Durante la mesa redonda sobre «La piratería como puerta de entrada a otros ciberdelito» organizado por El Confidencial y LaLiga, el director general de LISA Institute, Daniel Villegas remarcó una serie de conclusiones y sugerencias relacionadas con la piratería digital. En este artículo resumimos las claves y por qué este ciberdelito tiene un papel relevante en la ciberseguridad empresarial.
La piratería audiovisual no es solo un problema de propiedad intelectual o de consumo ilícito de contenidos. Es también una puerta de entrada a un ecosistema de delitos cibernéticos mucho más amplio y sofisticado. En un entorno digital cada vez más interconectado y vulnerable, las plataformas piratas se han convertido en vectores clave para la propagación de malware, fraudes financieros, robo de identidad y ataques a infraestructuras críticas.
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De ver películas gratis… a ser víctima de un ciberataque
Detrás de muchas plataformas de contenidos ilegales —como las que ofrecen series, películas o retransmisiones deportivas sin licencia— se esconden redes criminales organizadas que no solo explotan el contenido, sino también al usuario. ¿Cómo lo hacen?
1. Infección por malware: el «precio oculto» de lo gratis
Las apps y webs piratas son una de las principales vías de distribución de malware, incluyendo troyanos, ransomware, spyware y keyloggers. Estos programas maliciosos se instalan silenciosamente en el dispositivo, robando información personal, espiando las actividades del usuario o incluso cifrando sus archivos para exigir un rescate.
2. Acceso total al dispositivo y pérdida de datos
Una vez infectado, el dispositivo puede quedar completamente comprometido. Los ciberdelincuentes pueden obtener control remoto, acceder a credenciales bancarias, datos de acceso y archivos personales, lo que eleva significativamente el riesgo de fraude financiero o robo de identidad.
3. Compromiso de la red doméstica
Más allá del dispositivo afectado, el malware puede utilizarlo como puerta de entrada para atacar otros dispositivos conectados a la misma red doméstica, ampliando el alcance del ataque y comprometiendo entornos familiares y profesionales.
4. Suscripciones y cargos ocultos
Algunas apps piratas instalan sin permiso servicios premium («chargeware«) que generan cargos automáticos en la factura telefónica o de tarjeta sin que el usuario lo note, una práctica que combina piratería y fraude económico.
5. Sin actualizaciones ni soporte
Al no ser oficiales, estas plataformas carecen de actualizaciones de seguridad, dejando abiertas vulnerabilidades conocidas que los ciberdelincuentes pueden explotar durante meses o incluso años.
6. Riesgos legales reales
Además del daño técnico y económico, el uso y distribución de contenidos pirateados es ilegal y puede conllevar consecuencias judiciales: multas, antecedentes penales y acciones legales por parte de los titulares de derechos.
La ciberseguridad: de gasto operativo a ventaja competitiva
En este contexto de amenazas crecientes, la inversión en ciberseguridad ha dejado de ser opcional. Ya no se trata de si se debe invertir, sino de cuánto y en qué áreas se invierte. Según PwC (2024), el 91% de los CEOs a nivel global consideran la ciberseguridad como una prioridad estratégica para garantizar la continuidad de negocio y la confianza del cliente.
La regulación también marca el camino
Normativas como NIS2 y DORA en Europa obligan a empresas e instituciones a implementar controles robustos de seguridad digital. La inversión en ciberseguridad y antifraude empezará a considerarse equivalente a la prevención de riesgos laborales (PRL), especialmente en infraestructuras críticas.
Invertir bien: personas, tecnología y formación
El presupuesto de ciberseguridad debe distribuirse de forma eficiente entre:
- Tecnología avanzada y herramientas de detección
- Talento especializado y formación continua
- Antimalware y ciberseguros
- Sistemas de análisis del comportamiento y respuesta ante incidentes
Como suele decirse: el mejor día para invertir en ciberseguridad fue ayer.
Un enemigo cada vez más profesional
Los ciberdelincuentes han evolucionado. Ya no son amateurs solitarios, sino estructuras multinacionales con métodos precisos, escalables y difíciles de rastrear. Por eso, la colaboración entre empresas, cuerpos policiales, servicios de inteligencia y proveedores tecnológicos es esencial. Las organizaciones no solo deben defenderse, sino también contribuir activamente a la prevención y el análisis del cibercrimen.
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