Actualmente, 193 Estados forman parte de la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, a lo largo y ancho del planeta (tanto de forma física como virtual) ha surgido un fenómeno alternativo a los tradicionales Estados-nación: las micronaciones. En este artículo, Salvador Iborra, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, analiza su origen, características y significado.
¿Qué son las micronaciones?
El académico australiano especializado en micronaciones y secesionismo Harry Hobbs nos ofrece una definición en su artículo ‘Micronations: A lacuna in the law’: son naciones autodeclaradas que realizan e imitan actos de soberanía y adoptan muchos de los protocolos de las naciones, pero carecen de una base en el derecho nacional e internacional para su existencia, no siendo reconocidas en ningún foro.
Esta definición es útil pues nos permite diferenciar el fenómeno micronacionalista de los movimientos secesionistas o las naciones indígenas. Estos gozan de base histórica para sus afirmaciones de independencia, aunque sus reclamaciones no hayan sido reconocidas formalmente.
También excluye a los micro-Estados, entidades políticas soberanas reconocidas internacionalmente con una población y territorio muy pequeños. Es el caso de los micro-Estados insulares del Océano Pacífico: Vanuatu, Kiribati, Samoa…
Esta definición común no puede llevarnos al pensamiento erróneo de que es un asunto homogéneo. Hobbs, en el estudio de estas, ha encontrado como en la historia multitud de razones han empujado a personas y comunidades a crear estas micronaciones.
Libertarismo
Uno de los factores esenciales del fenómeno fundacional de las micronaciones es la frustración con la autoridad estatal. Kochta-Kalleinen, organizador de la Primera Cumbre de las Micronaciones en 2003, señala que no pueden entenderse las micronaciones sin la filosofía política libertaria. De hecho, la primera obra literaria sobre el micronacionalismo fue escrita por Erwin S. Strauss, un autor libertario.
➡️ Te puede interesar: El futuro geopolítico de los micro-Estados del Pacífico
El libertarismo considera la sociedad ideal como aquella compuesta por individuos autónomos libres relacionados entre sí de manera voluntaria y consensual con una mínima interferencia del Estado.
Una de las pioneras será la República de Minerva de los años 70, que se asentó en los arrecifes Minerva en el Pacífico. Fue creada por Michael Oliver, un magnate inmobiliario de Nevada, con el fin de establecer un nuevo Estado libre de intervención estatal sin impuestos ni gasto en bienestar social. El experimento fracasó en solo un año: Tonga presentó una reclamación sobre dicho territorio y la misma fue apoyada por otros micro-Estados de la región. La bandera de Tonga se izó en el arrecife en 1972.
Otro caso popular es el del Principado de Sealand en los 60, una micronación situada en una instalación naval artificial británica de la Segunda Guerra Mundial.
Su origen también tiene que ver con la frustración hacia el gobierno, ya que operadores de radio piratas usaron esta plataforma como respuesta al monopolio legal de la transmisión de radio ejercido por la BBC. Al encontrarse fuera de las aguas territoriales del Reino Unido en ese momento, lograban eludir las restricciones.
Tras un intento de golpe de estado en 1978 que acabó con el envío de diplomáticos alemanes a Sealand para negociar la liberación de un ciudadano alemán, Sealand está en manos de la familia Bates. Esta utiliza el principado para la venta de monedas y sellos postales y «títulos nobiliarios».
Actos de resistencia
Otra de las razones que han empujado al fenómeno micronacionalista es la articulación de naciones como resistencia a la burocracia estatal, convirtiendo agravios personales en políticos con un sentido de injusticia.
Por ejemplo, el Principado de Hutt River, fundado en Australia por Leonard Casley, respondió a la política agrícola australiana de 1969.
Esta impuso un tope máximo de venta de 100 acres a Casley, propietario de una granja de trigo. Este, que se preparaba para cosechar alrededor de 6.000 acres, presentó denuncias por vía administrativa y requirió una indemnización. Como ninguna vía fue atendida, notificó la secesión en 1970.
Otro caso es el Reino de North Dumpling, en el estado de Nueva York. El inventor Dean Kamen (creador del Segway) lo creó como respuesta a la negativa de los funcionarios locales, que le impidieron instalar una turbina eólica en su isla privada.
➡️ Te puede interesar: Maldivas: playas paradisiacas en el tablero geopolítico del Índico
Kamen se refiere a sí mismo como ‘Lord Dumpling’ y estableció una constitución, una bandera, moneda propia y un himno. Construyó la turbina que tanto ansiaba y convirtió a la isla en un territorio con una huella de carbono cero.
Expresión personal y búsqueda de atención
Un caso llamativo, según la clasificación de Hobbs, es el de las micronaciones creadas con fines humorísticos y nacidas desde el sarcasmo.
La República de Whangamomona surgió originalmente como una protesta contra la decisión de las autoridades neozelandesas de trasladar la ciudad a otro distrito regional. Con el tiempo, sus impulsores la reformularon para atraer turismo y reforzar su carácter humorístico.
El Día de la República se conmemora cada dos años, atrayendo a 3.000 turistas a una ciudad de apenas 100. Esta festividad se caracteriza por la ceremonia de elección de su presidente, cargo que ocuparon una cabra y un caniche a principios de este siglo. Actualmente la preside John Herlihy junto a la vicepresidenta Miss Jones (un maniquí).
