En un mundo hiperconectado, la desinformación se propaga con rapidez, manipulando la opinión pública y generando confusión. ¿Cómo se propagan los bulos? ¿Qué efectos tienen en nuestra vida diaria? En este artículo, Samuel Soriano analiza el origen de la desinformación, sus consecuencias y las claves para frenar su impacto.
La desinformación, los rumores y las noticias falsas representan uno de los mayores desafíos a los que nuestra sociedad ha de confrontar. El desarrollo digital actual es imparable. Esto hace que el acceso y la manipulación de la información sean sumamente sencillos. Las fake news fluyen con rapidez y eficacia, alterando la veracidad de la esencia de la noticia. Además, afectan la vida cotidiana de las personas desde múltiples perspectivas.
El presente análisis examina los mecanismos de propagación de la desinformación, sus causas y consecuencias. También incluye algunos ejemplos actuales, con el objetivo de comprender mejor cómo este fenómeno impacta en la sociedad.
Definiciones y conceptos básicos
Entendemos el término desinformación como la difusión intencional de información falsa o manipulada con el propósito de engañar, alterar percepciones o influir en la opinión pública. Es importante diferenciarla de la información errónea, que se genera de manera no intencionada ni manipulada. Sin embargo, en algunos casos, también puede tener consecuencias igualmente perjudiciales.
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Las fake news son noticias completamente ficticias e inventadas, fabricadas bajo la apariencia de ser verídicas y con la intención de hacerse pasar por ellas. Pueden tener diferentes fines (sociales, políticos, religiosos…). Generalmente, buscan atraer nuestra atención de manera sensacionalista y exagerada. Su difusión ocurre principalmente en plataformas digitales de rápida propagación.
La falta de verificación por parte de los usuarios facilita que puedan adquirir este carácter de verdad que buscan, cuando en realidad son totalmente fraudulentas.
Los bulos son historias o rumores infundados que normalmente se extienden de manera informal y suelen ser más localizados. Aunque a menudo suelen tener menos alcance, pueden ser igualmente perjudiciales al difundirse masivamente, especialmente a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería como WhatsApp.
Estos tres conceptos básicos, aunque presentan matices diferenciadores entre sí, constituyen la esencia de una información falsa, engañosa e inventada. Su propagación suele tener fines claramente malintencionados, en beneficio de un propósito oculto que desconocemos. Además, puede darse dentro de cualquier marco imaginable.
¿Qué mecanismos se utilizan para la propagación y difusión de la desinformación?
1. Las redes sociales y sus algoritmos
Las redes sociales juegan un papel fundamental en la propagación de la desinformación. Plataformas como Facebook, Twitter, Instagram y TikTok están diseñadas para captar la atención de los usuarios. Para ello, utilizan complejos algoritmos que analizan sus gustos y les proporcionan contenido acorde a sus intereses. Esto genera una corriente de consumo informativo imparable.
Todo ello favorece la viralización de las fake news, pues los mensajes que provocan emociones fuertes son más propensos a ser compartidos. Recientemente, pudimos ver en televisión, en el programa Salvados, un especial llamado «Redes sociales: la fábrica del terror», en el que se profundizaba en este oscuro mundo.
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Un estudio realizado por la Universidad de Nueva York en 2018 reveló que las fake news se difunden significativamente más rápido que la información verificada. Esto se debe, en gran medida, al funcionamiento de los algoritmos, que optimizan el contenido según el interés de los usuarios. Como resultado, la probabilidad de que la desinformación llegue a más personas aumenta, independientemente de su veracidad.
2. Sesgo de confirmación y cámaras de eco
Los individuos tienden a consumir información que apoye sus creencias preexistentes, lo que se conoce como sesgo de confirmación. Este sesgo se ve amplificado por las redes sociales, donde las personas se agrupan en cámaras de eco.
Estos espacios virtuales exponen solo contenido que refuerza sus opiniones y rara vez cuestionan las fuentes informativas. Este fenómeno de aislamiento informativo contribuye a la propagación de noticias falsas. Los usuarios comparten contenido que valida su visión de la realidad sin plantearse su objetividad o veracidad.
Este efecto es especialmente pronunciado en redes como Facebook. En esta plataforma, las noticias polarizadas se difunden con facilidad debido a la segmentación de los usuarios por intereses.
