¿España o Rumanía? En este artículo, la alumna del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Rosalía Fernández analiza fortalezas, desafíos y oportunidades de sus sistemas de salud en el contexto global, abordando aspectos clave como las asimetrías, la digitalización y las nuevas fronteras de la geopolítica sanitaria.
La globalización ha transformado la salud pública en un pilar estratégico de la seguridad nacional, la economía y la geopolítica sanitaria, un cambio consolidado tras la pandemia de COVID-19. Desde la devastadora y erróneamente llamada gripe española de 1918 hasta las crisis actuales, la capacidad de un país para proteger a su población define su poder global. En este escenario, España y Rumanía, miembros de la Unión Europea (UE), reflejan cómo las dinámicas globales generan resultados contrastantes dentro de un mismo bloque. Este artículo examina la salud pública como un activo crítico, analizando su relación con el PIB, los fallos estructurales de la globalización y la soberanía sanitaria
A través de un enfoque comparativo, explora fortalezas, desafíos y oportunidades, destacando el impacto de las asimetrías globales y el envejecimiento poblacional en la resiliencia sanitaria de ambos países.
Salud Pública como Activo Estratégico
La salud pública es un componente esencial de la seguridad nacional, gestionando amenazas como pandemias y riesgos de bioseguridad (bioterrorismo) para garantizar la resiliencia sanitaria. Una población saludable impulsa la productividad económica, mientras que la cooperación sanitaria proyecta poder blando en el escenario global. Por ejemplo, Japón fortaleció su influencia en Asia-Pacífico durante la pandemia enviando equipos médicos a países vecinos, una estrategia que países como España y Rumanía buscan emular a menor escala. Internamente, un sistema sanitario eficiente refuerza la legitimidad política: durante la pandemia, países con sistemas robustos mantuvieron mayor confianza ciudadana, según el Eurobarómetro (2020).
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La salud pública trasciende lo doméstico, posicionándose como un activo estratégico en la competencia global por el capital humano sanitario —médicos, investigadores, y tecnología— que define la capacidad de un país para innovar y resistir crisis. Según la OMS (2023), las pandemias pueden reducir el PIB global hasta un 5% en un solo año, subrayando el impacto económico de la salud pública. Sin embargo, la globalización introduce desafíos: la producción farmacéutica, dominada por multinacionales, limita la autonomía estatal, mientras que la migración de profesionales sanitarios genera desigualdades en el acceso a recursos humanos. Las reformas impulsadas por organismos como el FMI o la UE priorizan la eficiencia sobre la equidad, restringiendo la capacidad regulatoria de los gobiernos. La geopolítica sanitaria analiza cómo los países gestionan su soberanía sanitaria, un concepto que combina la protección interna con la proyección de influencia, en un entorno donde la salud pública define la legitimidad, la seguridad, y el poder.
Globalización: Asimetrías y Fallos Estructurales
La globalización ha transformado las economías y sistemas sanitarios, pero sus beneficios son desiguales, amplificando las fortalezas de países con sistemas consolidados mientras expone las vulnerabilidades de los periféricos. En la UE, los fallos de la globalización sanitaria (como la fuga de médicos, la dependencia de cadenas de suministro, y las políticas de austeridad) generan asimetrías estructurales, determinadas por la capacidad económica.
España: beneficios con vulnerabilidades
España, con un PIB nominal de €1.498 billones (2023, 12º en la UE) y un PIB per cápita de ~€31,000, mantiene un crecimiento robusto (3.2% en 2024, proyectado 2.6% en 2025), impulsado por el turismo (12-15% del PIB). La globalización ha facilitado el acceso a tecnologías médicas y estándares europeos, posicionando al Instituto de Salud Carlos III como referente en investigación biomédica. Sin embargo, la austeridad post-2008, impuesta por Bruselas, recortó inversiones sanitarias, aumentando listas de espera y tensionando hospitales públicos.
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La atracción de más de 15,000 médicos de Europa del Este desde 2007, ha fortalecido el sistema, pero plantea dilemas éticos al drenar talento periférico. Además, la dependencia de principios activos farmacéuticos importados (80% de Asia, 2023) evidenciada por la escasez de medicamentos durante COVID-19 cuando la UE negoció con India, expone riesgos en las cadenas de suministro globales, un fallo crítico de la globalización sanitaria que compromete la soberanía sanitaria.
