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La ‘Nueva Doctrina Trump’: del aislacionismo comercial al proteccionismo agresivo

Análisis

Rubén Asenjo
Rubén Asenjo
Periodista apasionado por la actualidad internacional y la geopolítica. Escribo para entender el mundo en constante cambio y compartir perspectivas que despierten la reflexión y el debate. Comprometido con la búsqueda de la verdad y las historias que impacten e inspiren.

La llegada de la segunda presidencia de Donald Trump ha llevado consigo una transformación radical de la política comercial estadounidense, que se ha hecho notar en todo el mundo. Comparando desde su primer mandato, en este artículo verás cómo funciona la estrategia arancelaria más agresiva del siglo XXI y sus posibles consecuencias económicas mundiales.

La política comercial de Donald Trump ha experimentado una transformación radical desde su primer mandato hasta la actualidad. Lo que comenzó en 2016 como una promesa electoral de «America First» se ha convertido en 2025 en la implementación de la agenda arancelaria más agresiva vista en Estados Unidos en casi un siglo. Durante su primer periodo presidencial, Trump cuestionó el statu quo del libre comercio global. En aquel momento argumentaba que los acuerdos existentes perjudicaban a los trabajadores estadounidenses y contribuían al déficit comercial del país. Sin embargo, esta retórica, inicialmente vista con escepticismo por los mercados, se materializó gradualmente en una serie de medidas proteccionistas selectivas.

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El primer mandato de Trump (2017-2021) sentó las bases de su visión comercial mediante intervenciones estratégicas. En enero de 2017, retiró a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) apenas tres días después de asumir el cargo. Posteriormente, impuso aranceles del 30-50% sobre paneles solares y lavadoras en enero de 2018. Luego siguió por gravámenes del 25% al acero y 10% al aluminio en marzo del mismo año. La confrontación con China escaló hasta convertirse en una auténtica guerra comercial. En total impuso aranceles sobre bienes chinos valorados en más de 380 mil millones de dólares y represalias equivalentes por parte del gigante asiático. Simultáneamente, renegoció el TLCAN para convertirlo en el USMCA, incorporando mayores requisitos de productos norteamericanos.

Sin embargo, lo ocurrido en su segundo mandato a partir de 2025 representa una escalada sin precedentes. El 2 de abril de 2025, autodeclarado como «Día de la Liberación», Trump firmó una orden ejecutiva declarando una emergencia nacional debido al déficit comercial persistente. Para ello, invocó la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA) para imponer un arancel base del 10% a todas las importaciones estadounidenses. Adicionalmente, estableció aranceles específicos más altos para 57 países. Esto llevó la tasa arancelaria promedio ponderada por comercio del 2% al 24%, el nivel más alto en más de un siglo. Esta expansión masiva del proteccionismo ha desencadenado represalias de actores como China o la UE. Además, ha generado una gran incertidumbre en los mercados internacionales.

Los arquitectos de la política

La implementación de esta radical agenda comercial ha sido posible gracias a un equipo de asesores y funcionarios alineados con la visión proteccionista de Trump. Scott Bessent, nominado como Secretario del Tesoro, es uno de los defensores clave de la imposición de aranceles como herramienta estratégica de política exterior, particularmente respecto a China. Aunque tiene antecedentes apoyando a candidatos demócratas, Bessent se ha convertido en el promotor entusiasta de las políticas económicas de Trump. Considera los aranceles como sanciones económicas necesarias para abordar problemas como la manipulación de divisas y los desequilibrios comerciales. También aboga por su implementación gradual como medio para lograr objetivos geopolíticos y financieros más amplios.

Howard Lutnick, CEO de Cantor Fitzgerald y 41º secretario del Departamento de Comercio, representa el ala más agresiva del equipo comercial. Conocido por su firme defensa de aranceles elevados para proteger a los trabajadores estadounidenses y reconstruir la economía nacional, ha respaldado públicamente los planes arancelarios propuestos por Trump contra China, México, Canadá, la UE y otros socios comerciales. Su experiencia en banca de inversión y sus conexiones empresariales lo posicionan como el ejecutor principal de la agenda comercial. Asimismo, prioriza los aranceles como pilar fundamental de la política económica a pesar de las advertencias sobre su potencial impacto inflacionario.

Completando el núcleo duro de la estrategia comercial se encuentra Jamieson Greer como Representante Comercial de EE.UU., un abogado especializado en comercio y exmiembro de la Fuerza Aérea que previamente sirvió como jefe de gabinete de Robert Lighthizer. Greer se ha perfilado como defensor acérrimo de la manufactura estadounidense y crítico de las prácticas comerciales de países como China, México y la UE. Su nombramiento, respaldado por la ‘Coalición para una América Próspera’, refuerza la determinación de implementar la agenda arancelaria agresiva. Mientras tanto, Peter Navarro, reinstalado como Consejero Senior para Comercio y Manufactura, aporta la continuidad ideológica como el arquitecto original de la agenda «Compre Americano, Contrate Americano» del primer mandato.

La doctrina en acción

La nueva doctrina comercial de Trump se fundamenta en un concepto central: la «reciprocidad». Según esta visión, Estados Unidos debe imponer aranceles equivalentes o superiores a los que otros países aplican a los productos estadounidenses. Sin embargo, la implementación real ha ido mucho más allá de una simple reciprocidad. El programa arancelario de 2025 incluye un arancel base del 10% sobre todas las importaciones. Además, impone tarifas sustancialmente más altas para decenas de países específicos, llevando el arancel efectivo sobre productos chinos al 54%. Tras sumar los aranceles ya existentes, la tasa efectiva para China alcanza el 125%, mientras que la Unión Europea enfrenta un 20% y Canadá y México un 12% para bienes no cubiertos por el USMCA.

