Los tecnoligarcas están ocasionando un nuevo orden digital en el que acumulan un gran poder y potencia la desigualdad. La élite tecnológica concentra riqueza y control sin precedentes, y su influencia alimenta el debate sobre el tecnofeudalismo, un sistema donde plataformas digitales se convierten en los nuevos señores feudales de una sociedad postcapitalista.
Los tecnoligarcas, término que combina «tecnología» y «oligarquía», son una nueva élite económica y social surgida en la era digital. Se refiere a los magnates y fundadores de grandes empresas tecnológicas, cuyo poder trasciende los límites tradicionales del mercado para influir en aspectos políticos, culturales e incluso en la estructura social global. Estos actores, como los creadores de plataformas de redes sociales, gigantes tecnológicos y líderes en inteligencia artificial, no solo acumulan grandes recursos económicos, sino también el control sobre los flujos de información y los mecanismos de interacción digital por su gran influencia.
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Su capacidad para moldear narrativas, condicionar decisiones gubernamentales y redefinir las reglas del trabajo y la privacidad ha llevado a cuestionamientos sobre los límites de su influencia y las implicaciones para la democracia y la soberanía de los estados. Dentro de este ámbito, la teoría del tecnofeudalismo, también conocida como neofeudalismo, ofrece un marco conceptual para analizar esta nueva dinámica de poder. Según esta perspectiva, las relaciones económicas y sociales contemporáneas están adoptando rasgos similares a los del feudalismo medieval. Los «señores» tecnoligarcas poseen las infraestructuras digitales esenciales, mientras que los usuarios y trabajadores digitales asumen el rol de «vasallos» que dependen de ellas.
En este modelo, las plataformas tecnológicas actúan como dominios cerrados que generan dependencia y subordinación. Con esto, eliminan la competencia real y desdibujan la idea de mercado libre. A diferencia del capitalismo clásico, donde las relaciones económicas se basaban en la propiedad de bienes tangibles y la oferta-demanda, el tecnofeudalismo plantea un sistema en el que el control de datos, la atención y la interacción digital se convierte en el principal recurso explotable. Esta teoría genera una gran preocupación por la posible erosión de derechos fundamentales, la influencia que poseen y la consolidación de desigualdades estructurales en un mundo cada vez más interconectado pero menos equitativo.
El feudalismo tradicional
Este sistema político, económico y social predominó en Europa durante la Edad Media, especialmente entre los siglos IX y XV. Este modelo se basaba en una estructura jerárquica en la que el poder estaba descentralizado y fragmentado entre señores feudales que controlaban territorios llamados feudos. En la cúspide de esta jerarquía estaba el rey, quien otorgaba tierras a los nobles a cambio de su lealtad y apoyo militar. Los señores feudales, a su vez, delegaban partes de sus tierras a vasallos, generalmente caballeros, quienes se comprometían a brindar servicios militares y jurar fidelidad. En la base de la pirámide estaban los campesinos y siervos, quienes trabajaban la tierra a cambio de protección, aunque vivían bajo fuertes restricciones y estaban atados a las tierras de sus señores.
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Este sistema era esencialmente una red de obligaciones mutuas sustentada en la tierra como principal fuente de riqueza y poder. La economía feudal era de carácter agrario y autosuficiente, con la mayor parte de la producción destinada al consumo local en los feudos. El feudalismo estructuraba las relaciones económicas y también las sociales, ya que definía claramente los roles y las responsabilidades de cada grupo en la sociedad. La justicia, la seguridad y los derechos de las personas dependían de su relación con su señor feudal, más que de una autoridad centralizada. Aunque este modelo proporcionó estabilidad en una época de constantes conflictos e invasiones, también consolidó profundas desigualdades sociales y limitó la movilidad económica y personal, configurando una sociedad rígida y estratificada.
