Desde su regreso a la presidencia en 2025, Donald Trump ha colocado a Venezuela en el centro de una estrategia geopolítica que combina energía, narcotráfico y seguridad hemisférica. Washington presenta al régimen de Nicolás Maduro como un narco-estado estructural y lo acusa de liderar el “Cártel de los Soles”, vinculado a redes criminales y organizaciones designadas como terroristas. Entre sanciones, presión militar y una narrativa de “narco-terrorismo”, emerge una posible “Doctrina Venezuela” que redefine el tablero regional. En este artículo, Irene García, alumna del Máster Profesional de Ciberseguridad, Ciberinteligencia y Ciberdefensa de LISA Institute, explica la estrategia.
Desde su retorno a la presidencia en 2025, Donald Trump ha puesto a Venezuela en el centro de una estrategia geopolítica que articula tres vectores clave: energía, drogas y seguridad hemisférica. El régimen de Nicolás Maduro es percibido no solo como un rival ideológico, sino como un narco-estado estructural. Washington acusa a altos mandos venezolanos de liderar la llamada “Cártel de los Soles”, que estaría implicado en tráfico de cocaína, y ha desplegado sanciones y designaciones que apuntan a desestabilizar el poder de Caracas.
El escenario es complejo: Estados Unidos combina sanciones, presión militar y acusaciones de narcoterrorismo para debilitar al gobierno venezolano, mientras Moscú y Pekín respaldan a Maduro. En este contexto, emergió una posible “Doctrina Venezuela” bajo Trump, que articula intereses energéticos y operaciones antidrogas como parte de una estrategia geopolítica mayor.
Venezuela como actor energético y palanca geopolítica
Venezuela continúa siendo uno de los países con las reservas de petróleo más grandes del mundo. Bajo la nueva administración de Trump, para Estados Unidos el petróleo venezolano no solo se considera un recurso económico, sino también una palanca estratégica. Por un lado, Estados Unidos busca usar sanciones para limitar las ventas de petróleo a países que apoyan al régimen; por otro, se exploran mecanismos para reactivar su producción bajo condiciones que favorezcan a aliados estadounidenses.
Esta la hipótesis permite a Washington maximizar su influencia energética sin rehabilitar completamente al régimen, al tiempo que reduce la dependencia de suministros más volátiles o geopolíticamente complejos.
Trump ha planteado aranceles del 25% para países que compren petróleo venezolano, una medida que busca aislar a Venezuela y reducir sus ingresos bajo la justificación de combatir el narcotráfico.
A la vez, Estados Unidos ha dejado abierta la posibilidad de que empresas estadounidenses operen en Venezuela bajo condiciones estrictas, para reactivar la producción petrolera de forma controlada. Desde la perspectiva de Trump, este enfoque permite tanto debilitar financieramente a Maduro como tener una palanca energética para influir en la región y reducir la dependencia de fuentes más lejanas.
➡️ Te puede interesar: Tensión entre Estados Unidos y Venezuela en el Caribe: ¿invasión militar, guerra o disuasión contra Maduro?
Narcotráfico, Cartel de los Soles y designación terrorista
Acusaciones y designaciones oficiales
En julio de 2025, la Oficina de Control de Activos en Extranjeros (OFAC) Del Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó al Cartel de los Soles como “Especially Designated Global Terrorist” (Terrorista Global Especialmente Designado, SDGT) atribuyéndole un liderazgo directo por parte de Nicolás Maduro y otros altos funcionarios venezolanos. Según el comunicado oficial, se le imputa haber proporcionado apoyo material a organizaciones designadas como terroristas entre ellas el Tren de Aragua y el Cártel de Sinaloa.
En noviembre de 2025, el Departamento de Estado de EE. UU. anunció que designará formalmente al Cártel de los Soles como Foreign Terrorist Organization (FTO) a partir del 24 de ese mes, argumentando que ‘Maduro y su círculo’ participan en el tráfico de drogas y violencia terrorista. Según la acusación estadounidense, ciertos miembros del alto mando militar y político venezolano estarían implicados directamente en la operación del cártel.
Vínculos operativos
Washington sostiene que el cártel de los soles no sólo trafica drogas, sino que actúa como estructura de poder estatal-criminal. El Departamento de Estado ha reforzado esta acusación, afirmando que Maduro y altos mandos militares están implicados en estas actividades. El calificativo de ‘narco-terrorismo’ permite a EE. UU. aplicar herramientas legales más agresivas, incluidas sanciones y designaciones con implicaciones de seguridad nacional.
