Europa se enfrenta a un momento crucial ante la guerra de Ucrania. Aunque los países de la OTAN han incrementado su inversión en defensa, las tensiones internas y los intereses geopolíticos siguen siendo un obstáculo para lograr una verdadera cohesión en la defensa europea. El desafío es mucho más que militar; es estratégico y político. En este artículo, la alumni del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Inmaculada Herrera, explora cómo la guerra ha revelado las fracturas internas de Europa y las dificultades para avanzar hacia una defensa unificada
En 2022, tan solo siete países de la OTAN cumplían el compromiso de aportar el 2% de su PIB, lo que dice mucho del desgaste de Estados Unidos, que aporta 2/3 del presupuesto. El presidente Trump ya lo advertía.
Es interesante que en 2023, con la guerra iniciada, la cifra aumentó a once países de los 31 actuales y en 2024 ya fueron 23 los países que lo alcanzaron. Europa es muy grande y la distancia geográfica con Rusia hace que la sensación de peligro disminuya.
Los países que más han incrementado e incluso sobrepasado con creces ese 2% son los países más cercanos a Rusia. Polonia, con un 3,9% que supera incluso a Estados Unidos y Grecia, con un 3,01% que se sitúa en tercera posición por motivos bien distintos.
Conseguir llegar a ese dos por ciento no será fácil. Más allá del compromiso con la organización, las sensibilidades internas en tiempos de paz han llevado a descuidar esta parte del presupuesto. Por ello, el discurso bélico ha sido tan necesario como, entrecomilladamente, real. La guerra ha facilitado el momento de salir a comprar, renovar y desechar el material más obsoleto o menos operativo, sin apenas oposición ciudadana.
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Sin embargo, pasado el inicio de la guerra, no todo el horizonte ha sido y es Rusia. El presidente Sánchez, apuntó en la Cumbre de la OTAN en Madrid, la referencia al Flanco Sur, cuestión que preocupa y con la que hacen frente. España, Francia, Italia y Portugal. La idea de una frontera avanzada es la salvaguarda de la estabilidad europea. Además, volvemos a vernos con la influencia militar rusa, en todo el Sahel, y el creciente expansionismo económico chino por la zona. Todo ello no surge de la nada.
Asumir el compromiso del 2% del PIB no es sencillo, y sobrepasarlo, menos aún. Alcanzar ese dos por ciento en cada país supone compararlo con el porcentaje que se dedica a otros capítulos de mayor incidencia ciudadana, como sanidad o educación. Por lo tanto, el esfuerzo que se solicita no recorre el mismo camino en todos los países.
La guerra de Ucrania, tal y como ha sido gestionada de cara al ciudadano, ha hecho que ahora sea el momento. El problema, seguramente, vendrá después en tiempo de paz. Por el contrario, alcanzar esa visión de bloque que externamente quiere ofrecer Europa, a buen seguro que librará una batalla interna, lo veremos en los próximos días. En Estados Unidos, que hasta ahora ha ejercido un liderazgo indiscutible en la guerra, es improbable que ceda ningún protagonismo.
Una oportunidad única: hacia una cohesión real en la defensa europea
Desde el ámbito de la Defensa Europea, encarar una invasión ha puesto sobre la mesa la incómoda realidad de que Europa en su conjunto no está preparada para afrontar un peligro externo. La dura realidad se ha impuesto, y por ello, ha llegado el momento de intentar sentar las bases para estar preparados ante contingencias futuras.
Ha quedado meridianamente claro que un país por sí solo no es capaz, sin ayuda, de afrontar una amenaza externa. Por otro lado, una agresión recibida por un miembro necesariamente va a repercutir en el conjunto europeo. Para ello, se ha elaborado una Estrategia Industrial de Defensa Europea, la cual ha desgranado los pros y los contras de la gestión llevada a cabo hasta el momento.
En primer lugar, cada país realiza la compra del material que estima necesario, por lo que la dotación individual de cada país miembro de la UE, y casi paralelamente de la OTAN, es heterogénea. Una consecuencia inmediata de los desvíos de material a Ucrania ha sido que los distintos materiales no son intercambiables ni combinables, lo que dificulta su coordinación sobre el terreno.
Además, cada material requiere un conocimiento y entrenamiento del que las distintas fuerzas carecen, incluidas las ucranianas. La segunda conclusión es que los países se han estado rearmando mediante la compra de material en terceros países, lo cual supone frenos y negociaciones para poder poner dicha tecnología sobre el terreno de un no comprador.
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Sin mencionar que, evidentemente, los países vendedores conocen la tecnología que compramos y el esfuerzo económico de los europeos cae en manos ajenas. La tercera idea extraída es que la tecnología de Defensa desarrollada por empresas europeas, como BITDE, está permitiendo que terceros países utilicen tecnología europea. Estos países, con los cuales podríamos tener conflictos en el futuro, se sitúan estratégicamente a nuestro mismo nivel. Comparten los mismos conocimientos.
Una cuarta consecuencia es que, debido a la dinámica individual de los países, no existe previsibilidad respecto de los pedidos. La industria armamentística debería recibir estos pedidos para mantener un flujo constante de desarrollo tecnológico y producción.
Dicho de otro modo, la industria está obligada a abrir sus ventas a terceros no europeos. La fabricación del material sigue un orden de prelación, lo que origina esperas para contingencias inmediatas. Esto nos lleva a la conclusión de que no existe un colchón logístico a nivel europeo para hacer frente a una emergencia de sus miembros. Esto queda claramente reflejado en la creación del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (FEAP).
¿Una Europa autosuficiente?
La Estrategia Industrial de Defensa Europea es un documento ambicioso. En él se plasman, por un lado, las reflexiones derivadas de las dificultades que sobre el terreno ha provocado la guerra de Ucrania. Por otro, subraya las medidas que deberían adoptarse para encarar el futuro.
