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Las relaciones actuales de India y China: el papel de Xi y Modi

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India y China atraviesan un momento clave en su relación bajo Xi y Modi, con tensiones y alianzas que definirán su papel global. India
India y China atraviesan un momento clave en su relación bajo Xi y Modi, con tensiones y alianzas que definirán su papel global.

India y China se encuentran en un momento clave de su relación, marcado por el liderazgo de Xi Jinping y Narendra Modi. En este artículo, Miquel Ribas, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y el Curso de Experto en China de LISA Institute, explica cómo ambos países han redefinido su política exterior. Además, plantea una hipótesis prospectiva sobre la evolución de sus vínculos y el papel geopolítico de la India en los próximos años

La Cumbre de Tianjin, celebrada en China, incluyó el 25º Foro de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). También contó con un desfile militar en la Plaza de Tiananmen para conmemorar el 80º aniversario de la victoria del pueblo chino sobre Japón. Ambos eventos reflejaron la creación de una alternativa al dominio estadounidense y el impulso de un orden internacional multipolar frente al modelo liberal.

A lo largo de esa semana, el presidente chino tuvo la oportunidad de reunirse con una amplia gama de líderes políticos del llamado Sur Global. Entre ellos se encontraban representantes de Asia Central, Mongolia, Irán, Rusia y Corea del Norte.

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Sin embargo, probablemente el líder más destacado con el que Xi Jinping se reunió en la Cumbre fue el primer ministro indio, Narendra Modi. No fue una reunión bilateral pequeña, dado que ambas potencias representan casi el 40% de la población mundial y el 20% del PIB mundial. 

La visita de Modi es significativa, ya que fue su primera visita a China en siete años. La imagen de Xi y Modi estrechándose la mano es consecuencia de la decisión de la Administración Trump de imponer aranceles del 50% a India. Sin embargo, este hecho plantea numerosas preguntas.

Entre ellas, se encuentra si China e India han dejado definitivamente de lado sus diferencias o si, por el contrario, este acercamiento se debe a intereses tácticos para reposicionarse en la región, dado que persisten problemas geopolíticos entre Pekín y Nueva Delhi. Esta desconfianza mutua dificulta que ambos países resuelvan sus diferencias a corto plazo. Esto es aún más cierto dado el auge del nacionalismo en ambas potencias, ya que Xi y Modi comparten una ideología nacionalista.

Relaciones sino-indias durante la Guerra Fría: de la amistad al enfrentamiento

Ambos países obtuvieron su soberanía plena casi al mismo tiempo. En el caso de la India, su independencia se dio en 1947 mientras que China recuperó su plena soberanía con la fundación de la República Popular China.

Inicialmente, ambos Estados adoptaron una política de no alineamiento. En el caso de la India, este no alineamiento, proclamado por Jawaharlal Nehru, se convirtió en una piedra angular de su política exterior.

En el caso de China, se dio un acercamiento inicial a Moscú en medio de las tensiones entre los dos gigantes comunistas. Sin embargo, Pekín comenzó a vincularse cada vez más con el Movimiento de Países No Alineados frente a las dos superpotencias.

En este sentido, las relaciones chino-indias durante la década de 1950 se enmarcaron en una situación que podría definirse como una luna de miel. De hecho, en aquel entonces, las relaciones se definían bajo el lema «Chini-Hindi bhai bhai» (China e India son hermanos)  (Li Z. , 2010, p. 6).

Sin embargo, varios factores deterioraron las relaciones. Uno fue la toma del Tíbet por parte de Pekín y sus reivindicaciones territoriales, que chocaban con la Línea McMahon, encargada de establecer las fronteras entre ambos países. A esto se sumó la acogida del Dalai Lama por parte de la India. Estas tensiones desencadenaron la Guerra Sino-India de 1962, que culminó en una humillante derrota para la India. Después de este acontecimiento, Nueva Delhi buscó fortalecer sus lazos con Moscú para compensar su asimetría con China.

Tras la Guerra Fría: una aproximación hasta la llegada de Modi y Xi

Tras la muerte de Mao en 1976 y un breve interregno marcado por luchas de poder dentro del PCCh, Deng Xiaoping asumió el mando en 1978. Su doctrina rompió con la política exterior de Mao, que había buscado apoyar a los movimientos de liberación en su disputa con Moscú por la influencia en los países en desarrollo. Deng, en cambio, priorizó el crecimiento económico interno de China y evitó proclamarse líder en política exterior.

