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¿Por qué comenzó la guerra entre Irán e Israel? Las claves para comprender el conflicto

Análisis

Rubén Asenjo
Rubén Asenjo
Periodista apasionado por la actualidad internacional y la geopolítica. Escribo para entender el mundo en constante cambio y compartir perspectivas que despierten la reflexión y el debate. Comprometido con la búsqueda de la verdad y las historias que impacten e inspiren.

La guerra Israel Irán estalló cuando se cruzaron varias líneas rojas al mismo tiempo. Entre ellas; una disputa histórica que se remontaba a 1979, el temor israelí a un Irán nuclear, la agitación regional provocada por el conflicto palestino y la convicción de que el otro bando solo entiende el lenguaje de la fuerza. Desde fuera puede parecer irracional que dos países se embarquen en una espiral que amenaza con incendiar Oriente Medio, pero, desde dentro, ambos sienten que combaten por su propia existencia.

La guerra entre Israel e Irán de 2025 no apareció de la nada. Es el resultado de décadas de desconfianza, choques indirectos y temores mutuos que, paso a paso, fueron minando cualquier posibilidad de entendimiento. Para comprender por qué las bombas empezaron a caer el 13 de junio (primero sobre instalaciones nucleares iraníes y, pocas horas después, sobre ciudades israelíes) conviene retroceder hasta 1979, año en que ambos países dejaron de ser aliados para convertirse en enemigos declarados. A continuación, repasamos los momentos clave que explican cómo se pasó de la sombra a la guerra abierta.

De socios estratégicos a adversarios ideológicos

Hasta finales de los años setenta, Teherán e Israel mantenían una relación cordial. Irán, entonces una monarquía gobernada por el sha Mohamed Reza Pahlaví, fue el segundo país islámico que reconoció al Estado judío en 1948 y lo veía como un socio útil frente a los regímenes árabes hostiles. Sin embargo, ese vínculo se rompió cuando la Revolución Islámica derrocó al sha en 1979 y el ayatolá Ruhollah Jomeini instauró una república teocrática que calificó a Israel de «régimen ilegítimo».

Desde entonces, la enemistad quedó inscrita en la Constitución iraní y en la retórica de su líder supremo, que comenzó a presentarse como defensor de la causa palestina frente a lo que consideraba una ocupación injusta. A ojos de los nuevos dirigentes iraníes, arremeter contra Israel ofrecía dos ventajas. En primer lugar, fortalecer su imagen ante el mundo musulmán. Y en segundo lugar, distanciarse del «imperialismo» estadounidense, aliado histórico del Estado judío.

La «guerra en la sombra»: décadas de enfrentamientos indirectos

A partir de los años ochenta, el enfrentamiento se libró principalmente a través de terceros actores (milicias chiíes en Líbano, Siria e Irak) y operaciones encubiertas. Israel sostiene que Irán financia y entrena a grupos como Hezbolá, Hamás y los hutíes, capaces de hostigar su territorio con cohetes o drones. Por su parte, Teherán denuncia que los servicios secretos israelíes han saboteado centros de investigación y asesinado a varios de sus científicos nucleares, especialmente desde 2010.

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Esa «Guerra Fría» regional aumentó con la guerra civil siria (2011) y con la disputa marítima en el golfo Pérsico, donde ambos bandos se acusaron de atacar petroleros. Sin embargo, hasta 2025 ninguno había atacado territorio del otro de forma directa y masiva.

El conflicto nuclear: ¿amenaza existencial o derecho soberano?

Para Israel, el programa atómico iraní es el factor que hace inaceptable cualquier statu quo. Las autoridades de Jerusalén afirman que un Irán con armas nucleares supondría «una amenaza existencial», porque algún día podría intentar borrar al Estado judío del mapa. En Teherán, en cambio, el enriquecimiento de uranio se presenta como un derecho soberano y un seguro ante la presión occidental.

No obstante, desde la década de 2010 aproximadamente, Israel empezó a bombardear decenas de posiciones iraníes en Siria y realizó ciberataques contra plantas como Natanz. Sin embargo, nunca antes había golpeado el corazón del territorio rival. Esa línea roja se cruzó el 13 de junio de 2025, cuando la inteligencia israelí concluyó que Teherán estaba «en la fase final» para construir una bomba.

