La Operación Telaraña de la Inteligencia ucraniana constituye una de las derrotas más significativas para Rusia en su historia y marca un antes y un después en la guerra moderna. Kiev atacó bases rusas en una acción que evocó el Pearl Harbor del siglo XXI. En este artículo se analiza este ataque con drones que destruyó con pocos cientos de dólares objetivos rusos valorados en miles de millones de dólares.
La madrugada del 1 de junio de 2025 marcó un punto de inflexión en el conflicto entre Ucrania y Rusia cuando el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) ejecutó la denominada ‘Operación Telaraña‘. Este ataque coordinado sin precedentes logró penetrar más de 4.000 kilómetros en territorio ruso para golpear el corazón de la aviación estratégica del Kremlin. Esta operación, que requirió de 18 meses de meticulosa planificación y supervisión directa del presidente Volodímir Zelenski, no solo demostró la capacidad ucraniana para proyectar su poder a distancias extraordinarias, sino que también redefinió las percepciones sobre la seguridad territorial rusa y las capacidades de la guerra moderna con drones.
18 meses de preparación silenciosa
Esta operación no fue un ataque improvisado, sino el resultado de una planificación extraordinariamente compleja que comenzó más de año y medio antes de su ejecución. Según reveló el presidente Zelenski, la operación tardó exactamente «18 meses y 9 días» desde el inicio de la planificación hasta su desarrollo y posterior ejecución exitosa. Esta preparación meticulosa involucró al más alto nivel del gobierno ucraniano, con la supervisión personal del presidente y la dirección operativa del jefe del SBU, el teniente general Vasyl Maliuk.
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Durante este período, los operativos ucranianos desarrollaron una metodología revolucionaria que desafiaría fundamentalmente los conceptos tradicionales de seguridad territorial. En lugar de lanzar ataques desde territorio ucraniano, que habrían sido detectados e interceptados por los sistemas de defensa aérea rusos, el SBU optó por una estrategia de infiltración que requería introducir de contrabando los drones directamente en suelo ruso. Esta decisión estratégica demostró las vulnerabilidades inherentes a los sistemas de defensa del adversario.
El método del caballo de Troya moderno
La innovación táctica más notable de la operación residió en su método de infiltración y despliegue. Los drones fueron transportados secretamente a Rusia utilizando camiones de carga que funcionaron como «caballos de Troya» modernos. Estos drones no viajaban expuestos, sino que estaban cuidadosamente ocultos dentro de estructuras de madera diseñadas para simular cabañas móviles o casas prefabricadas. Además, contrataron conductores rusos sin que conocieran nada para transportar los drones a las bases rusas. Una vez posicionados cerca de las bases aéreas objetivo, estos contenedores se activaban remotamente y a distancia, abriendo sus techos para liberar los drones hacia sus objetivos designados.
La ejecución: cinco bases diferentes
La operación se ejecutó simultáneamente a través de una gran extensión del territorio ruso que abarcaba cinco territorios diferentes. Los objetivos seleccionados representaban algunas de las instalaciones más estratégicas de la aviación rusa: las bases aéreas de Belaya en Irkutsk (Siberia), Dyagilevo en Ryazán, Ivanovo Severny, Olenya en Murmansk (cerca del Ártico), y Ukrainka. La selección de estos objetivos no fue aleatoria, ya que cada una albergaba componentes críticos de la capacidad de bombardeo estratégico rusa.

La base aérea de Belaya, situada a más de 4.300 kilómetros de la frontera ucraniana, en el corazón de Siberia oriental, representó el objetivo más lejano jamás atacado por fuerzas ucranianas. Esta penetración geográfica extraordinaria envió un mensaje inequívoco al Kremlin: ninguna región de Rusia, por remota que fuera, estaba fuera del alcance de las capacidades ucranianas. Paralelamente, el ataque a la base de Olenya, situada en la península de Kola cerca del Ártico, demostró que las instalaciones estratégicas rusas en el extremo norte también eran vulnerables.
Tecnología y táctica: 117 drones FPV
La operación empleó un total de 117 drones de visión en primera persona (FPV), cada uno operado por su propio piloto. Esta elección tecnológica resultó particularmente significativa, ya que los drones FPV constituyen una tecnología relativamente económica (costando apenas unos cientos de euros cada uno) en comparación con los objetivos que atacaron, cuyo valor conjunto se estimó entre 2.000 y 7.000 millones de dólares. Esta disparidad económica subraya la efectividad asimétrica de la guerra moderna con drones.
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Además, la operación incorporó elementos de inteligencia artificial (IA) para el guiado de los drones, con un programa personalizado que sabía reconocer qué objetivos atacar y cuáles de ellos podrían ser señuelos. Esto ha marcado un gran hito en la aplicación práctica de la IA en la destrucción de objetivos. Además, esta innovación tecnológica permitió a los drones navegar hacia sus objetivos con mayor precisión y reducir su dependencia de comunicaciones constantes con los operadores, aumentando así su capacidad de supervivencia en entornos hostiles.
