En un contexto geopolítico cada vez más incierto, la Unión Europea se enfrenta al reto de redefinir su papel en el escenario global. La creciente inestabilidad internacional y la reducción de la dependencia de Estados Unidos han impulsado el proyecto de autonomía estratégica europea. En este artículo, el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Roberto Pozas Lázaro, analiza la transformación de Europa hacia una mayor autonomía en defensa y explora el impacto de esta nueva dinámica en el orden mundial emergente.
Si vis Pacem para Bellum, la frase de origen latino, que encarna el espíritu de la nueva estrategia europea impulsada desde Bruselas. En el contexto actual de seguridad en Europa, esta estrategia adquiere relevancia. Ocurre en un escenario donde la administración estadounidense parece más interesada en repartirse el mundo en esferas de influencia con Rusia o China.
El conflicto de Ucrania, las crecientes tensiones con China y el declive de la hegemonía estadounidense han llevado a Europa a replantearse radicalmente su esquema estratégico y su política de defensa. La desconfianza hacia Estados Unidos no solo se percibe en el Viejo Continente, sino también entre otros aliados tradicionales del gigante norteamericano. Esta situación ha llevado a líderes como Ursula von der Leyen a impulsar un ambicioso proceso de rearme.
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La dependencia estratégica de Estados Unidos a través de la OTAN parece estar acercándose a su fin. Esto no ocurre como resultado de un deseo expreso de Europa, que durante décadas se ha sentido más cómoda centrando su atención en otros asuntos. No reconoció la necesidad de defenderse de manera autónoma y sin depender de actores externos. Este reconocimiento surge ahora en un contexto global caracterizado por una creciente multipolaridad. Además, se destaca el resurgimiento del poder duro (Hard Power) como herramienta principal para consolidar posiciones en el escenario internacional.
Factores que impulsan el rearme en Europa
La situación geopolítica mundial, en el que se enmarca la nueva dinámica europea, se puede definir por diversos factores. Entre ellos destacan las amenazas externas, que abarcan un amplio espectro de riesgos. En este ámbito, sobresalen dos actores clave, Rusia, especialmente tras su invasión de Ucrania, y China, con su creciente influencia hegemónica en la región Asia-Pacífico.
La invasión rusa a Ucrania en 2022 marca un hito en la reciente historia europea. Por tercera vez, Rusia ha mostrado su indiferencia hacia la integridad territorial e igualdad soberana de otros Estados. Este conflicto refuerza la percepción de Rusia como una amenaza existencial para Europa. También evidencia la incapacidad del continente para defenderse ante una agresión externa sin el apoyo integral de Estados Unidos.
Por otro lado, China representa una preocupación estratégica para Europa. Una posible invasión a Taiwán podría desencadenar una de las mayores crisis económicas recientes, dado que el comercio con la región indo-pacífica y sus actores clave es fundamental para la economía europea.
El segundo elemento relevante es el cambio de las dinámicas transatlánticas. Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, las relaciones entre Estados Unidos y Europa se han deteriorado significativamente. La exclusión de Europa en las negociaciones de paz entre Rusia y EE. UU. resalta la incertidumbre sobre el compromiso norteamericano con la defensa europea.
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A esto se suma el discurso expansionista de la Casa Blanca y la intensificación de la guerra comercial, lo que ha impulsado la política europea de Autonomía Estratégica. Este concepto implica un proceso a largo plazo, orientado a incrementar el gasto en defensa, revitalizar la industria militar y garantizar la capacidad del continente para defenderse por sí mismo.
Finalmente, las innovaciones tecnológicas y la carrera armamentística global son factores esenciales en esta nueva dinámica. La innovación tecnológica, crucial para el rearme europeo por dos razones. Por un lado, la guerra en Ucrania ha demostrado la necesidad de contar con ejércitos altamente modernizados. Por otro, la amenaza híbrida que representa Rusia que exige una respuesta tecnológica robusta. En este contexto, Europa ha lanzado amplios programas de inversión en áreas clave como misiles hipersónicos, drones autónomos, ciberseguridad y tecnologías cibernéticas, entre otros.
