Se cumplen 15 años desde que la mayoría albanesa de Kosovo decidiera independizarse unilateralmente de su país vecino, Serbia. En este artículo analizamos las claves históricas del recorrido de Kosovo, su papel en el panorama internacional y en organizaciones como la Unión Europea o la OTAN y la situación actual de uno de los países más jóvenes de Europa.
El 17 de febrero se cumplen 15 años desde que la mayoría albanesa de Kosovo proclamó en 2008 de forma unilateral la independencia de Serbia. Desde entonces, el pequeño y más joven país de Europa sigue trabajando por alcanzar una soberanía plena y sus dos mayores objetivos a nivel internacional: integrarse en la OTAN y la Unión Europea. Sin embargo, dentro del país, la población sigue dividida entre albaneses y serbios, con numerosos problemas políticos y sociales como la corrupción, la fuga de cerebros o el desempleo.
Ecos del pasado en la situación de Kosovo
En cierta medida, es necesario remontarnos varios siglos atrás para entender la situación de Kosovo actual. Los serbios, la mayoría de ellos cristianos ortodoxos, consideran el territorio de Kosovo como la cuna de la patria Serbia, ya que fue allí donde se produjo la batalla del Campo de los mirlos, entre serbios y otomanos en el siglo XIV. Este hecho fue recuperado 600 años después por Slobodan Milošević como un referente patriótico para los serbios.
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Sin embargo, para los albaneses de Kosovo también tiene bastante importancia este territorio a nivel nacional, igual que para los de Albania. Y es que fue en la ciudad kosovar de Prizren donde los primeros intelectuales albaneses se reunieron para exigir sus derechos como minoría y cierta independencia dentro del Imperio Otomano, que posteriormente llevaría a una reclamación de independencia total. Pese a su trabajo, Kosovo nunca llegó a estar incluida dentro de Albania y casi siempre formo parte de Serbia y, a su vez, de los dos estados yugoslavos.
Dentro de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, los albaneses de Kosovo nunca consiguieron un reconocimiento al mismo nivel que otras nacionalidades dentro del estado, tan solo ciertos periodos de autonomía dentro de la República Socialista Serbia dentro de Yugoslavia que, sin embargo, mantenían los poderes gubernamentales en manos serbias.
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En los años 90, en el contexto de las guerras entre el gobierno central yugoslavo y serbio contra las independencias de Croacia, Eslovenia y Bosnia, los albaneses de Kosovo sintieron que era el momento de conseguir su propia independencia de manera pacífica, movimiento que fue liderado por Ibrahim Rugova. Sin embargo, Serbia no se planteó en ningún momento permitir esta independencia.
Durante estos años, gracias al dinero que llegaba desde la diáspora albanesa y las armas expoliadas tras el colapso del Estado albanés, surgió el Ejército de Liberación de Kosovo —UÇK, por sus siglas en albanés—, por entonces considerado un grupo terrorista tanto por Serbia como por Estados Unidos. En poco tiempo, su capacidad para atentar y llevar a cabo actuaciones contra el poder serbio fue aumentando y al mismo tiempo los poderes occidentales retiraron su consideración de grupo terrorista para pasar a considerarles un Ejército de autodefensa para los albaneses en Kosovo.
Finalmente, en el año 1998 se produjo una guerra abierta entre los albaneses y los serbios. En un primer momento, se había conseguido expulsar a una gran mayoría de los albaneses de Kosovo que se refugiaron entre la actual Macedonia del Norte, Albania y otros países europeos, hasta que definitivamente la OTAN entró en la guerra, sin el visto bueno de Naciones Unidas, bombardeando Serbia durante 78 días, incluida su capital Belgrado, así como otros puntos estratégicos del país. Esta intervención consiguió que las fuerzas serbias se retirarán de Kosovo a cambio de asegurarles que Kosovo no se independizaría. Ya en ese momento, una gran parte de los serbios habían abandonado la región pese a que el territorio había quedado tutelado por fuerzas de la ONU y de la OTAN.
Durante los siguientes años, y tras la muerte del pacifista Rugova, antiguos guerrilleros del UÇK entraron en política y consiguieron los principales puestos de gobierno. Además, la convivencia en el país no mejora y en el 2004 se produce una explosión de violencia contra la población serbia y el patrimonio ortodoxo, produciendo una nueva brecha entre ambas poblaciones.
Independencia, pero con reconocimiento limitado
En esta situación, y tras el fracaso del plan Ahtisaari, el Parlamento kosovar declaró la independencia el 17 de febrero 2008 de manera unilateral. Durante las siguientes horas y días, decenas de países, incluido Estados Unidos, las principales potencias europeas o el resto de los países de los Balcanes a excepción de Serbia, reconocieron la independencia del país. Otros muchos, algo más de la mitad de los países de la ONU, se negaron a reconocer su independencia por distintos motivos. Entre ellos, Rusia, China, la India, España o una gran parte de los países de América Latina o África.
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Tras la declaración de independencia kosovar, Serbia presentó una consulta ante la Corte Internacional de Justicia para saber si la independencia unilateral de Kosovo había violado el derecho internacional, declarando la corte en 2010 que no contravino ningún tipo de normativa.
Al mismo tiempo, el Consejo de Europa comenzó a publicar informes que acusaban al UÇK de tráfico de órganos, armas y drogas, además de posibles crímenes de guerra. El ex guerrillero y por entonces primer ministro Hashim Thaçi negó las acusaciones, pero estas le perseguirán a él, y a otros políticos, hasta que dimitió de su puesto de Presidente en 2020, acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad por el Tribunal Especial para Kosovo.
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Durante estos años, tanto Estados Unidos como la UE continuaron trabajando para que Serbia y Kosovo lleguen a un acuerdo de reconocimiento mutuo. En 2013, Serbia y Kosovo alcanzaron un pacto conocido como el Acuerdo de Bruselas, bajo el auspicio de la Unión Europea, que permitía a la minoría serbia en Kosovo a tener su propia policía y justicia. Sin embargo, estos acuerdos no han sido ratificados por ninguno de los dos parlamentos.
Con la posibilidad de entrar a la UE cerrada desde 2013, la organización regional cada vez ha tenido menos que ofrecer a ambos países para obligarles a llegar a un acuerdo. Tras el fracaso del acuerdo de Bruselas, las pocas iniciativas que han conseguido tener en la misma sala a Kosovo y a Serbia con algo de éxito han sido lideradas por Estados Unidos —véase el acuerdo de Washington de 2020—.
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Además, Europa ha dejado en la estacada a Kosovo al no reconocerles un régimen de visados libres como tienen el resto de los países de los Balcanes pese a haber alcanzado todas las exigencias planteadas por la Unión Europea. Además, de momento, no hay ninguna intención ni posibilidad de convertir al país en un candidato a la Unión Europea, mientras que Moldavia y Ucrania le han adelantado al ser aceptados como países candidatos.
Guerra terminada, conflicto latente
Inevitablemente, los encontronazos internacionales entre ambos países se han seguido produciendo, incluyendo la reciente disputa de las matrículas. Este enfrentamiento, surgido en 2021, comenzó por el fin del reconocimiento kosovar de las matrículas serbias en su territorio, incluidas las que son usadas por los serbios que viven en Kosovo. La decisión fue tomada por el reciente primer ministro, socialdemócrata y pro-unificación albanés, Albin Kurti, ya que Serbia nunca había llegado a reconocer las matrículas kosovares, por lo que solo con reciprocidad total podría llegarse a algún acuerdo.
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Tras el ataque de Rusia a Ucrania, los representantes de Kosovo han considerado que el ambiente internacional es proclive para conseguir su total reconocimiento y su inclusión en los mecanismos de integración europeos, en la OTAN o en Consejo de Europa. Al mismo tiempo consideran que es un buen momento para obligar a Serbia o a definitivamente convertirse en un aliado totalmente prorruso, y seguir complicando la situación y negando el reconocimiento de Kosovo, o a alejarse de una influencia que ahora mismo a nivel occidental se considera tóxica y que complicaría su situación entre todos los países que tiene alrededor, y dar un paso a un reconocimiento o al menos a una mejora sustancial de las relaciones y a un final del boicot al reconocimiento internacional de Kosovo.
En este contexto, la Unión Europea ha preparado un nuevo plan en el que Serbia y Kosovo se deben comprometer a, al menos, promover una situación de paz entre ellos, en la que, a cambio de cesar el boicot y la retirada de reconocimientos a Kosovo, las municipalidades kosovares habitadas mayoritariamente por serbios conseguirían un estatus de semiautonomía.
Este plan ha sido aceptado tanto por Serbia, que ve peligrar su camino hacia la integración europea, así como las inversiones internacionales, como por Kosovo, pese a un primer rechazo de Kurti, como una manera de normalizar las relaciones y como una buena base para continuar las discusiones y una plataforma para seguir adelante. Pese a esto, ambos gobiernos se van a encontrar con fuerte oposición en sus respectivos países por los elementos más nacionalistas.
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A nivel militar y de defensa, Kosovo sigue convencida de que su lugar está dentro de la OTAN, más teniendo en cuenta que sus principales aliados, incluido Estados Unidos, forman parte de esta alianza. Actualmente, Kosovo no tiene un Ejército, ya que su defensa está asegurada por las KFOR, según la resolución 1244. Sin embargo, en 2018, el Gobierno de Kosovo anunció un plan para transformar la Fuerza de Seguridad del país, un cuerpo civil para emergencia bajo supervisión de las KFOR, en sus propias Fuerzas Armadas.
El presente de la población de Kosovo
A nivel político, social o económico Kosovo sigue siendo el país más pobre de toda la región, donde los salarios son bajos y el desempleo es alto. La corrupción y el crimen organizado están extendidos y tienen conexiones importantes tanto dentro del país como a nivel internacional. Además, debido a su posición geográfica, es una zona de tránsito de drogas, armas y otros productos susceptibles de ser traficados ilegalmente. Pese a ser el país con la media de edad más baja de Europa –30,5 años de media—, pierde población de manera constante, ya que más de 200.000 personas abandonaron el país entre 2010 y 2020 de un total de 1,7 millones habitantes. Casi un cuarto de la población vive en la pobreza, el PIB per cápita anual es de 4.900 euros y el 25% no tiene oficialmente un empleo.
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Pese a estos datos tan negativos, también hay algunas señales positivas. Aunque la independencia se produjo hace poco más de 15 años, Kosovo cuenta con elecciones periódicas que son más limpias y justas que las de otros países de los Balcanes y, los cambios de gobierno se producen de manera ordenada.
Además, es el segundo país de la zona con mayor libertad de prensa. Al mismo tiempo, pese a su juventud, Kosovo consigue poco a poco que la lucha contra la corrupción y el crimen organizado avance mejor que en otros países de la región. Y, además, el gobierno está llevando a cabo profundas reformas a nivel judicial, sanitario, de educación y de la administración pública para mejorar la situación de los kosovares, lo que son noticias positivas para un país en guerra hace menos de 25 años y que, hoy en día, es el más joven de Europa.
Editado por:
Soraya Aybar Laafou. Editora y analista especializada en África en LISA News. Politóloga y periodista interesada en los derechos humanos, la geopolítica y los procesos migratorios. Me apasionan las Relaciones Internacionales y observo con especial interés al continente africano. Soy directora de África Mundi, el primer medio de análisis sobre África en castellano.