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Mientras España arde, honremos a los héroes y exijamos soluciones

Análisis

Daniel Villegas
Daniel Villegas
Fundador y Director general de LISA Institute. Es Asesor en materia de Seguridad, Inteligencia y Ciberseguridad para diversas empresas e instituciones públicas, tanto en Europa como en América. A su vez, es Consultor en proyectos para la OTAN, ONU y Unión Europea. Anteriormente, fue Responsable de Seguridad y Análisis en la Unidad de Seguridad y Protección Civil de Metro de Barcelona. A nivel académico, es Licenciado en Criminología (UIC), Graduado en Prevención y Seguridad Integral y Posgrado Superior en Gestión y Derecho de la Seguridad (EPSI), Máster en Mundo Árabe e Islámico (UB), Máster Oficial en Terrorismo (UNIR), Máster en Análisis de Inteligencia (UAB), Máster en Cybersecurity Management (UPC), CISA y CSX (ISACA).

España arde. En medio de la devastación, miles de hombres y mujeres se juegan la vida para frenar incendios que arrasan hogares, negocios y ecosistemas enteros. Mientras tanto, algunos políticos —de todos los colores— parecen más preocupados por sacar partido de la tragedia que por sumar esfuerzos para combatirla. Este artículo es un homenaje a quienes, sin buscar protagonismo, demuestran cada día que servir es más importante que figurar, y una llamada urgente a replantear cómo prevenimos y afrontamos estas catástrofes.

La realidad sobre el terreno

La extensión de los incendios está alcanzando niveles históricos. Más de 115.000 hectáreas han ardido en distintos puntos de España, siendo las provincias de Ourense, León, Zamora y Cáceres algunas de las más afectadas.

Las consecuencias humanas son trágicas: tres fallecidos —dos voluntarios en Castilla y León y un hombre en Madrid— que perdieron la vida mientras intentaban frenar el avance de las llamas. A ello se suman más de 9.000 evacuados en todo el territorio, y confinamientos que han afectado a cientos de personas, especialmente en zonas rurales, donde el fuego se ha propagado con una rapidez alarmante. La emergencia ha paralizado infraestructuras clave como el tráfico ferroviario del AVE Madrid-Galicia y ha obligado a cortar carreteras estratégicas como la A-52, N-525, A-66 y N-630.

El dispositivo desplegado es imponente en número, pero insuficiente frente a la magnitud de la catástrofe: más de 10.000 efectivos, entre bomberos, brigadas forestales, Unidad Militar de Emergencias, Protección Civil, Ejército y medios internacionales, trabajan sin descanso para contener el avance de las llamas.

Sin embargo, expertos advierten que esta crisis no es solo consecuencia del cambio climático y las condiciones meteorológicas extremas, sino también de una gestión forestal deficiente. Entre 2009 y 2022, la inversión en prevención se redujo un 52 %, dejando a nuestros bosques más expuestos a la acumulación de biomasa y convirtiéndolos en polvorines listos para arder.

Las causas que nos han traído hasta aquí no solo son un grupo de pirómanos, sino una combinación de pasotismo, negligencia e intereses económicos de particulares y empresas.

Un llamado a la reflexión: responsabilidad vs oportunismo

Mientras nuestro país arde y miles de personas arriesgan su vida, su salud y su futuro, resulta doloroso comprobar que algunos políticos, de todos los colores, parecen más preocupados por aprovechar la tragedia como arma arrojadiza que por arrimar el hombro.

Las llamas no distinguen ideologías, pero el oportunismo político sí. En lugar de unir fuerzas para coordinar recursos, acelerar la ayuda y reforzar la prevención, se multiplican las declaraciones incendiarias en redes y medios, buscando titulares y rédito electoral.

Esta actitud no solo es moralmente reprochable, sino también peligrosa: en una crisis de esta magnitud, la desunión política puede costar vidas. Y, de hecho, ya está pasando.

Por suerte, los héroes de siempre están a la altura

En contraposición a este escenario de cálculos partidistas, sobre el terreno trabajan auténticos héroes que no llevan traje ni corbata. Bomberos, brigadas forestales, miembros de la UME, Protección Civil, policías, agricultores, ganaderos y voluntarios se enfrentan al fuego con medios muchas veces escasos e incluso inexistentes, impulsados por un sentido de deber y compromiso que trasciende lo material.

Luchan día y noche para frenar la devastación, salvar vidas, proteger hogares y negocios, y preservar ecosistemas que tardarán décadas en recuperarse.

Estos hombres y mujeres no calculan votos ni piensan en estrategias de comunicación. Calculan minutos para llegar a un incendio, litros de agua para sofocarlo y fuerzas para resistir jornadas interminables.

En ellos reside el verdadero ejemplo de vocación de servicio público: personas que ponen en riesgo su vida sin esperar otra recompensa que la satisfacción de haber protegido a otros.

Propuesta de acción urgente

La magnitud de esta tragedia debe servir como punto de inflexión. En primer lugar, es imprescindible una unidad política real, que supere el enfrentamiento ideológico para centrarse en la coordinación y eficacia de la prevención y de la respuesta.

En segundo lugar, se requiere una inversión sostenida en prevención estructural, que incluya una gestión forestal activa, la limpieza de montes, la creación de cortafuegos y el fomento de actividades económicas que mantengan vivo el medio rural. Que no estén aprobados los presupuestos nacionales y/o autonómicos no es una excusa. Anticipen lo que es anticipable y pónganse de acuerdo para lo importante.

En tercer lugar, los equipos de emergencia necesitan mejores condiciones laborales, más recursos técnicos y formación continua, para que su entrega no dependa de su capacidad de improvisar ante carencias estructurales. Más allá de una decisión técnica, es justicia moral.

Por último, es urgente adaptar nuestra estrategia a los incendios de sexta generación, incorporando tecnología de monitoreo, predicción climática avanzada y protocolos de actuación que respondan a la nueva realidad del cambio climático.

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Conclusión

España debe más que un aplauso a quienes, con valentía y sacrificio, se enfrentan a las llamas para proteger vidas, hogares y naturaleza: Bomberos, brigadas forestales, miembros de la UME, Protección Civil, policías, agricultores, ganaderos y voluntarios.

Esta crisis no puede ser recordada solo por la devastación que causó, sino también como el momento en que decidimos cambiar la manera de prevenir, afrontar y superar los incendios.

El fuego devora nuestros bosques, pero no debe consumir nuestra capacidad de aprender, analizar, anticipar, servir y proteger lo que importa. Agradecimiento y admiración absoluta a los que lo arriesgan todo por proteger a los demás.


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