A pesar de ello, Deng consideraba el potencial económico de la India y la necesidad de cooperar con ella como condición indispensable para la hegemonía asiática sobre Occidente. En este contexto, se le atribuye a Deng la frase: «El siglo XX será el siglo de Asia».

Sin embargo, la segunda parte de la frase de Deng suele omitirse: «Solo será así si India y China trabajan juntas» (Sodupe & Del Río, 2016, pp. 11-12). Los resultados de sus reformas económicas han sido palpables. Hoy, gracias a ellas, China se ha convertido en la segunda potencia económica del mundo y la primera en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA).

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El caso de la India ha sido más problemático. El colapso de la URSS tuvo un impacto significativo, ya que el país no estaba preparado para perder a su principal socio económico y comercial. Ante esta situación, la India implementó un programa de reforma económica liberal, impulsado por el primer ministro Narashima Rao. Su objetivo era lograr una mayor integración en la economía global y compensar la pérdida mediante un enfoque de política exterior conocido como «Mirar hacia el Este» (Delague, 2015).

A pesar de todo esto, el desempeño económico de la India no ha arrojado resultados alentadores. Esto ocurre incluso con tasas de crecimiento cercanas al 7 % anual en los últimos años. Pese a sus capacidades, como ser una potencia nuclear, su gran población y su creciente poder blando, el país aún enfrenta numerosos problemas internos.

Entre ellos destacan la amplia brecha de desigualdad, la falta de una base industrial sólida, el déficit en infraestructuras y sistemas logísticos, la burocracia interestatal y la persistencia del sistema de castas. También influyen las rivalidades interétnicas, religiosas y lingüísticas.

Modi y Xi: nuevos enfoques en política exterior

La llegada de Modi y Xi al liderazgo de sus respectivos estados marcó una ruptura con los paradigmas que habían regido la política exterior de ambos países. Para Xi, la era del perfil bajo en política exterior había terminado. Esa etapa estaba reflejada en la teoría de los 24 caracteres de Deng Xiaoping.

Según el nuevo enfoque, China debía asumir un papel más relevante en el orden internacional. Para ello desplegó iniciativas geopolíticas globales como la Iniciativa de la Franja y la Ruta o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. También buscó reforzar la independencia de las organizaciones globales frente a Occidente, como el FMI.

Modi, por su parte, fue elegido gracias al sólido desempeño económico del estado de Gujarat, donde ejercía como gobernador. Ese éxito reflejaba el mayor dinamismo económico de la India. Además, su llegada respondió al deseo del país de tener una mayor influencia regional como gran potencia. Para ello buscaba apoyarse tanto en su poder duro como en su poder blando.

Este hecho constituyó un lema para la orientación política de Modi cuando declaró: «El mundo ha aceptado que el próximo siglo será de Asia, pero debemos asegurarnos de que el próximo siglo sea de la India.

India debe desempeñar y desempeñará un papel importante en los asuntos internacionales» (Delague, 2015, pág. 3). En este contexto, la política exterior de Modi ha girado en torno a tres prioridades principales (Delague, 2015, pág. 4):

  1. La consolidación de las relaciones con sus  vecinos del subcontinente índico, profundizando la política del «Mirar al Este» de Rao, la cual Modi ha reemplazado por el «Act East Policy» buscando reforzar el liderazgo regional de la India.
  2. Una asociación más estrecha con Estados Unidos y otras potencias asiáticas (Japón, Australia, Vietnam o Corea del Sur) para reforzar y desarrollar sus capacidades económicas y tecnológicas que ayuden a Delhi a balancear su asimetría con Pekín.
  3. Equilibrar la inevitable competencia geopolítica con Pekín combinando simultáneamente una política de cooperación para maximizar sus opciones.

Los objetivos de política exterior de Modi se han centrado en abandonar la política de no alineamiento de Nehru. En su lugar, ha impulsado una estrategia de múltiples alineaciones. Esto se refleja en la promoción de iniciativas de cooperación regional con los países de la Bahía de Bengala y con la ASEAN. Su meta es posicionar a la India como un socio comercial capaz de reducir la dependencia económica de estos países respecto a Pekín.

Al mismo tiempo, ha incrementado su participación en foros económicos y de seguridad con los rivales estratégicos de China. Entre ellos destacan la Iniciativa Indo-Pacífico Libre y Abierto (FOIP) y el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad. Asimismo, Modi ha mantenido contactos económicos y de seguridad con Pekín en el marco de la OCS.

