo la Ley Caesar y la reapertura de la embajada siria en Washington.
Por otro lado, tal arquitectura política emergente en el Próximo Oriente tiene consecuencias fundamentales para otros nodos de conflicto. En Yemen, la contracción del eje iraní reduce capacidad de apoyo a los hutíes, obligándolos a adoptar tácticas reactivas. En el Líbano, la pérdida del corredor sirio-libanés ha debilitado considerablemente la economía logística de Hezbollah.
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Hamás, por otro lado, observa cómo gran parte del respaldo regional a sus políticas se encuentra en erosión acelerada. Los múltiples Estados del Golfo se enfocan en la reconstrucción siria, inversión e infraestructura, posibilitando la contención de rivalidades inter-sunitas.
Por su parte, Israel ha celebrado la caída de Assad, ya que esto representa una reducción de las capacidades militares sirias. También implica la disminución de la infraestructura iraní y el desabastecimiento de grupos militares proxy.
A su vez, la expansión gradual de asentamientos en los Altos del Golán refuerza la percepción de una ventana histórica. Israel ve esta oportunidad como clave para consolidar posiciones geoestratégicas a largo plazo.
En contrapartida, Irán ha devenido como el gran perdedor geopolítico. Ha perdido el corredor sirio-libanés, el comercio y control del tráfico de captagón y las capacidades de amortiguamiento de sus fuerzas proxies.
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A esta estructura panorámica se suma la evolución de la retórica de HTS. Su narrativa inclusiva, junto con la decisión de ciertos actores internacionales de suavizar la designación terrorista sobre su líder, puede interpretarse como parte de un proceso gradual de legitimación.
Esto genera tensiones jurídicas sin precedentes. La flexibilización de las caracterizaciones políticas vinculadas al extremismo puede abrir espacios para normalizar actores con un pasado reciente profundamente ligado al yihadismo radical.
El problema se agrava cuando parte de sus miembros provienen de antiguos grupos yihadistas vinculados a Al-Qaeda. Muchos de ellos mantienen un marco ideológico distante de los modelos liberales de gobernanza.
Pero la legitimación parcial de HTS no puede ser entendida y responsabilizada únicamente a cuestiones interinas. Este tipo de justificaciones se enmarca en dinámicas de realismo político. En ellas, actores estatales y privados priorizan el control territorial y la estabilidad a corto plazo sobre criterios democráticos estrictos.
Esta lógica explica por qué Estados Unidos ha optado por recibir oficialmente al nuevo funcionario sirio, a pesar de su vinculación pasada con organizaciones consideradas terroristas por su país anfitrión.
Así, la dinámica inconsistente y selectiva de la terminología «terrorista» se convierte en un marco que depende del valor de un actor en un contexto determinado. Muchos de los «amigos» de al-Sharaa seguirán siendo considerados prescindibles porque no tienen el mismo valor estratégico que tiene el actual presidente sirio.
Por su parte, la Unión Europea también se ha sumado a tal reorganización geopolítica. Sus visitas y colaboración con el nuevo gobierno de transición, junto a paquetes financieros aprobados para la reconstrucción, responden al interés europeo por estabilizar fronteras, contener flujos migratorios y evitar una reactivación del terrorismo en su periferia.
El levantamiento de sanciones y la apertura de programas técnicos, tanto en infraestructura como en educación, responden a una táctica que privilegia cierta estabilidad regional por encima de los valores democráticos.
Siria, lejos de estabilizarse, se convierte en un espacio de ensayo para nuevas formas de influencia. Allí, los límites entre el realismo geopolítico y la hipocresía normativa se vuelven cada vez más difusos.
¿Qué debe hacer Siria para su estabilización? Tres escenarios prospectivos clave
1. Escenario positivo
a) Transparencia y justicia por las atrocidades cometidas
Para que el proyecto inclusivo de HTS evolucione, es necesario un mecanismo transparente de justicia. Esto implicaría juzgar a los responsables de los asesinatos de alauitas, drusos y cristianos de las nuevas Fuerzas Armadas interinas, junto a la creación de comisiones vinculantes que reconozcan crímenes de lesa humanidad del anterior régimen como también del nuevo aparato militar.
A su vez, se ha de garantizar derechos culturales y confesionales básicos a las minorías. Esto evitaría la lógica selectiva que históricamente ha dificultado la reconciliación nacional siria.
b) Integración inter-étnico
El nuevo gobierno no solo ha de reconocer la pluralidad étnica de su territorio, sino poner en marcha mecanismos de descentralización adminsitratica, garantizar la representación política de kurdos, cristianos drusos y árabes de múltiples escuelas teológicas. A su vez, la integración de las varias milicias en el órgano central ha de ser de primera necesidad (pero se ha de conseguir por medios diplomáticos e incentivos).
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c) Repatriación gradual de la diáspora y de los desplazados
Más del 55% de la población siria vive fuera del país. Para revertir tal efecto se han de crear garantías de no persecución y retorno para personas desplazadas, como reconocer la identidad híbrida y de doble ciudadanía desarrollada por la juventud siria en la diáspora.
d) Reconstrucción económica diversificada
Se ha de posibilitar la construcción de servicios básicos como agua y alimento, sanidad, educación, infraestructura y electricidad. Para ello, los acuerdos energéticos formulados con los rusos pueden ser un buen inventivo de inicio. A su vez, atraer la inversión de los Estados del Golfo en agricultura, puertos, infraestructura y también de Israel en capacidad hídrica junto a la desalinización es de primera necesidad.
Por último, pero no menos importante, se ha de intervenir en la infraestructura de la vivienda para posibilitar (aunque bajo el umbral de la pobreza) una mínima vivienda y evitar el vacío dejado por el narcoestado baazista por parte de mafias locales.
e) Seguir con la diplomacia internacional
La evolución del modelo diplomático basado en la convergencia occidental ya ha dado sus primeros frutos al nuevo gobierno sirio (aunque sea en base a acceso mediático). Damasco debe seguir invirtiendo en su fuerza diplomática diversificada para potenciar su alcance global.
Así, si el gobierno logra reducir el peso de señores de la guerra, de redes del captagón y de estructuras económico-religiosas paralelas, podría emerger un modelo económico funcional, aunque limitado.
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