Con una de las fronteras más tensas del mundo, la isla de La Española presenta dos países con dos realidades completamente diferentes. Por un lado, violencia, corrupción e inestabilidad política; por otro, turismo, industria y una economía en crecimiento. Haití, como el país más pobre de América, y República Dominicana, como una de las economías más prósperas de la región.
En 2021, el país haitiano se situó en el puesto 163º en el Índice de Desarrollo humano, retrocediendo con respecto al año anterior. Esta posición refleja un panorama marcado por una pobreza extrema, el limitado acceso a la educación (con una tasa de alfabetización del 61%), la corrupción endémica, la inestabilidad política y la constante amenaza de desastres naturales. Esta compleja combinación de factores socioeconómicos, geográficos y ambientales crean una diferencia notable de su vecina, República Dominicana.
En contraste, República Dominicana ostenta un ingreso per cápita seis veces superior al de Haití, una tasa de alfabetización que alcanza el 96% y un Índice de Desarrollo Humano que la ubica en el puesto 80 del ranking mundial, situándola en la media global. Esta potencia, ocupa el 63% de la isla, por lo que, a pesar de contar ambos países con poblaciones que rondan los once millones de habitantes, la densidad poblacional de Haití es mucho mayor, agravando sus problemas.
¿Por qué Haití es tan pobre?
La que era considerada la colonia más rica del mundo, ocupando una posición estratégica en el Caribe, en la actualidad se alza como un Estado fallido. En 1804, Haití se convirtió en la primera colonia americana que logró independizarse de su metrópoli. Sin embargo, la independencia no es siempre sinónimo de progreso y mucho menos de libertad.
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Tras su independencia de Francia, la potencia europea impuso un duro bloqueó a su excolonia, exigiéndole el pago exorbitante de 150 millones de francos. Esta carga financiera asfixió al naciente país haitiano, limitando su desarrollo desde sus inicios. De este modo, se desencadenaron una serie de profundas crisis económicas que llevaron a la desestabilización del panorama político, dando lugar a una sucesión de golpes de Estado, asesinatos presidenciales y una falta de planificación a largo plazo.
En estos últimos 200 años, Haití ha buscado la estabilidad, aunque sin éxito. Uno de sus regímenes más estables fue la dictadura familiar de François Duvalier, alias Papa Doc., y tras su muerte, la de su hijo Jean-Claude. Entre ambos estuvieron casi 30 años en el poder, estableciendo uno de los regímenes de terror más atroces de la historia. Esta dictadura abarcó de 1957 a 1986 y sirvió para acentuar la desigualdad ya existente. Actualmente, en el país, se sigue manteniendo una pequeña élite millonaria, mientras que el 58,6% de la población se encuentra en situación de pobreza y el 24,7% en pobreza extrema.
Tras la finalización de este régimen con el derrocamiento de Jean-Claude, se inició un proceso de democratización del país. No obstante, la inestabilidad política ha persistido, como demuestra el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021. Esta situación crónica ha limitado el desarrollo de servicios públicos eficientes, plagados de corrupción, tal como se ve en el Índice de Percepción de la Corrupción de 2023, Haití ocupa el puesto 171 de 180.
La situación del país haitiano se ve agravada por la sucesión de terribles desastres naturales, como terremotos y huracanes. La débil infraestructura del país lo hace extremadamente vulnerable a estos eventos, amplificando su impacto devastador. El terremoto de 2010 se estima que se cobró la vida de 300.000 personas, evidenciando la fragilidad de Haití y la necesidad de una cooperación internacional sostenida, en la que numerosos países y organizaciones participaron, llegando a desplegar tropas internacionales en el país.
Sin embargo, la ayuda internacional produjo la externalización de los deberes del Estado, generando un estado de dependencia basado en una gestión deficiente de los recursos. La importación constante de alimentos, si bien ofrece una solución temporal, conlleva peligros a largo plazo. Los bajos precios de los productos extranjeros socavaron la competitividad de los agricultores locales, expulsándolos del mercado y acelerando el éxodo rural. Esto, a su vez, provocó una sobrepoblación en la capital, diseminando su estilo de vida. Asimismo, las tropas extranjeras trajeron consigo terribles enfermedades como el cólera, que empeoraron la calidad de vida de los ciudadanos.
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De este modo, la ayuda que debería recibir Haití debería centrarse en programas de desarrollo sostenible que capaciten a la población para mejorar su propio país. Además, es conveniente implementar mecanismos de control rigurosos de forma periódica para garantizar el uso adecuado de los recursos.