Rumanía: erosión por dependencia
Este país europeo, con un PIB de €317 mil millones (2023) y un PIB per cápita de ~€16,000, enfrenta limitaciones económicas, con un crecimiento del 1.4% en 2024 (proyectado 2.5% en 2025) y un déficit fiscal del 8%. La transición postcomunista de los 1990 dejó un sistema sanitario frágil, que la globalización ha debilitado aún más. La fuga de médicos (más de 15,000 desde 2007), ha afectado la capacidad sanitaria, un ejemplo de cómo la globalización traslada recursos humanos al centro europeo. Los >€6 mil millones del Plan de Recuperación y Resiliencia (PRTR) han modernizado infraestructuras, como el Hospital Universitario de Emergencia en Bucarest, donde se instalaron unidades de cuidados intensivos de vanguardia. Sin embargo, la dependencia de fondos externos y las reformas orientadas a la eficiencia, impuestas por el FMI y la UE, limitan la autonomía sanitaria, dejando al país vulnerable a interrupciones globales en el suministro de medicamentos.
Salud pública: fortalezas, desigualdades y cohesión social
Los sistemas de salud pública reflejan las capacidades económicas y los efectos de la globalización, con desigualdades que impactan el acceso a servicios y la cohesión social, erosionando la confianza ciudadana en las instituciones.
España: Sistema Nacional de Salud (SNS)
El Sistema Nacional de Salud (SNS) español, basado en el modelo Beveridge, invierte el 7.6% de su economía (~€2,500-€3,000 per cápita), garantizando cobertura universal. La expectativa de vida alcanza 83.2 años (2023, estimación OMS), pero la expectativa de vida saludable es de 65.9 años (2022, estimación Eurostat). La descentralización genera desigualdades: Cataluña cuenta con hospitales de vanguardia, mientras que Extremadura enfrenta carencias de personal y listas de espera quirúrgica inasumibles. La densidad de médicos (4.1 por 1,000 habitantes) supera el promedio europeo, pero la dependencia de multinacionales farmacéuticas y las presiones privatizadoras amenazan la equidad, debilitando la percepción de un sistema justo.
Rumanía: fragilidad y abandono rural
El sistema rumano, basado en seguros sociales, invierte 5.7% de su economía (~€1,200 per cápita). La expectativa de vida (75.5 años, 2019, Eurostat) y la expectativa de vida saludable (~60.5 años, 2019, OMS) son bajas, con marcadas desigualdades urbanas-rurales. En Bucarest, los hospitales modernos contrastan con zonas rurales, donde los pacientes deben viajar horas para recibir atención básica. La densidad de médicos (2.9 por 1,000) es insuficiente, agravada por la fuga de médicos. Las reformas externas, orientadas a la eficiencia, han desatendido las áreas rurales, reduciendo la confianza: solo el 25% de los rumanos confía en su sistema sanitario, frente al 70% de los españoles (Eurobarómetro, 2022). Esta desconfianza agrava la cohesión social, limitando la capacidad del Estado para movilizar a la población en crisis sanitarias.
Punto de comparación: El SNS español ofrece resiliencia, pero lucha contra desigualdades que erosionan la cohesión, mientras que el sistema rumano, debilitado por la globalización, enfrenta una crisis de confianza y acceso.
Digitalización: innovación y brechas de acceso
La digitalización redefine la salud pública, mejorando el acceso a servicios, pero su éxito depende de la capacidad económica. En España, la Historia Clínica Digital del SNS (HCDSNS), parte de la Estrategia de Salud Digital, impulsa la telemedicina y la interoperabilidad, financiada por el PRTR. Por ejemplo, en Castilla-La Mancha, pacientes oncológicos acceden a consultas remotas, reduciendo desplazamientos y desigualdades rurales. Sin embargo, la fragmentación regional y los riesgos de ciberseguridad (con un 78% de gestores sanitarios preocupados en 2025, según informes de Deloitte) son obstáculos.
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En Rumanía, las limitaciones económicas frenan la digitalización. Aunque los >€6 mil millones del PRTR financian iniciativas como el registro nacional de trabajadores sanitarios (2023), la falta de formación digital entre el personal sanitario y las brechas de conectividad rural limitan el impacto. Por ejemplo, en aldeas de Maramureș, los médicos dependen de registros manuales, retrasando diagnósticos. La digitalización, aunque promete equidad, refleja las asimetrías de la globalización, con países centrales avanzando más rápido.
Impacto del Envejecimiento Poblacional
El envejecimiento poblacional, con un 21% de la población de la UE mayor de 65 años en 2023 (proyectado al 30% para 2050), desafía la salud pública. En España, el 44% de los mayores de 65 años padecen múltiples enfermedades crónicas, aumentando la presión sobre el SNS, especialmente en regiones como Extremadura. La alta expectativa de vida (83.2 años) agrava la demanda de cuidados a largo plazo, exacerbada por la soledad en mayores, que incrementa las consultas psiquiátricas, según datos del Ministerio de Sanidad (2023). La economía española financia parcialmente estos servicios, pero requiere mayor coordinación. En Rumanía, las zonas rurales, con acceso limitado, trasladan la carga a hospitales urbanos, colapsando el sistema. Reformas de la OMS buscan profesionalizar a trabajadores comunitarios, pero las limitaciones económicas restringen la inversión. El envejecimiento poblacional pone en evidencia cómo la globalización no ha resuelto las disparidades en capacidad sanitaria.