Divergencia de intereses y rivalidad por devenir la gran potencia regional

Xi y Modi han alterado la dinámica de la política exterior de sus respectivos estados. Xi, junto con Putin, ha respaldado su crítica al orden mundial occidental. Su objetivo es posicionar a China como una potencia revisionista que busca cambiar las reglas adoptadas tras el fin de la Guerra Fría. También pretende consolidar la posición del país como potencia global. Modi, por su parte, refleja el deseo de la India de actuar como gran potencia y superar su sentimiento de inferioridad frente a China.

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Modi es considerado el líder ideal para este propósito. Podría definirse como un político realista que disfruta jugando en el gran tablero de ajedrez de la geopolítica (Chellaney, 2017, p. 52).

La partida de ajedrez que Xi y Modi han estado librando se refleja en las múltiples iniciativas que ambos han puesto en marcha para liderar la región. Los primeros viajes de Modi fueron a países que constituyen su esfera de influencia más significativa.

Entre ellos se encontraban Bután, Nepal, Bangladesh, Sri Lanka, Mauricio y las islas Seychelles. Todo esto ocurrió en un momento en que China también buscaba expandir su influencia, como en el caso de Nepal, Bangladesh y Pakistán.

Asimismo, existen otras fuentes de tensión que aumentan la desconfianza de Pekín hacia India. Una de ellas son los crecientes vínculos entre Nueva Delhi y Moscú. Otra fue la relación con Kabul hasta el final de la guerra afgano-estadounidense. Con Afganistán, Nueva Delhi compartía la doctrina de la profundidad estratégica, destinada a cercar a Pakistán o Irán. Ese enfoque buscaba fortalecer las posiciones de India para impulsar un nuevo orden regional y mejorar su acceso a los mercados de Asia Central.

Esta política coincide con el acercamiento de Pekín a Islamabad, el gran rival de India. Ese vínculo se ha acrecentado con el aprovisionamiento de material bélico y con inteligencia procedente de China. También con el apoyo de Pekín a las demandas de Pakistán sobre el territorio de Jammu y Cachemira, al que clasifica como su «férreo amigo».

Además, ambos países firmaron un acuerdo para la explotación del puerto de Gwadar, lo que refuerza la importancia geopolítica de Pakistán. Esta infraestructura permite a China sortear un eventual bloqueo del estrecho de Malaca bajo control estadounidense y le otorga una salida al Índico.

Una de las iniciativas más controvertidas que ha enturbiado las relaciones chino-indias fue el despliegue de la estrategia conocida como Collar de Perlas. Nueva Delhi lo considera un intento de cercar a la India e impedirle desplegar todo su potencial. En este contexto, el país busca fortalecer sus capacidades marítimas. Como respuesta, Nueva Delhi ha impulsado el Collar de Diamantes para contrarrestar a China.

Por otra parte, India no ve con buenos ojos el aumento de la influencia de Pekín en los estados del subcontinente indio. Un ejemplo es la apertura de una base en Seychelles, que busca alterar el equilibrio de poder en la región y proyectar influencia hacia el Mar Arábigo y África Oriental.

La desconfianza mutua también se mantiene en relación con los vestigios de la guerra de 1962. A ello se suman los enfrentamientos entre el Ejército Indio y el Ejército Popular de Liberación en el Himalaya, como el ocurrido en el valle de Galwan en 2020.

La competencia entre India y China no se limita al ámbito de la política exterior, sino también a nivel interno. Xi ha insistido constantemente en la necesidad de abandonar el modelo económico de Deng, basado en la manufactura de bajo valor añadido, y de fortalecer las capacidades tecnológicas e industriales de valor añadido. Xi denominó esta iniciativa «Hecho en China 2025», que busca consolidar la posición de China como potencia mundial en las industrias de alta tecnología.

Modi respondió a esta iniciativa con «Hecho en India», una iniciativa del gobierno indio para crear y fomentar empresas que desarrollen, fabriquen y ensamblen productos en el país, y para atraer inversiones específicas en el sector manufacturero.

Lo que Modi ha buscado al replantear sus prioridades en política exterior es que China reconozca a la India como una potencia importante en Asia del Sur y en el océano Índico. Sin embargo, hasta ahora India carece de la capacidad necesaria para lograr este reconocimiento de Pekín por sí sola. Esto se refleja en el hecho de que la economía china prácticamente quintuplica a la india, cuando en 1991 sus PIB eran casi parejos.

