Novorossiya, conocida como «Nueva Rusia», es una región histórica y geopolítica ubicada en el sureste de Ucrania que es clave para entender las ambiciones de Moscú en el este de Europa. Desde su integración al Imperio Ruso hasta su papel en el conflicto actual en Ucrania, su significado ha evolucionado como parte de la narrativa política y cultural rusa.
Novorossiya, o «Nueva Rusia» es un término que describe un territorio en el sureste de Ucrania que históricamente formó parte del Imperio Ruso. Este concepto se originó en el siglo XVIII durante las conquistas del Imperio Ruso y resurgió en la narrativa política contemporánea como parte del discurso justificativo del Kremlin en sus intervenciones militares en Ucrania. Actualmente, la región incluye óblast como Donetsk, Lugansk, Zaporiyia, Járkov, Jersón, Odesa, Dnipropetrovsk, Mykolaiv y la estratégica Península de Crimea.
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Su importancia radica tanto en su significado histórico como en su valor geopolítico. La región actúa como un puente entre Rusia, el Mar de Azov y el Mar Negro. Conecta además con Transnistria, un enclave separatista en Moldavia apoyado por Moscú. Desde 2014, tras la anexión de Crimea, Novorossiya es clave en las estrategias rusas de consolidación territorial y de contención de la influencia occidental liderada por la OTAN.
La creación de Novorossiya bajo el Imperio Ruso
El término Novorossiya surgió durante el reinado de Catalina la Grande, cuando el Imperio Ruso expandió su dominio hacia el sur tras las guerras contra el Imperio Otomano. Esta región, históricamente llamada los «Campos Salvajes», se incorporó formalmente en la segunda mitad del siglo XVIII y fue objeto de un ambicioso proyecto de colonización liderado por el príncipe Gregorio Potiomkin, quien tenía poderes de gobernación absolutos. El nombre enfatizaba la visión rusa de transformar este territorio en una extensión de su imperio.
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La anexión de estos territorios no solo buscaba expansión territorial, sino también establecer un control estratégico sobre el Mar Negro. En este contexto, se fundaron ciudades clave como Odesa y Sebastopol, que más tarde se convertirían en centros económicos y militares. Estas conquistas sentaron las bases para la influencia rusa en Europa del Este y el Cáucaso, una política que perdura hasta hoy.
Antecedentes: la Rus de Kiev
La relación de Novorossiya con la Rus de Kiev es indirecta, pero significativa al analizar su importancia histórica y cultural. La Rus de Kiev, establecida en el siglo IX, era la primera entidad política unificada de los eslavos orientales y se considera el precursor tanto de Rusia como de Ucrania. Este estado, con su centro en Kiev, expandió su influencia a lo largo de la región que siglos después se conocería como Novorossiya. Durante el auge de la Rus de Kiev, estas tierras formaban parte de un gran territorio dominado por eslavos orientales. Estos compartían lazos lingüísticos, culturales y religiosos gracias a la adopción del cristianismo ortodoxo en el siglo X.
La relevancia histórica de esta conexión se encuentra en cómo los lazos culturales de la Rus de Kiev se han reutilizado en la narrativa política moderna. En el discurso ruso contemporáneo, se presenta a la Rus de Kiev como un símbolo de unidad histórica entre rusos, ucranianos y bielorrusos. Esta reinterpretación forma parte de los esfuerzos de legitimación histórica del Kremlin, que reivindica a Novorossiya como una región integral de la «gran Rusia histórica». Sin embargo, esta visión omite la evolución política y cultural que experimentaron las distintas regiones tras la fragmentación de la Rus de Kiev. Esto evidencia cómo la historia se puede moldear para apoyar distintos intereses geopolíticos.