El sociólogo Eli Pariser acuñó el término «filtros burbuja» para describir cómo los algoritmos de las plataformas personalizan el contenido para cada usuario. Estas herramientas muestran solo lo que «quieren ver» y excluyen información contraria.
Esto supone una «información a la carta», que reafirma las creencias del consumidor. Además, limita el acceso a fuentes informativas que podrían plantear versiones distintas.
3. Falta de educación mediática
La educación mediática es fundamental para el consumo responsable de información. Sin embargo, muchas personas carecen de las herramientas necesarias para contrastar la veracidad de las noticias que encuentran en internet. Esto crea un caldo de cultivo ideal para que los bulos y la desinformación se propaguen sin control.
Un informe de Maldita.es (2020) señala que muchos usuarios no saben cómo distinguir entre información verificada y desinformación. Además, el vertiginoso ritmo informativo actual impide que los ciudadanos se tomen el tiempo necesario para confirmar la autenticidad de lo que leen y comparten. En la mayoría de los casos, asumen por defecto que es válido.
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Otro estudio publicado por El Confidencial destaca que, en muchos casos, los usuarios se dejan llevar por el impacto emocional de las noticias sin evaluar su procedencia o credibilidad.
4. Motivaciones económicas, políticas, sociales y de cualquier otra índole
Las fake news pueden crearse con fines económicos, políticos, sociales, religiosos y prácticamente sobre cualquier tema imaginable. En el ámbito económico, los medios de comunicación o los blogs sensacionalistas generan noticias falsas para atraer tráfico web. Con cada persona que accede a leerlas, obtienen ingresos publicitarios.
En el campo político, los creadores de contenido falso utilizan la desinformación para influir en la opinión pública. Su objetivo puede ser manipular elecciones o directamente difamar a oponentes. Además, se ha documentado cómo las campañas de desinformación fueron utilizadas en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016. Estas estrategias alteraron la percepción pública y favorecieron a un candidato específico.
¿Qué impacto tiene la desinformación en nuestra sociedad?
Los impactos son varios:
1. Desgaste de la confianza en los medios de comunicación
La propagación de noticias falsas y la dificultad de discernir entre información verificada y desinformación contribuyen a la erosión de la confianza en los medios de comunicación tradicionales.
Más del 60% de los españoles ya no confían en los medios de comunicación digitales, citando como causa principal la proliferación de contenidos falsos que generan caos y confusión. Esta falta de confianza conduce a una desinformación colectiva y alimenta el escepticismo generalizado hacia las fuentes de información verificadas.
2. Polarización y radicalización
La desinformación alimenta la polarización social. Al difundir versiones extremas de los hechos o relatos manipulados, las fake news agudizan las diferencias ideológicas y políticas. Durante las elecciones en varios países, las fake news no solo alteraron los resultados, sino que también intensificaron las tensiones entre los diferentes grupos políticos.
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Este proceso de radicalización, donde las personas se alejan de puntos de vista moderados y se alinean con posturas extremas, se ve alimentado por el consumo de información sesgada y no contrastada.
3. Impactos en la salud pública
Uno de los efectos más dañinos de la desinformación es su impacto en la salud pública. Durante la pandemia de COVID-19, los bulos sobre el virus, las vacunas y los tratamientos provocaron graves consecuencias.
En España, por ejemplo, se difundieron falsas informaciones sobre los supuestos efectos secundarios de las vacunas y sobre tratamientos milagrosos. Esto llevó a que muchas personas se manifestaran claramente en contra de vacunarse. Como resultado, la inmunización se ralentizó y la vida de miles de personas estuvo en riesgo.
Según la Organización Mundial de la Salud (2020), la desinformación sobre la pandemia fue tan perjudicial como el propio virus. Su impacto entorpeció los esfuerzos globales para frenar su propagación.
4. Destrucción de reputaciones
Los bulos no solo afectan a grandes instituciones o gobiernos, sino que también destruyen reputaciones a nivel individual en un tiempo récord. Lo que tanto ha costado construir y afianzar puede venirse abajo con facilidad debido a este tipo de acciones.
