El crimen de destrucción sistemática de un grupo por motivos étnicos, nacionales o religiosos han ocurrido en numerosas ocasiones durante la historia. Te explicamos qué significan estos episodios cuya brutalidad ha dejado cicatrices imborrables en la humanidad.
El genocidio es el máximo nivel de violencia planificada. Aniquila cuerpos y, con ellos, culturas y memorias. La intolerancia, cuando se combina con el poder estatal o la impunidad armada, puede acabar con millones de vidas. Estudiarlos es un compromiso ético que puede ayudar a detectar las señales tempranas del odio y frenar el ciclo de destrucción antes de que sea demasiado tarde.
La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (ONU, 1948) define genocidio como «cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso». Esta definición legal sirve hoy como base para juzgar este crimen en tribunales internacionales y nacionales.
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En 1944, el entonces primer ministro de Reino Unido, Winston Churchill, aseguró que era «el crimen sin nombre», al no existir ningún término para expresar gran crueldad cometida por el régimen nazi contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, el jurista judeo-polaco Raphael Lemkin acuñó la palabra en 1944, combinando genos (raza o grupo) y -cidio (matar). Tras estudiar las masacres otomanas contra los armenios y el avance nazi contra los judíos, Lemkin concluyó que hacía falta un concepto jurídico específico para describir la destrucción planificada de pueblos enteros.
Elementos clave del genocidio
- Intención específica: no basta con muertes masivas, debe demostrarse el propósito deliberado de aniquilar al grupo.
- Sistematicidad: acciones coordinadas (asesinatos, deportaciones, hambrunas forzadas) que persiguen un fin común.
- Víctimas como colectivo: el blanco del crimen es la identidad compartida, no los individuos aislados.
El genocidio, por tanto, es a la vez un atentado extremo contra la vida humana y contra la diversidad cultural que sustenta la coexistencia mundial.
Peores genocidios de la historia
El Holocausto (1939 – 1945)
Entre 5,7 y 6 millones de judíos (además de gitanos, personas con discapacidad, homosexuales, prisioneros de guerra soviéticos y opositores políticos) fueron asesinados por el régimen nazi mediante campos de concentración, exterminio y fusilamientos. La eficiencia industrial de la matanza y la propaganda antisemita oficializaron un odio de Estado que redefinió el siglo XX.
Genocidio ruandés (1994)
En solo 100 días, milicias hutus asesinaron aproximadamente 800.000 tutsis y hutus moderados a machetazos, disparos y quemas masivas. La radio fomentó el odio étnico y la incertidumbre internacional paralizó la intervención. Hoy se estudia como ejemplo de cómo la propaganda y la inacción en el mundo pueden facilitar la matanza sistemática de personas.
Genocidio de Camboya (1975 – 1979)
El régimen comunista Jemer Rojo de Pol Pot obligó a la población urbana a trabajar en el campo, ejecutó a «enemigos de clase» y prohibió la religión y la educación. Entre 1,7 y 2,5 millones de personas murieron por ejecución, trabajo forzado y hambrunas planificadas.
Holodomor en Ucrania (1932 – 1933)
La colectivización agrícola impuesta por la Unión Soviética provocó una hambruna que causó entre 3 y 5 millones de muertes ucranianas. Ambos parlamentos han reconocido el Holodomor como genocidio, al argumentar que las autoridades estalinistas buscaron quebrar la identidad nacional mediante el hambre.
Genocidio armenio (1915 – 1923)
El Imperio Otomano deportó y masacró a entre 1 y 1,5 millones de armenios mediante marchas forzadas en el desierto, fusilamientos y campos de concentración improvisados. A pesar de la controversia política, la mayoría de historiadores y más de 30 países lo reconocen como el primer gran genocidio del siglo XX.
Anfal o genocidio kurdo (1986 – 1989)
El régimen de Sadam Huseín llevó a cabo la operación «Anfal», incluyendo ataques químicos que dejaron hasta 185.000 kurdos muertos y miles de aldeas arrasadas. Los tribunales iraquíes e internacionales han calificado la campaña como un genocidio.
Masacre de Nanking (1937 – 1938)
Durante seis semanas, el ejército japonés asesinó a entre 100.000 y 300.000 civiles chinos y cometió violaciones masivas tras la caída de Nanking. Aunque no fue juzgado como genocidio en su momento, la escala y brutalidad encajan en la definición de destrucción parcial de un grupo nacional.
Genocidio en el Congo de Leopoldo II (1886 – 1908)
La explotación del caucho en el Estado Libre del Congo, propiedad personal del rey belga Leopoldo II, causó la muerte de hasta 10 millones de congoleños por trabajos forzados, mutilaciones y hambrunas. La indignación internacional obligó a Bélgica a asumir la colonia en 1908.
Grandes genocidios soviéticos y chinos
- Gran Terror estalinista (1937-38): purgas, deportaciones y hambrunas forzadas provocaron de 700.000 a 1 millón de ejecutados y millones más en gulags.
- Gran Salto Adelante (China, 1958-61): políticas de Mao provocaron hambrunas que cobraron entre 15 y 30 millones de vidas, consideradas por algunos estudios como genocidio político por su intencionalidad frente a las advertencias internas.
Otros episodios que amplían el mapa del horror
- Biafra (Nigeria, 1967-1970): bloqueo alimentario y bombardeos dejaron más de un millón de igbos muertos.
- Hambruna etíope (1983-1985): combinó políticas represivas y sequía, con alrededor de un millón de fallecidos.
- Srebrenica (1995): asesinato de 8.000 varones bosnios musulmanes, calificado como genocidio por el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia.
¿Por qué estudiar y recordar el genocidio?
Lemkin sostenía que «la vida de los pueblos es tan importante como la de los individuos». Además, el sociólogo Leo Kuper subrayó que reconocer la etapa temprana del odio es la única forma de evitar la última. La memoria histórica permite identificar señales de alarma: deshumanización, propaganda de odio o concentración de poder.
Mecanismos actuales de justicia y conmemoración
- Tribunales internacionales: Corte Penal Internacional, tribunales ad hoc (Ruanda, Yugoslavia) y jurisdicciones nacionales aplican el principio de no prescripción.
- Educación: museos como Yad Vashem, el Gisozi Memorial de Kigali o Tuol Sleng en Phnom Penh enseñan las consecuencias del fanatismo.
- Conmemoraciones: días mundiales (27 de enero para el Holocausto, 7 de abril para Ruanda) y monumentos como Tsitsernakaberd (Ereván) recuerdan a las víctimas y obligan a la reflexión colectiva.
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