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Resiliencia frente a disrupciones críticas: lecciones tras un apagón

Análisis

Rosalía Fernández Vázquez
Rosalía Fernández Vázquez
Doctora en Medicina con la calificación de Sobresaliente Cum Laude. Analista de inteligencia especializada en seguridad, defensa y gestión de crisis. Actualmente, Directora de programas en el Ministerio de Sanidad de España, con responsabilidad en planificación estratégica, salud pública y cooperación internacional. Alumni del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute. Formación avanzada en servicios de inteligencia, gestión sanitaria, diplomacia europea (Escuela Diplomática) y especialista en cooperación internacional y gestión de crisis. Representa a España como experta destacada ante la OTAN en materia sanitaria, con un enfoque centrado en seguridad sanitaria, resiliencia institucional y preparación ante emergencias.

El apagón en la Península Ibérica reabre el debate sobre la capacidad institucional, técnica y social de adversidades y crisis inesperadas. En este artículo, la alumna del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Rosalía Fernández, explica cuáles son las lecciones tras el apagón y lista una serie de consejos y recomendaciones para eventos futuros.

El reciente apagón del pasado 28 de abril de 2025 que afectó diversas zonas del país reabre un debate necesario sobre la capacidad institucional, técnica y social para responder ante disrupciones inesperadas. No se trató únicamente de un fallo eléctrico: fue una alerta sobre la fragilidad de infraestructuras críticas, la dependencia tecnológica creciente y la necesidad de revisar de forma estructurada nuestras estrategias de preparación y respuesta, desde lo local hasta lo global.

En un contexto de riesgos complejos e interconectados —ya sean de origen climático, tecnológico, sanitario o geopolítico—, resulta ineludible abordar la resiliencia sistémica como prioridad de acción pública. La pregunta clave es: ¿estamos preparados?

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Capacidad de respuesta local: el primer eslabón

Los entornos locales son determinantes en la gestión inmediata de cualquier disrupción. El apagón ha puesto en evidencia la existencia de brechas en la activación de planes de contingencia, comunicación de emergencia y atención a colectivos vulnerables. En contraste, países como Japón o Chile —ambos con exposición frecuente a catástrofes naturales— han desarrollado mecanismos robustos de respuesta local, con simulacros periódicos, formación comunitaria y protocolos operativos que articulan eficazmente a autoridades locales, servicios esenciales y ciudadanía.

En el caso español, es preciso fortalecer esta dimensión mediante la actualización práctica de planes de emergencia municipales, el refuerzo de las capacidades técnicas del personal local y la mejora de los canales de comunicación en tiempo real.

Infraestructuras críticas: interdependencia, digitalización y redundancia

El funcionamiento de nuestras sociedades se apoya en sistemas altamente interdependientes: energía, transporte, telecomunicaciones, sanidad y cadena de suministros. Esta interconexión, si bien eficiente, incrementa la exposición ante fallos en un solo nodo. Una estrategia de resiliencia nacional requiere avanzar hacia infraestructuras con capacidad de absorción, sistemas redundantes y protocolos dinámicos de recuperación.

Además, la creciente digitalización de las infraestructuras críticas plantea nuevos desafíos en materia de ciberseguridad. La resiliencia del sistema eléctrico o de las telecomunicaciones no depende solo de su robustez física, sino también de su protección frente a amenazas digitales, que requieren marcos de gobernanza integrados en el ámbito nacional y europeo.

Experiencias como la de Alemania, que ha desarrollado planes federales para garantizar el suministro básico en caso de corte eléctrico prolongado (incluyendo acuerdos con operadores de salud y seguridad), muestran la importancia de contar con marcos normativos actualizados y mecanismos de respaldo efectivos en escenarios de estrés.

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Coordinación multinivel y gobernanza anticipatoria

La gobernanza de las crisis requiere una arquitectura multinivel funcional. Si bien España dispone de planes sectoriales de emergencia y normativas de protección civil, la efectividad real depende de su operatividad conjunta. El reciente apagón refuerza la necesidad de mejorar la coordinación horizontal (entre sectores estratégicos) y vertical (entre niveles de gobierno), así como de integrar la anticipación de riesgos en la planificación territorial y sectorial.

Modelos como el de Suecia —con una Agencia de Contingencias Civiles que coordina a nivel nacional, regional y municipal bajo un enfoque de «defensa total» para emergencias complejas— son referentes útiles para pensar una reforma adaptada al contexto español.

Ciudadanía y tejido social: hacia una cultura de preparación

La resiliencia no es solo institucional, también es comunitaria. La ciudadanía, si bien no debe asumir responsabilidades estructurales, debe estar informada, capacitada y empoderada para actuar ante situaciones críticas. Esto exige avanzar hacia una cultura de preparación donde la autoprotección, la solidaridad vecinal y la participación activa sean componentes del ecosistema de seguridad humana.

El enfoque de «comunidades resilientes» promovido por la Estrategia de Reducción del Riesgo de Desastres de la ONU (Marco de Sendai) es una referencia clave: no hay sistemas robustos sin ciudadanía preparada.

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Multilateralismo, cooperación y resiliencia compartida

En un mundo interconectado, la resiliencia ya no puede entenderse como un asunto exclusivamente nacional. Las infraestructuras digitales, las cadenas logísticas y los flujos energéticos y sanitarios atraviesan fronteras. Por ello, resulta imprescindible fortalecer la cooperación internacional y el multilateralismo técnico para:

  • Compartir buenas prácticas y lecciones aprendidas.
  • Impulsar estándares comunes de preparación.
  • Desarrollar sistemas de alerta temprana regionales.
  • Coordinar respuestas conjuntas ante emergencias transnacionales.

La Unión Europea, a través de iniciativas como el Mecanismo de Protección Civil de la UE o el programa RescEU, ofrece un marco útil para avanzar en interoperabilidad, ayuda mutua y financiación de capacidades de preparación a escala regional. Además, en línea con enfoques integrados como One Health, la resiliencia sistémica exige reconocer las interdependencias entre salud humana, medio ambiente y sistemas tecnológicos, reforzando la planificación intersectorial ante amenazas emergentes.

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Conclusión: de la reacción a la resiliencia estratégica

El apagón debe leerse como un aviso. Aunque la respuesta general evitó consecuencias mayores, también evidenció espacios de mejora. No basta con restaurar el servicio: es necesario reconstruir sobre bases más sólidas. Esto exige:

  • Reforzar las capacidades locales e intermedias.
  • Invertir en infraestructuras resilientes, seguras y ciberprotegidas.
  • Consolidar una cultura institucional de anticipación y aprendizaje.
  • Fomentar la corresponsabilidad ciudadana.
  • Profundizar en la cooperación regional e internacional.
  • Abordar los riesgos desde una perspectiva intersectorial e integral.

La resiliencia no es un estado, sino un proceso. Un proceso continuo, transversal y colectivo que requiere visión estratégica, voluntad política y compromiso social. Solo así estaremos en condiciones de afrontar —y no solo resistir— los desafíos que plantea un siglo marcado por la incertidumbre.


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