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En el ámbito político y empresarial, las fake news se utilizan para desacreditar a figuras públicas. Esto daña su imagen y genera un impacto directo en su carrera o reputación personal.
Todo esto se agrava con la aparición de la inteligencia artificial, un tema que merecería un análisis por sí mismo. Utilizada con fines fraudulentos, es capaz de generar imágenes, vídeos y audios prácticamente imposibles de diferenciar de la realidad. Esto ocurre incluso cuando todavía se encuentra en fases tempranas de desarrollo.
Algunos ejemplos prácticos de desinformación
Desinformación sobre las vacunas del COVID-19
La pandemia de COVID-19 fue otro escenario donde las fake news tuvieron un impacto negativo. A nivel global, se difundieron rumores sobre los efectos adversos de las vacunas, incluidas teorías conspirativas que afirmaban que las vacunas contenían microchips para rastrear a la población.
Estos bulos causaron que un segmento de la población se mostrara contraria a vacunarse, lo que aumentó la vulnerabilidad al virus. La reticencia a vacunarse fue especialmente alta en ciertos grupos sociales que consumieron estos contenidos sin contrastarlos.
Bulos sobre el desastre de Chernóbil y la radiación
En 2020 volvía a ser protagonista el recuerdo del desastre nuclear de Chernóbil, circulando bulos sobre la presencia de radiación en Europa y alimentando el pánico entre la población. En redes sociales, se difundieron imágenes manipuladas y afirmaciones erróneas sobre el supuesto resurgimiento de radiación peligrosa en áreas cercanas a la zona de exclusión.
Estas noticias, aunque infundadas, generaron alarma especialmente entre los habitantes de países cercanos como Ucrania, Rusia y Bielorrusia. La propagación de estos rumores fue facilitada por la falta de información contrastada en plataformas de redes sociales.
¿Cómo combatir la desinformación?
Combatir la desinformación no es una tarea complicada. Con unos pasos sencillos y un poco de sentido crítico, es posible frenar la propagación de noticias falsas.
1. Educación en alfabetización mediática
La alfabetización mediática es clave para que los ciudadanos desarrollen habilidades útiles en el consumo de información. Desde la infancia, los programas educativos deben incorporar contenidos que enseñen a los jóvenes a identificar este tipo de contenidos inventados y a utilizar herramientas de verificación. Tenemos la responsabilidad de fomentar la conciencia crítica frente a la información digital falseada.
2. Regulación de las plataformas digitales
Las redes sociales y los motores de búsqueda deben ser más transparentes en sus procesos de moderación y control de contenido. Proponer leyes que obliguen a las plataformas a detectar, advertir y eliminar las fake news será un paso crucial.
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La legislación europea, por ejemplo, está trabajando en el Reglamento de Servicios Digitales (DSA), que busca regular las plataformas de internet para reducir la desinformación, así como para obligar a rectificar en caso contrario, cosa que hasta la fecha no está legislado, pero que recientemente ya ha salido a debate.
3. Fortalecimiento de los organismos de verificación de hechos
Los portales especializados en la verificación de hechos, como Maldita.es y Newtral juegan un papel esencial en la lucha contra la desinformación. Estos organismos deben tener acceso a los recursos y el apoyo necesarios para aumentar su alcance y eficacia, garantizando que los ciudadanos tengan acceso a información verificada.
4. Transparencia en la financiación de noticias
Es necesario que los medios de comunicación y las plataformas digitalicen sus políticas de publicidad y financiación para reducir los incentivos económicos detrás de la creación de fake news. La falta de transparencia sobre la financiación de ciertos contenidos contribuye a la ausencia de confianza en los medios.
Bulos, desinformación y fake news son problemas complejos que afectan a la sociedad en múltiples dimensiones. La rapidez y la facilidad con que se propagan en las redes sociales magnifican el problema, mientras que la escasa alfabetización mediática y la manipulación política refuerzan su crecimiento.
A medida que estos fenómenos continúan afectando a la política, la salud y la convivencia social, será imprescindible adoptar medidas como la educación en medios, la regulación de las plataformas y el fortalecimiento de los organismos de verificación para mitigar sus efectos. Solo a través de un esfuerzo conjunto podrá frenarse el auge de la desinformación y restaurar la confianza en la información publicada.
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