En las últimas décadas, la ciberdelincuencia ha crecido de manera alarmante, un fenómeno que se intensificó durante la pandemia de COVID-19. Factores como el confinamiento, el aumento del trabajo remoto y la incertidumbre económica han creado un entorno propicio para la actividad de los ciberdelincuentes. Durante este período, se reportó un aumento del 600% en los delitos cibernéticos. En este artículo, María Aperador, Directora Académica del Área de Criminología y Ciberseguridad de LISA Institute y coordinadora del Máster Profesional de Analista Criminal y Criminología Aplicada de LISA Institute, explora el perfil criminológico de los ciberdelincuentes y analiza sus motivaciones, técnicas y el impacto de sus acciones en la sociedad.
El panorama de la ciberdelincuencia se ha diversificado notablemente en cuanto a técnicas y objetivos. Ataques como el ransomware, el phishing, el fraude en línea y la explotación de vulnerabilidades en sistemas críticos se han vuelto cada vez más frecuentes. Además, la cooperación entre los ciberdelincuentes y el uso de tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial y el aprendizaje automático, han incrementado la sofisticación de los ataques, haciendo que sean más difíciles de detectar y mitigar.
Frente a estas amenazas, los cuerpos de seguridad como Interpol y Europol han intensificado sus esfuerzos de colaboración internacional y han publicado guías para ayudar a empresas y ciudadanos a protegerse de estos riesgos. No obstante, aunque estos esfuerzos son fundamentales, el aumento de los ciberdelitos también subraya la necesidad de una comprensión más profunda de los individuos detrás de estos ataques y de sus motivaciones.
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Este interés renovado por entender a los actores detrás de estos crímenes no es solo una cuestión de tecnología; es, en esencia, un desafío criminológico y psicológico. ¿Quiénes son estos ciberdelincuentes? ¿Qué les lleva a delinquir en el ciberespacio? ¿Cómo influyen sus características psicológicas y el contexto en sus comportamientos delictivos? En este artículo, se explorará el perfil psicológico de los ciberdelincuentes, sus motivaciones y cómo ciertas teorías criminológicas pueden explicar su comportamiento. Comprender a estos actores no solo ayuda a mejorar las estrategias de prevención y respuesta, sino que también permite desarrollar políticas más efectivas para combatir la creciente amenaza que representan en el ámbito digital.
El perfil psicológico de los ciberdelincuentes
Los ciberdelincuentes son un grupo diverso con características psicológicas que varían considerablemente. Sin embargo, algunas investigaciones han identificado patrones comunes en sus perfiles psicológicos, lo que puede ayudar a entender mejor sus comportamientos y motivaciones.
Los ciberdelincuentes suelen exhibir una combinación de rasgos de personalidad que incluyen altos niveles de introversión, psicoticismo y, en algunos casos, narcisismo. Estos rasgos pueden influir en su comportamiento delictivo, destacando características como la preferencia por trabajar solos, la búsqueda de poder y control, y la falta de empatía hacia las víctimas.
Por ejemplo, en el análisis de varios casos reconocidos, se encontró que los ciberdelincuentes tienden a presentar una alta inteligencia analítica y habilidades técnicas avanzadas, pero carecen de habilidades sociales y empatía.
Un caso destacado es el de un ciberdelincuente adolescente conocido por su habilidad excepcional en programación, pero que mostraba dificultades para mantener relaciones sociales saludables y frecuentes cambios de humor. Esta combinación de alta inteligencia técnica y baja inteligencia emocional puede ser un factor clave que contribuye a su inclinación hacia el delito cibernético.
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Este comportamiento puede explicarse a través de la Teoría del Aprendizaje Social de Bandura, que enfatiza que el comportamiento delictivo es aprendido a través de la observación y la imitación de otros. En el mundo del ciberdelito, los delincuentes pueden aprender y refinar sus técnicas observando tutoriales en línea, participando en foros de hacking y colaborando con otros ciberdelincuentes más experimentados.
Además, los estudios sugieren que algunos ciberdelincuentes, especialmente aquellos involucrados en hacktivismo o en ataques con motivación política, pueden experimentar un sentido de superioridad moral o una necesidad de demostrar su destreza técnica. Esto puede estar vinculado a rasgos narcisistas, donde el delincuente siente que sus acciones son justificadas o necesarias para exponer fallos o injusticias en sistemas sociales o gubernamentales. La Teoría de la Neutralización de Sykes y Matza es relevante aquí, ya que sostiene que los delincuentes a menudo justifican sus acciones mediante la adopción de una postura moral elevada o un sentimiento de justificación.
