La migración es un fenómeno complejo que afecta a millones de personas en todo el mundo, y Latinoamérica no es la excepción. En este artículo, exploramos las principales rutas migratorias en la región, analizando los factores que impulsan a las personas a buscar nuevas oportunidades y los destinos más comunes a los que se dirigen.
«Generalmente, cuando se aborda el tema de la migración, el punto de partida son las cifras. Si comprendemos los cambios de escala, las tendencias emergentes y la evolución de las variables demográficas que traen consigo las transformaciones sociales y económicas mundiales causadas por fenómenos como la migración, entenderemos mejor los cambios del mundo en que vivimos y podremos planificar mejor el futuro» (Informe sobre las migraciones en el Mundo, 2024).
Impulsado por la inestabilidad política, la violencia y la falta de oportunidades económicas, el fenómeno migratorio en América Latina sigue siendo un tema constante y complejo. A lo largo de las décadas, millones de personas han buscado nuevas oportunidades en tierras extranjeras, enfrentando dificultades y sueños en cada paso. Juan Luis Guerra, en su famosa canción ‘Visa para un sueño’ refleja poéticamente esta búsqueda constante de esperanza, reconociendo las barreras que muchos deben superar para alcanzar una vida mejor.
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Estas rutas, aunque varíen en geografía y complejidad, revelan una cruda realidad: la migración es una respuesta desesperada ante condiciones insostenibles en los países de origen, donde las esperanzas de un futuro más seguro y próspero se ven truncadas por las barreras legales y los peligros inherentes al camino.
En Latinoamérica, la migración se distribuye en diversas rutas terrestres y marítimas que conectan los países de la región con destinos fuera de su territorio. Según datos recientes de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la región ha experimentado un aumento significativo en los flujos migratorios en los últimos años. Este incremento responde, en gran medida, a crisis políticas y económicas en países como Venezuela, Cuba, Honduras, El Salvador y Nicaragua.
Principales rutas migratorias en Latinoamérica
Las rutas migratorias en Latinoamérica reflejan el movimiento de miles de personas que buscan mejores oportunidades y estabilidad.
Ruta marítima
La migración por vía marítima sigue siendo una de las opciones más arriesgadas para aquellos que intentan llegar a costas extranjeras. Desde puntos clave en el Caribe, como las costas de Venezuela o la República Dominicana, los migrantes se embarcan hacia Puerto Rico, las Bahamas y, en algunos casos, hasta la costa de Florida. A menudo utilizan embarcaciones pequeñas e inadecuadas, desafiando las fuertes corrientes del Caribe y las estrictas patrullas costeras.
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Las regulaciones marítimas en la región buscan contener el tráfico de personas, pero las autoridades se ven desbordadas, y las tragedias en el mar son frecuentes. Según informes recientes, hasta el 30 de agosto de 2024, se han registrado al menos 291 migrantes desaparecidos o fallecidos en estas rutas, un 18% más que en 2023. La ruta más peligrosa sigue siendo la de Cuba a Estados Unidos, con 142 víctimas, seguida por la ruta de República Dominicana a Puerto Rico, con 91 muertes confirmadas.
Los migrantes que atraviesan estas rutas enfrentan duras condiciones meteorológicas, y muchas embarcaciones se pierden en el mar sin dejar rastro. Las autoridades, como la Guardia Costera de los Estados Unidos y agencias de rescate regionales, realizan operativos para salvar vidas o interceptar las embarcaciones.
Sin embargo, estos esfuerzos no siempre son suficientes para detener el flujo migratorio, alimentado por la desesperación y la falta de oportunidades en los países de origen. Los casos de migrantes africanos que llegan a las costas de América Latina para intentar cruzar hacia los Estados Unidos también se han vuelto cada vez más comunes, complicando aún más la situación.
Ruta del Sur
La ruta del Darién ha ganado protagonismo, especialmente tras la pandemia del COVID y el cierre de las fronteras, ya que es una de las pocas opciones para atravesar Centroamérica. El viaje habitual comienza en Medellín, desde donde migrantes de diversas nacionalidades, incluidos venezolanos, haitianos, cubanos e indios, llegan a Necoclí.