En el plano económico y comercial, la relación de India con China se ha caracterizado por la exportación de materias primas y productos minerales, como el hierro. A cambio, importa bienes de alto valor añadido como acero, productos químicos o maquinaria electrónica, incluyendo hardware y software. Esta dinámica refleja un déficit en la balanza comercial india y coloca al país en una posición de debilidad.

Modi la apuesta por el multilalineamiento en base a intereses nacionales 

Las relaciones entre China e India se han caracterizado por turbulencias constante. Atal Bihari Vajpayee, ex primer ministro indio del BJP, definió las relaciones chino-indias de la siguiente manera: «Tenemos un Estado con armas nucleares en nuestras fronteras, un Estado que cometió una agresión armada contra la India en 1962. Si bien nuestras relaciones han mejorado en la última década, persiste un clima de desconfianza, principalmente debido a la cuestión fronteriza sin resolver».

Desde la llegada de Obama, India se ha considerado clave para frenar el ascenso de China. Esto siguió las líneas doctrinales de la política de «Pivote hacia Asia». La imposición de aranceles del 50 % por parte de la Administración Trump impulsó a Nueva Delhi a buscar nuevos socios, aprovechando las oportunidades que ofrece la OCS.

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Cabe señalar también la desconfianza de China hacia el ascenso de la India. Este crecimiento podría generar una trampa de Tucídides regional, ya que la única potencia capaz de desafiar la preeminencia de China en Asia es India. Algunos estudios económicos y centros de inteligencia afirman que India será la tercera potencia económica del mundo en 2050. Incluso podría alcanzar la supremacía económica a finales de siglo (Delague, 2015, pág. 2).

En última instancia, la relación de la India con China se resume en palabras del periodista Tunku Varadarajan: «China es el socio comercial más importante de la India, su mayor acreedor y su mayor amenaza: una combinación explosiva» (Varadarajan, 2018, p. 188).

A este marco de relaciones se suman las visiones opuestas de Xi y Modi. Ambos buscan, cada uno a su manera, ejercer el liderazgo en el Océano Índico, que consideran su área de influencia. Esto lleva a pensar que, tarde o temprano, sus intereses colisionarán.

En este contexto, como dice Ana Ballesteros, investigadora del Real Instituto Elcano experta en India: «la mejor forma de interpretar la imagen de Modi junto a Xi y Putin, no es dando por sentado que la India cambió de bando hacia una postura antioccidental. Modi lidera un gobierno electo que tiene que rendir cuentas ante una ciudadanía que tiende a castigar electoralmente al gobierno vigente. Es por ello por lo que la foto de Tianjin debería leerse no tanto desde una óptica ideológica, sino como parte de la estrategia de política interior y defensa del interés nacional». 

En este contexto, Modi refuerza su política de un multialineamiento para consolidar su posición como gran potencia capaz de implementar una política exterior independiente. Henry Kissinger definió a la India como: «La India será una piedra angular del orden del siglo XXI, un elemento indispensable para la evolución estratégica e ideológica de las regiones y las concepciones del orden en cuya intersección se encuentra» (Kissinger, 2016, pág. 212). 

Modi puede intentar aprovechar esta posición central en el equilibrio de poder en Asia para su beneficio, tratando de explotar esta posición geopolítica y geoestratégica que India desempeña y desempeñará a lo largo del siglo XXI. Un hecho que parece confirmar esta tendencia se ha visto con el reciente establecimiento de una nueva estrategia para reforzar la prosperidad y la seguridad con la India . Esta estrategia llega en un momento en que Modi está en sintonía con Putin y Xi en la OCS y don no parece  que Nueva Delhi se incline a abandonar a Moscú en la disputa de Ucrania como la UE desearía. 

Todo esto lleva a una conclusión: existe una tendencia que refleja una fractura con el orden bipolar de la Guerra Fría. Durante el enfrentamiento entre la URSS y EE. UU., se esperaba que las potencias intermedias siguieran una política de alineamiento con una de las dos superpotencias. La decisión dependía de cuál ofreciera mayores ventajas o con cuál existiera mayor afinidad ideológica.

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Sin embargo, en el orden mundial actual, las potencias intermedias y pequeñas ya no siguen este principio. En su lugar, se orientan hacia el multialineamiento.

La India de Narendra Modi se ha convertido en el paradigma de esta praxis en el sistema internacional. Busca ser socio de todos, pero sin aliarse permanentemente con nadie. Esto sigue la afirmación de Kissinger o Lord Palmerston: «no tenemos aliados ni enemigos permanentes, tenemos intereses permanentes».

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