La colonización rusa y el desarrollo económico
El control ruso transformó Novorossiya en una región próspera. La fértil tierra negra de la zona favoreció el desarrollo agrícola, atrayendo a campesinos rusos y ucranianos. Paralelamente, se incentivó la inmigración de colonos europeos, incluidos alemanes y griegos, para diversificar la economía y consolidar el control ruso sobre la región. Esta mezcla étnica fue importante para el crecimiento comercial y social de la región. Además, Novorossiya se convirtió en un nodo comercial gracias a su proximidad al Mar Negro. Puertos como el de Odesa facilitaron el comercio de granos y bienes industriales, convirtiendo la región en un motor económico del Imperio Ruso.
Novorossiya en la era soviética y postsoviética
Durante la URSS, Novorossiya experimentó una transformación radical al integrarse en la República Socialista de Ucrania. Este periodo marcó un proceso de industrialización acelerada en ciudades como Donetsk y Lugansk, que se convirtieron en centros clave de minería y manufactura pesada. Estas regiones, conocidas como el Donbás, desempeñaron un papel muy importante en la economía soviética y en la construcción de una identidad proletaria. Sin embargo, esta etapa también trajo cambios demográficos significativos. La repoblación tras la hambruna de Holodomor y la rusificación cultural, promovida por Moscú, intensificó la presencia del idioma y la cultura rusa en estas áreas. Esto sentó las bases para las tensiones identitarias que emergerían tras el colapso de la URSS. Por este motivo, Nueva Rusia se convirtió en una región profundamente marcada por las dinámicas soviéticas, que persisten en el siglo XXI. En especial, Donetsk y Lugansk.
Colapso de la URSS y el resurgimiento del concepto
Con la disolución de la Unión Soviética en 1991, Novorossiya pasó a formar parte del Estado independiente de Ucrania, lo que provocó un cambio radical en su estatus político y económico. Las regiones del Donbás y Crimea, de mayoría rusófona, comenzaron a mostrar tensiones con el gobierno central ucraniano, ya que no se sentían identificados. Esto dio pie a disputas internas y a la intervención de Moscú como presunto protector de los derechos de las comunidades rusófonas. El concepto de Novorossiya reapareció en 2014 durante la revuelta del Maidán, cuando el Kremlin lo utilizó como parte de su narrativa para justificar la anexión de Crimea y el apoyo a los separatistas prorrusos en Donetsk y Lugansk, que buscaban integrarse en una nueva región llamada Nueva Rusia. Además, Putin mencionó en ese momento que en la época zarista, el sureste de Ucrania era Novorossiya.
La importancia de Nueva Rusia para el Kremlin en la actualidad
Para Moscú, Novorossiya simboliza la restauración de la «gran Rusia histórica». El Kremlin ha utilizado esta narrativa para justificar su intervención en Ucrania, argumentando que está protegiendo a las comunidades rusófonas y preservando su legado cultural. Esta visión refuerza el nacionalismo interno y legitima las acciones del Kremlin frente a la comunidad internacional. Además, el término es una herramienta política clave en la guerra híbrida de Rusia, combinando propaganda, desinformación y acciones militares para consolidar su influencia en la región. Así, Novorossiya no solo representa una estrategia geopolítica, sino también un elemento central en la identidad política rusa contemporánea.
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Además, Nueva Rusia es vital por su riqueza económica y ubicación estratégica. La región cuenta con grandes recursos minerales y tierras agrícolas que son esenciales para la economía rusa. Además, su ubicación geográfica conecta a Rusia con el Mar Negro y sirve como un corredor terrestre hacia Crimea y Transnistria, fortaleciendo la posición rusa en Europa del Este. El control de esta área también limita el acceso de Ucrania al comercio marítimo y refuerza la capacidad de Rusia para proyectar poder en la región. Esto convierte a Novorossiya en una pieza clave en la estrategia geopolítica del Kremlin, con implicaciones que van más allá del conflicto ucraniano.
Nueva Rusia en la guerra de Ucrania
El conflicto en Ucrania ha colocado a Novorossiya en el epicentro de las tensiones internacionales. Desde 2014, las regiones de Donetsk y Lugansk son testigos de enfrentamientos intensos entre fuerzas prorrusas y el ejército ucraniano. Moscú utiliza el argumento de la «protección de los rusófonos» como justificación para respaldar a los separatistas, mientras promueve referéndums ilegítimos para consolidar su control. Este conflicto ha escalado con la invasión de 2022, en la que Rusia declaró su intención de «desnazificar» Ucrania y garantizar la seguridad de estas regiones históricas.
