En este artículo, el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Roberto Pozas Lázaro, analiza los perfiles de algunos de los papables más destacados de cara al próximo Cónclave. El objetivo es ofrecer una visión general sobre las trayectorias, posicionamientos y posibles líneas de acción de quienes podrían ocupar el Trono de Pedro. Cabe recordar que, si bien la elección suele recaer en un cardenal, el derecho canónico permite que cualquier obispo o sacerdote pueda ser elegido como Papa.
Tras el fallecimiento o abdicación de un Papa, durante el período conocido como Sede Vacante, corresponde al Colegio Cardenalicio —y específicamente al Camarlengo— la tarea de organizar el Cónclave. Este es el órgano que, desde el siglo XIII, tiene la responsabilidad de elegir al sucesor de Pedro.
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En este marco, emerge la figura del papable, también conocido como Preferiti. Es decir, los cardenales considerados con mayores posibilidades de ser elegidos para ocupar el Trono de San Pedro. Sin embargo, un conocido proverbio católico advierte: «Quien entra al Cónclave como Papa, sale como Cardenal». Esta expresión destaca que tales consideraciones no han de interpretarse de manera predictiva.
Más allá de las probabilidades de que alguno de estos papables sea elegido como el 267.º pontífice de la Iglesia Católica, estos cardenales suelen destacar por sus cualidades personales. También por su trayectoria pastoral, su posicionamiento ideológico, así como por otros aspectos clave en el contexto interno de la Iglesia actual.
¿Qué significa ser papable?
El término papable proviene de la tradición italiana de referirse a los cardenales con mayores probabilidades de convertirse en el próximo Papa. Aunque este término no tiene un reconocimiento oficial en el derecho canónico, sí adquiere relevancia en un contexto analítico. Especialmente al evaluar las características y capacidades de los posibles sucesores del pontífice.
Entre los factores que se consideran para identificar a un papable destacan aspectos teológicos, políticos y pastorales.
En el ámbito teológico, el candidato debe ser capaz de liderar espiritualmente a miles de millones de personas. También debe garantizar la continuidad y el desarrollo de la doctrina católica. Desde una perspectiva política, es crucial que tenga la habilidad de manejar relaciones diplomáticas con otros Estados. Además, debe preservar la independencia del Vaticano y desempeñar un papel como mediador en conflictos internacionales.
En el terreno pastoral, se valoran cualidades como el carisma, la capacidad de comprender las necesidades de las distintas diócesis y una sólida experiencia en el trabajo pastoral.
La elección del Papa es un proceso de consenso dentro del Colegio Cardenalicio. Comienza informalmente desde el momento en que se produce el fallecimiento o la abdicación del pontífice. Para ello, los candidatos deben contar con el apoyo de diferentes facciones y diócesis. También deben poseer atributos personales sobresalientes y generar un nivel significativo de consenso entre las distintas líneas de pensamiento y necesidades que conviven en la Iglesia.
Los principales papables del próximo cónclave
Pietro Parolin (Italia):
El actual Secretario de Estado del Vaticano y su amplia experiencia diplomática y política lo convierten en un fuerte contendiente. Entre sus fortalezas destacan su habilidad para negociar a nivel internacional, manejar crisis diplomáticas y comprender a fondo tanto la administración vaticana como la política global. Sin embargo, su principal debilidad radica en su cercanía a las estructuras de poder tradicionales de la Iglesia Católica, lo que podría generar resistencias.
Matteo Zuppi (Italia):
Arzobispo de Bolonia y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, se alinea con la facción progresista y es un ferviente seguidor de las reformas impulsadas por el Papa Francisco. Comprometido con las causas sociales, su popularidad entre los fieles y su experiencia en la mediación de conflictos (como en los procesos de paz de Guatemala y Burundi) destacan como fortalezas. No obstante, su afiliación progresista dificulta su aceptación entre los sectores conservadores de la Iglesia.