Los objetivos: el corazón de la aviación estratégica rusa
Los objetivos principales de la Operación Telaraña fueron los bombarderos estratégicos rusos, específicamente los modelos Tu-95, Tu-22M3 y Tu-160, así como los aviones de alerta temprana A-50. Estas aeronaves representan la columna vertebral de la capacidad de bombardeo de largo alcance de Rusia y han sido utilizadas consistentemente para lanzar ataques con misiles de crucero contra ciudades ucranianas durante el conflicto. La selección de estos objetivos tenía como misión atacar las plataformas que más daño habían causado a la población civil ucraniana.
Los bombarderos Tu-95 y Tu-22M3, en particular, ya no están en producción, lo que convierte a cada unidad destruida en una pérdida irreemplazable para las fuerzas aéreas rusas. El analista militar ucraniano Oleksandr Kovalenko destacó además la importancia especial de los posibles daños a los bombarderos supersónicos Tu-160, describiéndolos como «verdaderos unicornios» de la flota rusa debido a su rareza y sus capacidades únicas. Esta característica hace que las pérdidas infligidas sean particularmente significativas desde una perspectiva estratégica a largo plazo.
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Entre los objetivos más valiosos se encontraban los aviones A-50 de alerta temprana y control aerotransportado. Rusia posee una cantidad extremadamente limitada de estas aeronaves especializadas (se estima que solo tiene una decena en total) lo que convierte a cada unidad en un activo estratégico crítico. Estos aviones proporcionan capacidades esenciales de detección temprana y coordinación aérea que son fundamentales para las operaciones militares rusas. La destrucción o daño de cualquiera de estas unidades representa una pérdida desproporcionadamente significativa para las capacidades operativas rusas.
Los resultados: daños materiales y simbólicos
Según las fuentes ucranianas, la Operación Telaraña logró impactar en 41 aeronaves militares rusas, causando daños estimados entre 2.000 y 7.000 millones de dólares. Aunque estas cifras no han sido verificadas independientemente, analistas de inteligencia de fuentes abiertas (OSINT) han confirmado daños visibles en al menos 13 bombarderos a través de imágenes satelitales y de drones. Las imágenes publicadas mostraron aviones en llamas y explosiones masivas en las pistas de las bases afectadas, proporcionando la evidencia visual del éxito operativo.
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No obstante, el impacto económico trasciende el valor material de las aeronaves destruidas. Como señaló el experto en defensa Mikey Kay, ex oficial superior del ejército británico, las ubicaciones atacadas son críticas y los aviones afectados representan activos estratégicos de gran valor, cuya pérdida complica mucho la situación operativa para Rusia. Asimismo, la dificultad de reparación y la imposibilidad de reemplazo de muchas de estas aeronaves amplifica el impacto a largo plazo de la operación, y también plantea el riesgo de que vuelva a suceder.
La operación también expuso vulnerabilidades críticas en el sistema de defensa aérea ruso, particularmente contra las amenazas asimétricas como son los drones pequeños. Los sistemas de defensa rusos, como los S-400, están diseñados principalmente para interceptar aviones y misiles de crucero convencionales, pero no para combatir enjambres de drones pequeños operando desde el interior del territorio nacional. Esta limitación reveló un punto ciego fundamental en la arquitectura defensiva rusa que puede tener implicaciones futuras para la seguridad nacional del país.
El contexto estratégico: timing y mensaje político
La Operación Telaraña se ejecutó con un timing estratégico perfecto. Y es que sucedió apenas 24 horas antes de una nueva ronda de conversaciones directas de paz entre Ucrania y Rusia programadas para celebrarse en Estambul. Esta simultaneidad no fue coincidencia, sino que representó una decisión estratégica calculada para influir en la dinámica de las negociaciones. Al demostrar su capacidad para golpear objetivos estratégicos en el corazón de Rusia, Ucrania buscó mejorar su posición negociadora y desafiar las percepciones sobre el equilibrio militar del conflicto.
Un funcionario gubernamental ucraniano, citado por corresponsales de la BBC, había expresado previamente su frustración ante la percepción estadounidense de que «ya hemos perdido la guerra». Sin embargo, la Operación Telaraña representó una respuesta contundente a esta narrativa, demostrando que Ucrania conserva grandes capacidades ofensivas significativas y que la guerra está lejos de estar decidida. Como declaró el presidente Zelenski, la operación permitió a Ucrania demostrar que tiene «cartas para jugar» en las negociaciones.