La ciudad portuaria recibe a más de medio millón de personas que esperan, en la playa o por el malecón, zarpar por un alto coste de alrededor de 300 dólares. Cruzando el golfo de Urabá, los barcos desembarcan en dos destinos; Capurganá o Acandí. Desde allí, se dirigen a la selva del Darién.
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A lo largo del camino, los migrantes son extorsionados por coyotes (traficantes de personas), cobrándoles por servicios que los llevan por la peligrosa selva. El trayecto, que puede costarles entre 500 y 600 dólares, finaliza en Panamá, donde son recibidos en refugios oficiales como Puerto Limón y San Vicente.
Según Médicos Sin Fronteras, cada 3 horas y media, en el tapón del Darién se sufre un acto de violencia sexual. En el año del 2023 atendieron a 676 víctimas de todo tipo de vejaciones que van desde tocamientos hasta violaciones.
Y, sin embargo, la comunidad internacional se muestra ciertamente indiferente. Las recientes medidas de contención migratoria panameña, como la instalación de cercas con alambres de púas, han sido cuestionadas por su ineficacia y peligrosidad. Con una extensión de solo 80 metros en una frontera selvática de 266 kilómetros, defensores de derechos humanos, como Human Rights Watch, advierten que los migrantes enfrentan riesgos de lesiones graves y que las barreras no resuelven el problema estructural de la migración masiva.
Ruta del Norte
La «Ruta del Norte» es una de las más transitadas y peligrosas para los migrantes que ya están en territorio o son nacionales de territorios centroamericanos buscando llegar a Estados Unidos. Procedentes mayormente de Honduras, Guatemala y El Salvador, los migrantes comienzan su travesía hasta llegar a la frontera sur de México, cruzando el río Suchiate en balsas o por puntos no oficiales para evitar controles migratorios.
Una vez en México, siguen distintas rutas. Existen tres principales rutas migratorias que atraviesan México, una que cruza en diagonal hasta llegar a Tijuana, otra que va por el centro hacia Ciudad Juárez, y una última que se dirige al valle del Río Bravo. Estas rutas están plagadas de peligros, como secuestros, violaciones, extorsiones y asaltos por parte de grupos criminales, además de las barreras geográficas que incluyen desiertos y montañas.
Según Amnistía Internacional, el triángulo del norte, Guatemala, Honduras y El Salvador, se ha demarcado como una de las regiones más peligrosas del mundo dado el grave problema de la inseguridad personal, el narcotráfico y la corrupción. En este contexto, dentro de los territorios controlados por las bandas, la extorsión de pagos a mercados locales y pequeñas empresas es habitual. Y, dependiendo del país, también puede haber demandas de extorsión a domicilios, como en Guatemala, donde esto supone el 55% de las denuncias por extorsión.
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Las políticas migratorias restrictivas en la región han generado un aumento en las rutas peligrosas. Los controles fronterizos más estrictos y la militarización de las fronteras han llevado a los migrantes a tomar caminos más arriesgados, donde enfrentan mayores peligros. En lugar de disuadir la migración, estas políticas han tenido el efecto contrario, empujando a los migrantes a manos de traficantes y exponiéndolos a abusos sistemáticos.
En el caso de la frontera entre México y Estados Unidos, la construcción de muros y la implementación de políticas como el Título 42 han incrementado los cruces ilegales por rutas cada vez más peligrosas. Estas políticas, aunque justificadas por la necesidad de proteger la soberanía y la seguridad nacional, no abordan las causas estructurales de la migración.
Para enfrentar el fenómeno migratorio en América Latina, es crucial entender que las rutas migratorias son solo una manifestación de problemas más profundos: la pobreza, la violencia y la inestabilidad política. Sin soluciones estructurales que aborden estas causas, las rutas migratorias seguirán siendo peligrosas, y miles de personas continuarán arriesgando sus vidas en busca de una vida mejor.
La cooperación internacional, así como políticas que promuevan el desarrollo en los países de origen, son necesarias para cambiar el panorama migratorio en la región y brindar una esperanza real a aquellos que buscan una nueva oportunidad.
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