spot_img

Votos en la mira: geopolítica electoral en el Siglo XXI

Análisis

Sebastián Ruda
Sebastián Ruda
Politólogo, Máster en Comunicación y Marketing Político. Actualmente, Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute y aspirante a Profesional Oficial de Reserva de la Armada. Tiene experiencia en el sector Gobierno en el diseño y coordinación de estrategias institucionales. Se desempeña en el sector privado como Coordinador de Riesgos Sociopolíticos en infraestructura crítica.

En el siglo XXI, las elecciones dejaron de ser asuntos puramente internos. Hoy son escenarios estratégicos donde se disputa la hegemonía global. La geopolítica electoral pone cada voto en la mira de las potencias. En este artículo, Sebastián Ruda, alumno del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute, analiza  cómo las elecciones se han convertido en un frente de guerra híbrida, donde el voto es la moneda del poder global.

En el último siglo, y principalmente en la actualidad, la geopolítica electoral transforma las urnas en tableros donde EE. UU., Rusia y China disputan la hegemonía del mundo, manipulando el voto para consolidar el poder económico e ideológico. Esta guerra híbrida amenaza la soberanía democrática, especialmente en países no potencias, incapaces de resistir sin los recursos adecuados.

Proteger el voto exige acción colectiva: regulaciones globales, alianzas regionales y ciudadanos vigilantes que verifiquen información. La democracia ahora no solo se defiende en las urnas, sino en la lucha contra agendas externas. 

En 2023, Nigeria se encontraba en una intensa elección presidencial. Ciberataques, hasta ahora atribuidos a China, manipularon registros electorales. Rusia, que cuenta con grandes intereses y presencia en el continente, amplificó las narrativas antioccidentales en redes, buscando inclinar el voto joven. A lo largo de la historia, acciones de este tipo se han realizado a lo largo del planeta  de forma silenciosa.

➡️ Te puede interesar: David contra Goliat: el intenso baile entre Moldavia y Rusia (análisis pre y post-elecciones)

Sin embargo, ¿quién controla las urnas en la actualidad? La geopolítica electoral convierte las elecciones en tableros de poder, donde Estados Unidos (EE. UU.), Rusia y China, en su posicionamiento como superpotencias, despliegan campañas de desinformación, ciberataques y financiación para proteger sus intereses globales. Estos van desde el dominio económico hasta la influencia ideológica.

Cada vez que hay procesos electorales en lugares geoestratégicos y geoeconómicos, las potencias barajan sus cartas y mueven sus fichas. También realizan las acciones que consideran necesarias para preservar o aumentar su poder. Por ello, no es posible entender hoy las elecciones como un ejercicio netamente autónomo de la sociedad de un Estado. Hay muchos más intereses en juego.

La geopolítica del voto: elecciones como instrumento de poder global

La geopolítica electoral genera que las elecciones en países o regiones estratégicas se conviertan en tableros de poder donde EE. UU, Rusia y China compiten por moldear el orden global.

Esta disciplina, definida como la manipulación estratégica de procesos electorales, combina ciberataques, cabildeo, campañas de desinformación masiva y financiación encubierta. Todo esto busca alcanzar intereses económicos, ideológicos y militares.

Rusia utiliza estrategias como el «control reflexivo», cuyo objetivo principal es manipular la toma de decisiones para obtener ventaja estratégica, incluso antes del conflicto físico. Esto ocurrió, por ejemplo, en Nigeria (2023) y en Burkina Faso. China, por su parte, financia partidos afines en África y Asia. EE. UU. ha sido históricamente activo en elecciones de países aliados. También ha intervenido en procesos donde ha buscado contrarrestar resultados con sanciones o retiro de apoyos, especialmente en países en desarrollo.

En 2025, la IA se perfila como un gran riesgo para la transparencia en las campañas electorales. Amplifica tácticas, personaliza narrativas y optimiza la polarización de los votantes. Las elecciones, lejos de ser ejercicios autónomos, son frentes de la guerra híbrida. Se desarrollan en un tablero donde el voto redefine la hegemonía global. Esto genera un enorme reto: establecer defensas robustas que protejan las democracias.

Elecciones bajo fuego

Durante el año 2024, Rusia desplegó en Francia deepfakes en X para desacreditar a los candidatos Pro-UE, aumentando el voto extremista un 12%. En Nigeria 2023, China manipuló registros electorales vía ciberataques, mientras Rusia impulsó narrativas antioccidentales, buscando principalmente captar el voto joven.