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De igual manera, la operación se llevó a cabo presuntamente sin notificación previa a Estados Unidos ni a otros aliados occidentales, lo que refleja la determinación ucraniana de mantener su autonomía estratégica y su capacidad para tomar decisiones operativas independientes, incluso en un momento de dependencia de la ayuda occidental. El hecho de que Ucrania pudiera planificar y ejecutar una operación de tal complejidad y alcance de forma autónoma envía un mensaje importante tanto a sus aliados como sus adversarios sobre sus capacidades nacionales.
Las reacciones: desde Moscú a Occidente
El Ministerio de Defensa ruso calificó el ataque como un «acto terrorista» y confirmó daños en varias bases aéreas, aunque minimizó la magnitud de las pérdidas. Como es habitual en la comunicación oficial rusa, las declaraciones del Kremlin restaron importancia al impacto de la operación, aunque las autoridades declararon el estado de excepción en varias regiones y reforzaron la seguridad en otras instalaciones militares. Las fuentes vinculadas al Kremlin, entre ellos comentaristas y comunicadores militares rusos, llegaron a comparar el ataque con Pearl Harbor, una comparación que, irónicamente, acentúa la magnitud psicológica del impacto.
El gobierno ruso también informó de la detención o interrogatorio de camioneros presuntamente implicados en facilitar los ataques. Sin embargo, según funcionarios ucranianos, todos los operativos habían sido extraídos con seguridad antes de la ejecución de los ataques, dejando a las autoridades rusas con poco más que conductores de camiones que probablemente desconocían la verdadera naturaleza de su carga.
Además, la operación recibió grandes elogios de líderes internacionales, que la calificaron como un modelo de eficacia en la autodefensa moderna. El ex primer ministro sueco Carl Bildt comentó en redes sociales: «Ni siquiera las películas de 007 consiguieron algo así», destacando la magnitud de la operación. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, declaró a Reuters que las acciones de Ucrania demuestran su capacidad para defenderse eficazmente, añadiendo que «tienen derecho a defenderse y, a veces, eso incluye contraatacar».
Revolución en la guerra con drones
La Operación Telaraña representa un hito en la evolución de la guerra con drones, imponiendo nuevos precedentes para futuras operaciones asimétricas a gran escala. La metodología empleada de infiltración clandestina, posicionamiento interno y activación remota ofrece una nueva visión para superar las defensas aéreas tradicionales. Al lanzar los drones desde dentro del territorio enemigo, la operación eludió los sistemas de detección temprana y defensa perimetral diseñados para interceptar amenazas externas.
Esta innovación táctica tiene implicaciones que trascienden el conflicto ucraniano-ruso. Gobiernos y fuerzas armadas de todo el mundo están probablemente reevaluando sus estrategias defensivas en respuesta a las capacidades ucranianas, con el objetivo de evitar estos daños en el futuro. Además, la capacidad de utilizar drones económicos para atacar activos estratégicos de alto valor plantea muchas cuestiones sobre la efectividad actual de las defensas tradicionales contra amenazas asimétricas modernas que son sustancialmente baratas.
Inteligencia artificial en combate
La incorporación de sistemas de guiado basados en IA marca otro hito. Aunque tanto Rusia como Ucrania habían experimentado con sistemas IA para el guiado de drones como respuesta a la proliferación de sistemas de guerra electrónica, la Operación Telaraña representa una de las primeras aplicaciones exitosas a gran escala de esta tecnología en el ámbito militar. Por ello, esta evolución tecnológica plantea un futuro donde los sistemas autónomos de armas desempeñarán un papel cada vez más prominente en los conflictos militares.
Implicaciones geopolíticas y estratégicas
Este ataque ha alterado las percepciones sobre el equilibrio de poder en el conflicto ucraniano-ruso. Hasta este punto, muchos analistas habían asumido que Ucrania se encontraba en una posición defensiva desesperada. Sin embargo, han demostrado la capacidad para proyectar poder ofensivo hasta el corazón de Siberia, lo que ha desafiado esta narrativa y demostrado que Ucrania conserva iniciativa estratégica significativa.
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Esta evolución también tiene implicaciones importantes para las futuras discusiones sobre apoyo militar occidental. La demostración de que Ucrania puede planificar y ejecutar operaciones complejas de forma independiente fortalece los argumentos a favor de un apoyo sostenido y además puede influir en las decisiones de suministro de armas y tecnología. Al mismo tiempo, esta capacidad reduce los argumentos de que el apoyo occidental sería «dinero perdido».
De igual manera, la metodología y el éxito de esta operación establecen precedentes importantes para próximos conflictos. Y es que la constatación de que fuerzas relativamente pequeñas pueden utilizar tecnología comercial disponible para ejecutar ataques estratégicos contra superpotencias tiene grandes implicaciones para la estabilidad internacional. Esta capacidad puede inspirar a otros actores no estatales o estados menores a desarrollar capacidades similares, lo que puede complicar y subestimar la seguridad de las grandes potencias.