La soberanía de Kosovo sigue siendo un tema de gran controversia en Europa, con Serbia y las instituciones kosovares en desacuerdo sobre su estatus. A pesar de la independencia proclamada en 2008, la región continúa siendo un tema central en la política internacional. Las potencias occidentales y revisionistas tienen posiciones opuestas sobre el futuro de Kosovo. En este artículo te contamos cómo se ha desarrollado este conflicto y sus implicaciones globales.
La soberanía de Kosovo es uno de los principales puntos de fricción en Europa y en el mundo. A pesar de la firma del Acuerdo de Kumanovo en junio de 1999 (entre las fuerzas Yugoslavas y la OTAN) que ponía fin a la Guerra de Kosovo, la región en el corazón de los Balcanes continúa siendo un punto de fricción en la comunidad internacional.
Mientras que Serbia considera que Kosovo es parte integral de su territorio por motivos esencialmente históricos, las instituciones kosovares consideran que forman parte de un estado-soberano e independiente. Estas discrepancias han ocasionado divisiones dentro de la comunidad internacional, que han llevado a Kosovo a convertirse en un tema de confrontación entre el orden liberal y las potencias revisionistas.
Historia de Kosovo
La trayectoria histórica de Kosovo, que estuvo bajo el mando de imperios con divergentes tradiciones religiosas, culturas y diversos grupos étnicos, ha dado lugar a un territorio significativamente complejo con vínculos con potencias como Serbia, Turquía o Albania.
La anexión de Kosovo al imperio de Serbia en el siglo XII, supuso un gran impacto para la expansión del dominio de Stefan Dušan. De esta manera, Kosovo se convertiría en un eje central para el poder político y socioeconómico de Serbia, donde la Iglesia Ortodoxa tenía un papel fundamental.
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Conscientes de la importancia de la religión para el control de los diferentes territorios del imperio y del posterior reinado serbio, la familia Dušan se encargaría de fomentar la creación de lugares sagrados para influir en la sociedad. Asimismo, Kosovo se consolidaría como corazón de Serbia, por su localización central y por representar la resistencia serbia durante la Batalla del Campo de los Mirlos contra el Imperio Otomano. A pesar de la resiliencia, finalmente el territorio kosovar acabaría en manos de Constantinopla, dando un giro a su trayectoria.
El imperio Otomano controló Kosovo durante más de cinco siglos, lo que derivó no solo en la instauración del sistema administrativo de Constantinopla, sino también en la expansión de la cultura y la religión. La población musulmana, exenta de la jizya, empezó a crecer en la región y a promover el movimiento de ciudadanos albano-musulmanes, desafiando así el pasado serbio-ortodoxo.
Los vínculos entre kosovares y albanos continuaría en el transcurso del tiempo a pesar de la caída del Imperio Otomano y la reincorporación de Kosovo a Serbia a Yugoslavia en 1918. Durante el Reino de Yugoslavia, donde Kosovo era una parte integral de Serbia, se acrecentaron las tensiones entre los serbios y la población albano-kosovar, quien consideraba que tenía mayores lazos socio-religiosos con Albania. Las tensiones y diferencias aumentarían durante la Segunda Guerra Mundial, con motivo de la creciente población albano-kosovar y la expulsión de Kosovo de grandes poblaciones serbias.
Se pensó que la creación de la segunda Yugoslavia podría llevar a una creciente influencia serbia en el territorio. Sin embargo, la creación de la República Federal Socialista de Yugoslavia de Josip Boriz Tito, enfocada en crear un sistema más descentralizado, desencadenaría en la creación de un estatus de autonomía para Kosovo.
Asimismo, teniendo en cuenta la voluntad, el empeño de Tito en reducir el impacto de las diferencias étnicas y crear una sociedad común, promovió la protección de la población albano-kosovar. Sin embargo, su fallecimiento en 1980, que desencadenaría en la progresiva desintegración de Yugoslavia, fomentaría los deseos de independencia en Kosovo o incluso de una posible adhesión a Albania.
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Ante la creciente pérdida de control por parte de Serbia, Milošević (nacionalista serbio y presidente de Yugoslavia) implementaría medidas represivas como la retirada del estatus autónomo de Kosovo, la prohibición de reuniones de masas y el control de los medios de comunicación. La nueva situación sociopolítica de Kosovo aumentaría la crispación y desencadenaría en la Declaración de Independencia 1991 como resultado de un referéndum organizado por las instituciones kosovares.