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Las justificaciones ideológicas para estas medidas combinan argumentos económicos y de seguridad nacional. En su comunicado del 2 de abril, Trump declaró oficialmente que los déficits comerciales persistentes representan una «amenaza a la seguridad nacional» al «vaciar la base manufacturera», «socavar las cadenas de suministro críticas» y hacer que la base industrial de defensa dependa de adversarios extranjeros. Esta caracterización del comercio internacional como una amenaza existencial permite invocar poderes de emergencia y eludir el proceso legislativo normal. Además, la administración Trump argumenta que estas medidas revitalizarán la manufactura estadounidense, fortalecerán la clase media y mejorarán la seguridad nacional.

Sin embargo, el impacto económico de estas políticas es objeto de intenso debate. Según estimaciones de la Tax Foundation, estos aranceles constituyen uno de los mayores aumentos de impuestos en décadas, y de seguir provocarán un aumento proyectado de varios miles de dólares anuales por hogar estadounidense. De igual modo, los mercados financieros han reaccionado con volatilidad, con caídas sustanciales en las bolsas de valores globales tras cada anuncio arancelario importante. Por ello, varios sectores críticos advierten que esta política arancelaria podría aumentar los precios al consumidor (sobre todo en sectores como el automovilístico o el electrónico) mientras distorsionan las cadenas de suministro mundiales. Mientras tanto, JPMorgan ha elevado la probabilidad de una recesión global al 60% de seguir esta escalada arancelaria.

Comparativa histórica

La historia estadounidense está marcada por ciclos de proteccionismo y libre comercio, contexto importante para entender la actual política comercial de Trump. Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores, estableció en 1791 el primer marco para el proteccionismo estadounidense en su «Informe sobre Manufacturas», donde abogaba por la imposición de aranceles temporales para desarrollar nuevas industrias y proteger sectores estratégicos como la fabricación de armas. Esto formó la base del «Sistema Americano» que permitió el rápido desarrollo e industrialización de Estados Unidos durante el siglo XIX.

Entre 1861 y 1933, Estados Unidos mantuvo algunas de las tasas arancelarias promedio más altas del mundo, coincidiendo con su edad dorada industrial y su surgimiento como potencia económica mundial. El economista Ha-Joon Chang señaló que este «período intervencionista y proteccionista» correspondió precisamente al momento en que el desempeño económico estadounidense superó al resto del mundo, permitiéndole disfrutar del crecimiento económico más rápido globalmente durante todo el siglo XIX hasta la década de 1920. Además, indicó que «solo después de la Segunda Guerra Mundial», cuando ya dominaba la economía global, Estados Unidos comenzó a promover el libre comercio internacional.

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Una comparativa relevante es la Ley Arancelaria Smoot-Hawley de 1930, implementada al inicio de la Gran Depresión del 29. Esta aumentó en gran medida los aranceles estadounidenses, provocando represalias internacionales. Este precedente histórico es especialmente alarmante para los economistas contemporáneos, ya que aquellas medidas agravaron la depresión al reducir el comercio mundial.

Incluso durante la era Reagan, considerada generalmente como una de las más favorables al libre mercado, también se implementaron medidas proteccionistas significativas, incluyendo restricciones «voluntarias» a importaciones japonesas de automóviles que aumentaron los precios aproximadamente mil dólares por vehículo, así como cuotas para acero europeo y latinoamericano. Reagan incluso amenazó en 1986 con imponer un arancel del 200% a España por sus restricciones a las importaciones de grano estadounidense.

Proyección futura

En el corto plazo, es previsible un aumento selectivo de los aranceles en sectores estratégicos como los semiconductores, los minerales críticos y los productos farmacéuticos, que hasta ahora han sido mayormente exentos. Funcionarios de la Administración Trump ya han sugerido que estos sectores podrían enfrentar aranceles adicionales, expandiendo el alcance de la política proteccionista. Además, el establecimiento de un arancel base del 10% sienta un nuevo precedente que futuros gobiernos podrían mantener o ampliar, normalizando esta situación en la política comercial estadounidense.

Asimismo, los socios comerciales mundiales están desarrollando estrategias de adaptación a largo plazo frente a esta nueva realidad. China ha comenzado a redirigir sus exportaciones hacia mercados alternativos mientras acelera inversiones en autosuficiencia tecnológica y en el desarrollo de mercados internos. La Unión Europea, por su parte, aunque ha expresado su oposición, prepara contramedidas mientras desarrolla acuerdos comerciales alternativos con otras regiones. Es probable que veamos una reconfiguración gradual pero significativa de las cadenas de valor globales, con empresas multinacionales diversificando sus operaciones para mitigar estos riesgos arancelarios y cumplir con los requisitos de comercio local más estrictos.

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La persistencia de esta doctrina proteccionista dependerá en gran medida de sus resultados económicos percibidos. Si los votantes estadounidenses experimentan beneficios tangibles como crecimiento del empleo manufacturero y aumentos salariales que superen los efectos inflacionarios, la doctrina podría institucionalizarse como nuevo consenso bipartidista. No obstante, si predominan los efectos negativos como inflación elevada, represalias comerciales y desaceleración económica, podría surgir presión para moderarla.

El mundo se dirige hacia un escenario de mayor fragmentación económica, con bloques regionales más definidos y una disminución del comercio global como porcentaje del PIB mundial. Esta fragmentación podría conducir paradójicamente a una mayor cooperación intra-regional, con acuerdos comerciales más profundos entre países con valores e intereses alineados, generando un sistema comercial multipolar diferente del orden liberal de posguerra.

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