Trasladándonos a Estados Unidos y en mitad de California podemos encontrar la República de Slowjamastán, un sultanato fundado por el DJ Randy Williams. Afirma haber visitado todos los Estados con representación en las Naciones Unidas y, tras haber conocido la República de Molossia (micronación ubicada en Nevada), tuvo la idea de fundar la suya propia.
Su forma de gobierno oscila entre la dictadura y la democracia ocasional, permitiendo la participación de sus ciudadanos (ya son más de 19.000) a través de un parlamento virtual. Aunque los residentes cercanos consideraron la idea excéntrica, están abiertos a que el proyecto pueda atraer turistas.
Protesta política
La última de las clasificaciones es la de protesta. Determinados grupos han utilizado las micronaciones como mecanismo para protestar contra acciones estatales o gubernamentales.
Tenemos el caso de la República virtual de Veyshnoria, que se crea en 2017 como respuesta política a los ejercicios militares conjuntos entre Bielorrusia y Rusia. También el Reino Gay y Lésbico de las Islas del Mar de Coral, creado en 2004 como protesta frente a la decisión parlamentaria de Australia de prohibir el matrimonio homosexual.
➡️ Te puede interesar: Talasocracia: la geoestrategia detrás del control de los mares
Encaje en el Derecho Internacional Público
La Convención de Montevideo de 1933 establece por primera vez la definición de Estado, así como sus derechos y obligaciones. En su artículo 1 establece cuatro criterios característicos de los mismos:
- Población permanente
- Territorio
- Gobierno
- Capacidad de entrar en relaciones con otros Estados
No menos importancia tiene el artículo 3, que dispone que la existencia política de un Estado es independiente del reconocimiento de otros Estados. Este principio establece la teoría declarativa del Estado, que dispone que los Estados existen al margen de la voluntad de otros de reconocerlo o no.
Por otro lado está la teoría constitutiva, que indica que el reconocimiento de otros Estados es un elemento sine qua non para la adquisición de la condición de Estado. En la práctica internacional, difícilmente puede operar un Estado sin el reconocimiento de otros, y más si no son poderosos o gozan de influencia en el tablero internacional.
En este contexto, si bien determinadas micronaciones cumplen los cuatro requisitos del artículo 1 de la Convención de Montevideo, en la realidad internacional carecen de personalidad pues ningún Estado las reconocen e incluso ignoran.
La justificación de las micronaciones
Los movimientos sociales o individuos que impulsan micronaciones suelen utilizar artimañas jurídicas o ampararse en los grises para justificar su estatalidad.
Por ejemplo, el Gran Ducado de Westartica, que reclama como propia la región antártica de Marye Byrd, se ampara en una supuesta laguna jurídica del Tratado Antártico. Este texto dispone que ninguna nación puede reclamar territorios, pero según la interpretación de Travis McHenry, gobernador de la micronación, no se excluye a los individuos.
McHenry escribió una carta a cada uno de los doce signatarios del tratado para presentar su reclamación formal, pero todos ignoraron sus intentos y nunca obtuvo reconocimiento internacional.
Otro caso paradigmático es el de la libertaria República de Liberland, situada en una porción de territorio en la frontera serbocroata que no es reclamada por ninguno de los dos Estados tras la partición de Yugoslavia.
Vít Jedlička, su fundador, se ampara en la doctrina de derecho internacional de terra nullius, que permite establecer la soberanía de un Estado sobre un territorio que no es de ningún soberano.
¿Y cómo reaccionan los Estados?
Los Estados responden de diversas maneras al fenómeno micronacionalista: pueden percibir la existencia de estas como una amenaza a su autoridad y jurisdicción o bien pueden ignorarlas al considerarlas inofensivas o poco creíbles.
El primero de los casos pudo comprobarse cuando en 1971 se creó Akzhivland, una micronación ubicada al noroeste de Israel. Creada por Eli Avivi cerca de las ruinas de Achziv como protesta por la demolición de su hogar por el gobierno, se convirtió en un diminuto paraíso hippie que atrajo la atención de artistas, figuras contraculturales y políticos.
➡️ Te puede interesar: Guía para entender las normas que gobiernan los océanos
Las autoridades israelíes ordenaron la detención de Avivi. No obstante, lo liberaron porque el cargo por el que lo habían detenido, «creación de un país sin permiso», no existía.
El segundo de los casos es el más común. No obstante, y esto se extiende a todas las circunstancias, los Estados niegan la personalidad jurídica internacional de las micronaciones y son contundentes con los intentos de eludir la ley nacional. Por ejemplo, Molossia y Hutt River, aun considerándose Estados, siguieron pagando sus respectivos impuestos.
Por tanto, ¿puede tu jardín ser un Estado?
Volviendo a la pregunta inicial, en teoría, un jardín sólo podría considerarse un Estado si cumple con los criterios establecidos en la Convención de Montevideo: contar con una población permanente, un territorio definido, un gobierno efectivo y la capacidad de entablar relaciones internacionales.
Sin embargo, la práctica internacional revela que, más allá de estos requisitos formales, el reconocimiento por parte de otros Estados y organismos internacionales es un factor determinante para adquirir legitimidad y actuar internacionalmente.
➡️ Si quieres adquirir conocimientos sobre Geopolítica y análisis internacional, te recomendamos los siguientes cursos formativos: