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Vietnam y las tierras raras: la apuesta de la UE para salir de la sombra de China

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Vietnam emerge como socio estratégico en tierras raras, clave para la autonomía europea. El EVFTA y el CRMA abren nuevas oportunidades, pero también retos geopolíticos. En este artículo, el alumno del Máster Profesional de Analista Estratégico y Prospectivo, Miguel Cuesta Hoces, analiza  por qué Bruselas debe adaptar su enfoque si quiere competir con la influencia china.

Vietnam se ha convertido en una pieza estratégica para dos agendas que se cruzan: la de Hanoi, que quiere escalar en la cadena de valor de las tierras raras sin caer en una nueva dependencia, y la de una Unión Europea que busca alternativas a la hegemonía china en materias primas críticas.

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El EVFTA y la nueva regulación europea sobre materias primas críticas abren una ventana de oportunidad, pero también plantean una pregunta incómoda: ¿hasta dónde está dispuesta la UE a adaptarse a la forma vietnamita de hacer política industrial?

Vietnam como potencia potencial de tierras raras

En el mapa de las tierras raras, Vietnam ya no ocupa un lugar marginal. Sus reservas geológicas destacan entre las mayores del mundo, aunque esa ventaja no se traduce todavía en capacidad industrial real. La brecha entre lo que Vietnam posee y lo que puede transformar sigue siendo amplia, sobre todo en comparación con el dominio chino en refinado y separación de óxidos.

Las provincias del norte, con yacimientos como Dong Pao y Mau Xe, ilustran esta paradoja. Llevan años apareciendo en informes técnicos, anuncios de inversión y promesas de reactivación. Sin embargo, convertir esa riqueza en capacidad tecnológica y productiva ha sido un proceso lento y condicionado por factores internos, desde la financiación hasta la gobernanza.

Un gigante geológico, un enano industrial

Vietnam cuenta con millones de toneladas de metales raros, pero carece aún de una industria sólida en fases críticas como el refinado, la separación o la fabricación de imanes permanentes. Parte del material que extrae sigue saliendo del país como mineral básico, lo que perpetúa un modelo donde exporta recursos baratos e importa tecnología cara.

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El caso de Dong Pao es el más revelador. Durante años se presentó como el gran proyecto que podría impulsar la autonomía vietnamita. La entrada de inversores japoneses, australianos o vietnamitas alimentó esa expectativa, pero el avance real chocó con problemas judiciales, falta de claridad empresarial y revisiones a la baja sobre su capacidad productiva. Esto recuerda una realidad incómoda: una cosa son las reservas y otra muy distinta es convertirlas en una industria viable.

Este desajuste convierte a Vietnam en un socio atractivo por su potencial, pero también imprevisible. Para la UE, puede ser un pilar de diversificación en materias primas críticas, pero todavía no existe una base industrial que compita con el dominio chino.

La diplomacia del bambú aplicada a las materias críticas

La política exterior vietnamita, definida como «diplomacia del bambú», combina flexibilidad con firmeza. En el terreno de las tierras raras, esta lógica se expresa en una estrategia muy clara: Hanoi no quiere sustituir una dependencia por otra. Prefiere tejer una red de socios que se equilibren entre sí, manteniendo a China como actor inevitable, pero buscando contrapesos tecnológicos y financieros en Estados Unidos, Japón, Corea del Sur o Australia.

A esto se suma una evolución interna clave: la nueva Ley de Geología y Minerales, que endurece licencias, exige mayor valor añadido local y busca evitar que las materias primas salgan del país sin procesar. Vietnam quiere inversión, pero en condiciones que refuercen su propio desarrollo industrial, no que perpetúen un modelo extractivo.

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Esta combinación (apertura selectiva hacia el exterior y control firme desde dentro) define el tipo de relación que la UE puede esperar.

EVFTA: la palanca europea para acercarse a Vietnam

El Acuerdo de Libre Comercio UE–Vietnam (EVFTA), en vigor desde 2020, ofrece un punto de partida privilegiado. Ha eliminado la mayor parte de los aranceles y creado un marco avanzado de cooperación, algo poco común en el Sudeste Asiático.

Su relevancia estratégica ha aumentado desde la aprobación del Critical Raw Materials Act (CRMA), que obliga a la UE a diversificar sus importaciones y reducir la dependencia de un único proveedor para cada materia crítica. Vietnam, con grandes reservas y voluntad de diversificación, encaja en esa estrategia mejor que otros actores regionales.

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Las expectativas europeas, sin embargo, deben ser realistas. El EVFTA abre puertas, pero no crea automáticamente una industria vietnamita capaz de rivalizar con China. Hanoi medirá la relación en términos concretos: transferencia tecnológica, inversión seria, estabilidad regulatoria y acceso a cadenas de valor europeas. Sin esto, el acuerdo corre el riesgo de quedarse en un marco comercial sin impacto estratégico real.

Lo que la UE puede hacer (y lo que no)

La capacidad de la UE para aprovechar el potencial vietnamita depende menos de discursos y más de su disposición a asumir riesgos y compromisos reales.

Europa debe evitar quedarse en una lógica extractiva. Si su presencia se limita a la compra de concentrados, apenas habrá cambiado respecto al modelo que permitió que China dominara todo el ciclo industrial. La apuesta europea debe incluir refinado, separación, tecnología y apoyo a proyectos con capacidad transformadora.

También requiere una coordinación real entre el EVFTA y el CRMA. Si Bruselas no consigue traducir su autonomía estratégica en financiación y proyectos industriales, Vietnam priorizará a socios que sí aporten soluciones inmediatas.

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En cuestiones de gobernanza, la UE tiene margen para exigir transparencia o estándares ambientales, pero sin caer en un enfoque moralista que Hanoi perciba como imposición. El mensaje eficaz no es el de una «agenda de valores», sino el de buen gobierno como herramienta de protección nacional.

Finalmente, Europa debe asumir que Vietnam siempre equilibrará a múltiples actores. No habrá alineamiento exclusivo con la UE. Lo que sí puede haber es convergencia estratégica si Bruselas ofrece algo que China no da: estándares, tecnología y estabilidad a largo plazo.

Conclusión: la mejor opción realista, no el sustituto perfecto

Vietnam reúne condiciones difíciles de replicar: estabilidad, grandes reservas de tierras raras, un acuerdo comercial avanzado y una voluntad explícita de diversificar socios. Sus límites también son claros: capacidad industrial insuficiente, problemas de gobernanza y el peso inevitable de China.

Para la UE, no será el «plan B perfecto». Pero sí puede ser la mejor opción realista para avanzar hacia una autonomía estratégica más sólida. Si Bruselas combina el EVFTA, el CRMA y una oferta industrial creíble, respetando al mismo tiempo la lógica vietnamita de equilibrio, Vietnam puede convertirse en un pilar clave para reducir la dependencia europea del gigante chino.


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