Motivaciones de los ciberdelincuentes para delinquir
Las motivaciones para participar en actividades delictivas cibernéticas varían ampliamente, desde razones financieras hasta motivos ideológicos o de venganza personal. En muchos casos, los ciberdelincuentes están motivados por un deseo de obtener beneficios económicos.
Según la Crown Prosecution Service (CPS) del Reino Unido (2019), los delitos cibernéticos se dividen en dos categorías principales: delitos cibernéticos dependientes y delitos cibernéticos habilitados. Los primeros son aquellos que solo pueden ser cometidos utilizando tecnologías de la información y la comunicación (TIC), como el desarrollo y propagación de malware, mientras que los segundos son delitos tradicionales que se ven amplificados por el uso de TIC, como el fraude en línea y el robo de datos. .
Un caso notable que ilustra estas motivaciones es el de un ex miembro del grupo Anonymous, que hackeó sistemas informáticos para exponer fallos y corrupción dentro de una organización. Este tipo de delincuentes, conocidos como «hacktivistas», a menudo tienen motivos políticos o ideológicos, creyendo que están luchando contra la opresión o defendiendo los derechos humanos.
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Estas motivaciones están alineadas con la teoría de la neutralización, que sugiere que los delincuentes justifican sus acciones como moralmente justificadas. En este contexto, los hacktivistas pueden verse a sí mismos como luchadores por la justicia en lugar de criminales.
Otra motivación importante es el desafío intelectual. Para algunos ciberdelincuentes, la piratería es una forma de probar sus habilidades técnicas y demostrar su superioridad frente a otros. Esta motivación puede ser particularmente fuerte entre los jóvenes con altas capacidades técnicas pero con problemas de adaptación social.
Como se destacó anteriormente en el caso del joven que desarrolló un gusano informático en los años 80, su objetivo no era causar daño, sino resaltar las vulnerabilidades del sistema. Este tipo de motivación se alinea con la Teoría de la Autoeficacia de Bandura, que sostiene que la necesidad de demostrar habilidades puede llevar a comportamientos desafiantes.
El comportamiento de los ciberdelincuentes
El análisis del perfil criminológico de los ciberdelincuentes revela que hay una interrelación entre las motivaciones personales y las influencias del entorno que explican el comportamiento delictivo. La Teoría de la Asociación Diferencial de Sutherland, que sugiere que el comportamiento delictivo es aprendido a través de la interacción con otros, es particularmente relevante para entender cómo los ciberdelincuentes se forman y operan dentro de comunidades en línea. Estas comunidades no solo facilitan la enseñanza de técnicas delictivas, sino que también justifican moralmente el comportamiento, reforzando normas de subcultura que pueden facilitar la comisión de delitos.
Por otro lado, la Teoría del Control Social de Hirschi también tiene implicaciones en el ciberespacio. Esta teoría sostiene que los individuos se abstienen de cometer delitos debido a su apego a las normas sociales y sus vínculos con instituciones convencionales como la familia, la escuela y el trabajo.
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Sin embargo, en el caso de los ciberdelincuentes, especialmente los jóvenes, estos vínculos suelen ser débiles o inexistentes. La falta de control social y la desvinculación de las normas convencionales permiten que estos individuos se dediquen a actividades delictivas cibernéticas sin sentir las mismas restricciones que los delincuentes en el mundo offline.
Además, la Teoría de la Tensión de Merton, que postula que la presión social puede llevar a los individuos a cometer delitos cuando no pueden alcanzar sus objetivos legítimos mediante medios legítimos, también se aplica a muchos casos de ciberdelito. Por ejemplo, muchos delincuentes pueden sentirse frustrados por las limitaciones de su entorno, como la falta de empleo o de oportunidades educativas, y recurren al delito cibernético como un medio para alcanzar el éxito o la satisfacción personal.
El análisis del perfil criminológico de los ciberdelincuentes muestra una combinación compleja de factores psicológicos, sociales y técnicos que influyen en sus comportamientos delictivos. Comprender estos factores es esencial para desarrollar estrategias efectivas de prevención y respuesta. La cooperación entre las agencias de seguridad, la integración de técnicas avanzadas de psicología criminal y la implementación de políticas de ciberseguridad más estrictas son fundamentales para enfrentar el creciente desafío de la ciberdelincuencia.
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