El auge de la industria de defensa europea
En el marco del programa de Autonomía Estratégica Europea, los Estados deben reevaluar sus programas y presupuestos de defensa en dos direcciones clave: la inversión directa en defensa y la cooperación y coordinación con otros Estados europeos.
En términos de aumento presupuestario, Francia, Polonia, y Alemania han emergido como actores clave:
1. Francia: Como la única potencia nuclear dentro de la Unión Europea, Francia lidera el proceso de rearme europeo. Con un presupuesto que supera los 40.000 millones de euros, cuenta además con uno de los ejércitos más modernizados de Europa. En este contexto, Francia busca posicionarse como el nuevo líder de la defensa europea, reemplazando el rol que tradicionalmente desempeñaba Estados Unidos.
2. Polonia: Varsovia ha asumido con seriedad la amenaza rusa y ha implementado medidas drásticas. Polonia aspira a tener un ejército de medio millón de efectivos y destinar al menos el 5% de su PIB, convirtiéndose en uno de los Estados miembros de la OTAN con mayor gasto relativo en este ámbito.
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3. Alemania: A pesar de atravesar una crisis política y económica, y de enfrentar limitaciones constitucionales para incurrir en deuda, el futuro canciller Friedrich Merz, en colaboración con el SPD, ha propuesto incluir el principio de «cueste lo que cueste» en la política de defensa alemana. Este enfoque contempla la creación de un Fondo Especial de 500.000 millones de euros para infraestructuras militares. Además, plantea un incremento sustancial en el presupuesto destinado a la defensa.
Además de fortalecer los ejércitos y las industrias nacionales de defensa, el robustecimiento de esta, tiene un impacto económico positivo a largo plazo. Entre sus beneficios destacan; la creación de empleo masivo y estable, y la innovación tecnológica, donde sectores clave como la inteligencia artificial, la robótica y la ciberseguridad experimentarán un crecimiento exponencial con aplicaciones que transcienden el ámbito puramente castrense.
La colaboración entre los países europeos será crucial para que los objetivos planteados sobre la industria militar sean alcanzados. En este sentido, sobresalen dos programas conjuntos:
1. En primer lugar el FCAS o Future Combat Air System, en el que Francia, España y Alemania trabajan juntos para desarrollar un avión de sexta generación, drones avanzados y sistemas de gestión del espacio aéreo. Mediante este programa se busca la supremacía tecnológica aérea de Europa.
2. En segundo lugar el MGCS o Main Ground Combat System, siendo un proyecto franco alemán, que tiene como objetivo principal el desarrollo de un nuevo carro de combate común para sustituir a modelos emblemáticos como el Leopard 2 o el Leclerc. Este tanque se destacaría por su interoperabilidad a nivel europeo y su tecnología avanzada.
Desafíos del rearme en Europa
Los desafíos que enfrenta la autonomía estratégica europea son profundos y reflejan décadas de dependencia estructural. Durante más de 70 años, Europa ha confiado en el respaldo de Estados Unidos, lo que ha generado limitaciones significativas.
Un claro ejemplo de esta dependencia es que, a pesar de iniciativas ambiciosas como el proyecto FCAS, no alcanza el nivel de complejidad y cobertura del escudo antimisiles estadounidense.
Además, esta prolongada relación de dependencia ha moldeado negativamente la industria militar europea. En términos de producción, innovación y capacidad operativa, Europa está rezagada frente a Estados Unidos. Este déficit se debe, en gran medida, a una política de defensa que ha privilegiado la adquisición de armamento extranjero. En lugar de fomentar el desarrollo interno, se ha apostado por la dependencia exterior.
La industria de defensa europea está mayoritariamente en pocos gigantes y muchos pequeños productores. Por el contrario, en Estados Unidos, gigantes como Lockheed Martin y Raytheon lideran la industria a nivel mundial. Se han consolidado como referencias insuperables en capacidad tecnológica, productiva y en alcance comercial.
