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El regreso de Trump y las implicaciones geopolíticas en la China Meridional

Análisis

Alejandro Vigo
Alejandro Vigo
Alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute. Graduado en Relaciones Internacionales con gran interés en la geopolítica y en el comercio internacional, particularmente en Sudeste Asiático.

Trump tomará el poder el próximo 20 de enero, marcando un cambio no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Su regreso a la Casa Blanca promete una política exterior más agresiva, con especial enfoque en contener el ascenso de China en el Mar de China Meridional. Esta estrategia, que combina confrontación militar, presión económica y alianzas estratégicas, podría redefinir las tensiones en la región, alterando el delicado equilibrio de poder en Asia-Pacífico y más allá.

El Mar de China Meridional (MCM) es una de las regiones más disputadas y estratégicamente significativas del mundo, siendo objeto de reclamaciones territoriales de varios países, incluidos China, Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunei y Taiwán.

Su importancia radica en su ubicación estratégica, su riqueza en recursos naturales (destacándose el gas, el petróleo y los grandes bancos de pesca) y su papel crucial en las rutas comerciales marítimas globales (⅓ del comercio marítimo mundial cruza este Mar).

Durante casi una década y a un ritmo acelerado, Pekín ha ido abriéndose paso hasta alcanzar una posición de primacía en esa crítica vía fluvial internacional, erosionando al mismo tiempo las normas y los intereses que Washington lleva mucho tiempo tratando de defender. 

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Trump fortaleció lazos con Taiwán mediante medidas como la aprobación del Taiwan Travel Act (2018), aprobada por el Congreso Norteamericano, que buscaba aumentar las relaciones diplomáticas con la Isla y repeler los ataques militares chinos, así como la reubicación del Instituto Americano en Taiwán (AIT), que actúa como la embajada de facto de Estados Unidos en la isla. Aunque simbólicas, estas acciones reforzaron la percepción de un respaldo diplomático estadounidense​

Washington también intentó presionar por la vía militar, vendiendo armamento avanzado (incluyendo misiles y aviones F-16) y realizando incursiones navales en el estrecho de Taiwán. Pekín consideró que tales medidas desafiaban el statu quo político que ha regido durante mucho tiempo las relaciones entre ambos lados del estrecho, por lo que, a finales de abril e inicios de mayo de 2019, el gigante asiático realizó grandes operaciones navales militares en la zona

Estas medidas estadounidenses no solo buscaban mejorar la capacidad defensiva de Taiwán, sino también enviar un mensaje contundente a Pekín sobre el compromiso de Washington con sus aliados y socios en Asia, (especialmente Filipinas y Taiwán en el MCM). Sin embargo, la administración Trump no cruzó la línea roja china de reconocimiento de la soberanía taiwanesa, (el principio de «una sola China»). 

Si bien la administración Trump logró llamar la atención internacional sobre el comportamiento de China en el Mar de China Meridional, sus políticas tuvieron resultados mixtos. Por un lado, reforzó alianzas clave y dejó claro que Estados Unidos no toleraría cambios unilaterales en el status quo.

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Por otro, su enfoque transaccional y la falta de una estrategia coherente a largo plazo limitaron su capacidad para consolidar un frente unido contra Pekín. Además, la guerra comercial generó tensiones económicas que afectaron tanto a China como al gigante americano, sin resolver las diferencias estructurales en sus relaciones bilaterales.

Desde que Biden asumió la presidencia el 20 de enero de 2021, continuó y reforzó la política de Trump en el MCM, aunque con diferencias, ya que adoptó un enfoque más multilateral y diplomático, centrado en la contención efectiva.

Este enfoque combinó alianzas multilaterales, especialmente a través de foros como la ASEAN, con presión económica y una disuasión militar moderada. Biden reforzó el compromiso de EE. UU. con la libertad de navegación y el derecho internacional en el Mar de China Meridional, buscando equilibrar las tensiones con China sin desencadenar un conflicto directo, mientras mantenía una postura firme en la defensa del orden internacional.

Trump 2.0 y sus consecuencias en la región

La nueva Administración de Trump guiará al país en el actual contexto geopolítico caracterizado por la complejidad, la imprevisibilidad y el miedo. Sobre la base los acontecimientos ocurridos desde que Trump dejó el cargo, el enfoque de una segunda administración Trump probablemente se basaría en dos pilares sustantivos: el comercio y el transaccionalismo. 

