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Peter Thiel, alguien más que un hombre de negocios

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Peter Thiel, internacional, Estados Unidos
Peter Thiel.

Visionario, inversor y provocador, Peter Thiel es mucho más que un nombre influyente en Silicon Valley. Su pensamiento desafía los pilares del liberalismo moderno. En este artículo, el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Eduardo Miranda, explica cómo Thiel concibe el futuro a través del conflicto.

Peter Thiel, conocido por su carrera como inversor en empresas de Silicon Valley, goza de gran influencia en el Partido Republicano y también en el Pentágono. Para muchos, puede ser un mesías tecnocrático y, para otros, una controvertida figura inspirada en una ficción distópica de Orwell.

Fue fundador y compañero de aventura empresarial con Elon Musk en PayPal. Ahora, su joya de la corona es Palantir Technologies, una de las empresas de big data con mayor auge en el ámbito tecnológico-militar.

A pesar de su reconocimiento en el mundo de los negocios, Peter Thiel es una figura poco conocida por la opinión pública. Más enigmática aún resulta su singularidad moral frente al occidental actual.

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Peter Thiel, de padres alemanes y nacido en Fráncfort del Meno, pasó sus primeros años de vida yendo de un sitio a otro. De costumbres devotas cristianas, los padres de Thiel llegaron a Cleveland en 1968 (un año después del nacimiento de Thiel), una ciudad sumida en los altercados sociales de la población afroamericana. Allí, su padre, Klaus Thiel, realizó unos estudios de posgrado relacionados con la ingeniería química.

En la década de los 70, creció la demanda de ingenieros químicos en la zona minera de Johannesburgo, Sudáfrica. Más tarde, ocurrió lo mismo en Swakopmund, África Sudoccidental (hoy Namibia). Esa situación posibilitó la llegada de la familia Thiel a estas tierras.

En África Sudoccidental (territorio administrado por Sudáfrica), Klaus se benefició de la actividad y explotación de uranio. Además de aumentar su nivel socioeconómico mediante el negocio de la mina de uranio, la familia Thiel pudo aprovecharse de las ventajas raciales de la época. Gracias al sistema legal y social del apartheid, Peter cursó en una escuela para blancos. En 1977, la familia volvió de nuevo a Estados Unidos para volver a Cleveland y, en poco tiempo, alojarse en Foster City (California).

¿De dónde surgen las ideas de Peter Thiel?

La infancia y adolescencia de Peter Thiel fue itinerante y tumultuosa. Posiblemente, parte de esta etapa de su vida se vea reflejada en su carácter y personalidad. Era un chico impopular y excéntrico que no encajaba con el imaginario estadounidense de la época de finales de los setenta y principios de los ochenta. Entre sus compañeros de clase fue objeto de escarnio y acoso.

Peter era un chico ávido, calculador y astuto. De hecho, fue uno de los mejores ajedrecistas y el mejor en el equipo de matemáticas de la escuela de San Mateo (California). Destacaba por su inteligencia y sus buenas notas en clase. 

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Ciertos pasajes de su vida, comentados a lo largo de este artículo, se narran en el libro The Contrarian, de Max Chafkin. Según el autor, Peter encontró entretenimiento, conocimiento y creatividad mediante la lectura, el ajedrez y el famoso juego de mesa Dragones y Mazmorras.

Una de sus mayores aficiones era y es la ciencia ficción. Su interés acerca de este género le influenció en su apuesta y convicción por lo tecnológico y digital. Desde muy joven leyó a Isaac Asimov, Robert Heinlein y Arthur C. Clarke, tres de sus referentes de la lectura futurista. Sin embargo, el mayor hallazgo literario lo encontró en J. R. R. Tolkien y en sus obras El Señor de los Anillos y El Hobbit.

Su fascinación por los mundos de Tolkien se ve reflejada en la nomenclatura de sus empresas: Palantir Technologies, Valar Venture, Mithril Capital, Lembas LLC, Rivendell LLC y Arda Capital.

Estudió y se licenció en Filosofía y, después, en Derecho, en la Universidad de Stanford en la década de los ochenta. Su interés por la filosofía plasmó lo que luego sería su visión y perspectiva empresarial, social y política.