➡️ Te puede interesar: Cartel de los Soles: ¿el epicentro de poder en Venezuela?
Críticas y riesgos
Algunos analistas advierten que la estructura formal del Cártel de los Soles podría estar sobre interpretada: más que un cartel tradicional, podría tratarse de una red híbrida con actores estatales y criminales. Esto genera dudas sobre la solidez de algunas acusaciones, así como sobre las motivaciones geopolíticas detrás de ellas.
Según algunos expertos, como Phil Gunson, el ‘Cártel de los Soles’ no se organiza de forma vertical como los grandes cárteles mexicanos, sino que sería una red de poder que combina estructuras estatales, militares y criminales. Esta lectura plantea que la designación podría tener un fuerte componente político: más que perseguir específicamente el narcotráfico, Washington podría estar usando la acusación para ejercer máxima presión sobre Maduro.
Redes criminales: la banda Tren de Aragua y su vínculo con Caracas
El Tren de Aragua (TdA) ha sido calificado por Estados Unidos como organización violenta transnacional con presencia en varios países latinoamericanos. De acuerdo con fuentes, el régimen venezolano habría intervenido prisiones (como Tocorón) para retomar control de estas estructuras criminales, lo que sugiere una relación compleja entre el Estado y estas bandas.
La acusación estadounidense es que el Cártel de los Soles ha brindado apoyo material al TdA, lo que refuerza la narrativa de un vínculo narco-terrorista entre el Estado venezolano y las organizaciones criminales. Según la acusación oficial, el Cártel de los Soles provee apoyo logístico y material al tren de Aragua, lo que reforzaría la tesis de una simbiosis entre el Estado venezolano y bandas criminales transnacionales. Ese vínculo es parte fundamental de la narrativa de ‘narco-terrorismo estatal’, lo que justifica un enfoque de seguridad más agresivo por parte de Washington.
Acción militar, despliegue estratégico y escalada de tensión
En 2025, Estados Unidos incrementó significativamente su presencia militar en el Caribe, dentro del marco de una operación que combina inteligencia, interdicción naval y potenciales acciones ofensivas.
Despliegue y capacidades
De acuerdo con fuentes de defensa elementos de SOUTHCOM (Comando Sur) están desplegados con buques de superficie, sistemas de vigilancia aérea y aeronaves de largo alcance como B52 para patrullas en la región Este nivel de despliegue sugiere no solo una misión antinarcóticos, sino una capacidad para realizar operaciones de mayor espectro, incluidas interdicciones y ataques de precisión.
Operaciones de interdicción
En septiembre de 2025, se reportó un bombardeo estadounidense contra una embarcación en alta mar atribuida a redes de narcotraficantes vinculadas al Tren de Aragua. Según fuentes abiertas, murieron 11 personas en esa operación, lo cual marca una escalada respecto a operaciones tradicionales de interdicción marítima.
Reacción venezolana
El Gobierno de Maduro respondió patrullando activamente sus costas y fortaleciendo sus defensas. Se han reportado ejercicios de radar y misiles costeros, así como la movilización de milicias para disuadir los que Caracas describe como provocaciones estadounidenses.
Presión diplomática de aliados
Rusia y China han denunciado la presencia militar creciente de Estados Unidos en el Caribe. En una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia cuestionó que las operaciones antinarcóticos sean un disfraz para contener a Venezuela, argumentando que la acción violenta podría desestabilizar la región. China, por su parte, ha expresado preocupación por el respeto a la soberanía nacional y los derechos en alta mar.
Riesgo de escalada
El despliegue militar estadounidense, junto con las designaciones terroristas, configura el escaño de alta tensión. Si no se maneja con cuidado, existe el riesgo de incidentes militares no intencionales, confrontaciones navales o un aumento de militarización en el Caribe, lo cual podría desatar una crisis diplomática o de seguridad.
➡️ Te puede interesar: Grupos paramilitares en Venezuela: un análisis de su influencia sociopolítica
Inteligencia, guerra de información y percepción
La estrategia de Estados Unidos hacia Venezuela no solo incluye acción física, sino también una guerra informativa e inteligencia estratégica:
- Washington utiliza sus designaciones (Como la del Cártel de los Soles) y operaciones militares para construir una narrativa de ‘narco-estado’, legitimando sus acciones ante la comunidad internacional.
