En este artículo se analiza el origen, la evolución histórica y el significado del judaísmo como una de las primeras religiones monoteístas.
Algunas religiones nacen en templos, otras en medio del desierto. Lo curioso es que hay una cuya historia arranca con una promesa y una travesía que marcó el rumbo de todo un pueblo.
Es una historia antigua, que explica el vínculo entre un pueblo y su Dios que resiste siglos de exilio, reconstrucción y fe. ¿Cómo surgió esa conexión? ¿Quién era ese Dios?
¿De dónde proviene el judaísmo y quién es su Dios?
El judaísmo surgió de una serie de pactos, conflictos y desplazamientos protagonizados por un pueblo que supo mantener su identidad incluso en los momentos más oscuros.
Todo comenzó con Abraham, un hombre que, según la tradición, escuchó una llamada divina y decidió dejarlo todo atrás. En esa decisión fundacional está la semilla de una religión que ha influido profundamente en la historia occidental.
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Abraham no solo es considerado el primer monoteísta, también es el punto de partida del pueblo hebreo. Su descendencia, a través de Isaac y Jacob, acabaría siendo esclavizada en Egipto.
Fue allí donde entra en escena Moisés, la figura que lideró la salida hacia la libertad en lo que se conoce como el Éxodo. Durante esa travesía, en el monte Sinaí, se selló un nuevo pacto: Dios entregó la Torá y sus mandamientos al pueblo de Israel, dejando claras las condiciones de esa relación sagrada.
¿Cuál es el Dios del judaísmo y cómo se relaciona con su pueblo?
En el centro de esta fe está la figura de un solo Dios. No es una divinidad lejana ni abstracta. Es un ser con voluntad, que establece alianzas, impone leyes y acompaña a su pueblo.
Su nombre, representado en la Biblia con las letras hebreas YHWH, es tan sagrado que no se pronuncia. En su lugar, los judíos religiosos se refieren a Él como Adonai (Mi Señor) o HaShem (El Nombre).
Este Dios no necesita intermediarios celestiales ni comparte su trono. Es el creador del universo, el legislador y el que guía a los suyos a través de la historia. La Torá, compuesta por los cinco primeros libros del Tanaj, no es sólo un conjunto de normas; es una hoja de ruta para vivir bajo sus principios.
Judaísmo: fe, ley y resistencia
Lo que hace al judaísmo especialmente singular no es solo su creencia en un único Dios, sino la forma en que esa creencia se entrelaza con una ética práctica. No basta con creer; hay que actuar. De ahí la importancia de los mandamientos, del estudio constante de los textos y del debate que ha mantenido viva la tradición rabínica durante siglos.
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Además, el judaísmo no se construyó desde el poder ni desde imperios. Más bien al contrario: se forjó en la adversidad. Desde la destrucción del Templo en Jerusalén hasta el exilio babilónico, pasando por siglos de dispersión, esta religión ha sobrevivido a base de memoria, transmisión oral y un sentido muy claro de pertenencia.
Por otro lado, el surgimiento del judaísmo rabínico supuso un cambio clave. La ley escrita empezó a convivir con una tradición oral interpretativa, y esa dinámica marcó el rumbo de la religión hasta nuestros días. A esto se suma la importancia del Tanaj, un corpus literario que no solo narra, sino que moldea la visión del mundo de quienes lo estudian.
Hoy, el judaísmo sigue girando en torno a esa idea fundacional: un pueblo elegido que vive según las leyes de un Dios único, con quien mantiene una relación directa, compleja y duradera. No es solo una religión, es también identidad, cultura y memoria viva.
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