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Talasocracia: la geoestrategia detrás del control de los mares

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La talasocracia es un concepto geoestratégico que señala al Estado cuyos dominios son principalmente marítimos. En este artículo, la alumna del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Gabriela Andreea Gherghel, analiza qué países la han utilizado a lo largo de la historia y las principales potencias actuales y por qué el control sobre el mar y sus rutas marítimas es fundamental.

El control de los mares ha jugado un papel primordial desde la Antigüedad. Sobre todo en la configuración de las relaciones diplomáticas, económicas y comerciales entre las diferentes naciones y países. El control ha dado pie a la creación del término talasocracia, una concepto geoestratégico basado principalmente en el dominio marítimo que ejerce un actor estatal. 

Etimológicamente, la palabra talasocracia proviene de dos vocablos griegos: thalassa (mar) y kratos (poder o autoridad). La talasocracia consiste en el poder que se tiene sobre el mar, es decir, el posicionamiento político de un Estado acerca del control de las rutas marítimas. Este control puede tener fines comerciales o militares. La talasocracia está intrínsecamente ligada a la geoestrategia, sobre todo en lo que respecta a las aguas territoriales y las rutas comerciales. Más del 80% del comercio mundial se realiza vía marítima. 

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¿Qué países utilizaron la talasocracia a lo largo de la historia?

Este sistema político basado en el poder ejercido de un país mediante el control de los mares se remonta a la civilización Minoica. Dicha civilización habitaba la isla de Creta entre los años 3000 y 1400 a.C. Este pueblo dominaba el Mar Egeo y el comercio marítimo y el control de sus rutas eran el motor principal de su economía y su prosperidad. Los griegos y los fenicios también adoptaron este sistema político marítimo para abastecer sus imperios y crear riquezas. Por lo que se considera que los minoicos, fenicios y griegos fueron verdaderas talasocracias en la Antigüedad. 

Asimismo, el pueblo romano también fue consciente de la importancia del control del mar y de su valor estratégico para consolidarse como el gran imperio. Llegó incluso a dominar más de la mitad del Mar Mediterráneo al que apodaron como Mare Nostrum (Mar Nuestro). Sin embargo, no se puede considerar a la civilización romana como una talasocracia, ya que a pesar del fuerte peso del poder naval, su imperio se basaba principalmente en el poder territorial más que marítimo. 

Posteriormente, muchas ciudades italianas de la Edad Media se convirtieron en talasocracias y su poder provenía casi en su totalidad de los puertos y la capacidad de sus flotas. Más tarde, en la Edad Moderna, muchos historiadores califican a los imperios holandés, portugués y español como auténticas talasocracias. Estos expandieron su territorio a través de ultramar y desarrollar su actividad económica a través del comercio de las materias primas en sus metrópolis. Por otra parte, los británicos en el siglo XVIII y durante la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndose en la primera potencia naval de la época y una poderosa talasocracia debido a su influyente poderío naval y marítimo. 

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Siglos más tarde, Estados Unidos se convirtió en la potencia mundial. Principalmente, por el control que ejerció en el Caribe y en la construcción del Canal de Panamá. Muchos expertos consideran que Estados Unidos es una de las talasocracias más influyentes de la humanidad: actualmente, tiene el control de casi todos los mares y océanos del mundo, ya sea directa o indirectamente. No obstante, no se puede afirmar que Estados Unidos a día de hoy sea una talasocracia. El concepto implica que casi toda la actividad y poderío nacional se sustente en el poder marítimo. La diversificación de la economía estadounidense hace que no se le pueda considerar una talasocracia de facto. De hecho, siguiendo esta premisa, actualmente no existiría ninguna verdadera talasocracia. Actualmente, los recursos y la economía mundial están muy diversificados. 

Sin embargo, países como China están aumentando enormemente su actuación y sus esfuerzos en dominar su principal área geoestratégica en su región, el Mar de China. Como te contamos en este artículo, China ha aumentado la extensión de sus aguas territoriales a través de la construcción de islas artificiales. Con ello, busca asegurarse la supremacía sobre una extensión de agua que considera como propia y que es imprescindible para el gran objetivo de China a nivel internacional: quitarle el puesto de primera potencia mundial a Estados Unidos

De igual modo, Polonia también ha realizado movimientos a lo largo de la historia típicos de una talasocracia. Un ejemplo de ello es el Intermarium, una alianza geopolítica referida a la unión de los territorios ubicados entre los tres mares. El pacto controla el Mar Negro, el Mar Báltico y el Adriático, en la que Polonia es la potencia líder. Esta estrategia marítima se remonta al siglo XVII. A día de hoy, con la guerra de Ucrania ha creado que la ahora conocida bajo el nombre de la I3M Europa del Este se haya convertido en uno de los puntos más imprescindibles en la agenda geopolítica de la Unión Europea. 

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¿Por qué es importante la talasocracia para los Estados?

Alrededor de una quinta parte de los países del mundo no cuenta con salida al mar. Es decir, al menos 44 Estados carecen de litoral costero y acceso directo a un mar u océano. Aunque no es aplicable en la totalidad de los casos, la mayoría de veces aquellos países que no tienen acceso a un mar u océano son más propensos a ser más pobres y vulnerables a aquellos que sí cuentan con esta ventaja.

No tener salida al mar provoca una falta de acceso a la pesca y mariscos, limitaciones militares causadas por la ausencia de una flota naval, así como una fuerte dependencia de los países exportadores que comercializan en las rutas marítimas. De igual modo, en un sistema internacional tan globalizado e interconectado si no se tiene presencia en el mar y por ende en las rutas comerciales más importantes del mundo, difícilmente se puede optar a contar con un área de influencia extendida o llegar a tener aspiraciones de convertirse en una potencia mundial. El poder naval fue, es y seguirá siendo un medio indispensable para el desarrollo del poder marítimo de los Estados con acceso al mar. Este, junto con los intereses marítimos de la nación y la voluntad político-estratégica, constituyen los elementos necesarios para el cumplimiento de los objetivos del Estado, orientados a garantizar los fines esenciales. 

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De igual modo, la Ley del Mar de las Naciones Unidas de 1982 señala que a un Estado que cuenta con litoral costero le corresponden 200 millas de aguas territoriales. Es decir, tiene la supremacía marítima y el control por completo sobre esa extensión de agua. Además de tener la posibilidad de comercializar también en aguas internacionales respetando la jurisdicción del mar. Lo que da pie a que la actividad marítima esté muy ligada a la economía de un Estado. Algo sumamente importante, ya que como se citaba anteriormente, el 80% del comercio internacional se realiza a través de las rutas marítimas.

El fin último de la talasocracia o el dominio de los mares como forma de gobierno está relacionado con el hecho de que estas extensiones de agua albergan los conocidos como choke points. El control de los mismos juegan un papel estratégico para los países colindantes de estos embudos de botella que también se pueden utilizar para hacer presión sobre otros actores estatales o no estatales en beneficio de los intereses personales del país que los domine. 

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Entre los chokepoints más importantes del planeta destacan algunos como el Estrecho de Ormuz, la principal ruta marítima destinada a la exportación del petróleo árabe. A través de este embudo, se comercializa cerca del 30% del «oro negro». De igual modo, el Estrecho de Malaca es un enclave geoestratégico ubicado en el Indo-Pacífico en que navegan más de 150 buques al día transportando gas y petróleo. China tiene especial interés en este, ya que colinda con su propia área de influencia en la región del Pacífico. 

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