Uno de sus mayores descubrimientos fueron las ideas libertarias y objetivistas, como el egoísmo racional y el individualismo de Ayn Rand. Rand es autora de La rebelión de Atlas y El manantial. Sus ideas ofrecieron a Thiel una cosmovisión centrada en el interés propio y el éxito individual. También promovían la imagen del emprendedor visionario como motor del crecimiento y progreso de la sociedad.

Es posible que Thiel desarrollara parte de su megalomanía a partir de los conceptos de Rand. Tal vez llegó a verse a sí mismo como la solución al sistema. De hecho, la diatriba de Peter Thiel se enfoca en lo que él considera «el estancamiento y declive del avance tecnológico» actual.

El filósofo René Girard, profesor en Stanford en su período universitario, es para él una referencia filosófica importantísima. La teoría girardiana del deseo mimético marcó mucho su razonamiento intelectual, tanto en lo político (como se verá adelante) como en los negocios. Gracias a esta teoría, el éxito empresarial e inversor de Peter Thiel viene dado por la estrategia anticompetencia y monopolio.

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Él considera que la convergencia competitiva lleva la humanidad al fracaso y a la destrucción. Es decir, si todos desean lo que otros tienen, aplicando las mismas estrategias y tácticas empresariales, acabarán luchando por las mismas ambiciones sin pensar en otras alternativas más valiosas, originales y riesgosas. Estas ideas quedan reflejadas en su libro, Zero to One: Notes on Startups, or How to Build the Future

Es en esta etapa universitaria donde construyó y cultivó su actual pensamiento político e ideológico. Probablemente, influenciado por la educación recibida de un entorno evangélico cristiano, la construcción idiosincrásica de Thiel es conservadora y heterodoxa. Su espíritu crítico comenzó a aflorar en contra de las ideas comunistas y liberales.

Sobre todo por su oposición a la corrección política de ciertos movimientos culturales asociados al progresismo o al movimiento woke en la Universidad de Stanford. Esto le llevó a fundar un periódico universitario de corte libertario-conservador junto a otros colegas de la misma corriente de pensamiento, The Stanford Review. Muchos de los columnistas de este periódico estuvieron ligados a la PayPal Mafia y a empresas de Silicon Valley. 

Las ideas de Strauss, Girard y Schmitt en el pensamiento político de Peter Thiel

Una parte de las consideraciones políticas de Thiel proceden de filósofos como Leo Strauss, René Girard y Carl Schmitt. Ciertamente, las ideas de estos tres filósofos inciden en el razonamiento filosófico-político de Thiel en su crítica a las sociedades posmodernas. Su observación sobre la decadencia de Occidente se basa en la crítica que Strauss hizo sobre la Ilustración. Strauss consideró la Ilustración como un periodo de decadencia intelectual y filosófica. 

La idea de Strauss es que la modernidad trajo consigo la frivolidad y superficialidad de cuestiones filosóficas más personales e individuales. Para Strauss, la Ilustración se fundamentaba explícitamente en el contrato social basado en el bienestar, la paz, la seguridad, los derechos y las libertades de los gobernados sobre los gobernantes.

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Además, él señalaba que la Ilustración se alejaba de los conceptos clásicos de filósofos como Platón y Aristóteles. La excelencia de la justicia y del buen gobierno ya no radicaba en la razón, la verdad y la objetividad. Más bien, esta radica en el subjetivismo moral de las ideas ilustradas y la conveniencia de gobernantes y gobernados.

Thiel capta esta idea de Strauss y la exhibe en su ensayo El Momento Straussiano. En este escrito, el centro del problema es el estancamiento y decrépito de las sociedades posmodernas tras el triunfo político de las ideas socialdemócratas, basadas en la subjetividad, el relativismo moral y, especialmente, el identitarismo cultural de los años setenta. Un síntoma que Peter Thiel asocia a la interrupción del cientificismo y desarrollo tecnológico desde un punto de vista objetivista.

Públicamente, siempre reitera esta degeneración social con el célebre festival de Woodstock de 1969 y el triunfo de los hippies en la cultura popular y su influencia en las políticas de los gobiernos occidentales. 

A partir de ese momento, el progreso tecnológico y científico empieza a quedar al margen en pro del beneficio de la paz y la seguridad. Especialmente, tras la escalada nuclear y armamentista de la Guerra Fría entre EE. UU. y la URSS. Sin duda para Thiel, este fue el comienzo del estancamiento tecnológico.

Según él, la ciencia y la tecnología abandonaron el estudio de los átomos y la energía nuclear debido a sus riesgos catastróficos. En su lugar, se enfocaron en las telecomunicaciones, la informática y el ciberespacio, es decir, en Internet y los bits.

Thiel considera que las sociedades dejaron de generar ideas creativas y evolutivas por miedo al progreso tecnológico. Al mismo tiempo, las instituciones evitaban el riesgo de una devastación nuclear o ambiental. Los traumas del siglo XX sembraron en el inconsciente colectivo la idea de construir un mundo de paz, cooperación, seguridad y orden internacional. Esto como respuesta a lo vivido en dos guerras mundiales y la amenaza de una guerra nuclear.

Así, la visión schmittiana del conflicto entre «nosotros» y «los otros», «amigos» y «enemigos», pierde fuerza en el mundo unipolar estadounidense de finales del siglo XX y comienzos del XXI. A pesar de ello, tanto Schmitt como Thiel creen que la violencia y el conflicto son inherentes a la condición humana ante amenazas, peligros o disputas de poder.

Generar control a través del caos

Desde el punto de vista de Thiel, el conflicto pone en peligro la forma de vida de un grupo o de una comunidad. En el ensayo sobre El Momento Straussiano, Thiel identifica que las democracias occidentales actuales pasan por un periodo de crisis y que estas son vulnerables a la naturaleza humana del conflicto y enfrentamiento. 

Para Thiel, la omisión del conflicto puede ir a un estadio superior. Según él, los sistemas democráticos actuales, heredados de un periodo conformado por el poderío estadounidense al final de la Segunda Guerra Mundial y su pax americana, han conformado sociedades débiles y no belicistas.

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En consecuencia, han dado forma a un mundo donde la paz y la seguridad son esenciales para la vida humana. Según Thiel, el mundo de hoy ha conseguido ocultar la naturaleza violenta del ser humano gracias a la construcción de un mundo basado en el consenso, la globalización y «el orden basado en reglas».

A pesar de ello, Thiel, usando la teoría del chivo expiatorio de Girard, considera que las comunidades postmodernas evitan y ocultan la violencia y el conflicto mediante la unión de todos contra uno. En su ensayo, pone el ejemplo de la guerra emprendida contra el terror tras el 11S.

La disyuntiva schmittiana del «nosotros o ellos» se evidenció como una cuestión esencial para «salvaguardar» un orden occidental sin alma y espíritu contra el pavor de un grupo de radicalizados islámicos. La lucha contra el terror puso en cuestión la fragilidad normativa de Occidente, a costa de abusar y controlar la privacidad y la calidad de vida de la ciudadanía occidental. 

Las acciones conjuntas de las democracias occidentales frente al terrorismo encumbraron un perjuicio en los derechos y libertades de los individuos. El ejemplo más evidente fue la Patriot Act del gobierno de George W. Bush.

Thiel argumenta que existe un pensamiento convencional sustentado en la artificialidad armónica y pacífica de las sociedades actuales que evitan el colapso y la destrucción mutua. De esta forma, Thiel entiende que las sociedades postmodernas, al ser sensibles a la inseguridad, estas se acogen en última instancia al control y a la protección para evitar el caos.

A partir de estas ideas es como Thiel entiende la naturaleza del enfrentamiento político. Por un lado, su enfoque sobre la lucha por el poder retoma la idea de Schmitt «del nosotros versus la amenaza de los otros». Por otro lado, el conflicto en liza construye mecanismos miméticos entre la rivalidad de un bando y el otro, dando lugar a la concepción girardiana del chivo expiatorio como evasión del enfrentamiento, el colapso y la destrucción mutua. Su comprensión política final concluye con la visión teológica de la llegada del «Anticristo».

Thiel acuña este término no como un concepto bíblico de índole demoníaca, sino como la creación de un nuevo sistema político. Este sistema tendría una gobernanza totalitaria necesaria para garantizar la paz y la seguridad ante diversas amenazas.

Esta conclusión podría representar el inicio de un paradigma político straussiano. Un modelo de gobierno justo basado en la razón y la verdad, que promueva el interés común bajo el paraguas de la protección.

El Anticristo, ¿la solución o el problema? 

La culminación filosófico-política de Thiel, basada metafóricamente en textos bíblicos, es en definitiva la figura del Anticristo en términos políticos. Su exposición acerca de la llegada del Anticristo supone una respuesta frente a lo que denomina el Armagedón o Apocalipsis.

Thiel comprende que el apocalipsis no tiene por qué ser solamente nuclear (como podría ser un enfrentamiento belicoso entre dos potencias), sino que este puede ser pandémico, ambiental o de una IA militarizada.

Thiel sostiene que el apocalipsis pone a la humanidad en una disyuntiva: «un mundo o ninguno». Elegir un mundo aterrador o un mundo único. Es el Anticristo, quien para él se constituye como un arquetipo o un sistema político frente a una amenaza existencial hacia la civilización.

Según la tesis de Thiel, el Anticristo es la figura de un profeta o de un mesías que alerta al público sobre los inminentes peligros del Armagedón. Esa sería la premisa central de su discurso. Si lo que está en juego es la paz y la seguridad, la única alternativa final es la aceptación del discurso del Anticristo.

Sin embargo, Thiel presupone que la figura del Anticristo no tiene por qué traer paz y seguridad, sino que incluso puede propiciar mayor control y vigilancia. Para ello, toma la referencia teológica del katechon de la Segunda Carta a los Tesalonicenses (Antiguo Testamento). En él, la tesis filosófica-política de Thiel es que existe una fuerza (katechon) que retiene la llegada del fin de los tiempos. Metafóricamente, para Thiel, el katechon es el actual orden internacional, disfrazado de multipolaridad y globalización como elemento de contención del caos y del desorden.

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Es ahí donde, para él, cobra importancia la figura del Anticristo: una fuerza capaz de establecer o evitar el apocalipsis. Se trata de una visión dualista del bien y del mal. El Anticristo actúa como guardián de la paz y la seguridad, usando herramientas totalitarias y autoritarias para imponer un mundo sin libertad ni verdad.

¿Es Peter Thiel aquello que dice denunciar?

Los planteamientos de Thiel resuenan bastante con el contexto actual. Hoy, la sociedad y la esfera política mundial se hallan divididas, como plantea Schmitt, entre el «nosotros» y «los otros». La incertidumbre política, social y económica solo hace más que agravar el conflicto social en bandos, en cuestiones maniqueas.

La guerra entre «el bien y el mal» como cuestiones de «buenos» y «malos». El mundo está dividido en bloques, Occidente versus Oriente. También existe la rivalidad tecnológica y digital. Precisamente por ver quién será el primero en controlar la cuarta revolución industrial y dominar el nuevo espacio virtual y tecnológico.

Hay que recordar que Peter Thiel es un capitalista de riesgo y un tecnófilo. Su fortuna se ha construido en su mayor parte gracias a su inversión e influencia en empresas tecnológicas de Silicon Valley. Durante años, su empresa Palantir ha sido una contratista crucial para la administración norteamericana.

Además, los gobiernos europeos (de la OTAN y la Unión Europea) se están sirviendo del software de Palantir para llevar a cabo operaciones de seguridad y defensa en favor del orden público y actuaciones militares.

Si para Thiel, el peligro de la humanidad se halla en el gobierno de la vigilancia y del control totalitario para establecer la paz y la seguridad, es preciso indicar que él entonces está contribuyendo a la creación del Anticristo como arquetipo político.

Por tanto, se deben hacer las siguientes preguntas: ¿Palantir actúa bajo los márgenes legales? ¿Es opaco el manejo de sus datos? ¿Se está beneficiando de la industria de la guerra y la muerte en áreas de conflicto? ¿Forma parte del aparato de espionaje y de vigilancia de los gobiernos? ¿Cómo es su relación con los servicios de inteligencia? ¿Qué pretende conseguir Thiel en el ámbito de la política?

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