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En el terreno militar, el concepto de Nueva Rusia ha servido como marco ideológico para justificar la anexión de territorios y avanzar hacia un puente terrestre que conecte Crimea con Rusia continental. Esta estrategia no solo busca reforzar el control territorial, sino también desestabilizar al gobierno ucraniano e influir en la geopolítica de la región. El uso de la narrativa histórica resulta clave en la guerra híbrida que Rusia desarrolla contra Ucrania y sus aliados occidentales. En el comienzo de la invasión rusa en febrero de 2022, Vladímir Putin mencionó el término. «En el siglo XVIII, las tierras del litoral del Mar Negro, incorporadas en Rusia como resultado de guerras con el Imperio Otomano, recibió el nombre de Novorossiya. Ahora se intenta condenar estos hitos de la historia al olvido».
Un territorio no reconocido actualmente
Novorossiya, como concepto territorial y político, no tiene reconocimiento oficial ni por parte de la comunidad internacional ni de las instituciones gubernamentales ucranianas. Aunque Rusia revitalizó el término en 2014 como parte de su estrategia para legitimar el apoyo a los separatistas prorrusos en Donetsk y Lugansk, no existe una administración formal o delimitación clara que respalde su existencia como entidad política independiente. De hecho, incluso dentro de Rusia, Novorossiya no figura como una unidad administrativa oficial, sino como una narrativa histórica y geopolítica. El intento de consolidar este territorio mediante referéndums organizados en regiones controladas por fuerzas prorrusas se ha rechazado por la comunidad internacional.
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La ONU considera estas acciones una violación de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Además, el concepto de Novorossiya, aunque simbólico, se ha eclipsado por las realidades prácticas del conflicto, donde el control de áreas como Donetsk, Lugansk, y el corredor terrestre hacia Crimea responde más a estrategias militares que a la configuración de una entidad política coherente. La falta de reconocimiento muestra su carácter como un instrumento de la guerra híbrida rusa. Es decir, un territorio conceptualizado para reforzar la narrativa de Moscú sobre la restauración de la «gran Rusia histórica», pero sin un estatus concreto que lo legitime a nivel internacional.
Las implicaciones geopolíticas globales
Novorossiya ha ampliado la brecha entre Rusia y Occidente. Moscú percibe las políticas de la OTAN y la Unión Europea como una amenaza a su esfera de influencia, utilizando esta región como un campo de batalla simbólico y militar. La narrativa histórica sobre Nueva Rusia refuerza las tensiones entre las grandes potencias, alimentando un conflicto que tiene repercusiones mundiales en términos de seguridad, economía y diplomacia. Además, el control de Novorossiya permitiría a Moscú consolidar su posición en el Mar Negro y limitar la influencia occidental en Europa del Este. Esto representa un desafío directo a la OTAN y a los esfuerzos de Estados Unidos y sus aliados por garantizar la estabilidad en la región. Novorossiya, por tanto, no es solo un conflicto local, sino un punto de fricción en la lucha por el orden mundial.
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El futuro de Novorossiya depende del desenlace del conflicto en Ucrania. Si Moscú logra consolidar su control, podría redefinir las fronteras geopolíticas de Europa del Este y fortalecer su influencia en la región, de manera parcial o total. Esto incluiría la creación de un corredor terrestre estable hacia Transnistria y Crimea, asegurando el acceso al Mar Negro y ampliando su presencia estratégica en todo el sureste actual de Ucrania. Sin embargo, la resistencia de Ucrania, junto con el apoyo militar y diplomático de Occidente, podría dificultar estos objetivos. En este escenario, Novorossiya podría convertirse en un territorio de conflicto prolongado, con graves consecuencias para la población local y la estabilidad regional. La guerra en curso ha generado una crisis humanitaria y económica que marcará el destino de la región durante décadas.
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