¿Qué tienen en común Rusia, Irán y Venezuela? Aparentemente, no demasiado: culturas y religiones distintas, idiomas diferentes, historias muy distantes entre sí. Pero, sin embargo, vemos que el actual mandatario venezolano, Nicolás Maduro, ha visitado tres veces Irán y que Hugo Chávez, el anterior presidente de Venezuela, llegó a visitar Rusia hasta en nueve ocasiones. Los tres países poseen grandes reservas de petróleo, pero su ciudadanía apenas tiene derechos políticos o libertades civiles. Venezuela, Rusia e Irán son algunos de los países más sancionados por la comunidad internacional y comparten su antagonismo frente a Estados Unidos.
Influencia rusa en Venezuela
Desde su subida al poder en 1999, y con la intención de fortalecer el poder militar, Hugo Chávez, decidió dejar de lado la influencia estadounidense en las Fuerzas Armadas venezolanos y sustituirlo por el modelo ruso o chino. Hasta el 2008, las conexiones ruso-venezolanas pasaron desapercibidas, especialmente en el terreno armamentístico. Ese mismo año, las relaciones entre Rusia y Estados Unidos se deterioraron debido a la guerra ruso-georgiana, al tiempo que se fortalecieron los lazos entre Rusia y su aliado venezolano como respuesta al apoyo de Occidente a Georgia.
Entre 2007 y 2016, Rusia destinó un 84% del total de su exportación armamentística a Latinoamérica, a Venezuela. El equipamiento incluyó 24 aviones de combate Sukhoi, 50 helicópteros, tanques, misiles antiaéreos y 100.000 rifles Kaláshnikov. Desde entonces, se han firmado más de 200 acuerdos entre los países en el sector militar, energético y económico. En el sector petrolero, hasta la guerra de Ucrania, Rusia se convirtió en uno de los principales receptores de crudo de Venezuela, enviando a cambio dólares en efectivo a la petrolera estatal Petróleo de Venezuela (PDVSA).
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Durante las elecciones de 2018, en las que Estados Unidos y Europa reconocieron a Juan Guaidó como presidente electo, Rusia, por su parte, respaldó a Nicolás Maduro en noticias RT e incluso envió cien asesores militares rusos. Esta acción parecía una respuesta directa a las sanciones e intenciones de realizar una intervención que, supuestamente, estaba en la agenda del gobierno de Donald Trump. El despliegue ruso en Venezuela todavía sigue en el país a día de hoy.
La influencia rusa es transversal e incluye elementos propagandísticos como Russia Today o Sputnik, medios de comunicación rusos que fomentan un mensaje antiimperialista norteamericano entre la opinión pública y promueven un «orden multipolar» entre las figuras políticas. En el caso venezolano, se analizaban los gobiernos de Chávez y Maduro desde una perspectiva positiva. Este apoyo mutuo se materializó de forma bidireccional con el acuerdo sobre la comunicación institucional de ambas partes en el 2021. Por lo que, cuando tuvo lugar la invasión rusa en Ucrania, la cadena local venezolana Telesur lo anunciaba así: «Crimea y Rusia guardan una relación histórica y cultural de siglos, hecho que se vio reflejado en el resultado del referendo de 2014. Esto originó la adhesión rusa de ese territorio».
Sin embargo, la relación entre ambos países no es perfecta. Las inversiones rusas para una fábrica de armamento en Venezuela han desaparecido; la empresa petrolera Rosneft, propiedad del gobierno ruso, tuvo que abandonar el país debido a las sanciones estadounidenses; y, en los últimos meses, la tradicional animosidad venezolana hacia Estados Unidos parece desvanecerse. La principal razón por la que Rusia posee buenas relaciones con Venezuela es para poder tener aliados internacionales que ratifiquen su poder como superpotencia, según explica el analista Vladímir Rouvinski. Especialmente, si se encuentran en la «zona de influencia» estadounidense. El alejamiento supondría un deterioro de la percepción rusa sobre su sitio en el mundo.
Irán y su influencia en Venezuela
En 1949, el petróleo unió a Teherán y a Caracas, lo que sentó las bases para lo que actualmente es la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). A pesar de ello, la relación no se estrechó hasta el siglo XXI con la presidencia de Hugo Chávez. Para el 2007 ya se habían producido 17 billones de dólares a raíz de intercambios comerciales. Había más de cinco mil iranís trabajando y alrededor de 80 empresas de origen iraní en Venezuela. Con Maduro, aunque en menor medida, las relaciones siguen siendo estrechas.
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A pesar de poseer el 18% de las reservas mundiales de petróleo, el crudo que extrae Venezuela es pesado y necesita ser refinado para poderse exportar. Tradicionalmente, PDVSA dependía de Estados Unidos para refinarlo, pero a partir de las sanciones su capacidad para producir el crudo refinado es escasa. Sus fábricas solo producen el 13% de lo que deberían, lo que ha generado la necesidad de importar combustible. Irán ha suplido esa necesidad, enviando crudo condensado que permite procesar el crudo venezolano.
Con más ímpetu que Rusia, Irán aborda sus relaciones con Venezuela a través del soft power, creando un acercamiento cultural a través de sus embajadas, centros culturales, universidades y el canal HISPAN tv. Con un estilo similar a la de los canales rusos, HISPAN.tv promueve exitosamente la narrativa en contra de Estados Unidos y su hegemonía. Así es como en 2022, firmaron un acuerdo estratégico de cooperación frente al «imperialismo», en el que Venezuela cedía 1 millón de hectáreas de tierra de cultivo a Irán.
La influencia iraní en Venezuela se escenifica también a través de Hezbolá. Grupo terrorista libanés, fundado por la Guardia Revolucionaria iraní y financiado por Irán. Se presume que esta organización ha encontrado fuentes de financiación en el gobierno venezolano. Además, Hezbolá parece haber encontrado en Venezuela el lugar desde el que continuar su participación en el tráfico de drogas y lavado de dinero. Desde allí, coordina sus actividades con otros grupos criminales. Por ejemplo, con la organización terrorista posee vínculos con las FARC en Colombia y con el Cartel de Sinaloa en México.
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Tareck El Aissami, Ministro venezolano del Petróleo hasta 2023, fue acusado de ser uno de los nexos esenciales entre Hezbolá y el narcotráfico. Por otro lado, también se sospecha su participación en la formación de los grupos armados que apoyan al régimen venezolano. La presencia del grupo terrorista fortalece la red de iranís que operan en Venezuela, que facilita tratados comerciales con Irán, que favorecen al gobierno actual.
La influencia rusa e iraní en Venezuela es crucial para entender las dinámicas que existen entre países que son determinantes para la geopolítica actual. Venezuela funciona como un puente hacia el resto de América Latina, mientras atraviesa un período de inestabilidad que repercute en toda la región. La colaboración militar rusa a Venezuela supone una amenaza latente para Estados Unidos, lo que tensa las relaciones y las hace más volátiles. El uso de la propaganda, tanto en el caso ruso como en el iraní, ayuda a socavar la idea de la hegemonía estadounidense. Además, los vínculos que se crean a través de organizaciones criminales son cada vez más sólidos y esquivos, lo que dificulta su trazabilidad.
Venezuela resulta un país atractivo para otras naciones clave, como lo es China. Históricamente, Venezuela ha tenido un acceso privilegiado en acuerdos comerciales sino-venezolanos. Aunque su relación ha ido en detrimento después de la muerte de Hugo Chávez, durante la crisis inflacionaria del país latinoamericano, China ha sido su principal acreedor. Para China, además de los recursos naturales, Venezuela es un aliado geopolítico crucial en su estrategia para posicionarse como líder del sur global. Desde Venezuela, se aprecian las dinámicas de poder que existen en las relaciones internacionales y cómo pequeñas decisiones militares, económicas o culturales, pueden cambiar el panorama geopolítico.
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