El mayor reto al que se enfrenta el proyecto de autonomía estratégica es la fragmentación europea. Dentro de la Unión Europea hay muchas discrepancias. Se pueden identificar dos posiciones: por un lado, la postura que se resume con la frase de la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, quien reconoce la necesidad de aumentar la inversión en defensa; y, por otro, la posición liderada por Hungría, que no quiere perder soberanía en temas de defensa ni exponerse a una subida incontrolable de deuda pública, sumada a recortes en política social.
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Otro de los desafíos cruciales para el proyecto de autonomía estratégica europea radica en coordinación y soberanía tecnológica. Actualmente, Europa opera con al menos 132 modelos distintos de armamento, cifra significativamente superior a los 32 modelos utilizados por Estados Unidos.
Esta fragmentación no solo dificulta una defensa conjunta eficaz, sino que también afecta negativamente la eficiencia y competitividad de la industria militar europea. Esto ocurre al obstaculizar tanto la estandarización como la producción a gran escala.
Por último, uno de los puntos más controvertidos en el marco de esta estrategia es el debate sobre el gasto militar frente a las políticas sociales. Este es un núcleo central en la política interna de la Unión Europea. La necesidad de aumentar el presupuesto en defensa podría traducirse en recortes en programas sociales esenciales, así como en subidas de impuestos. Todas estas decisiones deberán ser cuidadosamente sopesadas por los líderes europeos.
Este equilibrio entre seguridad y bienestar social será fundamental para asegurar el respaldo ciudadanos y la viabilidad a largo plazo del proyecto de autonomía estratégica.
Oportunidades y futuro del rearme europeo
Pese a los desafíos previamente expuestos, las oportunidades derivadas del proyecto de autonomía estratégica europea son igualmente significativas. En primer lugar, la consolidación de una industria militar robusta y la coordinación de los 27 ejércitos europeos bajo modelos de armamento estandarizados serían pasos clave. Junto con una integración operativa eficiente, esto podría traducirse en una mayor influencia global. Este escenario posicionaría a la Unión Europea como un actor verdaderamente independiente, con capacidades sólidas tanto para la disuasión militar como para la promoción de la democracia en el ámbito internacional.
Además, el impulso económico y tecnológico derivado de este proyecto es destacable. La revitalización de la industria europea se ejemplifica con el caso de Rheinmetall, cuya cotización ha superado la de Volkswagen, subrayando el potencial económico del sector. Asimismo, el desarrollo de tecnologías avanzadas, como los drones, no solo fortalece la defensa. También abre nuevas aplicaciones comerciales, incluyendo usos en la agricultura, operaciones de salvamento y gestión de emergencias.
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Otros avances, como las mejoras en los sistemas de GPS y la gestión del tráfico aéreo, tienen aplicaciones tanto militares como civiles. Favorecen la seguridad y la eficiencia en diversos sectores. Finalmente, el fortalecimiento de los sistemas de ciberseguridad no solo protegería infraestructuras militares. También protegería servicios públicos, infraestructuras críticas y sistemas bancarios, garantizando una mayor resiliencia frente a amenazas híbridas.
En conclusión, Europa se encuentra en un punto de inflexión histórico, donde el debate sobre la autonomía estratégica ha alcanzado un momento crucial. Ante la creciente unilateralidad de Estados Unidos, Europa debe asumir la responsabilidad de garantizar su propia seguridad y comenzar a desempeñar un papel verdaderamente autónomo en el escenario global. Este esfuerzo debe iniciar con una respuesta sólida y sostenida en Ucrania, extendiéndose hacia la protección y promoción de sus intereses geoestratégicos más amplios.
El rearme europeo no solo debe enfocarse en la seguridad de los 27 Estados miembros, sino también en consolidar a la Unión Europea como un actor internacional relevante. Debe ser capaz de competir en igualdad de condiciones con potencias como Rusia, China y Estados Unidos.
Esto implica no solo reforzar su poder militar, sino también potenciar su influencia económica. Además, debe avanzar hacia una autonomía integral, tanto en el ámbito energético como en el estratégico, cimentando su posición como un pilar fundamental en el orden internacional del futuro.
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