El Kurdistán, una región marcada por siglos de lucha y resistencia, sigue siendo un punto clave en la compleja geopolítica de Oriente Medio. Aunque los kurdos comparten una identidad cultural única, las fronteras trazadas tras la disolución del Imperio Otomano han dividido su territorio entre varios países. A lo largo del tiempo, han buscado sin éxito la creación de un Estado propio, enfrentándose a múltiples traiciones y alianzas políticas. En este artículo, analizamos la historia y los desafíos que siguen enfrentando los kurdos en su búsqueda de autonomía.
El Kurdistán, una enigmática región montañosa en el corazón de Oriente Medio, alberga alrededor de 31 millones de personas. Aunque carece de reconocimiento oficial como Estado, es considerado el hogar ancestral de los kurdos, una de las mayores poblaciones étnicas del mundo sin una nación propia. A pesar de su rica herencia cultural y su idioma compartido, los kurdos han sido divididos por fronteras artificiales, traiciones políticas y alianzas que han fragmentado su unidad entre Turquía, Irán, Irak y Siria.
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Desde la caída del Imperio Otomano y las promesas incumplidas de un Kurdistán independiente, la historia de los kurdos ha sido una de resistencia constante frente a la opresión. A lo largo de los siglos, han mantenido viva su identidad en una región dividida, enfrentando desafíos políticos que les han impedido alcanzar el reconocimiento y la autonomía que buscan.
Historia del Kurdistán
El fin de la Primera Guerra Mundial y la disolución del Imperio Otomano marcaron el inicio de la problemática kurda moderna. El Tratado de Sèvres de 1920, establecía el reconocimiento de varios estados árabes, como el Hiyaz, Siria e Iraq, así como de Armenia y el Kurdistán.
Sin embargo, debido al resurgimiento turco liderado por Kemal Atatürk, este tratado nunca fue ratificado. En su lugar, se firmó el Tratado de Lausana en 1923, que confirmaba la existencia de los estados árabes, pero omitía mencionar a Armenia y el Kurdistán.
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En 1926, tras el Tratado de Ankara, en el que se adjudicó la región de Mosul a Irak, un exgobernador kurdo, Sheikh Mahmud Barzinji, organizó un levantamiento contra la ocupación británica en Irak y declaró un reino kurdo en Suleimaniya. Aunque este esfuerzo fue rápidamente sofocado por las fuerzas británicas, marcó el inicio de décadas de resistencia kurda.
El Kurdistán iraquí
El Kurdistán iraquí se ha destacado como uno de los mayores logros en la búsqueda de autonomía kurda. Tras la guerra del Golfo en 1991, una zona de exclusión aérea impuesta por Estados Unidos protegió a los kurdos de la represión de Sadam Huseín, lo que les permitió establecer un gobierno autónomo en el norte de Irak.
Con la caída de Huseín en 2003, los kurdos consolidaron su autonomía, y en 2005, la Constitución iraquí reconoció oficialmente la Región Autónoma del Kurdistán (RAK), otorgándole su propio parlamento y fuerzas de seguridad.
Sin embargo, la relación entre el Kurdistán iraquí y el gobierno central en Bagdad ha sido tensa, especialmente en torno al control de los recursos petroleros. La región de Kirkuk, rica en petróleo, ha sido un punto de disputa constante entre ambas partes. El referéndum de independencia de 2017, aunque no vinculante, fue un momento decisivo, ya que la mayoría de los votantes apoyó la independencia.
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La respuesta de Bagdad fue inmediata y contundente: las fuerzas iraquíes recuperaron militarmente Kirkuk y cortaron el acceso aéreo internacional a la región, reafirmando el control del gobierno central.
El Peshmerga, que significa «aquellos que enfrentan la muerte» en kurdo, es la fuerza militar del Kurdistán iraquí y ha sido crucial en la defensa y consolidación de la autonomía kurda. Estos combatientes, entrenados tanto en tácticas convencionales como en guerrilla, han sido el pilar de la resistencia contra amenazas internas y externas, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y unidad para el pueblo kurdo.
A pesar de sus logros, el Kurdistán iraquí tiene pocas posibilidades de establecer un Estado independiente.
El Kurdistán turco
El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ha liderado una insurgencia armada en Turquía desde 1984, con el objetivo de crear un Estado kurdo independiente en el sureste del país. Fundado en 1978 por Abdullah Öcalan, el PKK adoptó desde sus inicios tácticas de guerrilla contra el ejército turco.
La captura de Öcalan en 1999 debilitó momentáneamente al grupo, pero el conflicto ha continuado con ciclos de violencia, ceses al fuego y reanudaciones de la lucha. En 2013, el PKK se retiró de Turquía y amplió sus operaciones al norte de Irak y Siria, marcando un alto al fuego que luego se rompería en julio del 2015, provocando incursiones militares turcas en estos países.