Las crecientes tensiones y la respuesta de Serbia motivarían el auge del Ejército de Liberación de Kosovo, movimientos insurgentes y la Guerra de Kosovo en 1998. El conflicto terminaría con la intervención de la OTAN, una medida criticada por Rusia y China, quienes a su vez mostraron su oposición a la autoproclamación de independencia de la República de Kosovo, un tema de disputa en la comunidad internacional.
Estados Unidos, la Unión Europea y su relación con Kosovo
Estados Unidos es uno de los más de cien países que reconoce la República de Kosovo, y fue precisamente uno de los primeros en expresar su apoyo a la nueva entidad. A pesar de sus intentos en la normalización de las relaciones entre Serbia y Kosovo, como en los Acuerdos de Bruselas, Estados Unidos siempre se ha enfocado en defender a su aliado en el corazón de los Balcanes.
Kosovo es el país del continente europeo con una postura más favorable hacia Estados Unidos, motivada por la intervención de la OTAN durante la guerra de 1998 en razón de la masacre de Račak. De la misma manera, las instituciones y ciudadanos kosovares tienen una postura significativamente pro-Estados Unidos por la intervención de la OTAN en Bosnia-Herzegovina con el fin de frenar las atrocidades de las tropas de serbio-bosnias.
Pristina entiende que Estados Unidos es un garante de sus intereses con el que comparte un adversario común en territorio europeo, Serbia, históricamente apoyado por Rusia en la reducción de las libertades kosovares de Milošević y el despliegue de fuerzas durante la guerra.
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Por su parte, Washington considera que Kosovo es un aliado a través del que poder mantener sus intereses en una región crecientemente influenciada por Rusia y China. Por consiguiente, la Casa Blanca y el Pentágono han abogado por planes de transición militar, y acuerdos de seguridad internacional como NATO-Kosovo Force.
De la misma manera, siguiendo su política de-risking China, Estados Unidos apuesta por relaciones económicas sumamente positivas con Kosovo para así reducir la creciente presencia China. En consecuencia, en el curso 2021-2022, cuando Kosovo buscaba formalmente el estatus de candidato potencial a la UE, Estados Unidos se convertía en el principal partner económico, al que destinaría el 15% de sus exportaciones.
A pesar de las relaciones generalmente positivas entre ambos países, en 2020 surgieron tensiones entre las instituciones kosovares y estadounidenses por la figura de Grenell, quién fue criticado por Kosovo por intentar buscar un acuerdo con Serbia a todo coste, sin verdaderamente tener en cuenta la voluntad de los kosovares. De esta manera, existen dudas acerca del efecto que tiene la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, ya que su postura menos aislacionista con respecto a Rusia, podría tener un efecto en Serbia y, por consiguiente, en el desarrollo de Kosovo.
En cuanto a la Unión Europea, es necesario destacar que, pese a sus limitadas capacidades de intervención directa en las Guerras Yugoslavas, tuvo un rol significativo en cuestiones diplomáticas y se ha mostrado siempre dispuesta a participar en negociaciones entre Serbia y Kosovo y a plantear la posible entrada de Kosovo en la UE. Los Balcanes occidentales son precisamente uno de los principales focos de la UE, ya que son considerados fundamentales para la estabilidad regional, y para aumentar el potencial geoestratégico de la Unión.
Bruselas ve necesario cooperar con Kosovo para frenar la expansión de la ideología prorrusa en auge en países como Eslovaquia o Hungría y estados balcánicos y la influencia china, que a pesar de mostrarse firme en el no reconocimiento de Kosovo, está aumentando su actividad económica.
De esta manera, y teniendo en cuenta que para Pristina la incorporación a la UE supondría una creciente protección de su economía y su seguridad por la posible protección en caso de ataque (art. 42 de la PCSD), y el acercamiento a la OTAN, se han llegado a compromisos como El Acuerdo de Estabilización y Asociación. No obstante, la entrada de Kosovo en la UE no es una cuestión que se plantee verdaderamente, ya que Grecia, Eslovaquia, Chipre, Rumanía, Grecia y España no reconocen la República independiente de Kosovo.
La relación de Kosovo con Rusia y China
Rusia siempre ha tomado una postura pro-Serbia por sus orígenes eslavos durante el siglo VII, su alianza común en contra del creciente Imperio Otomano, sus lazos económicos y sus relaciones económicas.
La Iglesia Ortodoxa se ha utilizado como un mecanismo para mantener y fomentar las relaciones entre Sarajevo y Moscú. A pesar de que ambas iglesias no estén bajo el mismo patriarcado (patriarcado de Moscú y patriarcado de Serbia), ambos cuentan con grandes vínculos. Entre otras cuestiones, la Iglesia Ortodoxa Rusa, involucrada en la política rusa y en ideas como la de un «mundo ruso» que justifica acciones como la invasión de Crimea, ayudó al reconocimiento oficial de Constantinopla de la autocefalia de la Iglesia Serbia declarada en el siglo XIII. Rusia siempre ha visto la cuestión religiosa como la manera de unir ambos territorios contra enemigos como los otomanos u occidente.
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Por su parte, Sarajevo considera crucial mantener relaciones con Rusia para proteger su territorio y sus intereses, incluyendo la cuestión de Kosovo. Moscú fue uno de los principales aliados de Serbia para mantener el control sobre Pristina. De hecho, Rusia apoyó militarmente a Serbia durante la guerra ruso-kosovar, un conflicto en el contexto de la expansión del orden liberal. Además, provee material militar a Serbia, que participa en maniobras militares rusas y no ha impuesto sanciones a Rusia por la invasión de Crimea ni por la actual invasión de Ucrania.
El apoyo mutuo de Serbia y Rusia, que supone una oposición clara de Moscú en el reconocimiento de Kosovo, no se centra solo en plano institucional, sino que también es una cuestión discernible entre la población. Rusia ha hecho uso de la política serbia de control sobre los medios de comunicación para llegar a los ciudadanos y promover a largo plazo el constante apoyo entre ambas naciones.
Rusia ve necesaria su postura anti-Kosovo para mantener sus relaciones con Serbia y así poder aumentar su influencia en los Balcanes y en algún momento conseguir su deseada salida al mar Mediterráneo, y para poder influir en la Unión Europea en caso de que Serbia pasara de ser un país candidato a un estado miembro, un evento que parece complicado a día de hoy.
Finalmente, es necesario destacar que Rusia no está dispuesta a llegar a un acuerdo con Kosovo que no implique el control por parte de Serbia, porque podría suponer una creciente expansión de la UE y la OTAN e incluso la pérdida de un punto de unión entre Moscú y Sarajevo, que podría implicar un acercamiento de Serbia o incluso a China.
La República Popular de China ha pasado más desapercibida en las tensiones entre Kosovo y Serbia, especialmente por su expansión geopolítica más reciente, pero tiene un papel fundamental en el enfrentamiento.
Pekín no reconoce la existencia de la República de Kosovo por dos motivos principales, su postura contraria a movimientos de autodeterminación y su acercamiento a Serbia y Rusia. Las autoridades chinas no reconocen la existencia de Kosovo por miedo a fomentar movimientos independentistas en regiones nacionalistas con voluntad de autodeterminación como el Tíbet y Xinjiang.
Asimismo, de manera semejante a Rusia, China ha encontrado en Serbia un aliado para frenar la influencia de las potencias occidentales de la mano de Rusia, lo que podría derivar en dificultades a largo plazo teniendo en cuenta sus voluntades expansionistas. Aunque las estrategias de China se han enfocado en otros continentes, Pekín ha mostrado gran poder de influencia en los Balcanes.
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No obstante, a diferencia de Rusia, China se ha mostrado más abierta a un acuerdo sobre Kosovo en el que podría actuar de mediador, y ha aumentado su actividad económica en el territorio. A pesar de los crecientes vínculos con Serbia, Xi Jinping está dispuesto a aumentar sus relaciones económicas con Kosovo siguiendo su estrategia de expansión en los Balcanes.
A pesar de no hacerlo de manera directa, China se ha convertido en el segundo territorio del que Kosovo más importa, para ello utiliza oficinas locales y empresas privadas como Alibaba. De esta manera, a pesar de contar como Rusia con una postura pro-serbia, China busca intensificar su actividad económica en la región, incluido en Kosovo. Las autoridades chinas ven en Kosovo una oportunidad de beneficiarse de acuerdos de adhesión que fomenten el libre movimiento de bienes y servicios para poder adentrarse en la Unión, con menos controles.
La cuestión de Kosovo parece un interrogante sostenido de alcance global. A pesar del reconocimiento de la República de Kosovo por la mayor parte de la comunidad internacional, el territorio del epicentro de los Balcanes se ha convertido en un punto de fricción transnacional.
Mientras que Estados Unidos y la mayor parte de los Estados miembros de la UE ven necesario apoyar a Kosovo para crecer y preservar la estabilidad regional amenazada por potencias revisionistas, Rusia y China ven en Pristina la posibilidad de reforzar su política exterior. A través de políticas significativamente distintas, Pekín y China disciernen en Kosovo una oportunidad de frenar la expansión del orden liberal.
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