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Pierbattista Pizzaballa (Italia):
Patriarca Latino de Jerusalén, sobresale por su experiencia en el diálogo interreligioso y su profundo conocimiento de las necesidades de los cristianos en Medio Oriente. Esto constituye su principal fortaleza. Sin embargo, carece de apoyo en la Curia Romana y su «joven» edad podría ser vista como una desventaja.
Peter Erdö (Hungría):
Arzobispo de Esztergom-Budapest, tiene un perfil intelectual y conservador. Su fortaleza reside en el fuerte respaldo que recibe de la facción conservadora del Colegio Cardenalicio. Aun así, esta postura rígida lo hace intransigente frente a los asuntos sociales y las reformas promovidas por el Papa Francisco. Esto limita su atractivo como candidato.
Ángel Fernández Artime (España):
Cardenal asturiano, se caracteriza por su carisma y enfoque en la educación. Su principal fortaleza es su compromiso con la juventud, como el futuro de la Iglesia y su trabajo con comunidades y minorías marginadas. Por el contrario, su falta de experiencia en la Curia Romana y el escaso apoyo entre los cardenales limitan sus posibilidades.
Fridolin Ambongo Besungu (República Democrática del Congo):
Arzobispo de Kinsasa y Presidente de la Conferencia Episcopal Africana, destaca por su fuerte defensa de la justicia social y su alineación con el ala reformista de la Iglesia. Sin embargo, se muestra crítico con ciertas reformas del Papa Francisco I. Representa a una de las diócesis de más rápido crecimiento en África, lo que es una ventaja significativa. Sin embargo, su limitada exposición global se presenta como una debilidad.
Robert Sarah (Guinea):
Cardenal guineano y ex prefecto de la Congregación para el Culto Divino, es el candidato más conservador. Su firme defensa de las tradiciones litúrgicas le asegura el apoyo de los sectores tradicionalistas. No obstante, su rigidez y falta de flexibilidad son percibidas como un punto débil en un contexto que exige mayor adaptación.
Peter Turkson (Ghana):
Cardenal de Cape Coast y Líder del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, se caracteriza por su perfil moderado, tendente al reformismo y diplomático. También destaca por su experiencia en la mediación de conflictos. Su fortaleza radica en su capacidad para representar a la creciente diócesis africana y en su habilidad para unir a diferentes facciones dentro de la Curia.
Sin embargo, su tendencia a ciertas reformas de Francisco I producen el rechazo de los conservadores así como generan dudas sobre su determinación.
Luis Antonio Tagle (Filipinas):
Prefecto del Dicasterio para la Evangelización, es reconocido como el cardenal más carismático, popular y fiel defensor del pontificado de Francisco I. Representa a la cada vez más influyente diócesis asiática, y su principal fortaleza es su capacidad de conexión y liderazgo. Su «juventud» y su fuerte pertenencia a la facción reformista, sin embargo, podrían percibirse como una gran desventaja.
Lo que revelan los papables: claves sobre el futuro rumbo de la Iglesia Católica
La elección del próximo Papa representa un momento crucial para la Iglesia Católica en su esfuerzo por responder a los desafíos de un mundo en constante transformación. Los papables destacados en este artículo reflejan la diversidad de perspectivas, prioridades y enfoques que podrían definir el rumbo de la institución en los años venideros.
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Desde candidatos con un enfoque reformista y socialmente comprometido, hasta aquellos que representan una postura más conservadora y apegada a la tradición, el Colegio Cardenalicio se encuentra ante una decisión de gran trascendencia.
Más allá de los nombres y perfiles individuales, la elección del nuevo pontífice será una declaración sobre las prioridades y la visión de la Iglesia para enfrentar cuestiones como la justicia social, el diálogo interreligioso, la modernización interna y la preservación de la fe en un entorno globalizado.
El próximo Papa podría ser una figura de cambio, un conciliador entre facciones o un guardián de la tradición, pero independientemente de quién ocupe el Trono de Pedro, su liderazgo será determinante para guiar a la Iglesia en su misión espiritual y pastoral. La elección que se avecina no solo marcará el futuro de la institución, sino también su relevancia en un mundo que necesita, más que nunca, voces de esperanza, justicia y reconciliación.
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