- Venezuela, por su parte, denuncia estas acciones como una agresión geopolítica encubierta. Caracas acusa a Estados Unidos de fabricar amenazas para justificar su intervención y señala violaciones al derecho internacional.
- Aliados como Rusia refuerzan esta narrativa, denunciando las operaciones estadounidenses como un uso ‘excesivo’ de la fuerza que viola normas internacionales.
Este enfrentamiento informativo es parte de una estrategia dual: mientras Estados Unidos presiona con medidas concretas, también busca moldear la percepción global para ganar respaldo diplomático.
Implicaciones geopolíticas y riesgos estratégicos
Desde una perspectiva de inteligencia, la cadena de acciones en curso proyecta un diseño estratégico complejo:
- Competencia con potencias externas: al delimitar al régimen venezolano, Estados Unidos busca reducir la influencia de Rusia y China en América latina, especialmente en el sector energético.
- Reconfiguración energética: si logra una apertura controlada, Venezuela podría aportar al mercado petrolero bajo condiciones favorables para Washington.
- Seguridad regional: el aumento de la presencia militar estadounidense en el Caribe podría redefinir alianzas y prioridades en la región.
- Estabilidad institucional en Venezuela: la presión combinada podría generar tensión interna, inestabilidad política o incluso rupturas dentro del régimen.
- Soberanía y legitimidad: las operaciones militares y las sanciones podrían provocar críticas en organismos internacionales y se consideran violaciones a la soberanía.
- Riesgo escalatorio: un incidente militar no controlado una respuesta agresiva por parte de Caracas o sus aliados podría derivar en un conflicto más amplio.
Inteligencia encubierta y operaciones clandestinas de la CIA
Se ha confirmado que la CIA realiza operaciones encubiertas dentro de Venezuela bajo la presidencia de Trump, motivadas por la supuesta conexión entre el régimen de Maduro y el narcotráfico.
Estas operaciones pueden tener varios objetivos de inteligencia: recopilación HUMINT (información de fuentes humanas), apoyo a disidentes o grupos locales, monitoreo de rutas logísticas de drogas, y preparación para escenarios de presión futura. Desde un punto de vista geopolítico, dicha penetración encubierta permite a Estados Unidos mantener una presencia e inteligencia continúa sin recurrir únicamente a medios militares, con costes menores y mayor flexibilidad operativa. Al mismo tiempo, estas acciones incrementan el riesgo estratégico: si se descubren, podrían provocar represalias diplomáticas fuertes o comprometer la legitimidad internacional de Estados Unidos.
➡️ Te puede interesar: Análisis DAFO de Venezuela: Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades
Inteligencia estratégica sobre actores externos y competidores
La competencia en Venezuela no es solamente bilateral: Estados Unidos considera que China y Rusia tienen un papel estratégico en Caracas, lo que convierte a Venezuela en un nodo clave de influencia geopolítica. Las agencias de inteligencia de Estados Unidos deben monitorear no solo las rutas de petróleo, sino también las inversiones extranjeras de estas potencias en infraestructura crítica -puertos, redes energéticas-, porque dichas inversiones pueden servir para proyectar poder.
Además, la inteligencia geopolítica debe anticipar cómo estos actores externos pueden reaccionar ante acciones estadounidenses, ya sea mediante sanciones, despliegues militares o contrainteligencia en la región. Este punto exige una coordinación entre inteligencia militar (SOUTHCOM) y agencias políticas (Departamento de Estado), para diseñar estrategias de contención o negociación con estos competidores.
Inteligencia sobre redes criminales transnacionales
No basta con ver a Venezuela como un actor aislado: las redes criminales venezolanas -por ejemplo, el Tren de Aragua, designado por Estados Unidos- operan a nivel transnacional, lo que implica que la inteligencia debe mapear conexiones fuera del país. Identificar la interrelación entre estructuras estatales -militares, oficiales- y organizaciones criminales es esencial para anticipar flujos de poder, rutas de tráfico y posibles alianzas ilícitas.
Las agencias de inteligencia pueden aprovechar tecnologías como el SIGINT, vigilancia marítima y geointeligencia -satélites, radares- para rastrear esas redes a lo largo del Caribe y Sudamérica. Este monitoreo debe estar integrado a una estrategia amplia para desarticular no solo barcos o cargamentos, sino las estructuras de mando y financiación.