De igual modo, durante el 2024 en Sudáfrica, la financiación encubierta china apoyó partidos populistas, alterando resultados en favor de los aliados comerciales. EE.UU. contrarrestó a Nigeria con sanciones a actores locales vinculados a Rusia, buscando mantener su influencia en África. Estos casos muestran cómo EE. UU., China y Rusia intervienen en las elecciones y las comprenden como tableros geopolíticos.

➡️ Te puede interesar: La geopolítica global entre China y Estados Unidos se juega en Madrid

No obstante, la exclusión de opositores en Venezuela 2025, respaldada por narrativas chavistas amplificadas por bots rusos, refleja también esta dinámica. En la actualidad, las elecciones en regiones geoestratégicas son frentes donde estas potencias compiten por hegemonía, explotando vulnerabilidades digitales y sociales.

Tácticas modernas: el arsenal electoral

En la geopolítica electoral, las potencias despliegan tácticas sofisticadas. Los deepfakes (vídeos generados por IA), imitan a candidatos para desacreditarlos, amplificando mentiras en plataformas como X. Además, su relevancia radica en su bajo coste y su alcance masivo. De igual manera, los ciberataques comprometen bases de datos electorales o sistemas de votación, alterando registros o resultados, que son clave para desestabilizar democracias estratégicas.

Por otro lado, la financiación encubierta, canalizada a través de ONG o empresas fantasmas, apoya a partidos alineados con intereses extranjeros, asegurando influencia económica o militar.

Por último, la manipulación en redes sociales, mediante bots y algoritmos, difunde narrativas polarizantes que explotan emociones, moldeando percepciones en tiempo real. Estas tácticas, ahora optimizadas por IA, potencian la intervención y la disputa geopolítica.

Impactos en la soberanía

Las tácticas mencionadas erosionan la soberanía democrática al usurpar la capacidad de los ciudadanos para elegir libremente a sus gobiernos. Estas acciones imponen agendas externas, deslegitimado resultados y socavando la confianza en las elecciones, lo que polariza las sociedades y fomenta el abstencionismo.

Al manipular percepciones y procesos, las superpotencias convierten el voto en una herramienta de hegemonía, no de autodeterminación.

➡️ Te puede interesar: De las rutas imperiales al siglo XXI: la geopolítica del té

Además, los países que no son potencias, con economías frágiles y sistemas electorales y tecnológicos limitados, son especialmente vulnerables. No logran detectar ni contrarrestar estas injerencias sofisticadas por falta de recursos y conocimientos. Esta asimetría refuerza el dominio mundial de las superpotencias. Las democracias menores quedan como peones en un tablero donde su soberanía se diluye. Son incapaces de resistir la manipulación extranjera que redefine el poder mundial.

Resiliencia electoral: defendiendo el voto

Proteger la soberanía democrática frente a las intervenciones de las superpotencias requiere de estrategias accesibles para los demás países y ciudadanos. Los gobiernos pueden implementar regulaciones globales, como el código de conducta de la UE, que obliga a las plataformas digitales a transparentar algoritmos, reduciendo la manipulación.

Otras alianzas regionales, como la OEA, fortalecen la capacidad de monitoreo tecnológico en naciones con recursos limitados. Por ello, los ciudadanos deben ser conscientes y adoptar protocolos de verificación, entre ellos: contrastar fuentes con medios confiables, cuestionar narrativas emocionales y evitar difundir rumores.

Por ejemplo, elaborar programas de alfabetización digital, como los llevados a cabo en Finlandia, empoderan a los votantes para resistir influencias externas.

En el futuro, estas medidas, combinadas con la cooperación internacional, permitirán a las democracias vulnerables recuperar su autonomía electoral. Así podrán desafiar la hegemonía de las superpotencias y asegurar que el voto refleje la voluntad popular, no agendas ni disputas globales.

➡️ Si quieres adentrarte en las Relaciones Internacionales y adquirir habilidades profesionales, te recomendamos los siguientes programas formativos:

Artículos relacionados

Masterclass y eventos relacionados

Formación relacionada

spot_img

Actualidad

Dejar respuesta:

Por favor, introduce tu comentario!
Introduce tu nombre aquí

spot_img