Por último, esta inestabilidad genera un clima de convulsiones sociales marcadas por la violencia, que otorgan poder a las bandas criminales en la zona y fomenta su proliferación. En Haití, operan más de 200 grupos organizados, de los cuales, 23 lo hacen en la capital, Puerto Príncipe. Entre sus negocios se encuentran los secuestros, extorsión y el tráfico de armas y drogas, desestabilizando aún más el territorio.
República Dominicana: al otro lado de la frontera
A diferencia de su vecino Haití, la historia de República Dominicana ha estado marcada por una mayor estabilidad y un desarrollo más próspero. Tras una independencia pacífica en 1844, este país no tuvo que cargar con el peso de una deuda colonial, lo que le permitió iniciar su camino hacia el desarrollo sin lastres económicos.
No obstante, si bien la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961) y la posterior guerra civil representaron periodos turbulentos, la estabilidad política ha sido una constante en la historia dominicana. De este modo, en la actualidad el país cuenta con un sistema democrático consolidado y elecciones libres y justas, gracias a las reformas institucionales y electorales implementadas.
La ausencia de inestabilidad crónica y de convulsiones sociales ha generado un ambiente propicio para el desarrollo económico, gracias a la creación de un ambiente de confianza para los inversores, tanto nacionales como extranjeros. Entre 2010 y 2022, el PIB de República Dominicana creció a una tasa promedio anual del 7%, gracias al turismo, la minería y las telecomunicaciones, que atraen más inversión extranjera.
Además, el gobierno ha invertido en infraestructura como carreteras, puertos y aeropuertos, lo que ha facilitado el comercio y la logística, creando un entorno más atractivo para la inversión y el desarrollo empresarial. De este modo, su apertura económica le ha permitido abrirse a los mercados internacionales, facilitando la exportación de productos y servicios a nivel mundial. Haití, por el contrario, ha experimentado restricciones en su acceso a estos mercados fruto de su inestabilidad política, limitando su capacidad para generar ingresos y desarrollar su economía.
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Estos avances propiciaron la integración regional, ayudando a la disminución de los problemas de corrupción. Su posición en el Índice de Percepción de la Corrupción ha mejorado en 2023, con respecto al año anterior, situándose en el puesto 133 de 180 países evaluados. Asimismo, el país dominicano cuenta con un sistema de salud más robusto y eficiente, con una mayor alfabetización y más fondos para su desarrollo.
A diferencia de Haití, con tan solo un 12% de su territorio cubierto por selvas, República Dominicana disfruta de una vasta extensión de bosques, ocupando un 64% de su superficie. Esta disparidad se remonta a la época colonial, cuando la deforestación en Haití alcanzó niveles considerables para la explotación de la caña de azúcar y, posteriormente, de la madera para saldar la deuda con Francia.
Las repercusiones a largo plazo de esta práctica han sido devastadoras para Haití. La erosión hídrica y eólica ha erosionado el suelo, reduciendo su fertilidad y dificultando la práctica agrícola. Además, la deforestación ha vuelto al país más vulnerable a deslizamientos de tierra.
Por el contrario, los bosques de República Dominicana han desempeñado un papel fundamental en la regulación del clima local. Los árboles actúan como sumideros de carbono, absorbiendo CO₂ y liberando oxígeno, por lo que su presencia ayuda a moderar las temperaturas y regular los patrones de lluvia, mitigando el impacto de fenómenos meteorológicos extremos y protegiéndole de los desastres naturales.
Relación entre ambas potencias y la influencia del muro fronterizo
La relación entre ambas potencias ha sido compleja con momentos de conflictos y cooperación. Sin embargo, la delicada situación en Haití y el aumento de la violencia, genera tensiones sociales y políticas entre ambos. República Dominicana, acoge a una gran cantidad de migrantes haitianos, lo que ha propiciado la decisión del presidente dominicano Luis Abinader de construir un muro que divida ambos países, inaugurando la primera parte a finales de 2023, temeroso de que la violencia e inestabilidad traspase sus fronteras.
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No obstante, República Dominicana obtiene un gran rédito comercial de Haití. En el último año, el 7% de las exportaciones de los productos dominicanos tuvieron como destino el país haitiano, por un total de 950 millones de dólares. Por el contrario, solo se importaron productos por valor de 4 millones de dólares desde Haití.
La historia de su independencia, deforestación, gobiernos corruptos, violencia y catástrofes naturales nos explica por qué Haití se encuentra por detrás de su vecina, República Dominicana y nos ayuda a comprender su situación actual y las acciones necesarias para fomentar su desarrollo.
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