El gran apagón del 28 de abril de 2025 en la Península Ibérica demostró que la importancia de las infraestructuras críticas son necesarias, ya que son la base de nuestra vida cotidiana y de la estabilidad de toda la sociedad.
Las infraestructuras críticas son todos aquellos sistemas, activos y servicios esenciales para el funcionamiento seguro y adecuado de una sociedad y su economía. Su característica principal es que, si dejan de funcionar, no existen alternativas viables a corto plazo y el impacto puede ser devastador para la seguridad, la salud pública y la economía. Estos servicios esenciales incluyen:
- Suministro de energía eléctrica y gas.
- Abastecimiento de agua potable y tratamiento de aguas residuales.
- Redes de transporte (carreteras, trenes, aeropuertos, metros).
- Telecomunicaciones e internet.
- Servicios sanitarios (hospitales, clínicas, ambulancias).
- Sistemas bancarios y financieros.
- Producción y distribución de alimentos.
- Servicios de emergencia y seguridad pública.
Estos sectores forman la columna vertebral de la vida moderna. Sin ellos, la sociedad se paraliza.
Impacto en la sociedad y la economía
Cuando una infraestructura crítica falla, en cuestión de minutos, millones de personas se pueden quedar sin luz, transporte o telecomunicaciones. Además, los hospitales y demás servicios críticos deben activar sus protocolos, que suelen incluir grupos electrógenos en sus instalaciones que generan electricidad para llevar a cabo sus actividades más esenciales, aquellas que si no se realizan pueden ocasionar la muerte de personas.
Costes económicos directos e indirectos
Las pérdidas económicas de un evento así son enormes. No solo se pierden ingresos por la paralización de empresas y comercios, sino que también se generan gastos extraordinarios por las reparaciones, las emergencias ocasionadas y la recuperación de estos sistemas. Además, la incertidumbre sobre la duración de la interrupción afecta a la confianza de inversores y ciudadanos.
Afectación a la calidad de vida y servicios esenciales
La calidad de vida se ve gravemente afectada. Desde la imposibilidad de cocinar o conservar alimentos perecederos, hasta la suspensión de clases y la dificultad para acceder a servicios médicos. Además, la imposibilidad de pagar con tarjetas o el colapso de los transportes y las comunicaciones puede poner en riesgo vidas humanas y agrava la sensación de inseguridad y vulnerabilidad.
Seguridad nacional y soberanía tecnológica
Riesgos de ciberataques y sabotajes
En la era digital, las infraestructuras críticas son cada vez más vulnerables a ciberataques y sabotajes. Un ataque bien dirigido puede paralizar un país entero, afectar la continuidad de negocios y servicios y poner en jaque la seguridad nacional. Por eso, la ciberseguridad es una prioridad estratégica.
Dependencia de proveedores externos
La globalización y la digitalización hacen que muchas infraestructuras dependan de proveedores y tecnologías extranjeras. Esto puede suponer un riesgo si esos proveedores fallan o si surgen conflictos internacionales. Garantizar la soberanía tecnológica es clave para la resiliencia.
Resiliencia y continuidad de servicios
Estrategias de redundancia y diversificación
Para evitar que una falla provoque un colapso total, es fundamental diseñar infraestructuras críticas con sistemas redundantes y diversificados. Esto significa tener fuentes alternativas de energía, rutas de transporte alternativas y sistemas de respaldo para datos y comunicaciones.
Monitorización en tiempo real
La monitorización continua permite detectar anomalías antes de que se conviertan en crisis. Sistemas inteligentes y sensores conectados ayudan a anticipar problemas y a activar protocolos de emergencia de forma inmediata.
Colaboración público-privada y protocolos de emergencia
La protección de las infraestructuras críticas es una responsabilidad que deben compartir gobiernos, empresas y operadores privados. La cooperación y el intercambio de información son esenciales para responder de forma coordinada ante cualquier amenaza. Los planes nacionales de protección y los protocolos de emergencia deben estar siempre actualizados y probados.
Papel de la ciudadanía y las empresas
La importancia de las infraestructuras críticas recae tanto en los gobiernos como en las grandes empresas operadoras de dichos servicios esenciales. Es por ello que todos, en su conjunto, tenemos un papel en su protección y resiliencia.
- Concienciación y buenas prácticas. La ciudadanía debe conocer los riesgos y saber cómo actuar en caso de emergencia. Las empresas deben formar a sus empleados y establecer protocolos claros.
- Inversión en innovación y mantenimiento. Mantener y modernizar las infraestructuras es clave para evitar fallos y adaptarse a nuevas amenazas. La inversión en tecnología, ciberseguridad y mantenimiento preventivo no es un gasto, sino una inversión en seguridad y continuidad de servicios.
- Formación y simulacros. Realizar simulacros periódicos y formar a trabajadores y ciudadanos en gestión de crisis mejora la capacidad de respuesta ante cualquier incidente.
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