Definición de tecnoligarca
Un tecnoligarca es un individuo que, a través de la creación, control o liderazgo de grandes empresas tecnológicas, acumula un poder económico, político y social desproporcionado, caracterizado por su capacidad para influir en los sistemas digitales que estructuran la vida contemporánea. Estas figuras acumulan y controlan grandes recursos financieros y también poseen plataformas e infraestructuras digitales clave que mediatizan la comunicación, el comercio y la interacción global. Su influencia excede las dinámicas de mercado tradicionales, permitiéndoles moldear políticas públicas, establecer estándares tecnológicos y redefinir los límites entre lo privado y lo público, con un control cada vez mayor sobre los datos personales y las decisiones algorítmicas que estructuran las sociedades modernas.
El neofeudalismo según Yanis Varoufakis
El tecnofeudalismo, según Yanis Varoufakis, es un modelo económico y social emergente en el que el capitalismo tradicional basado en mercados competitivos y propiedad privada de bienes físicos se está reemplazando por un sistema en el que las grandes plataformas tecnológicas actúan como «señores feudales». Estas plataformas no operan como intermediarios de mercado, sino como dominios cerrados que controlan las infraestructuras digitales, los datos y las interacciones humanas que ocurren en ellas.
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En este esquema, los usuarios y trabajadores digitales se convierten en una especie de «vasallos», subordinados al poder de estas corporaciones, que extraen valor directamente de su participación, ya sea mediante datos personales, trabajo en plataformas o atención constante. Para Varoufakis, este sistema no promueve la libre competencia ni la innovación, sino que consolida monopolios tecnológicos que privatizan el espacio público digital, erosionan los derechos fundamentales y perpetúan desigualdades estructurales, asemejándose más a una economía rentista feudal que a un mercado capitalista.
Causas del tecnofeudalismo
- Concentración de poder en plataformas digitales. Las grandes corporaciones tecnológicas han logrado monopolizar infraestructuras esenciales, como motores de búsqueda, redes sociales y servicios de comercio electrónico. Esto les permite controlar los mercados, los datos y las interacciones. Como consecuencia, se elimina la competencia real y se crea una dependencia estructural de los usuarios y empresas hacia estas plataformas.
- Privatización de los datos personales. En el tecnofeudalismo, los datos se convierten en el principal recurso económico, y las plataformas actúan como los únicos propietarios de esta nueva «materia prima». Los usuarios generan valor al interactuar, pero no tienen derechos sobre la información que producen, lo que permite a las corporaciones extraer riqueza sin una compensación equitativa.
- Erosión de las regulaciones antimonopolio. La incapacidad o falta de voluntad de los estados para aplicar regulaciones efectivas ha permitido que las empresas tecnológicas crezcan sin restricciones. Esto ha consolidado monopolios digitales que controlan sectores enteros de la economía, desde la publicidad hasta la logística, sin rendir cuentas a gobiernos ni ciudadanos.
- Economía de la atención y la dependencia digital. Las plataformas diseñan sus servicios para captar y retener la atención de los usuarios, creando un ciclo de dependencia psicológica y económica. Este modelo perpetúa la extracción de valor a través de la participación continua, generando una dinámica en la que los usuarios son consumidores y, a la vez, recursos explotables.
- Desplazamiento del trabajo tradicional por algoritmos y automatización. La digitalización y la inteligencia artificial han sustituido muchos empleos convencionales, obligando a un sector de la población a depender de trabajos precarios en plataformas digitales. Estas formas de empleo no garantizan estabilidad ni derechos laborales, consolidando relaciones de subordinación que recuerdan a la servidumbre feudal.
Los tecnoligarcas más destacados
- Jeff Bezos. Amazon.
- Mark Zuckerberg. Meta.
- Elon Musk. X (antes Twitter).
- Tim Cook. Apple.
- Sundar Pichai. Google.
- Shou Zi Chew. TikTok.
- Sam Altman. OpenAI.
- Satya Nadella. Microsoft.
- Pável Dúrov. Telegram.
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