Si se analiza profundamente el texto Proyect 2025, obra de uno de los think tanks conservadores más importantes e influyentes de Estados Unidos, la Heritage Foundation, se observa un énfasis en redefinir las prioridades estratégicas de la nación bajo un liderazgo republicano.

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Heritage, conocida por su influencia en políticas públicas conservadoras desde la era Reagan, aborda en este documento la necesidad de fortalecer la seguridad nacional en un contexto de rivalidad creciente con China.

Además, según el propio think tank, durante el primer año de mandato de Trump (2017-2018) el 64% de las recomendaciones de políticas se incluyeron en el presupuesto de Trump, se implementaron a través de una guía regulatoria o se estaban considerando para su implementación. Es importante destacar que el Vicepresidente en esta nueva legislatura, J.D. Vance, tiene vínculos, aunque de forma indirecta y colaborativa, con la organización.

En el informe se destaca la importancia estratégica de una defensa basada en la negación (denial defense) para impedir que China tome control de Taiwán o subordine a aliados clave, como Filipinas y Japón, dentro de la primera cadena de islas del Pacífico Occidental.

Según Vance, la influencia relativa de Estados Unidos está disminuyendo y Washington debe centrarse en prevenir la hegemonía china en Asia, y no en la tarea más ardua de contener a Pekín en todo el mundo. La prioridad es hacer que cualquier intento de invasión china sea prohibitivamente costoso.

Las acciones incluyen modernizar y expandir la capacidad de las fuerzas estadounidenses, incrementando las FONOP, al tiempo que se fomenta (u obliga) al reparto de carga defensiva entre sus aliados, instando a países como Filipinas y Taiwán a reforzar sus capacidades militares aumentando su gasto en defensa, lo que significaría una presión para que los aliados no solo fortalezcan sus capacidades, sino que también asuman un papel más activo en la defensa colectiva de la región, alineándose con las prioridades estratégicas de Washington.

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Además de las acciones militares, la USAID (Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional) desempeña un papel crucial en contrarrestar la influencia de China en la región contribuyendo al desarrollo económico y a la infraestructura en estos países, con el fin de reducir su dependencia económica de China. Esta ayuda busca fortalecer las capacidades de resistencia de estos países frente a la presión política y económica de Pekín, facilitando su independencia en áreas críticas como la infraestructura energética, comercio y tecnología.

Por otro lado, Trump ha prometido imponer aranceles aún más elevados, del 60% o más, a las exportaciones chinas. Basándose en el dicho an eye for an eye (ojo por ojo), dijo en campaña que si China o cualquier otro país impone un arancel del 100% o  del 200%, les impondrán un arancel 100% o del 200%.

Esto forma parte de un esfuerzo para reducir la dependencia económica de China y fortalecer la autosuficiencia industrial de Estados Unidos (nacionalismo económico) sobre todo centrado en sectores críticos como las tierras raras y los semiconductores.

Sin embargo, implementar estas políticas de desacoplamiento económico con China no será un proceso fácil, ya que tendría que reubicar sus cadenas de suministro y diversificando fuentes de producción, lo que podría implicar una reestructuración significativa de la economía global, algo que no solo podría generar resistencia interna en el sector empresarial estadounidense (que depende en gran medida del comercio con China), sino también complicar las relaciones con aliados clave que tienen fuertes vínculos comerciales con Pekín. 

El enfoque de Donald Trump hacia el Mar de China Meridional revela una dicotomía estratégica significativa: por un lado, la necesidad de garantizar la hegemonía de Estados Unidos en la región frente al ascenso económico y militar de China, y por otro, la dificultad de implementar políticas que no solo frenen este ascenso, sino que también aseguren una paz duradera sin comprometer los intereses nacionales de EE. UU.

En un futuro cercano, la política estadounidense podría combinar confrontación directa y contención estratégica frente a China. Siguiendo propuestas de Heritage, se enfocaría en una disuasión militar firme y la cooperación con aliados regionales, junto con presión económica sobre Pekín.

El destino de la región dependerá de la capacidad de una eventual administración Trump para equilibrar diplomacia, defensa y economía en un contexto internacional cada vez más fragmentado y multipolar.

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