Inteligencia geoespacial y conciencia situacional
La geointeligencia -GEOINT- es fundamental: detectar movimientos navales, puntos logísticos, bases costeras y aeródromos en Venezuela permite anticipar maniobras militares o rutas de tráfico. Un posible uso de drones, satélites o sistemas autónomos para vigilancia permanente en zonas estratégicas del Caribe puede ofrecer a Estados Unidos una ventaja en tiempo real para análisis geopolítico.
Esta capacidad también alimenta la planificación de operaciones –‘inteligencia operativa’-: saber dónde están los activos venezolanos, sus centros de mando o almacenes críticos permite diseñar acciones más precisas y menos arriesgadas. Además, la geointeligencia puede apoyar la disuasión: sí Venezuela percibe que Estados Unidos tiene visibilidad constante, podría recalibrar sus propias decisiones estratégicas.
➡️ Te puede interesar: Rusia e Irán en Venezuela: alianzas estratégicas y sus implicaciones geopolíticas
Inteligencia de fuentes abiertas (OSINT) y guerra de información
Las agencias deben explotar intensamente OSINT -inteligencia de fuentes abiertas-, dado el alto grado de digitalización de las comunicaciones políticas, de crimen organizado y de prensa. Monitorización de redes sociales, medios latinoamericanos, publicaciones académicas y documentos públicos permite construir un panorama más preciso de las narrativas, las alianzas criminales y las vulnerabilidades del régimen.
Parte de esta inteligencia OSINT puede usarse para contrarrestar las campañas de desinformación y propaganda que provienen de actores venezolanos, rusos o chinos. Esta guerra informativa no solo es defensiva: también puede generar ‘soft power’ estratégico al exponer corrupción, tráfico o debilidades gubernamentales legitimando acciones internacionales de presión.
Inteligencia prospectiva y escenarios futuros
Es esencial que los servicios de inteligencia desarrollen modelos prospectivos –‘foresight intelligence’- para anticipar escenarios a medio y largo plazo: desde un colapso del régimen hasta negociaciones energéticas, pasando por una crisis militar parcial. Estos escenarios deben considerar variables como la evolución del mercado petrolero, la reacción de potencias externas -Rusia, China-, la dinámica interna del crimen y la estabilidad social de Venezuela.
Con base en estos modelos Estados Unidos podría calibrar su estrategia: cuándo intensificar sanciones, cuando ofrecer incentivos, cuándo desplegar o retirar activos, evitando movimientos reactivos.
Riesgos de inteligencia y limitaciones operativas
Las operaciones encubiertas tienen riesgo de exposición: si se filtran, pueden generar un coste diplomático alto y dañar la legitimidad de Estados Unidos. La inteligencia puede enfrentar limitaciones estructurales: recursos limitados, saturación operacional y desafíos para coordinar múltiples agencias -militares, civiles y diplomáticas-.
El monitoreo constante del Caribe requiere una infraestructura costosa -drones, satélites, bases de escucha-, lo que implica una inversión sostenida. Existe el riesgo de sobre interpretación: algunas acusaciones sobre redes criminales podrían provenir de inteligencia incompleta o sesgada, lo que llevaría a acciones erróneas o contraproducentes.
Conclusión de los puntos de Inteligencia
Este conjunto de puntos adicionales refuerza la noción de que la estrategia de Estados Unidos hacia Venezuela es tanto geopolítica como de inteligencia. No se trata únicamente de sanciones o acciones militares aisladas, sino de una aproximación integrada donde la inteligencia estratégica desempeña un papel central:
- Penetración encubierta (CIA) para monitoreo y acción.
- Vigilancia geoespacial continua (GEOINT).
- Uso de OSINT para mapear redes y narrativas.
- Modelos prospectivos para anticipar futuros escenarios.
- Evaluación constante de riesgos operativos e interpretativos.
Desde una perspectiva de inteligencia, estas dimensiones son claves para diseñar una estrategia coherente y adaptativa, con la flexibilidad necesaria para responder a un entorno altamente complejo y dinámico.
➡️ Si quieres adentrarte en el mundo de la Inteligencia, te recomendamos los siguientes programas formativos:
- Máster Profesional de Analista de Inteligencia
- Curso de Analista de Reconocimiento e Identificación de Material Militar
- Curso de Analista IMINT especializado en Bases y vehículos militares, instalaciones electrónicas y análisis de rutas
- Curso de Experto en OSINT: Técnicas de Investigación Online
- Curso de Experto en Análisis de Inteligencia