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Para ello, se crea un Consejo de Preparación Industrial para la Defensa. También se establece un Grupo de Industrias de Defensa de Alto Nivel con funciones consultivas. Se promueve la cooperación en la adquisición y el reconocimiento mutuo de las certificaciones. Además, se introduce un nuevo marco jurídico europeo para fomentar la cooperación de las Estructuras para Programas de Armamento Europeo (SEAP). Se crea también un Mecanismo Europeo de Ventas Militares.
«… Requiere abordar las consecuencias industriales de una reducción brusca una vez que se haya satisfecho el incremento de la demanda. Invertir ahora en el desarrollo de instalaciones «siempre a punto» y en la posible reorientación de las líneas de producción civiles contribuiría a la seguridad de los ciudadanos de la Unión.»»**
Todo este gran esfuerzo obedece a una realidad. En 2023, el programa estadounidense de Ventas Militares al Extranjero en la UE declaró que se incrementó en un 89% entre 2021 y 2022. Esto evidencia claramente la falta de competitividad de la BITDE. Las cifras son elocuentes. Desde 2022, el 80% de las inversiones en defensa de los Estados miembros se han adjudicado a proveedores extraeuropeos. Antes de la guerra, el porcentaje de compra exterior era del 60%.
Por ello, el objetivo hasta 2030 es que el valor del comercio de Defensa dentro de la UE sea al menos del 35% del valor del mercado de defensa europeo. Se invita a los Estados miembros a que avancen hacia la adquisición de al menos el 50% de sus inversiones de Defensa dentro de la UE de aquí a 2030.
Además, se espera que este porcentaje alcance el 60% hasta 2035. Esta estrategia que se quiere implementar contará con tan solo un presupuesto de 1.500 millones de euros. Esta cifra, sin embargo, se antoja insuficiente para unos objetivos tan ambiciosos.
De la euforia exteriorizada a la realidad palpable: la defensa europea en transición
Debemos tener en cuenta que la OTAN es mucho más que la UE. Europa se enfrenta a otras amenazas, como la Frontera Sur. Aquí entran en juego los intereses estratégicos y geopolíticos individuales, la política exterior de cada país, la dependencia energética e incluso los movimientos de contestación antieuropeos de los distintos países.
Hasta ahora, el enfoque de los problemas mediterráneos y las posibles soluciones puestas encima de la mesa ha puesto de manifiesto distintas sensibilidades, intereses y soluciones no siempre bien aceptadas por el conjunto. Podemos decir que existe una desconfianza de fondo entre los países.
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Los criterios de compra no se ciñen a lo estrictamente militar. Los intereses geopolíticos, las compensaciones económicas, comerciales y de puestos de trabajo también son factores que se tienen en cuenta. De todo ello extraemos una consecuencia: convertirse en un bloque independiente implica convertirse en un actor internacional dispuesto a defender los intereses europeos y más ampliamente de la OTAN, que incluye a Turquía, exceptuando de la ecuación a Estados Unidos.
La tentación de ejercer un liderazgo, como es el caso de Francia, así como la de intentar que todos defiendan los intereses de todos, genera un conflicto. Sabemos de antemano que habrá intereses claramente enfrentados y enfoques muy distintos a la hora de enfrentar las posibles fricciones. Esto va a obligar, en los próximos días, a rebajar las expectativas de un respaldo claro. Habrá que adaptarse a los intereses individuales, las políticas tradicionales y la soberanía exterior de cada miembro.
Recordamos las palabras de Leon Panetta, ex secretario de Defensa y exdirector de la CIA: «Es muy importante que los países de la OTAN sean autosuficientes al margen de EE. UU.»
La importancia de la industria armamentística en la defensa europea
La guerra ha convencido a los líderes de los países OTAN de la compra de armamento. El incremento de las Ventas Militares al Extranjero por parte de Estados Unidos se ha incrementado en un 89% y en concreto ha permitido que el aplazado avión F-35 de Lockheed Martin, se vaya incorporando a los arsenales y comience a sustituir a los F-16 que se van a ir desplazando a Ucrania, así como otros modelos tanto americanos como europeos.
Lockheed Martin (EE. UU.) con unos ingresos al alza de 67.000 millones de dólares a una previsión de 72.400 millones de dólares para 2025. Deja una muestra bastante palpable del inmenso negocio que implica un escenario convulso.
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Rheinmetall (Alemania) por su parte, ha incrementado sus ingresos en 2023 un 6,5% y sus acciones se han incrementado un 149% hasta los 228, euros. Airbus también incrementó su valor un 25,1% en 2022 e incrementó otro 5% en 2023. BAE Systems (Gran Bretaña) la mayor fabricante de armas europea en 2022, se incrementó un 60,2 % y vendió 26.020 millones de dólares en 2021.
El funcionamiento de la industria con toda su producción en marcha no tiene capacidad para absorber un incremento de pedidos tan grande y ofrecer un producto inmediato, sino que dichos pedidos son ventas que se deben cubrir a más largo plazo. A día de hoy no tenemos un colchón armamentístico para continuar la guerra de Ucrania sin Estados Unidos.
Acuerdos de Abraham. La llegada de Trump y el apoyo decidido al gobierno israelí. Nos obliga a pensar que dichos acuerdos puedan volver a retomarse. Con el consiguiente protagonismo de Marruecos, comercial, político y estratégico, además de las implicaciones domésticas que nos pueden repercutir directamente a España. Aunque más allá de nuestros propios intereses, también cabe señalar la importancia de este país en la contención de grupos terroristas en el Sahel y su confrontación con la vecina Argelia, vinculada a los BRICS.
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