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En julio de 2015, al romperse un alto el fuego de dos años y medio, la lucha de Turquía contra los militantes del PKK, reconocido como organización terrorista por varias entidades externas, entró en uno de sus capítulos más mortíferos en casi cuatro décadas.
Entre 2015 y 2017, aproximadamente, la violencia devastó comunidades en algunos centros urbanos del sureste de Turquía, de mayoría kurda, y en ocasiones golpeó el corazón de los mayores centros metropolitanos del país. A partir de 2017, los combates se trasladaron a las zonas rurales del sureste de Turquía.
El gobierno turco, especialmente bajo el liderazgo de Erdoğan, ha respondido con una fuerte represión, limitando severamente los derechos culturales y políticos de la población kurda. Las atrocidades del gobierno turco contra la población kurda incluye operaciones militares contra civiles, restricciones a la libertad de expresión, encarcelamiento de políticos, ataques a la prensa y desplazamiento forzoso de población civil.
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Investigadores de la ONU denuncian que el Ejército Nacional Sirio (ENS), respaldado por Turquía, cometió crímenes de guerra en el norte de Siria. La investigación, llevada a cabo durante el primer semestre de 2020, concluye que cometió asesinatos, torturas y detenciones arbitrarias, además de coaccionar principalmente a residentes kurdos para que huyeran de sus hogares.
El Kurdistán sirio
En Siria, los kurdos representan aproximadamente el 10% de la población, siendo la minoría étnica más grande del país, que habita principalmente en el norte y noreste. Sin embargo, durante décadas, el régimen sirio ha sometido y marginado sistemáticamente a los kurdos, especialmente desde el auge del nacionalismo árabe en los años 50.
En 1962, un censo realizado en la provincia de al-Hasakah dejó a más de 120,000 kurdos sin ciudadanía, lo que convirtió a sus descendientes en apátridas, una situación que se mantuvo durante generaciones, privándolos del acceso a servicios básicos como la educación, la sanidad y el derecho a la propiedad.
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El Partido de la Unión Democrática Kurda (PYD), afiliado al PKK turco, aboga por el reconocimiento de los derechos kurdos y la autonomía regional. Su lealtad al PKK le enfrenta a otros partidos kurdos sirios y al GRK iraquí.
A pesar de la represión, los kurdos sirios han jugado un papel crucial en la guerra civil, combatiendo al Estado Islámico (ISIS) y estableciendo tres cantones autónomos en el noreste del país (Rojava). La Revolución de Rojava ha impulsado un experimento único en la región, basado en el confederalismo democrático, pero enfrenta grandes desafíos debido a las tensiones con Turquía y la falta de reconocimiento internacional, que ponen en riesgo su viabilidad a largo plazo.
El Kurdistán iraní
En Irán, los kurdos, que constituyen alrededor del 10% de la población del país, viven principalmente en el noroeste, en áreas fronterizas con Irak. A diferencia de otras minorías étnicas, los kurdos no tienen un peso demográfico tan significativo y, en general, se encuentran marginados y poco integrados en la sociedad iraní.
En 2014 se informó que el gobierno había prohibido las publicaciones en kurdo y sancionado a periodistas por criticar las políticas gubernamentales. Se prohibió la enseñanza de la lengua kurda en las escuelas, y la mayoría de los nombres kurdos para niños no podían inscribirse en los registros oficiales.
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En 1946, los kurdos iraníes experimentaron un breve periodo de independencia con la proclamación de la República de Mahabad, apoyada por la Unión Soviética, pero esta se desmoronó rápidamente. La Revolución Islámica de 1979, que transformó a Irán en una república islámica, afectó de manera directa a los kurdos, quienes en su mayoría son sunitas, una rama minoritaria en el país dominado por el chiismo.
El Partido por una Vida Libre en el Kurdistán (PJAK), un grupo armado fundado en 2004 y alineado con el PKK turco, ha sido el principal impulsor de la resistencia armada contra el gobierno iraní, pero las políticas de represión han limitado en gran medida sus actividades. En Irán, la lucha kurda es menos visible que en otros países, pero sigue siendo una batalla persistente contra la represión política y la marginación social.
A medida que los conflictos en Oriente Medio, como el israelí-palestino, siguen acaparando la atención mundial, el destino kurdo se entrelaza con los movimientos regionales de poder. En un futuro incierto, el rol de los kurdos como intermediarios en las tensiones entre potencias como Turquía, Irán, Irak y Siria, así como su capacidad para negociar con actores internacionales, será crucial para definir el mapa político de Oriente Medio.
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