Interconexiones: salud, geopolítica y la paradoja europea
La globalización vincula la salud pública con la geopolítica sanitaria, pero su fallo más evidente en la UE es la fragmentación sanitaria. A pesar del mercado único, la ausencia de una política sanitaria común permite que países como España absorban talento sin compensar a países como Rumanía. Durante la pandemia, las compras conjuntas de vacunas coordinadas por la Comisión Europea fueron un avance, pero los países ricos aseguraron sus dosis primero, dejando a los periféricos en desventaja. Esta paradoja europea (integración económica, pero divergencia sanitaria) debilita la preparación para futuras pandemias, como adviertió la OMS en 2023. Por ejemplo, la falta de coordinación retrasó la distribución equitativa de equipos de protección en 2020, afectando a los hospitales rumanos. La salud pública se convierte en un instrumento de resiliencia sanitaria, pero solo para quienes retienen su soberanía sanitaria, exacerbando las asimetrías estructurales.
Geopolítica: posicionamiento estratégico
La salud pública define el peso geopolítico, reflejando la capacidad de un país para influir y resistir.
España: poder blando y cooperación
España, puente entre Europa, África, y América Latina, proyecta poder blando mediante iniciativas como la donación de vacunas vía COVAX (10 millones de dosis donadas en 2022) y programas de formación médica en las Cumbres Iberoamericanas, que capacitan a cientos de profesionales latinoamericanos anualmente. Por ejemplo, en 2022, España entrenó a médicos peruanos en técnicas de telemedicina, fortaleciendo la diplomacia sanitaria. Su posición en la UE le permite influir en políticas sanitarias globales, pero las regulaciones europeas limitan su autonomía frente a multinacionales farmacéuticas.
Rumanía: seguridad y dependencia
En la frontera oriental de la UE, Rumanía refuerza la seguridad regional apoyando la ayuda humanitaria y la OTAN, pero su influencia es limitada por la dependencia económica y la fuga de médicos. Las tensiones geopolíticas con Rusia, especialmente tras la invasión de Ucrania (2022), han desviado recursos de la salud hacia la defensa, según el Instituto de Estudios Estratégicos (2023). Reformas como un Registro Nacional de Profesionales Sanitarios podrían fortalecer su rol, pero requieren mayor inversión.
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Punto de comparación: España ejerce influencia diversificada mediante diplomacia sanitaria, mientras que Rumanía se centra en la seguridad regional, limitada por su posición periférica.
Desafíos y soluciones: hacia la soberanía sanitaria
España debe sostener el Sistema Nacional de Salud (SNS) frente al envejecimiento poblacional y las presiones privatizadoras, diversificando su economía para financiar la salud pública. Rumanía necesita retener talento, abordar su déficit fiscal (8%), y mejorar el acceso rural. Las soluciones innovadoras podrían incluir:
- España: desarrollar inteligencia artificial para optimizar la gestión hospitalaria, liderar alianzas sanitarias globales, y reforzar la ciberseguridad sanitaria con normativa europea (ENISA, 2025).
- Rumanía: crear alianzas público-privadas para financiar hospitales rurales, implementar programas de retorno de médicos con incentivos fiscales, y digitalizar la salud con fondos del PRTR.
- Cooperación europea: establecer un fondo sanitario común para reducir desigualdades y compartir tecnología, como plataformas de datos interoperables.
La cooperación europea y la innovación son clave para superar los fallos de la globalización sanitaria, promoviendo sistemas equitativos y resilientes.
Conclusión: soberanía sanitaria en tiempos globales
La salud pública ha trascendido su dimensión doméstica para convertirse en un pilar de la geopolítica sanitaria. España y Rumanía, unidas por la UE, ilustran trayectorias contrastantes: España aprovecha su economía y las redes globales para fortalecer su Sistema Nacional de Salud, mientras que Rumanía enfrenta desafíos estructurales por la fuga de médicos y la dependencia externa. Los fallos de la globalización sanitaria (asimetrías estructurales, fragmentación sanitaria, pérdida de soberanía sanitaria) revelan una Europa de dos velocidades, donde la cohesión sigue siendo una aspiración. El desafío no es rechazar la globalización, sino reformularla hacia un modelo sanitario justo, equitativo, y sostenible, basado en políticas que prioricen la resiliencia sanitaria. En este tablero global, la salud pública no es solo un servicio: es una estrategia de supervivencia, legitimidad, y dignidad nacional.
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