Con los parámetros actuales, nunca habrá solución al conflicto palestino-israelí. En este artículo Alfonso Casasola, profesor del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y del Curso de Derecho Internacional Humanitario de LISA Institute, expone qué condiciones deberían darse para que pueda haber solución real al eterno conflicto de Oriente Medio.
¿Hay solución al conflicto entre Israel y Palestina? Esta es la pregunta que nos hacemos todos los que somos de la cultura de la paz entre los pueblos. La que todo el mundo se hace, cuando ve en los medios de comunicación el enésimo conflicto en la zona. Y, en estos días, volvemos a ver la cara del horror: la muerte se hace presente en aquella bendita y santa tierra. Pero, realmente, ¿puede haber una solución a este eterno conflicto? La respuesta es que, con el status conceptual actual, no. Nunca habrá solución con los parámetros actuales.
Para poder empezar a hablar de una solución, y encontrar la paz en la zona, debe haber un previo inexcusable, y es tan evidente, que hasta por simple es descabellado. Estoy hablando del pacto de la coexistencia entre las contendientes. Me explico. Para poder existir la paz es necesario que las dos partes quieran la paz y, para que haya paz, es innegociable que haya un respeto mutuo de coexistencia.
Palestina y sus grupos políticos, así como el eje de la luna creciente (Irán, Líbano y Siria) por un lado, e Israel, por el otro, deben aprobar una regla inicial, y no es otra, que permitirse vivir y desarrollarse cada uno. Deben hacer un pacto de coexistencia vital, y desterrar la política de la desaparición del otro. Este parámetro inicial es la base de todo lo posterior.
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En mi opinión es esencial un Tratado, Convenio o Memorándum —llámelo usted como quiera— pero, en definitiva, un instrumento internacional en el que por un lado Israel, y por otro, Palestina y el eje citado, en el que haya un compromiso de respeto por la existencia del otro. Asimismo, creo que debe estar avalado por los dos superestados dominantes del tablero geopolítico, Estados Unidos y China, y por la Unión Europea como ente supraestatal, por su soft power esencial y como árbitro garante. Debería haber un fuerte compromiso para ello, imponiéndose fuertes sanciones, incluso la intervención militar, cuando aquellos gobiernos incumplieran estos acuerdos de supervivencia, y de desarrollo vital.
No es posible la construcción de Estados, de sociedades, si existe un enemigo que no te permite que existas, y utiliza todos los medios a su alcance para destruirte y evitar que vivas. Es decir, hay que enterrar la idea del genocidio entre las partes. Para que haya una paz, debe haber un respeto mutuo, un acuerdo de existir.
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Una vez exista esa premisa inicial, podemos empezar a poner sobre el terreno el resto de las condiciones. Se puede pactar el reconocimiento de un Estado palestino democrático, en el que los grupos terroristas deben desaparecer, pagar por sus crímenes y devolver a los rehenes, sin perjuicio, de que ese supuesto Estado tenga su propio ejército legítimo. Igual debe ocurrir en el Líbano. Insisto, todo ello, sin que nadie puede reprochar que tengan sus defensas legítimas.
Y, por la parte israelí, deben pensar en que, si admite la existencia pacífica del otro, y es admitida su existencia, por la otra parte, hay que replantearse la política de expansión colona. Se requiere generosidad por ambas partes.
Creo que se puede conseguir la paz y la coexistencia pacífica en la zona siempre que las partes acuerden el respeto a la existencia del otro. Tanto el judaísmo, como el islam, buscan la perfección del hombre, y con ello la paz de su alma y de la sociedad en la que se encuentra insertado. ¿Por qué no intentarlo?
Un artículo de opinión de Alfonso Casasola, Profesor del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y del Curso de Derecho Internacional Humanitario de LISA Institute.
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