El detonante inmediato: el ataque de Hamás y la escalada regional

El 7 de octubre de 2023, la milicia palestina Hamás lanzó una incursión sin precedentes contra el sur de Israel, causando más de mil muertos y provocando la devastadora ofensiva israelí en Gaza. El conflicto palestino volvió a situarse en el centro de la política de Medio Oriente y reavivó la rivalidad Irán-Israel:

  • Irán ensalzó la operación de Hamás y prometió apoyo «hasta la victoria».
  • Israel acusó a Teherán de haber entrenado y financiado a los combatientes.
  • Las milicias proiraníes en Líbano, Irak y Yemen empezaron a hostigar posiciones israelíes y estadounidenses.

La Operación León Creciente: el día que saltaron las chispas

La madrugada del 13 de junio de 2025, cazas y misiles israelíes alcanzaron instalaciones militares y nucleares en varias provincias iraníes: Natanz, Khondab, Khorramabad y zonas estratégicas de Teherán. El nombre en clave de la ofensiva refleja la convicción de que era necesario «desmantelar las ambiciones nucleares» del adversario.

Los bombardeos mataron a altos mandos de la Guardia Revolucionaria, entre ellos el comandante Hossein Salami, y a científicos considerables para el programa atómico. En palabras del portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, Roni Kaplan, «Irán se acercaba a la fase final de su camino para confeccionar un arma nuclear».

La respuesta iraní y la entrada de Estados Unidos

Teherán reaccionó la misma noche con la Operación «Verdadera Promesa III», disparando cientos de misiles balísticos y drones contra Tel Aviv y otras ciudades israelíes. La mayoría se interceptaron. Sin embargo, los proyectiles que lograron pasar dejaron decenas de muertos y más de mil heridos. Al mismo tiempo, Irán amenazó con atacar cualquier base estadounidense que colaborara con Israel, aunque ese paso no llegó a materializarse.

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Al cabo de los días, Washington decidió unirse al esfuerzo israelí y bombardeó varios centros nucleares iraníes, asegurando que «las ambiciones nucleares de Irán han sido destruidas». Para Teherán, la participación estadounidense confirmó que la guerra entre Israel e Irán no es un asunto bilateral, sino un pulso geopolítico más amplio.

¿Por qué ahora? Las cinco claves de la escalada

Estas son las razones principales que, combinadas, provocaron el conflicto directo entre Israel e Irán en 2025:

  • Cambio de prioridades en Jerusalén. Tras casi dos años de combates en Gaza y la degradación de Hamás y Hezbolá, los estrategas israelíes se sintieron con margen militar y diplomático para golpear a Irán directamente.
  • Umbral nuclear. Fuentes de inteligencia occidentales indicaban que Irán estaba a meses de tener suficiente uranio enriquecido para un arma. Para Israel, actuar antes de ese punto era cuestión de «supervivencia».
  • Apuesta por la disuasión regional. El Gobierno de Benjamin Netanyahu quería enviar un mensaje a otros adversarios (Siria, Líbano, Yemen) y a las potencias que negocian con Teherán de que ningún acuerdo diplomático frenaría un programa nuclear encubierto.
  • Presión interna y legitimidad. Tanto en Irán como en Israel, los líderes enfrentan divisiones internas. La confrontación externa suele reforzar la cohesión nacional y distraer las críticas nacionales.
  • Estados Unidos como factor multiplicador. El temor a que la crisis se descontrole y afecte al mercado petrolero hizo que Washington interviniera rápidamente. Su apoyo militar inclinó la balanza e impidió que la contraofensiva iraní fuera mayor.

¿Salida diplomática o guerra prolongada?

El futuro dependerá de tres variables:

  1. La capacidad iraní de reconstruir su programa nuclear. Si los daños son irreparables, Teherán podría negociar; si no, la tentación de otra ofensiva israelí persistirá.
  2. La presión internacional. Rusia y China piden moderación, mientras la UE busca reactivar el acuerdo nuclear de 2015. Sin garantías técnicas, Israel rechaza cualquier propuesta.
  3. La política interna. Un cambio de liderazgo en cualquiera de los dos países podría abrir espacio para la diplomacia, pero de momento ambos gobiernos gozan de respaldo popular frente al enemigo externo.

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